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lunes, 16 de abril de 2018

Si lo hacen Palestinos es Terrorismo... si lo hacen Israelíes que coños es?

Colonos israelíes de Yitzhar atacan a los residentes de la aldea palestina de ‘Urif

Resumen Medio Oriente, 16 de abril de 2018 –
Todo esto fue realizado con la protección de los soldados israelíes, quienes además asesinaron a tiros a uno de los residentes e hirieron a un niño de 14 años.
Aproximadamente a las 5:30 PM del 10 de marzo de 2018, un grupo de unos veinte o treinta colonos caminaron desde el asentamiento de Yitzhar hasta la aldea palestina de ‘Urif, que se encuentra cerca de Nablus. Llegaron a la zona más oriental de las tierras de la aldea, que se encuentran a aproximadamente un kilómetro de distancia del asentamiento. 
Algunos de los colonos estaban enmascarados, portaban palos de madera y metal, y al menos dos portaban armas de fuego. Tres soldados israelíes armados escoltaron a los colonos.
En respuesta, “los residentes de ‘Urif gradualmente empezaron a congregarse, hasta que finalmente se reunieron allí aproximadamente cien aldeanos. 
Durante los enfrentamientos que siguieron, los colonos arrojaron piedras a los palestinos, incluso con tirachinas, y los palestinos también lanzaron piedras a los colonos y soldados. Las dos partes estaban a unas pocas docenas de metros de distancia. 
Los soldados arrojaron granadas de aturdimiento a los palestinos y dispararon gases lacrimógenos, balas de metal recubiertas de goma y munición real.
Después de aproximadamente media hora los colonos se marcharon, y la mayoría de los aldeanos hicieron lo mismo. 
Los tres soldados permanecieron en el lugar, al igual que algunos jóvenes de la aldea, pero estos enfrentamientos gradualmente se calmaron. 
En ese momento, los soldados estaban en un lugar a unas decenas de metros del principal depósito de agua del pueblo: dos de ellos yacían en el suelo, apuntando con sus armas a los jóvenes que todavía estaban en la escena, y el tercer soldado estaba de pie. 
Algunos de los jóvenes se cubrieron detrás de una pequeña colina al lado del embalse y arrojaron piedras a los soldados desde allí. Otros jóvenes se escondieron detrás del embalse.
En un testimonio del investigador de campo de B’Tselem, Salma a-Deb’i, el 10 de marzo de 2018, AS, un trabajador de la construcción de 23 años, describió lo que vio ese día:
“Uno de los soldados nos disparó algunas balas reales. Retrocedimos y nos escondimos detrás de la valla del embalse. El tiroteo se detuvo y dos hombres salieron por detrás de la valla. Luego escuché dos disparos y vi a uno de los muchachos, HS, caer al suelo. Había recibido un balazo en el muslo. Los chicos lo recogieron y lo llevaron en coche a una clínica privada en el pueblo. El segundo tipo estaba tirado en el suelo.
 Al principio pensé que estaba tratando de evitar los disparos, pero cuando vi que no se estaba moviendo, me di cuenta de que podría estar herido. Corrí hacia él junto con otros muchachos. 
Él estaba a unos 30 metros de nosotros. Cuando lo recogimos estaba sangrando. Lo pusimos en un automóvil que pasaba y fuimos a la clínica del pueblo”.
Omayr Shhadeh.  Foto cortesía de la familia
HS fue llevado en un automóvil privado al hospital en Nablus, donde descubrieron que había recibido un balazo en el muslo. Fue tratado y dado de alta al día siguiente. ‘Omayr Shhadeh fue llevado en un automóvil privado y luego trasladado a una ambulancia de la Media Luna Roja que lo trasladó al hospital de Nablus, donde lo declararon muerto.
La investigación de B’Tselem muestra que los tres soldados permitieron que docenas de colonos ingresaran a la tierra del pueblo de ‘Urif y luego tomaron parte con los colonos en los enfrentamientos subsiguientes, ofreciéndoles protección y disparando gas lacrimógeno, balas de metal recubiertas de goma y munición real a los palestinos. La investigación también encontró que uno de los soldados disparó y mató a ‘Omayr Shhadeh, de 19 años, e hirió a HS, de 14 años, aunque ni el soldado ni sus compañeros estaban en peligro de muerte.
Al igual que en docenas de otros incidentes que han ocurrido, y continúan ocurriendo, en Cisjordania, los soldados una vez más protegieron a los colonos mientras se adentraban en tierras que pertenecen a los residentes palestinos y arrojaron piedras a los palestinos. 
Solo en febrero de 2018, B’Tselem documentó diez ataques violentos de colonos en la región al sur de la ciudad de Nablus, incluidos varios en los que los soldados respaldaron a los colonos. Los diez asaltos fueron recibidos con silencio por las autoridades israelíes, que sistemáticamente se abstienen de hacer cumplir la ley en el caso de que los colonos ataquen a los palestinos y a los soldados que permiten e incluso participan en tales ataques.
La ausencia de aplicación de la ley también es evidente en los casos en que los soldados disparan contra los palestinos, causando la muerte o heridas. Esta política de parte de las autoridades policiales militares y civiles significa que casi nunca se exige a los colonos ni al personal de las fuerzas de seguridad que paguen un precio por dañar a los palestinos. 
Sin un precio a pagar no significa disuasión, por lo que los ataques violentos, incluido el uso de la fuerza letal, continúan sin ser perturbados. Esta violencia es un componente clave en la capacidad de Israel para mantener su control violento sobre millones de palestinos en los últimos 50 años o más.
Fuente: PALESTINALIBRE.org

