Los tipos negativos ponen al BCE y a la banca en rumbo de colisión
- Los bancos centrales los necesitan para estimular la economía...
- ...pero podrían amenazar el negocio financiero tradicional
La sede central del BCE, en Fráncfort. BLOOMBERG
La debacle de la banca en los mercados financieros es sólo el más visible de todos los síntomas de un fenómeno que está empezando ya a condicionar el comportamiento de las principales economías del planeta, y que amenaza con arrestrarlas a una espiral destructiva.
El comienzo de la historia, que termina en una especie deZugzwang (situación en el ajedrez en la que cualquier movimiento de los posibles tendrá consecuencias negativas), se ha explicado unas cuantas veces en los últimos días. El desplome del valor de las materias primas, la ralentización sin prisa pero sin pausa de la economía de China y el abultado endeudamiento de las economías emergentes en general, eran todos fenómenos que ya se daban por descontados.
Pero entonces los inversores comenzaron a dudar de la capacidad de los grandes bancos para resistir esta dinámica, en un contexto de tipos de interés negativos, como recuerda The Wall Street Journal
Fijados por los bancos centrales de Europa y Japón como última medida para intentar inocular crecimiento a unas economías repletas de liquidez pero con una demanda inane, esta política reduce a la mínima expresión la rentabilidad del negocio bancario, expuesto a la tríada de amenazas exteriores expuestas antes.
Quizá no haya mejor lugar para entender esto que Fráncfort (Alemania). En los 2.500 metros que median, en línea recta, entre las sedes del Banco Central Europeo y la del mayor banco de la zona euro, Deutsche Bank, se resume un conflicto de intereses casi cainita.
Porque al mismo tiempo que el emisor de la moneda única no se puede permitir tipos de interés más altos si quiere resucitar la inflación, Deutsche Bank -y el resto del sector con él- apenas puede soportar tipos de interés más bajos.
Contra el negocio bancario
Y es que los tipos por debajo de cero atacan directamente a la raíz del negocio bancario tradicional: la diferencia entre el precio al que prestan dinero a sus clientes, y el precio al que lo toman prestado de ellos.
Desde luego, las cabezas pensantes de los bancos centrales -que proceden casi en su totalidad del sector financiero- conocen perfectamente esto, y saben además que han desatado una guerra de divisas (al bajar tipos, las zonas monetarias compiten por abaratar su divisa frente a las demás). Entonces, ¿por qué actúan así?
Simplemente: han venido estimando que los perjuicios (a la banca) serían menores que los beneficios (para la demanda agregada).
El problema, entre otros muchos, es que la estrategia monetaria no está funcionando -el fantasma de la deflación sigue asomando bajo la puerta-, y los ataques bajistas contra algunos bancos, unidos a las dudas crecientes sobre su capacidad para retribuir algunos de sus títulos de deuda de mayor riesgo, podrían terminar derribando a los bancos más débiles.
De momento, la política de tipos negativos del BCE afecta sólo a un tipo de contrato, entre el emisor y los bancos, y eso ha limitado la cantidad de activos afectados por tipos negativos (en los que, recordemos, es el prestamista el que paga al prestatario) al 2,2% del total de los existentes en la Eurozona.
La cuestión a futuro entonces es doble. La primera: ¿se atrevería el BCE a trasladar esta situación a la economía real? Y la segunda: ¿cuánto más pueden aguantar los bancos en la actual tormenta?
Y los expertos parecen querer contestar a la primera con la segunda. Porque si el BCE fuese más allá por debajo del cero en su actual política de tipos, podría desestabilizar al completo el sistema financiero. Que es básicamente lo mismo que se trata de evitar desde 2008.
¿Una intervención global? Japón pide medidas contra la volatilidad extrema
- Pide que la próxima reunión del G20 estudie políticas coordinadas
- El runrún de un acuerdo al estilo Plaza en el 85 sigue muy presente
Nada parece frenar las turbulencias en el mercado global. Los efectos se sienten de Pekín a Nueva York, pasando por Tokio, Frankfurt o Zúrich.
En este entorno, Japón, que sufre también un desplome de la bolsa con una divisa disparada, ha sido el primero de los grandes actores globales que ha propuesto debatir medidas a nivel global para estabilizar los tipos de cambio de divisas y frenar así la volatilidad en los mercados internacionales, de cara a la próxima reunión del G20 de finales de febrero. ¿Un nuevo acuerdo en el Hotel Plaza?.
¿Vuelta al Hotel Plaza?
Prácticamente desde el inicio de la crisis de 2008, las peticiones de un acuerdo global al estilo del de 1985, los famosos acuerdos del Hotel Plaza, han ido yendo y viniendo al estilo del Guadiana.
En lo más complicado hubo acuerdos entre los bancos centrales para coordinarse y garantizar la liquidez del sistema, pero no una intevención coordinada de esa magnitud, mientras en el mercado se habla abiertamente de una guerra de divisas global para intentar salir de la crisis.
