En sus dos últimos discursos, Theresa May ha explicado que el imperialismo británico apoya la política exterior de Arabia saudí y demás autocracias del Golfo, en general, y la agresión contra Yemen, en particular.
Los discursos no han dejado lugar a dudas, aunque se contradicen con lo que hasta ahora había sostenido su ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, quien criticó las aventuras militares de los saudíes y sus aliados del Golfo.
May ha dejado claro que el apoyo a los jeques saudíes significa enfrentarse a Irán, no solo directamente sino también porque el objetivo del imperialismo británico no ha cambiado: están empeñados en derrocar a Bashar Al-Assad a costa de lo que sea, es decir, también de prolongar la guerra cuanto haga falta.
La Primera Ministra nunca admitirá la más mínima crítica a Israel, un Estado criminal por el que May admitió su fervor incondicional.
Rusia sigue siendo un enemigo, algo que no es una sorpresa porque así lo reconoció hace dos semanas Alex Younger, el cabecilla del MI6, el espionaje exterior británico en un discurso en el que salieron a relucir todas las palabras mágicas típicas de estos casos: amenaza, peligro, riesgo...
En el litigio de Cachemira, el imperialismo británico apoya a India contra Pakistán y no condena el asesinato de Waseem Ahmad, un joven de 19 años asesinado por los soldados en la región de Sopore, al noroeste de India, cuando participaba a una manifestación, según parece, que ha desatado una nueva ola de protestas.
Sobre el Brexit, la posición del gobierno británico es típicamente británica, o sea, hipócrita, la cuadratura del círculo: vamos a salir oficialmente de la Unión Europea porque el referéndum nos obliga a ello, pero seguiremos dentro, por lo que se trata de disimular una cosa para hacer la contraria.
En Londres quieren seguir teniendo acceso al mercado europeo y, a cambio, harán algunas concesiones a Bruselas en materia de libertad de circulación.
La mayor sorpresa de May y su gobierno es su oposición frontal al nuevo equipo de la Casa Blanca. Se habla abiertamente de ruptura con un aliado hasta ahora tradicional, hasta el punto de que May ha declinado una invitación de Trump para visitarle en su torre de marfil, laTrump Tower, antes del transpaso de poderes en Washington.
La ineptitud de la diplomacia británica ha quedado al descubierto. Los sucesivos embajadores, Kim Darroch y Peter Westmacott, fueron incapaces de pronosticar la posibilidad de que Trump ganara las elecciones. Ahora mismo no hay puentes entre ambos gobiernos, con una única excepción: Nigel Farage, un vínculo que la Primera Ministro no está dispuesta a utilizar.
Pero lo más importante es que May sostiene políticas enfrentadas a Trump en numerosos escenarios. Ella no quiere ninguna clase de acuerdo con Putin, al que consideran como un enemigo estratégico e incondicional. Trump quiere una cierta coordinación con Putin en Siria, mientras que May sigue con la gastada política de acabar con Al-Assad y su gobierno.
El martes Washington anunció que interrumpía el suministro de armas a Arabia saudí a causa del elevado número de civiles que los bombardeos saudíes están causando en Yemen. Por su parte, en Londres quieren seguir vendiendo armas a los sátrapas del Golfo.
Por primera vez desde 1945, Gran Bretaña se aleja de Estados Unidos, su mejor y más viejo aliado, una decisión que no traerá nada bueno a las Islas, donde la situación política interna es muy complicada después de fracaso en el referéndum.
Los discursos no han dejado lugar a dudas, aunque se contradicen con lo que hasta ahora había sostenido su ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, quien criticó las aventuras militares de los saudíes y sus aliados del Golfo.
May ha dejado claro que el apoyo a los jeques saudíes significa enfrentarse a Irán, no solo directamente sino también porque el objetivo del imperialismo británico no ha cambiado: están empeñados en derrocar a Bashar Al-Assad a costa de lo que sea, es decir, también de prolongar la guerra cuanto haga falta.
La Primera Ministra nunca admitirá la más mínima crítica a Israel, un Estado criminal por el que May admitió su fervor incondicional.
Rusia sigue siendo un enemigo, algo que no es una sorpresa porque así lo reconoció hace dos semanas Alex Younger, el cabecilla del MI6, el espionaje exterior británico en un discurso en el que salieron a relucir todas las palabras mágicas típicas de estos casos: amenaza, peligro, riesgo...
En el litigio de Cachemira, el imperialismo británico apoya a India contra Pakistán y no condena el asesinato de Waseem Ahmad, un joven de 19 años asesinado por los soldados en la región de Sopore, al noroeste de India, cuando participaba a una manifestación, según parece, que ha desatado una nueva ola de protestas.
Sobre el Brexit, la posición del gobierno británico es típicamente británica, o sea, hipócrita, la cuadratura del círculo: vamos a salir oficialmente de la Unión Europea porque el referéndum nos obliga a ello, pero seguiremos dentro, por lo que se trata de disimular una cosa para hacer la contraria.
En Londres quieren seguir teniendo acceso al mercado europeo y, a cambio, harán algunas concesiones a Bruselas en materia de libertad de circulación.
La mayor sorpresa de May y su gobierno es su oposición frontal al nuevo equipo de la Casa Blanca. Se habla abiertamente de ruptura con un aliado hasta ahora tradicional, hasta el punto de que May ha declinado una invitación de Trump para visitarle en su torre de marfil, laTrump Tower, antes del transpaso de poderes en Washington.
La ineptitud de la diplomacia británica ha quedado al descubierto. Los sucesivos embajadores, Kim Darroch y Peter Westmacott, fueron incapaces de pronosticar la posibilidad de que Trump ganara las elecciones. Ahora mismo no hay puentes entre ambos gobiernos, con una única excepción: Nigel Farage, un vínculo que la Primera Ministro no está dispuesta a utilizar.
Pero lo más importante es que May sostiene políticas enfrentadas a Trump en numerosos escenarios. Ella no quiere ninguna clase de acuerdo con Putin, al que consideran como un enemigo estratégico e incondicional. Trump quiere una cierta coordinación con Putin en Siria, mientras que May sigue con la gastada política de acabar con Al-Assad y su gobierno.
El martes Washington anunció que interrumpía el suministro de armas a Arabia saudí a causa del elevado número de civiles que los bombardeos saudíes están causando en Yemen. Por su parte, en Londres quieren seguir vendiendo armas a los sátrapas del Golfo.
Por primera vez desde 1945, Gran Bretaña se aleja de Estados Unidos, su mejor y más viejo aliado, una decisión que no traerá nada bueno a las Islas, donde la situación política interna es muy complicada después de fracaso en el referéndum.
Tomado de: MOVIMIENTO POLÍTICO DE RESISTENCIA
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