#23F
Una marea ciudadana reclama lo público frente a los recortes
La marea arco iris muestra su rechazo a los recortes en los servicios públicos y reclama un cambio de modelo político en más de 50 ciudades españolas, con grandes concentraciones en Madrid y Barcelona.
En la capital, una fuerte carga policial termina con la protesta, provocando disturbios durante varias horas.
La fecha, 23-F. El lema, “contra los recortes y por una verdadera democracia”. Los convocantes, una marea ciudadana. Y un estado de ánimo que indignación creciente en el país, que desayuna cada día con noticias sobre el aumento del paro, recortes en derechos y casos de corrupción.
Esos eran los ingredientes de la protesta convocada en más de 50 ciudades españolas y varias capitales europeas. La iniciativa había puesto de acuerdo a más de 200 colectivos, entre ellas, por primera vez juntas, las principales “mareas” que han venido protestando contra los recortes en sus respectivos sectores durante los dos últimos años. La gente hizo honor al nombre de la convocatoria: fue una verdadera marea ciudadana.
Tras los días de debate del Estado de la Nación, era el momento de que hablaran directamente los ciudadanos y sus preocupaciones. Como la de Marta, enfermera que todavía confía en que no se sigan privatizando servicios en los hospitales. Como la de las mujeres del Carbón, que se presentaron en Madrid, casi a la espera de un milagro que salve la economía de la economía de las cuencas mineras. O la de Carlos, científico que espera no tener que salir del país para seguir investigando.
En Madrid se formó por primera vez un arco iris de protestas. Desde poco antes de las 5 de la tarde, 4 columnas avanzaban como legiones por Madrid. El azul de los profesionales sanitarios, el verde de profesores y alumnos, el naranja de los trabajadores de la intervención social, el amarillo de los defensores de las bibliotecas, el negro de las cuencas mineras, uniformes oscuros de los “bomberos quemados”, junto a los chalecos de los despedidos de Telemadrid y las señales de Stop Desahucios.
Su lugar de encuentro, la plaza Neptuno ante el Congreso de los Diputados. La unión de sus reivindicaciones, la defensa de los servicios públicos frente a los recortes presupuestarios. Daba igual a quién se preguntara, las respuestas parecían calcadas. “Hay que defender lo de todos”, “los recortes están acabando con el país”, “que nos quiten lo que hemos conseguido”.
La victoria de “los cualquiera”
“Cualquiera puede venir aquí, es un desbordamiento ciudadano de gentes de muchas banderas”, comentaba Juan junto a su grupo de amigos. Según él, el país está cambiando, y lo demuestra el hecho de que “gente tan distinta” se acerque a este tipo de convocatorias. Al mismo tiempo, destacaba cómo frente a una crisis como la actual, la sociedad española reaccionaba “sin populismos, ni xenofobia”, sino a través de “protestas pacíficas en tono de alegría”.
Para Nuria, el golpe de Estado ocurrió con la reforma de la Constitución [aprobada en agosto de 2011] que obligaba el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto. “No fue tan llamativo como los tiros en el techo”, pero según ella, también en este caso hay que protestar “contra esta pérdida de democracia”.
Durante más de 3 horas, Neptuno se quedaba pequeña para tantos manifestantes “Me emociona que seamos tantos aquí”, comentaba una profesora vestida con la camiseta de la marea verde. El ambiente era tranquilo, con fondo de batucada, y gritos esporádicos de “No debemos, no pagamos”, “el próximo desahuciado que sea un diputado” o “Sí se puede”.
Nuevo desalojo
Como ya viene siendo habitual en las concentraciones en la capital, apenas baja el número de manifestantes la policía desaloja la protesta. Eso fue lo que pasó poco antes de las 9 de la noche. Imposible saber si hubo alguna provocación previa entre miles de manifestantes. Pero lo que es seguro es que el ambiente era de absoluta tranquilidad hasta que aparecieron miembros de la policía con cascos puestos, escopetas de goma en mano, y una vez más sin número de placa visible, tal y como obliga la ley.
Desde ahí, un nuevo episodio de la misma serie:, disparos al aire, cargas. Manifestantes que se van tranquilos, y que dejan vía libre a los pocos jóvenes con ganas de enfrentarse a los miembros de la policía. Entonces llegan los detenidos, las barricas de algunos y la extensión de los altercados a los barrios cercanos.
Si las comparaciones son odiosas, la del 23-f no dejan bien en buen lugar a los actuales dirigentes. A la mañana siguiente del golpe de Estado del ’81, cientos de personas fueron a aplaudir la salida de los políticos a su salida del Congreso. En ese mismo lugar, este 23 de febrero la policía ha desalojado a miles ciudadanos que quieren ser escuchados. Mañana seguirán las vallas que llevan separando desde hace más un año y medio a los diputados de la creciente marea de indignación ciudadana. Y muchos se preguntan, ¿hasta cuándo aguantará la presa?
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