El corazón de hierro de Israel

Resumen Medio Oriente, PALESTINALIBRE,org, 16 de abril de 2018 –

¿Cómo se puede mirar a decenas de miles de personas encerradas en una jaula sin verlas? ¿Cómo es posible no ver el desastre que ha creado Israel?

Qué delicia volver a ver el viernes pasado a periodistas y expertos compitiendo por el comentario más ingenioso. 
Uno tuiteó que los palestinos estaban quemando neumáticos Goodyear, otro que los cabecillas de Hamás no se acercaban debido a su asma. Un tercero hizo mención al avión contra incendios que Israel movilizó para combatir los fuegos que asolaron la nación en 2016. 
Alguien colgó una foto de un manifestante con una esvástica y escribió: “Gente encantadora con quienes firmar la paz”. Un comentarista “moderado”, famoso por su mente lúcida, dijo en televisión que se trataba de una “protesta insensata”. Todos ellos, como es costumbre, felicitaron al ejército por su magnífico logro: nadie atravesó la frontera. El Estado se había salvado de la aniquilación. ¡Buen trabajo, Fuerzas de Defensa de Israel!
Mientras los chistes y felicitaciones circulaban por las redes sociales, 20.000 desesperados gazatíes corrían sobre la arena a lo largo de la verja que les aprisiona pidiendo ayuda. 
La mayoría eran hombres jóvenes y harapientos (el 65% de ellos desempleados), respirando el humo negro de neumáticos quemados, sabedores de que su pasado, su presente y su futuro son todavía más negros. Algunos blandían el último producto fabricado por la industria armamentística de Gaza: espejos. 
Espejos de alcoba o de baño para deslumbrar a los francotiradores. Hacía mucho que no se contemplaba un espectáculo tan divertido: hubo 1.350 heridos*, 293 de bala; 20 de ellos se encuentran en situación crítica. Nueve habían muerto el domingo por la mañana.
La mayoría pusieron buen cuidado de no atravesar la línea mortal, como la que dividía las dos Alemanias durante la Guerra Fría. Los soldados de la República Democrática Alemana disparaban a cualquiera que quisiera escapar del país, lo que conmociono al mundo; los israelíes disparan a cualquiera que se acerque a la verja, y es divertido. 
Pronto estará electrificada, lo que hará innecesaria la existencia de francotiradores.
Uno de los muertos era Hussein Mohammed Madi, un muchacho de 16 años. Otro era un fotógrafo de prensa de 30 años que llevaba un chaleco antibalas con la palabra “PRESS” bien marcada, lo que no le protegió del francotirador que apuntó a su pecho. Quizás no sabía leer inglés. Yser Murtaja tenía 30 años y nunca había salido de la Franja de Gaza. 
Hace poco había colgado una foto que mostraba la Franja a vista de pájaro. Murtaja escribió que su sueño era poder hacer esa fotografía. Tal vez ahora lo haga realidad desde el cielo. 
En el funeral, celebrado el sábado, cubrieron su cuerpo con el chaleco azul de periodista. No fue el único reportero alcanzado por los disparos el viernes. Otros seis más fueron heridos. 
Su sangre no es más roja que la de cualquier otro, pero el hecho de que les alcanzaran las balas demuestra que los francotiradores del ejército disparan indiscriminadamente y no son escrupulosos a la hora de elegir a sus víctimas.
Todo esto provocó comentarios ingeniosos en las redes sociales y felicitaciones al ejército en la prensa. Es difícil de entender que alguien pueda mirar a decenas de miles de personas atrapados en una jaula y no verlos realmente. 
¿Cómo es posible mirar a estos manifestantes sin ver el desastre creado por Israel? ¿Cómo podemos descargar nuestra conciencia, echar toda la culpa a Hamás y no conmovernos ni un momento ante la sangre inocente derramada por los soldados de nuestras fuerzas armadas? 
¿Cómo puede un antiguo jefe del servicio de seguridad instigar las protestas por el discurso vacío del primer ministro en una ceremonia igualmente vacía, mientras que esta masacre apenas tiene repercusiones?
Esta vez no ha habido lanzamiento de cohetes Qassam, ni cuchillos, ni siquiera tijeras. No hay ningún terrorismo, como no sea el “terror” de los neumáticos o el “terror de la marcha” convocada para reivindicar el regreso de los refugiados, como escribía absurdamente el diario israelí Hayoum. Esta vez la protesta es no violenta.
Pero Israel tampoco ve esto. No ve el blanco de los ojos de los manifestantes, no les ve como seres humanos, no ve su desesperación; no ve la amargura de su suerte. Cuando se produzca el siguiente desastre natural en algún lugar, Israel enviará un equipo de socorro y todo el mundo elogiará la compasión de los judíos de Israel y su humanidad. Pero nadie puede negar la dureza que se ha apoderado de su corazón, la inhumanidad que bloquea su compasión impidiendo que alcance su corazón, ya cicatrizado y bloqueado para siempre.
Nota del traductor:
*Este artículo fue escrito el domingo pasado (8 de abril), tras el 2º viernes de protestas en la llamada “Marcha del Retorno”, por la que se reivindica el derecho de los refugiados de volver a las tierras de las que fueron expulsados por los israelíes, tanto durante la Nakba (1948) como en la Guerra de los 6 días (1967) y conflictos posteriores.
Fuente: PALESTINALIBRE.org