A mediados de los 80, la fortaleza del dólar amenazaba la estabilidad global, los ministros de Economía de las principales naciones industriales se reunieron en el hotel neoyorquino y convinieron intervenir en los mercados para depreciar la divisa estadounidense frente al yen japonés y el marco alemán.
El razonamiento era muy sencillo: los bancos centrales del mundo sólo podían hacer que los mercados de divisas se movieran de la forma que querían si actuaban juntos.
El enfriamiento de China, el desplome del petróleo (con los fondos soberanos sacando dinero de donde pueden) y las dudas sobre el estado de salud de la banca europea en un entorno de tipos ultrabajos o negativos, principalmente, han generado una volatilidad prácticamente inédita desde la quiebra de Lehman Brothers, con un desplome bursátil global que amenaza el débil estado de salud de la economía global.
Mientras, en el mercado crece la sensación de que los bancos centrales se están quedando sin armas para sostener a bancos y bolsas, aunque cada vez sean más creativos y empiecen a explorar terrenos inexplorados.
La Reserva Federal de EEUU, por ejemplo, parece que ya está reculando tras su primera subida de tipos de interés en casi una década, y su presidenta, Janet Yellen, aceptó que sus movimientos dependerán de las turbulencias.
El yen, damnificado por la volatilidad
En este contexto, uno de los grandes damnificados está siendo Japón en general y el yen en particular, por lo que no extraña que vengan desde allí las nuevas llamadas a un acuerdo global.
La divisa nipona, refugio de inversores, se encuentra en mínimos de 15 meses frente al dólar tras sufrir su mayor ascenso en dos semanas desde la crisis asiática de 1998.
La moneda japonesa tocó hoy su máximo nivel desde octubre de 2014 con respecto al dólar, justo antes de que el Banco de Japón lanzara su última ampliación del programa de compras de bonos.
El emisor, que incluso ha colocado los tipos de interés en negativo, ve como se esfuman así todos sus esfuerzos por controlar la divisa y evitar que perjudique a las empresas exportadoras del país.
Mientras, la bolsa japonesa no se está librando del desplome. Tras caer hoy cerca de un 5%, el índice Nikkei acumula un descenso del 11%, sus peores registros desde el crash en 2008.
Además, en lo que va de año el desplome es cercano al 20%, muy similar al acumulado por las bolsas chinas, la chispa que saltó en el mercado en verano y sobre la que se iniciaron las turbulencias globales.
Japón pide socorro
En este complicado contexto, el titular nipón de Finanzas, Taro Aso, aseguró que es necesario "estrechar la colaboración" entre las principales potencias económicas, ante la nueva sacudida que han registrado los mercados de divisas y las principales bolsas de todo el mundo.
En este sentido, Aso dijo que a Japón le "gustaría" que estas "políticas de cooperación" fueran estudiadas en la reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales del G20 que tendrá lugar entre el 26 y 27 de febrero en Shanghái.
"El cambio brusco de divisas y los movimientos rápidos en el mercado es algo que no queremos", dijo Aso en declaraciones recogidas por la cadena pública NHK durante la rueda de prensa celebrada tras la reunión matutina del Gabinete nipón.
"Vigilaremos detenidamente cómo se desarrolla la situación en el mercado de divisas y responderemos adecuadamente cuando sea necesario", añadió el titular de Finanzas, quien, sin embargo, no quiso pronunciarse sobre una posible intervención para comprar dólares estadounidenses para frenar el alza del yen.
A pesar de este clima, el ministro nipón de Finanzas considera que este sentimiento "demasiado pesimista" contrasta con la "extremadamente firme" economía real de Japón, que "no se dejará influir por el movimiento del mercado".
El Banco de Japón sigue prometiendo
Por su parte, el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, calificó una compra de yenes como un movimiento un tanto "excesivo" e insistió en que los tipos de interés negativos ayudarán a estimular la economía a la larga mediante la reducción de los costes de endeudamiento, rechazando las críticas de que la medida pudiera haber agravado las turbulencias del mercado por el temor a que reduzca las ganancias de los bancos.
"No creo que la política de tipos de interés negativos del Banco de Japón esté detrás (de la reciente turbulencia en el mercado)", dijo Kuroda al Parlamento nipón. "Una aversión al riesgo excesiva se está extendiendo entre los inversores globales", sostuvo, agregando que observará cuidadosamente cómo los últimos movimientos del mercado podrían afectar a la economía y los precios en Japón.
También reiteró que el Banco de Japón no dudará en ampliar el estímulo monetario si es necesario para lograr su objetivo de inflación de un 2%. "Desde la adopción de la flexibilización cuantitativa y cualitativa, he dicho de manera consistente que el BOJ tomará todas las medidas necesarias, incluida la flexibilización monetaria adicional, que sea necesario para alcanzar nuestro objetivo de precios", declaró Kuroda.
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