lunes, 23 de diciembre de 2013

Vida y lucha de Manolita Chen





“Me metían en la cárcel para que no me vieran los turistas. Otras veces me encerraban en el cementerio”


“Aparca ahí”. Manolita Chen, señora de 71 años, da la orden desde la cima de unos tacones infinitos, poco prácticos para el empedrado traicionero del casco antiguo de Arcos de la Frontera (Cádiz), pero ideales para salir en la foto. “¿Ahí?”. “Sí, ahí”.

Ahí, en concreto, es en mitad de una calle estrecha, en el tramo escaso que media entre la pared torcida de una casa y un desnivel que termina en el río. “Pero…”. 

“Nada, por el ladito cabe otro coche, te lo digo yo”. Lo dice Manolita, y Manolita utiliza un tono cordial que, sin embargo, no admite réplicas.

Es evidente que con el paso de los años ha perfeccionado esa fórmula, una mezcla ambigua de ternura y de aspereza, que lo mismo suena a consejo que a consigna. Son las maneras propias de alguien que ha tenido que hacerse respetar más con inteligencia que con imposiciones.

Alguien que aprendió a la fuerza las enormes ventajas de usar la mano izquierda.

“Me haces una foto aquí”. Manolita, la primera persona transexual, nacida hombre, que consiguió que en su DNI figurara una identidad femenina, elige sin reparo los escenarios del reportaje.

El primero es la Taberna de María La Viuda, el bar que le dejó su madre.

El portón es viejo y requiere de una de esas llaves que siempre chirrían y se niegan a girar por completo. Manolita se afana en desatrancar las dos hojas a empujones mientras suena el claxon cercano de un coche que no puede cruzar la calle.

Ella, muy elegantemente, lo ignora.

Dentro huele a lagar de pueblo, a vino y a serrín. “Mi madre”, repite una y otra vez. “Qué disgusto le di”. Abre un ventanuco, enciende las luces. “Con cinco años me pilló cosiendo. Tonterías de crío: una aguja de madera y un trapito. Me pegó. 

Yo le decía que por dentro me sentía una mujer y a ella eso no le cabía en la cabeza. ‘¿Una mujer de qué?’, me gritaba. Luego lo aceptó.

Vio que no había manera de cambiarme. 

Pero con mis hermanos fue distinto. En casa vivíamos once y no teníamos padre. La gente me criticaba y me daba la espalda y para ellos eso era una vergüenza. Me maltrataban. Yo no podía tener amigos ni amigas.

Los padres le decían a los otros niños: ‘No te acerques a Manolito’. Creían que era una enfermedad. Algo que se contagiaba.

Por eso me pasé la infancia en soledad. Ahora lo pienso y me doy cuenta: De niño estuve más solo que la una”.

En Arcos de la Frontera, Cádiz, el pueblo en el que nació y donde actualmente reside Manolita. // D. P.
En Arcos de la Frontera, Cádiz, el pueblo en el que nació y donde actualmente reside Manolita. // D. P.
Y van las fotos. Cientos de fotos. Manolita, acodada en una especie de mostrador pequeño, entre filigranas de cerámica y esculturas toreras.

Foto. Manolita, las piernas cruzadas en una silla de cabaret, en el centro de un tablado de media luna.

 Foto. Manolita, bajando las escaleras como una diva del Paralelo.

Foto. Manolita de frente. Manolita de perfil. Manolita de pie. 

Manolita sentada. “Setenta años que tengo”, presume a cada clic, pelucón y medias negras, falda de tubo, joyones y bolso a juego. “Venga, dos o tres más y nos vamos”.
LA TABERNA Y LA TREGUA

A los 16 le tocó gestionar la taberna. “Mis hermanos mayores se marcharon de Arcos y asumí el negocio. Lo primero que hice fue poner flores. 