ISRAEL – PALESTINA

La tortura se generaliza en Tierra Santa

POR CARLOS BALMACEDA 
En Israel se usan 200 métodos de tortura. 
Dicho por las Naciones Unidas. 

El grupo israelí de Derechos Humanos Betselem consignó alrededor de 105. 
Y otro grupo de la Universidad de Jerusalén, estableció que eran 73 los métodos más “populares” de tortura usados en las cárceles israelíes. 
Ya te veo Mordisquito, levantar los hombros y decir “¿y a mí qué me importa?” “¿Qué tengo que ver con Israel?” 
Otro informe: “La tortura en las cárceles israelíes es sistemática y comienza desde el momento en que arrestan a un preso, no desde el momento en que comienza el interrogatorio”. 
¡Y dale con Israel! ¿Qué me importa si apenas encanan a un coso lo empiezan a torturar? 
Te recuerdo, Mordisquito: a los presos en la primera marcha por Maldonado, se los detuvo al grito de “¿Creen que ‘La noche de los lápices’ fue solo una película?”. 
Algunas de las detenidas fueron obligadas a desnudarse y filmarlas; Damiana Bercellos, que venía de trabajar, fue manoseada y arbitrariamente detenida, Laura Arnés, periodista de Página/12 fue detenida el último 8M al grito de “negra de mierda no te resistas o te rompemos los brazos” cuando estaba parada en la puerta de una pizzería. 
¿Te das cuenta Mordisquito del parecido? Aquí también las torturas y los golpes empiezan con las detenciones. 
Cuando el grupo Halcón de la Policía Bonaerense viajó a Israel para entrenarse, se capacitó en intervención en edificios complejos. ¿Qué será intervenir en edificios complejos para un ejército que ocupa ilegalmente un país desde hace 70 años? 
Démosle la palabra a los que lo han hecho, a los israelíes. Nos cuenta un soldado destinado en Gaza: 
“El viernes por la noche hicimos un Kidush (una bendición del sábado). Usamos un patio donde estaban apostados los muchachos de la infantería. 
No abrimos la puerta, simplemente entramos directamente con el tanque, pasamos la cerca y entramos. “Estacionamos” dos tanques, lo que significa que también teníamos que destruir la pared entre la calle y la casa”. 
Así intervienen los israelíes en edificios complejos ¿Viste Mordisquito? 
Como decíamos, este es el testimonio de un soldado israelí del sitio “Breaking the silence”, “Rompiendo el silencio” un grupo de militares asqueados por las órdenes que han tenido que cumplir. 
Aquí, otro más, contándonos del ingreso a una vivienda en Gaza, otro edificio “complejo” 
“Cuando entramos a esta casa, todo lo que había dentro ya era un desastre. Cualquier cosa que pudiera romperse había sido destrozada. Cualquier cosa hecha de vidrio, ventanas, una mesa, marcos de cuadros, todo fue destruido. 
Todas las camas estaban volteadas, las alfombras, los colchones. No había agua, entonces no podías usar el baño. Así que nos cagamos en su bañera” 
Javier Perechodnik, secretario general de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, nos dice sobre la experiencia del Grupo Halcón en Israel “ahora estamos como “adelantados” con estos avances. 
