Un decálogo de valoraciones del resultado electoral
Lucas León Simón*
UNA.- No ha hecho falta que “me caiga del caballo” anoche, ya lo pensaba con anterioridad, la democracia imperante en nuestro país es de baja calidad.
Es un fruto de la “ejemplar” transición del fascismo a las “formas democráticas” –tan solo- y de una Constitución hecha a medida para dos partidos, tan corruptos como obedientes a los poderes fácticos.
DOS.- Centenares de casos descubiertos y procesados, financiaciones ilícitas, cajas “B”, apoyos explícitos a delincuentes, la corrupción como norma y medida, aparte de producir un gobierno y una legislación injusta, desleal y cruel contra todas las capas populares de la nación, no han bastado para que la base de un electorado fanatizado y conservador hasta la médula, –el franquismo sociológico-, dé la mayoría de votos a un partido tan indecente como sus cargos y presidente.
TRES.- Una ley electoral, injusta y obsoleta, pensada en su momento, no como se dice, para “garantizar la estabilidad parlamentaria”, sino para el impedir el acceso como referente natural de la oposición, -histórica, sostenida, verificable y heroica al franquismo-, al Partido Comunista, sigue en vigor, para bochorno de los que se autoproclaman “demócratas” y permiten casos de que como más de novecientos mil votos solo obtienen dos escaños y tres millones y medio de ellos, cuarenta.
CUATRO.- El Partido Socialista (PSOE) como exponente de un voto con carácter “hooliganizado” se sostiene en un nuevo panorama político, como se sostiene un bipartidismo alimentado por los poderes ocultos (Banca, Ibex-35 y empresas energéticas) a pesar de su corrupta y eterna gestión en Andalucía y en cuantas ocasiones y lugares ha tenido cuotas de poder. Noventa escaños es demasiado premio, para una gestión real tan alejada de sus proclamas de “izquierdas”. -Sólo los quince días anteriores a una convocatoria electoral-.
CINCO.- No he sido uno de sus votantes, pero entiendo que Podemos es el triunfador nato de las elecciones. Les ha faltado un punto para rematar la faena. Superar en votos y en escaños al PSOE.
El famoso “sorpasso” nos hubiera dado emoción y vida a todos los que tenemos la sangre roja y el corazón a la izquierda.
Inexplicable que sus líderes acepten una coalición exitosa en Catalunya, Valencia, Galicia y País Vasco y no adopten la misma forma en todo el territorio. Se han tirado novecientos mil votos a la basura de la norma D’hont.
SEIS.- El presidente de un banco contemplaba un programa de televisión.
Se levantó irritado de su asiento y dijo: “Hay que crear un Podemos de derechas”. Y se pusieron a hacerlo. Invirtieron dinero, elementos mediáticos a sueldo, imágenes, camisas blancas y el invento casi no les han funcionado.
Quien nació como una opción derechosa –casi facha- al nacionalismo catalán tiene poco recorrido más. Como haya nueva convocatoria de elecciones en marzo se desinflan al completo.
SIETE.- En un muy evidente proceso de banalización de la política y de la acción de gobierno, venimos asistiendo a un proceso de instrumentalización mediática.
Los grupos empresariales, Atresmedia en particular, se propusieron hace años trasladar la técnica de sus programas basura, de tanto éxito marujil, a los platós de debate político.
En estas elecciones han pretendido que votáramos y debatiéramos los que ellos habían cocinado previamente. Venían dándonos encuestas y dirigiendo la última intención de voto a algo burdo y grosero. Y no sólo en las formas.
La jugada no les ha salido redonda, pero casi. Soy pesimista al respecto. Al final lo conseguirán. (Querían eliminar a IU-UP del espectro político y casi lo han logrado).
OCHO.- Que los partidos bifrontales de nuestra democracia de pacotilla se pusieran de acuerdo para establecer la fórmula del “voto rogado” no fue por casualidad. Entre reformas laborales y paro sin solucionar sabían que iban a generar un exilio de dos millones de electores.
Este exilio, por su propia manifestación inconformista, no les era muy afín. Sólo el 9 por ciento de estos exiliados forzosos ha podido votar.
Es un hecho de una extraordinaria magnitud que un millón ochocientos mil españoles no hayan podido votar. En cualquier país con una democracia real este impedimento sería invalidante del resultado de las elecciones. Aquí, ni se comentará. Tienen bien pagados a los “comentaristas”.
NUEVE.- Sólo han pasado unas horas y ya se aprecia una corriente, alimentada ex profeso: “El resultado electoral hace al país ingobernable”.
Parece ser que nuestros demócratas íberos solo saben gobernar si tienen mayorías absolutas, es decir, el absolutismo que hemos padecido en los últimos cuatro años, que nos ha llevado a hitos como la Ley Mordaza o la Ley Wert. Le van a poner altavoces a esta opinión para provocar una nueva convocatoria y el que ciudadano, ahíto, asqueado o fanatizado vote, en nuevas mayorías, a los poderes (o partidos) de siempre.
DIEZ.- No es por dorarle la píldora al personal, pero aprecio una importante diferencia entre la ciudadanía y sus políticos y partidos.
Estos, los políticos, en general, dan grima oírlos, decir los mismos lugares comunes, frases hechas y comportarse servilmente a conceptos e ideas de cliché. La ciudadanía de nuestro país, aun fanatizada, aún manipulada, está a años luz de los que se llaman sus representantes.
Posdata. Mi estado de ánimo va de la irritación al cabreo, pasando por la tentación de ocupar mi tiempo y mi energía en otras cosas.
Confieso que en la noche de ayer, en algún momento, pensar en abandonar.
Dedicarme al cine, la literatura, a degustar el vino de las tabernas de mi ciudad o a coger espárragos en primavera en los campos en flor de mi tierra. Pero no, a mí no van a desanimar. Conmigo no podrán.
Archivado en: EL COMUNISTA, ESPAÑA, OPINIÓN
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La culpa no fue D´Hondt
El sistema electoral español es original. Muy original. Tanto, que llega a resultar “maquiavélico”, como muchas veces se le ha llamado (por ejemplo aquí, aquí o aquí)¹.
Una de las distorsiones más sonadas es el de la desproporcionalidad que genera a pesar de ser formalmente un sistema proporcional.
Es decir, el hecho de que la proporción de votos de cada partido no tenga un reflejo fiel en la proporción de escaños. En las recientes elecciones se ve claramente esta distorsión:
Como se observa, el PSOE y especialmente el PP han conseguido más escaños de los que le corresponderían por número de votos si la conversión de votos a escaños fuera absolutamente proporcional. Las diferencias son de 4 y 6,2 puntos porcentuales respectivamente.
Por el contrario, Podemos (-0,9), Ciudadanos (-2,5) e IU-UP (-3,1) han sido los más perjudicados. Para los partidos de ámbito no estatal la diferencia sin embargo es mínima: obtienen prácticamente la misma proporción de escaños que de votos.
Este patrón es el mismo que se viene dando desde 1977. Como se observa en la siguiente tabla, este sistema electoral sistemáticamente favorece a partidos de ámbito nacional con bastantes votos (ahora PP y PSOE y anteriormente a la UCD); perjudica a partidos de ámbito nacional con menos apoyos (históricamente PCE/IU, y ahora en gran medida a Ciudadanos y Podemos); pero es neutral a partidos nacionalistas o regionalistas concentrados en un territorio concreto (CiU, ERC, PNV, etc).
Es decir, la mayor penalización en términos de proporcionalidad siempre ha estado en terceros y cuartos partidos de ámbito estatal, especialmente porque tenían el voto más disperso y por debajo de aproximadamente 15%. Es por esto que perjudicó también a Alianza Popular en las dos primeras legislaturas.
En el caso de los partidos nacionalistas sin embargo la concentración del voto en determinadas provincias ha hecho que siempre obtuvieran aproximadamente los escaños que les correspondían por votos.
Todos los sistemas electorales generan desproporcionalidad (pero unos más que otros)
Es evidente que todos los sistemas electorales son instituciones redistributivas. No son neutrales y siempre benefician a unos partidos en detrimento a otros.
Por tanto, todos los sistemas electorales del mundo generan cierta desproporcionalidad y funcionan en parte como el Sheriff de Nottingham, robando a los (partidos) “pobres” para dárselo a los (partidos) “ricos”.
Sí, todos los sistemas electorales generan cierta desproporción. Eso es cierto. Pero unos más que otros.
Lo peculiar del caso español es que teniendo una fórmula de reparto básicamente proporcional, como es la fórmula D´Hondt, sus efectos sean en gran medida mayoritarios.
De hecho, cuando se comparan índices de desproporcionalidad, como por ejemplo el índice de Gallagher, el valor promedio de desproporcionalidad del sistema electoral español lo sitúan más cerca de sistemas con fórmulas de reparto mayoritarias que de fórmulas proporcionales².
Continuamente se acusa a la fórmula de reparto, la fórmula D´Hondt, de esta distorsión. Pero no. D´Hondt no es el culpable. Al menos no el principal culpable. Quizá con otras fórmulas como por ejemplo la fórmula Hare el efecto sería algo más proporcional, pero el problema fundamental no está en la fórmula.
El “culpable” como se mostrará a continuación es en mayor medida la magnitud del distrito, es decir, el tamaño de las circunscripciones.
La desproporción se debe al pequeño tamaño de las circunscripciones
Independientemente de la fórmula de reparto, en circunscripciones muy pequeñas es virtualmente imposible un reparto proporcional si hay más partidos en liza que escaños a repartir.
Esto es así tanto si la fórmula de reparto es D´Hondt como si los escaños se repartieran por una regla de 3 simple. Pensemos por ejemplo que si sólo hay 3 escaños a repartir y 4 partidos obtienen representación, por mucho que los porcentajes fueran parecidos, es evidente que uno de ellos jamás podrá conseguir representación.
Guadalajara ha sido ejemplo de ello. El domingo PP y PSOE obtuvieron cada uno un escaño de los tres en juego. Ciudadanos y Podemos consiguieron porcentajes muy similares (18.1 y 17.5, respectivamente), pero sólo uno de ellos, Ciudadanos, obtuvo representación allí.
De antemano se sabía que uno quedaría fuera, por más que las diferencias fueran mínimas: menos de 1000 votos. Lo mismo, pero al contrario, ocurrió en La Rioja.
De los cuatro escaños a elegir, dos fueron para el PP, uno para el PSOE y el tercero finalmente para Podemos. La diferencia entre ambos aquí también era muy reducida, no llegó a 1000 votos (27 941 Podemos, 26 719 Ciudadanos). Ejemplos parecidos se han repetido en las circunscripciones de menor tamaño.
En las circunscripciones grandes, sin embargo, D´Hondt no genera estas distorsiones. Como se observa en la tabla anterior, en Madrid y Barcelona las discrepancias entre el porcentaje de votos y escaños es mínima.
A medida se reduce el tamaño de la circunscripción, especialmente desde los nueve diputados, la proporcionalidad empieza a caer. Lo más importante para que te toque pastel no es el criterio de reparto sino cuántas porciones hay para repartir. Es decir, cuantos escaños hay en juego. Dejemos descansar tranquila a la madre de Victor D´Hondt.
Nota:
En este artículo nos hemos referido exclusivamente al sesgo de proporcionalidad, que evidentemente es diferente del otro problema, el del prorateo (“que todos los votos valgan lo mismo en todas partes”), y que se refiere a la relación entre el porcentaje de población y el de escaños en juego. Es importante distinguirlos bien. Al fin y al cabo, podrías tener distritos unipersonales de 180.000 habitantes en toda España y los votos valdrían lo mismo en todas partes pero la desproporcionalidad sería aún mayor.
¹: El origen del calificativo de “maquiavélico” para referirse al sistema electoral español fue pronunciado por primera vez por Alzaga, catedrático de Derecho Constitucional, diputado de UCD y además uno de quienes diseñaron el sistema electoral vigente.
Como él mismo reconoce en su Comentario sistemático a la Constitución, el encargo era formular una ley a través de la cual el Gobierno (de UCD) pudiese obtener mayoría absoluta a partir de una intención de voto de apenas un tercio.
²: Véase por ejemplo la Tabla 6. del Anexo II del Informe del Consejo de Estado sobre las propuestas de reforma electoral.
Origen: Politikon
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