A los clientes de toda la vida, a los hombres de por aquí que bebían vino corriente y jugaban al tute y al dominó y pagaban cuando les liquidaban el jornal, no les importó. Pero a la alta sociedad, sí. Decían que éste era un bar de homosexuales. 

Bueno, de homosexuales no. La palabra ordinaria, la que utilizaban ellos, era otra. Decían que éste era un bar de maricones. 

Y empezaron a cogerme tirria. 

Pero la taberna se hizo con fama muy pronto, y los del pueblo no se atrevían a meterme mano porque hasta aquí se acercaban señores importantes de toda Andalucía, señores encorbatados, que daban el cante con sus cochazos en un barrio tan pobre como éste… 

También había chicos guapos, de campo. No andaban bien vestidos, pero eran fuertes, viriles, muy machotes, y eso les gustaba a los clientes de Jerez y de Sevilla… Venían de Medina y de San Fernando, marqueses y militares, gente normalita y otra de postín”.

Manolita, subida en la barandilla del puente, el castillo al fondo, la ribera arbolada del río. Foto. Manolita, primer plano sobre las casas encaladas del pueblo. Foto. Manolita, de pie, bajo la estructura metálica de la pasarela. Foto. “Que salga Arcos, que yo soy muy de Arcos y Arcos es muy mía”. Y luego, en un aparte: “¿Se me ven bien las piernas?”.

El alcalde estuvo mandándole a su casa, cada día durante siete años, al jefe de la Guardia Municipal, sólo para asegurase de que Manolita no se maquillaba
Pero entró un alcalde nuevo, a principios de los 60, con ganas de ponerse galones ante lo más reaccionario de la jerarquía moral, y a Manolita se le acabó la tregua. 

Cuenta que el regidor la enfiló entre ceja y ceja y estuvo mandándole a su casa, cada día durante siete años, al jefe de la Guardia Municipal, sólo para asegurase de que Manolita no se maquillaba. 

“El guardia venía y me pasaba un trapito húmedo por la cara, a ver si había algo de polvo. Querían humillarme. 

Pero en cuanto se iba, yo cogía una flor roja de papel que mi madre tenía encima de la cómoda, lo mojaba en saliva y me ponía algo de colorete. Y con un picón de la candela me daba un poquito de sombra en los ojos, para no salir por ahí tan triste”.

Manolita taconea con prisas, camino del siguiente escenario del book

La gente la para por la calle y le pregunta por sus cosas y ella, que es una figura en el pueblo, les explica que ahora está visitando enfermos y organizando unas clases de alfabetización. Junto con otros vecinos intenta sacar adelante algunas iniciativas benéficas. 

“Lo mismo me presento a alcaldesa”, dice, sin asomo de ironía. “

¿Por qué no? Si Arcos me lo pide…”.

Las interrupciones la hacen perder el hilo, pero en seguida coge de nuevo el carril. “Pues eso, que yo me maquillaba igual. Y no era sólo una cuestión de coquetería. 

Era que yo tenía algo dentro, una forma de ser, y ni el guardia ni el alcalde ni nadie podía decirme a mí que lo escondiera. Porque yo no le hacía daño a nadie. 

Y porque no me daba la gana, vamos”.

Manolita seguía maquillándose y abriendo la taberna, pionera en el sector de bares de ambiente del franquismo medio, pero en el Ayuntamiento ya no estaban por la labor de que se saliera con la suya
Así que Manolita seguía maquillándose y abriendo la taberna, pionera en el sector de bares de ambiente del franquismo medio, pero en el Ayuntamiento ya no estaban por la labor de que se saliera con la suya. 

La represión se recrudeció. “Llegaba un día de fiesta y me metían en la cárcel para que no me vieran los turistas. Otras veces me encerraban en el cementerio. Tenía que dormir sobre la mesa de autopsias

Mi madre sufría mucho. Me mandaba caldito de puchero, bocadillos y café en latas de leche condensada. Pero yo no me rendía. Ni me rendía ni me rindo”.