La idea fue aprovechar este viaje y convertirnos en esponja para traer la mayor experiencia posible de esta capacitación y así ver qué podemos aplicar aquí en nuestro país”. 
Repito: “y así ver qué podemos aplicar aquí en nuestro país”. 
Nos sorprendemos de que aquí un policía le arroje gas a un anciano y lo apalee, pero qué pasa en Israel: “un soldado que estaba en uno de los puestos vio a un anciano [palestino] acercarse. No le disparó, disparó cerca de él. 
Lo que sé, porque lo comprobé, es que otro soldado le disparó dos veces al abuelo. Me acerqué a una ventana para ver qué pasaba, y vi que había un anciano tirado en el suelo, le dispararon en la pierna y lo hirieron. 
Fue horrible, la herida fue horrible, y me pareció muerto o inconsciente. Así que bajamos y le dijimos a los efectivos “Basta, no hay razón para dispararle, está muerto”. 
Y entonces comienza una discusión: “¿Qué lo hace a usted experto en la muerte? ¿Qué es, un doctor? “Y luego de eso, un tipo de la compañía salió y disparó a ese hombre otra vez”.

Entrenamos a nuestras fuerzas de seguridad con asesinos de viejos indefensos. ¿Qué podemos esperar entonces cuando un sádico como Martín Alfredo Luna le pega a un viejo, porque sí, durante una marcha? 

Tenemos a un pibe de 19 años preso por ayudar a una mujer caída en el subte. 

¿Por qué nos vamos a sorprender si nuestras fuerzas de seguridad se entrenan con quiénes detienen a una nena de 16 años solo porque abofeteó a un soldado armado hasta los dientes? 

La voladura de la AMIA se llevó las vidas de 85 personas. 

El atentado fue encubierto por el ex presidente Menem, por su ministro Corach, por el presidente de la propia DAIA, Rubén Beraja y por el comisario Jorge “El Fino” Palacios. 

Palacios fue el fugaz jefe de la Policía Metropolitana. 

Según Mauricio Macri, entonces jefe de gobierno de la ciudad, lo designó porque Israel se lo recomendó. 

Israel, que no se presentó como querellante en la voladura de su propia embajada, sugirió que el tipo que encubrió el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina, estuviera a cargo de la seguridad de todos los porteños. 

Nos hemos aliado, recibimos instrucción, compramos tecnología a un país que ejerce la tortura, la detención ilegal y mantiene en una cárcel a cielo abierto a dos millones de palestinos, a un país en el que su ministra de Justicia dijo: “hay que matar a las madres de los terroristas palestinos porque dan a luz pequeñas serpientes”. 

Le compramos lanchas, dejamos que sus servicios de inteligencia anden como Pancho por su casa y que operen incluso dentro de la justicia argentina, a un país que le ha puesto un escudo antimisiles a las Islas Malvinas para defenderlas de nosotros mismos. ¡Y que vote en las Naciones Unidas para que las Malvinas sigan en manos británicas! 

Nos alarma que en las Pruebas Aprender se les pregunte a los alumnos si sus compañeros de aula roban o si sus padres son de un “país limítrofe”, pero tal como denuncia la especialista en educación Nurit Peled Elhanan, en los libros de texto israelíes, los palestinos aparecen como “viles, desviados y delincuentes; gente que no paga los impuestos, que viven al margen del Estado ¿les suena? y que no quieren desarrollarse. 

¿Entendés Mordisquito que somos una mala copia de este estado racista? ¿Un lacayo de un país que asesina a 2000 civiles y sostiene que lo hace en defensa propia? 

Las coincidencias siguen. 

En su reciente visita a Israel, la organización Betselem quiso hacerle llegar a Gabriela Michetti un informe con las detenciones y abusos cometidos contra niños palestinos, pero una barrera compuesta por agentes del Mossad y custodios argentinos, lo evitó. 

Es lógico que la vicepresidenta de un país que tiene en Lanús escuadrones de la muerte que persiguen pibes de la calle, que inventa entrevistas a menores para estigmatizarlos, que reprime chicos en las murgas y que precinta a pibitos mapuches cuando se detiene a sus madres, no quiera saber el daño que le hace Israel a la niñez palestina. 

Mordisquito ¿qué tiene de honorable el estado de Israel para que sigamos sus pasos? 

Por nuestra Patagonia circulan 8.000 o 10.000 soldados israelíes. Son “mochileros”, pero todos ellos han servido, y ante la primera llamada, volverán a servir al ejército de Israel. 

Ese que mató al anciano en Gaza, anda por acá; ese que cagó en la bañera de una familia palestina, anda por acá, esa que asesinó a cuatro nenes que jugaban a la pelota en Gaza, anda por acá, ese que pasó por arriba con un bulldozer a la pacifista norteamericana Rachel Corrie, anda por acá. 

Por suerte, todavía no somos Israel. 

Todavía los médicos que atienden detenidos en las cárceles argentinas, no colaboran abiertamente en su muerte como pasa en Israel. 

Todavía los periodistas no reciben el maltrato y la tortura que sufrió Mohamad Omer, que regresó a Cisjordania después de recibir un premio en Londres, y en el mismo puesto fronterizo fue interrogado durante horas, desnudado y arrastrado por el piso. 

¿Pero cuánto nos falta? 

Veamos. El Parlamento israelí aprobó una ley para indultar a Netanyahyu por sus delitos de corrupción, a través de la cual le prohíbe a la policía divulgar detalles de los enjuagues del primer ministro. 

¿Faltará mucho para esto? 

Hace cuatro días se cumplieron tres años del suicidio del fiscal Nisman, el sujeto al que Damián Stefanini, usurero del que no se ha vuelto a tener noticias, le depositó 150.000 dólares en una cuenta en Estados Unidos; el tipo al que su madre le vació, todavía con el cadáver caliente, dos cajas de seguridad en dos sucursales del Banco Ciudad, el fiscal al que Sheldon Adelson, un financista de la derecha israelí, le depositó 280.000 dólares en el banco Hapoa​lim de Uruguay, el mismo tipo que usaba un auto propiedad de un agente de la CIA.
A ese extorsionador que le sacaba la guita a sus empleados, a ese lavador de guita, a ese encubridor de un atentado a la Mutual Israelita, Israel le levantó un monumento. 
Y aquí Arroyo Salgado quiere elevar su muerte a “crimen de lesa humanidad”. 
Cómo no van a querer declararlo mártir y héroe, si gracias a ese cuentero judicial, Timerman, D´elía, Khalil, Zannini y Esteche están presos. Sin proceso, sin una causa válida. 
Porque entramos en la lógica israelí, en la que un científico como Mordejai Vanunu puede ser secuestrado por los servicios de inteligencia de su país y juzgado en secreto. 
Porque entramos en la lógica israelí, en la que una piba de 16 años es juzgada por un tribunal militar. 
La diferencia con Israel es que no tenemos ni bombas nucleares, ni el poder de lobby más grande del planeta. 
Y mañana, cuando esto se termine, porque se va a terminar y de la peor manera, solo nos va a quedar la vergüenza de haber sido el amiguito olfa del matón de la cuadra. 
Para entonces, ya te habrás dado cuenta de esto, Mordisquito. Tarde, pero vas a ver que todo lo que te dije era verdad. 
Igual como siempre te digo, hacé el esfuerzo ahora, porque dejar de ser boludo es un acto que se hace en defensa propia.

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