La guerra contra los BRICS
Alfredo Serrano Mancilla, Alainet
La guerra contra los BRICS continúa. El país hegemón, Estados Unidos, junto a sus satélites centrales, persiste en el intento de explicar el actual enfriamiento de la economía mundial por culpa de los países emergentes.
Esto no va a parar. El FMI aprovecha su informe anual de previsiones de crecimiento económico para situar el foco afuera del epicentro capitalista. Y lo hace como sabe: abusando de su posición dominante para proyectar un panorama preocupante para China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica.
De esta forma, se pretende desviar la atención de los verdaderos problemas estructurales del sistema capitalista mundial. Se obvia discutir acerca de subordinación de la economía real frente a la financiarización neoliberal.
¿Qué dice el FMI como garante de un sistema económico que permite que el 90% de los movimientos de capitales sean no productivos?
¿Cuál es la política económica del FMI para un sector financiero que es 18,1 veces superior a la economía real?
¿Por qué no prohíbe la existencia de fondos buitres que atentan y desestabilizan las economías de muchos países? ¿Por qué no dedica sus informes a exigir el cumplimiento de normas concretas para acabar con la conexión privilegiada entre transnacionales y paraísos fiscales?
No. El FMI prefiere no aclarar nada acerca de la evasión de 11,5 billones de dólares que casi nadie sabe dónde está. Todo lo contrario: el FMI apunta a todos aquellos países que no les obedece solo con el ánimo de salvar “su sistema” que no es ni por asomo beneficioso para la mayoría social.
En esta ofensiva en contra de los BRICS, vale todo; incluido tergiversar las cifras de crecimiento económico para aparentar un estancamiento relativo de las economías emergentes en comparación con las potencias tradicionales. Pero la letra pequeña no engaña.
Los datos hablan por sí mismo y es absolutamente incierto que los países emergentes sean los que menos crecen ni siquiera los responsables actuales de la contracción económica mundial.
El mismo FMI estima que el PIB de este grupo de países crecerá al 4% mientras que los denominados países avanzados lo harán al 2%. Es más, si comparamos China con Alemania o Japón, el resultado es aún más esclarecedor: el Fondo estima que el PIB chino crecerá el 6,8% en este año 2015 mientras Alemania lo hará en 1,5% y Japón, 0,6%.
Las cuentas no salen a pesar que el FMI se esfuerce en repetir insistentemente el mismo titular: “el frenazo de los emergentes enfría el crecimiento mundial” (El País, 6 Octubre 2015); “los emergentes amenazan con arrastrar al mundo a una nueva recesión” (Financial Times, 7 Septiembre 2015).
Este acecho contra los BRICS no es casual. Estados Unidos procura ganar la batalla de las expectativas con la intención de frenar la actual transición geoeconómica (hacia el mundo multipolar).
La Reserva Federal desde hace meses viene anunciando una subida de interés que nunca se produce.
El objetivo es crear expectativas a nivel global para que los capitales que se fueron hace una década, ahora vuelvan a casa por navidad. Ni al FMI ni a Estados Unidos les gusta en absoluto que los BRICS sigan consolidando un espacio geoeconómico tan amplio, tan sólido, y tan ramificado por el mundo.
La reciente creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), al cual ya se han adherido unos 57 países (entre ellos los BRICS, además Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Australia, España, Corea del Sur, Israel), también molesta.
La nueva diplomacia financiera china incomoda sobremanera al FMI. El Consenso de Beijing, como muchos lo denominan, actúa como contrapeso al Consenso de Washington. El FMI no está solo en este mundo.
Lo saben y por ello reaccionan contra los BRICS y contra todo aquel país que no se atenga a su mandato. Así intentan construir un sentido común global, en lo económico, de qué todo es culpa de los BRICS, todo es culpa de los países emergentes.
De esta manera, el FMI, con Estados Unidos a la cabeza, intenta a la desesperada una restauración conservadora a nivel mundial, para que todo vuelva a la hegemonía de antes, a la del siglo XX, aunque a veces se olvida que estamos ya en el siglo XXI.
Hoy más que nunca la disputa geopolítica se traslada al terreno de lo geoeconómico. Aunque también podría decirse al revés, tal como así lo manifestó la propia Presidenta argentina Cristina: “¡no es la economía, es la geopolítica, estúpido!”.
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