Al final, visto que Manolita no tiraba la toalla, las autoridades optaron por asfixiarle el negocio. “Apostaron a dos municipales en la puerta de la taberna y le metían miedo a los clientes. Los ingresos dieron un bajón y yo empecé a pensar que mi madre también estaba pasando demasiado. Decidí irme a Barcelona”.

MANOLITA VERSIÓN INTERNACIONAL

Manolita en la puerta del Museo que regenta. Foto. Manolita en un sofá barroco, tapizado de terciopelo rojo, con tachuelas brillantes y ribetes de pan de oro. Foto. Manolita sentada a un piano. Foto. Manolita, entre candelabros excesivos y gruesas cortinas de bolones púrpura. Foto. Manolita, estirada en una cama con dosel. Foto.

Foto de su boda, a principio de los 80, para la que siguió un ritual ‘oficioso’.
Foto de su boda, a principio de los 80, para la que siguió un ritual ‘oficioso’.
Entre pose y pose, sigue: “Paseando por Las Ramblas intuí por primera vez lo que podía ser la libertad, porque en Barcelona los mariquitas se escondían menos. 

Y gané dinero. Bastante. 

Me harté de trabajar. 

Por la mañana fregaba la cocina y los váteres del Restaurante Milán. Por las tardes, limpiaba mejillones en Las Guapas. Y por la noche, hasta las cuatro, repartía los pliegos de La Vanguardia. Acababa destrozada, pero tenía que mandarle las perras a mi madre, que después de que cerráramos la taberna estaba otra vez pobrecita”.

Manolita recorre ese museo insólito, repleto de objetos que ha ido coleccionando minuciosamente a lo largo de su vida de artista, y de vez en cuando señala una mesa de mármol con patas de forjado, un juego de sillas palaciegas o un retrato del rey.

 “Esto me encanta”, dice. O: “Esto me lo regaló tal”. 

O: “Esto me costó sus buenas miles de pesetas de la época”.

“Yo siempre he sido muy peleona. Quería que en mi carné dejase de aparecer Manuel Saborido. Estaba harta de que me miraran con guasa los recepcionistas de los hoteles”
“Pero yo quería algo más. En un garito de alterne tenían un concurso. Un certamen de talentos. El premio era quedarse fija: había que ser guapa y cantar. 

Yo cantar no cantaba, pero guapa era un rato…. Todo el mundo me decía que tenía un aire así, gitano, como de mujer cordobesa… 

Total, que en el mercadillo de Los Encantos me compré ropa de segunda mano y una peluca, me subí al escenario y me lancé con Morena de la Copla. Y gané. 

A partir de ahí, todo fue para arriba: Bodega Apolo, el Molino Rojo… 

Un día estaba en Zaragoza y el otro en Valencia y el otro en Madrid. Juanito Navarro me fichó para el Teatro Calderón, ya de vedette. Lola Flores, Juanito Valderrama… 

Fui a Roma, a Berlín, a los Estados Unidos. Actué en San Francisco y en Las Vegas. 

Aún así, aunque ya era conocida, me aplicaron tres veces la Ley de Vagos y Maleantes, porque el Franquismo siempre estaba a punto de caer pero no caía…”.

Manolita enfila la cuesta arriba que lleva a su casa y explica que compaginó su faceta de artista con la de militante luchadora. 

Se acercaba la libertad y empezamos a pedir en voz alta que se nos reconocieran algunos de los derechos que hoy tenemos. 

Por ejemplo, que en el carné figurara nuestra verdadera identidad. 

La de una mujer, si nos sentíamos mujeres. Y poder casarnos. Yo acudía a muchas de esas primeras manifestaciones. Acabábamos con la Guardia encima. 

La gente nos abucheaba y hasta nos tiraba piedras. Pero yo siempre he sido muy peleona. Quería que en mi carné dejase de aparecer Manuel Saborido. Estaba harta de que me miraran con guasa los recepcionistas de los hoteles. 

