miércoles, 11 de mayo de 2016

Un premio Pulitzer explica cómo la industria alimentaria logra que no paremos de comer


Un premio Pulitzer explica cómo la industria

alimentaria logra que no paremos de comer


El 8 de abril de 1999 una larga hilera de limusinas y taxis se detuvo en la puerta de un complejo de oficinas de Mineápolis. 
De ella descendieron los jefes de las mayores empresas alimentarias de Estados Unidos: Nestlé, Kraft, Nabisco, General Mills, Procter & Gamble, Coca-Cola… Entre todos ellos controlaban a 700.000 empleados y 280.000 millones de dólares en ventas anuales.
La reunión secreta, sin actas ni grabaciones, se había convocado para tratar un solo asunto: la epidemia emergente de obesidad y cómo actuar frente a la misma. Por suerte, el periodista de 'The New York Times' y premio Pulitzer Michael Moss, logró, tiempo después, hablar con alguno de los protagnistas de una cita que podría haber cambiado el devenir de la industria.
Según ha revelado Moss, James Behnke, un alto cargo de Pillsbury –una marca que elabora harina para pasteles y productos de repostería–, ejercía como anfitrión del encuentro. 
Él y otros cuantos ejecutivos de la industria, conscientes de que la gente empezaba a hablar sobre impuestos sobre el azúcar y de que la presión sobre las empresas alimentarias iba en aumento, habían trazado un plan de acción para asegurar su futuro.
Ningún experto creíble atribuiría el aumento de la obesidad exclusivamente al descenso de la actividad física
En una completa exposición, Michael Mudd, vicepresidente de Kraft, advirtió a los consejeros delegados de la industria alimentaria de que sus empresas podían haber ido demasiado lejos a la hora de maximizar el atractivo de sus productos por la vía de añadir cada vez más grasa, azúcar y sal a los mismos. En su opinión, la industria alimentaria no podía quedarse de brazos cruzados ante el problema de la obesidad y debía cambiar alguna de sus prácticas para atajarla.
“Si hiciéramos un gráfico con las categorías de publicidad alimentaria, en especial de aquella dirigida a los niños, y lo comparáramos con la pirámide de nutrición óptima, la pirámide quedaría cabeza abajo”, dijo. 
“No podemos fingir que la alimentación no forma parte del problema de la obesidad. Ningún experto creíble atribuiría el aumento de la obesidad exclusivamente al descenso de la actividad física”.
Stephen Sanger, CEO de General Mills, anunciando en 2000 la adquisición de Pillsbury. (Reuters)
Stephen Sanger, CEO de General Mills, anunciando en 2000 la adquisición de Pillsbury. (Reuters)
Mudd aseguró entonces a los ejecutivos que, si no se tomaban cartas en el asunto, la industria alimentaria acabaría como la del tabaco: acosada por regulaciones e impuestos y con una imagen pésima. 
En su opinión, las empresas allí presentes debían afrontar la epidemia de obesidad realizandoun esfuerzo sincero para formar parte de la solución, desactivando las críticas, en su opinión justificadas, que se estaban levantando contra los productores de alimentos.
En cuanto Mudd terminó su alocución,Stephen Sanger, jefe de General Mills, se levantó de su asiento en la primera fila, le miró con reprobación y se dirigió al resto de directivos presentes en la sala. Su empresa, aseguró, no pensaba dar marcha atrás. 
En su opinión, los consumidores son volubles, y sus preocupaciones sanitarias variables, pero casi siempre compran lo que les gusta, y les gusta lo que tiene buen sabor: “No me habléis de nutrición. Habladme de sabor, y si estas cosas saben mejor, no vayáis por ahí tratando de venderme cosas que no saben bien”.
La respuesta de Sanger puso punto final a la reunión y 17 años después sabemos que su postura fue la ganadora.

Enganchados para siempre

Con esta impactante narración comienza 'Adictos a la comida basura' (Deusto), el aclamado libro de Michael Moss que se acaba de publicar en España en el que desvela cómo las grandes multinacionales alimentarias llevan décadas manipulando de forma consciente sus productos para que sean adictivos, a sabiendas de que están provocando en muchos consumidores graves problemas de salud.
Es una industria que está tratando que no solo nos gusten sus productos, sino que queramos más y más
“En realidad no veo a la industria alimentaria como un imperio malvado que se ha propuesto de forma intencionada hacernos gordos o enfermarnos de otro modo con sus productos”, puntualiza Moss en respuesta a las preguntas de El Confidencial. 
“Son compañías haciendo lo que todas las compañías quieren hacer: ganar el máximo dinero posible vendiendo el máximo de productos como sea posible. El problema radica en su profunda dependencia del uso de enormes cantidades de sal, azúcar y grasa para hacer sus productos baratos, cómodos e irresistibles”.
Adictos
Adictos
El periodista, que da muchos datos al respecto en su libro, asegura que muchos directivos son plenamente conscientes de su culpabilidad en los problemas de obesidad y diabetes pero, “pese a esto, han rechazado los intentos de sus propios empleados por cambiar los métodos que utilizan y así reducir el impacto en la salud de los consumidores”.
En muchas ocasiones, apunta, basta con autoengañarse: "Mucha gente [de la industria] prefiere ver esto como culpa de los consumidores, que son los que, al final, deciden qué compran y qué comen. Otros sostienen que los productos de sus empresas contribuyen solo a una pequeña parte de la dieta de una persona, y por lo tanto sienten que no son culpables de losproblemas de salud que las comidas procesadas causan de forma colectiva. Así que creo que hay mucha gente dentro de la industria que sencillamente no piensan que lo que están haciendo está mal”. Pero eso no significa que no lo esté.
En opinión de Moss, existe la suficiente evidencia científica para asegurar que muchas de las comidas grasientas y azucaradas que se exponen en los lineales del supermercado pueden provocar que la gente pierda el control y coma de manera compulsiva. 
“La industria de la comida procesada, sin embargo, ni siquiera necesita la palabra “adictivo” para describir sus esfuerzos para maximizar el atractivo de sus productos”, apunta. “Hablan de la creación de 'crave-ability' (“anhelabilidad”), 'snack-ability' (“aperitivilidad”) y 'more-ishness' (“quieromásidad”). Y esa es la abrumadora sensación que se obtiene tras leer los documentos y entrevistas que forman mi libro: que es una industria que está tratando que no solo nos gusten sus productos, sino que además queramos más y más”.

Aprendiendo de las grandes tabacaleras

Cuando se comparan los métodos de la industria alimentaria con los de la industria del tabaco mucha gente se lleva las manos a la cabeza, pero, como explica Moss en su libro, sus vínculos van incluso más allá de lo que podríamos pensar. 
La relación de la industria de la comida y el tabaco comenzó hace mucho tiempo, en 1985, cuando R. J. Reynolds adquirió Nabisco, y alcanzó niveles épicos unos años más tarde, cuando el mayor fabricante de cigarrillos, Philip Morris, se convirtió en la primera empresa alimentaria al adquirir General Foods y Kraft.
Moss ha tenido acceso a documentación oficial de la industria tabaquera que, asegura, “revela que altos representantes de Philip Morris estaban guiando a los gigantes de la alimentación en sus momentos más críticos, desde el rescate de productos cuando las ventas se hundían hasta el diseño de una estrategia para tratar con la creciente preocupación del consumidor por su salud”.
Las directrices nutricionales no ejercen demasiada influencia en lo que la gente come realmente. Es la industria alimentaria la que tiene más peso
Para Moss las similitudes entre las estrategias de ambas industrias son evidentes: “Algunas estimaciones aseguran que el coste de la obesidad solo en Norteamérica supone una pérdida de 300.000 millones de dólares al año en costes sanitarios y pérdida de productividad. Y desde la lucha contra el tabaco no hemos visto que se cite una cifra tan grande como coste público de un producto. 
El sistema de salud está empezando a sufrir enormemente por esto, y pienso que vamos a empezar a ver como el Gobierno argumenta que la industria alimentaria debería pagar parte de este coste, y no solo los consumidores y los contribuyentes”.
La industria alimentaria y las grandes cadenas de restauración juegan en la misma liga (Inge Yspeert/Corbis).
La industria alimentaria y las grandes cadenas de restauración juegan en la misma liga (Inge Yspeert/Corbis).
En opinión del periodista, es una buena idea poner impuestos a los refrescos azucarados y usar el dinero para financiar programas de salud pública
“Se ha demostrado que estos impuestos empujan a la gente a beber menos, algo que solo puede ser beneficioso”, apunta. Pero cree que ni los impuestos ni las campañas informativas son suficientes para atajar el problema.
Con independencia de que las recomendaciones nutricionales actuales sean o no adecuadas –“la ciencia no es solida en ninguno de los bandos sobre el debate acerca de la grasa”–, el periodista asegura que “las directrices nutricionales no son la mayor influencia en lo que la gente come realmente. Es la industria alimentaria”.
“Cuando el Gobierno empezó a recomendar a la gente reducir su consumo de grasas saturadas, la industria láctea no decidió tirarla a la basura, la convirtió en queso procesado, que se desliza de nuevo en nuestra dieta como el ingrediente de muchas comidas”, explica Moss. 
“Así que nuestro consumo de queso se ha triplicado y el de grasa sigue siendo alto. Puede ser que el consumo de azúcar sea el mayor problema, pero la grasa y la sal son elementos importantísimos a la hora de empujarnos a comer en exceso”.

En busca de una alimentación más saludable

Moss cree que, poco a poco, las empresas están tratando de producir comida más sana o, al menos, menos mala: “Hoy en día todas las compañías se están moviendo en esta dirección, después de que los consumidores que están decidiendo comer más sano les hayan obligado a hacerlo”. 
Pero nuestra desconfianza, asegura, no debería disminuir: “Gran parte de este esfuerzo se limita a reducir los ingredientes malos. Están teniendo muchos más problemas para agregar cosas buenas a sus productos, como es el caso de las verduras. Gran parte de lo que vemos hoy en los supermercados es lo que llamo “lavado saludable”: cosas que se hacen pasar por mejoras significativas pero en realidad solo esconden ligeros cambios, lo que podría dar a la gente la falsa ilusión de que están comiendo mejor”.
“El precio que pagamos por la comodidad que nos brinda la comida procesada es la nutrición y la salud”, prosigue. “Es más, creo que estamos exagerando lo cómodos que son estos alimentos. Una comida sencilla puede prepararse a partir de cero en no mucho más tiempo, y el proceso de cocción te hace más consciente de lo que estás comiendo, lo que es un 'win-win'”.
Desde que escribió el libro, el periodista reconoce que cocina más, intentar reducir los desperdicios de sus compras –“cuando las verduras se están pasando los meto en el congelador para hacer caldo”– y trata de comprar su comida a provedores locales que traten bien a sus trabajadores y sus animales.
¿Qué debemos hacer para mantener a raya nuestro peso? “El cuerpo de cada persona es diferente y no hay una sola dieta que funcione para todo el mundo”, explica Moss. “Pero básicamente suscribo la formula de Michael Pollan: comer comida real, no demasiada y, en su mayoría, de origen vegetal”
Las dietas, asegura, sirven de poco: “La mayoría de las dietas funcionan hasta que fallan y fallan por que son demasiado extremas. 
Algunos de los programas más inteligentes de los que he oído hablar implican empezar poco a poco, cambiando solo una o dos cosas en la dieta. Me gusta quitarme todas las calorías de las bebidas, incluidos los refrescos y los zumos. 
Estos programas tienen además sistemas para ayudarte a saber qué estas comiendo, como usar un diario. Y, por supuesto, todo el ejercicio que puedas hacer va a ayudarte”.

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro