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El espectacular éxito de la serie Fariña nos está permitiendo revivir unos años cruciales en la historia reciente de Galicia y del Partido Popular, entonces Alianza Popular. Su impacto sobre la opinión pública está todavía por ver.
La mitad de los gallegos que se sentaron un miércoles ante la tele vieron como todo un presidente de la Xunta como Gerardo Fernández Albor, quien por cierto acaba de cumplir 100 años entre homenajes de Rajoy y Feijóo, se reunía en los años 80 en Portugal con los capos del contrabando huidos de la justicia y pactaba con ellos su regreso a Galicia a cambio de impunidad.
A la semana siguiente escucharon cómo dinero del narcotráfico se desviaba para «echar a Rajoy de la Diputación de Pontevedra» al parecer porque no le gustaba lo que estaba pasando con los capos. Eso sí, en la serie aclaran que Fraga sí estaba con ellos y por eso le había dicho al hoy presidente del gobierno que se casara, aprendiera gallego y se fuera a Madrid.
O sea que Rajoy sabía que su partido se financiaba con dinero de los Terito, Oubiña, Miñanco y compañía; no estaba de acuerdo, pero lo sabía y como haría años más tarde con la Gürtel miró para otro lado y siguió con su carrera política.
Fariña rememora también la escandalosa conexión con los narcos de alcaldes populares como Nené Barral o abogados como Pablo Vioque y por supuesto, la financiación del partido, primero con el tabaco de batea y luego con todo lo que llegaba a las rías.
«La Xunta está comprada» se dice con total naturalidad en la serie. Todo así, sin anestesia. El libro de Nacho Carretero, insólitamente secuestrado tras una denuncia de otro exalcalde popular, Bea Gondar recoge también la no explicada amistad entre el hoy presidente gallego, Núñez Feijoo y otro de los capos históricos, Marcial Dorado.
Preguntado el otro día por las consecuencias políticas y sociales de la serie, Feijóo se sacudió el espinoso asunto de encima diciendo que una cosa es la ficción y otra la realidad. Un argumento que no va a ningún lado porque en este caso parece que la realidad fue incluso peor que la ficción.
En medio del hundimiento del PP por la corrupción, la crisis de Estado en Cataluña y escándalos como el de Cifuentes, resulta que ahora los espectadores están viendo o rememorando como el partido que, a día de hoy aún gobierna en Madrid y en Santiago nació, creció y se desarrolló primero a lomos del contrabando y el narcotráfico y luego gracias a la financiación ilegal de la Gürtel.
Parece difícil que todo esto no tenga consecuencias aunque hay quien piensa también que estamos ya demasiado anestesiados.
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