Así que, poco antes de que se aprobase la Ley que lo permitía, moví algunos hilos del gobierno. Porque yo conocía a algunos mariquitas de las alturas. 

Homosexuales y señores de los pies a la cabeza. Y por eso conseguí, antes de los 80, el primer DNI español que reconocía que alguien que había nacido hombre podía ser tratado legalmente como una mujer”.

LA LIBERTAD, CAMINO DE CORREOS

Ya en su piso, Manolita se descalza discretamente. 

Habla un rato de esto y de lo otro y de pronto repara en dos recuerdos que sí “necesita” compartir. Los dos son recuerdos, dice, de los que no puede ni quiere desprenderse.

El primero es el recuerdo de su primer día de libertad. 

Fue una mañana de primavera que la pilló, por circunstancias, en su Arcos natal. Un “revolucionario” del pueblo se le acercó y le dijo:

 “Ya puedes vestirte de mujer y andar por la calle, Manolito. No va a pasarte nada”. 

Ella se acordó de tantos y tantos años en que sólo le permitían colocarse el vestido sobre un escenario, o en los garitos, de puertas para adentro, atenta siempre a que se encendiera en el recibidor la luz roja que alertaba de la presencia de la Policía. 

“¿Seguro?”, le preguntó al comunista. “Seguro”, le insistió él

Manolita corrió a su casa, se calzó un vestido ajustado, nada discreto, y unos tacones de aguja, “más o menos como los que llevo hoy”, y fue a echar una carta a Correos, que estaba en la calle Corredera, en pleno centro. “Volví ocho veces”, admite. “

Al final no echaba la carta. Me quedaba con ella en la mano, asomada al buzón. Repetía una y otra vez el mismo trayecto. Era una mujer libre. No me lo podía creer”.

Con la democracia, Manolita quiso resolver la última de sus asignaturas pendientes. Ser madre. Y lo consiguió.
El segundo es, quizá, su recuerdo más personal. 

Con la democracia, Manolita quiso resolver la última de sus asignaturas pendientes. Ser madre. Contactó con un funcionario de la Junta de Andalucía, que se comprometió a ayudarla. Era 1981 y la legislación española aún estaba lejos de permitir que una persona que había nacido hombre adoptara como mujer. 

El caso llegó a oídos de Alfonso Perales, por entonces presidente socialista de la Diputación de Cádiz. Perales se interesó por el asunto, conoció a Manolita y se lo tomó como una cuestión personal. Movió sus hilos. Había una niña, en efecto. 

Pero estaba enferma. Los médicos le daban seis meses de vida. 

“Les dije que sí. Que quería ser su madre, pasara lo que pasara. Diputación resolvió las cuestiones legales. No se me olvida que a Perales lo pusieron como los trapos en la prensa. Le dieron al pobre por todos sitios. Pero gracias a él y a otra buena gente que se preocupó por el tema, yo conseguí a María”.

La niña fue la primera. Después llegaron Alfonso y José, ambos paralíticos cerebrales. “Me reconocen por el olor”, explica. “Por eso hace mucho que no puedo permitirme cambiar de perfume”

Cuando habla de sus hijos, Manolita deja a un lado esa pátina de distancia frívola que utiliza para referirse a todo lo demás: el niño que cosía, la Taberna de María La Viuda, las flores de papel rojo, la mesa de autopsias, la Ley de Vagos, San Francisco y las candilejas de El Paralelo. 

“Ellos son lo más grande que me ha pasado en la vida. Lo más bonito. Lo que más quiero. Tengo un retrato de María ahí, en el aparador. ¿Quieres hacerle una foto para el reportaje? Fíjate: Me dijeron que le quedaban seis meses de vida. Y lleva conmigo 33 años”.

http://www.andalucesdiario.es/gente/vida-y-lucha-de-manolita-chen/?src=lmvn

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro