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lunes, 25 de diciembre de 2017

La élite del Reino Unido está en guerra contra sí misma a una escala sin precedentes

El alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, gana un escaño
El ministro de Exteriores y partidario del Brexit, Boris Johnson, en la campaña de 2015. EFE
Cuando en 2001 empecé a trabajar en BBC, una de las cosas que más me sorprendió fue que la mayoría de personas que ocupaban los cargos de mayor responsabilidad habían ido a las mismas universidades, o que se daba por hecho que te encantaba esquiar, o la facilidad con la que mis compañeros mencionaban a personas poderosas que conocían. Imperaba un pensamiento uniforme. Tenía compañeros conservadores y compañeros progresistas pero en su inmensa mayoría tenían la mentalidad de la élite.
Los niveles de indignación, descalificaciones y división que encontramos en los niveles más altos de la sociedad británica en estos momentos sugieren que la sociedad ha cambiado. 
La portada del Daily Mail, que ataca a los rebeldes del Partido Conservador [parlamentarios que han votado con la oposición para obligar al gobierno a someter a votación el acuerdo sobre el Brexit] y que ha propiciado una avalancha de insultos y de amenazas, es solo el último ejemplo de la guerra interna de la élite del Reino Unido. A su lado, las muestras de resentimientos de clase contra ellos son una nimiedad.
Pueden afirmar que ya hemos pasado por esta situación antes. Sí, tal vez, pero no es frecuente.
Cuando en mayo de 1940, el primer ministro Winston Churchill tuvo que convencer a su Gobierno para que lo apoyara y siguiera luchando contra los nazis [a pesar de la oposición del titular de Exteriores, Lord Halifax, ya que las tropas alemanas habían conseguido cercar a los soldados ingleses en Dunkerque] la fractura fue evidente pero estas diferencias de opiniones siempre quedaron circunscritas a la mentalidad tory que Churchill compartía con aquellos que no opinaban lo mismo, como era el caso de Lord Halifax.
Algunas series de televisión recientes, como Howards End, han mostrado esta batalla cultural que se dio en la clase media alta del Reino Unido, entre los que eran partidarios de la acción y los que preferían la reflexión, se libró de forma civilizada.
Ahora, la situación es inaudita. No puedo recordar que en ningún otro momento de la historia reciente diferentes sectores del partido conservador hayan querido fulminarse mutuamente y que este deseo haya sido más intenso que el de fulminar a la izquierda. 
No puedo recordar semejantes niveles de crueldad en campañas para divulgar información o simplemente rumores contra el otro sector. Es como si todas las cuestiones, incluso las de menor envergadura, giraran en torno a sus problemas existenciales.
Y son reales. 
El primero es obvio: el Brexit. Dos generaciones de abogados, banqueros, contables y directivos de empresa han crecido con el tratado de Lisboa, el Tribunal Europeo de Justicia y la Comisión Europea, y un año y medio después del referéndum a algunos todavía les cuesta aceptar la nueva realidad.
El segundo problema existencial lo hace patente el titular del Daily Mail: "La posibilidad de un marxista en el número 10" (de Downing Street, sede de la presidencia del Gobierno). Conectar la derrota del gobierno en el proceso del Brexit con el miedo a la formación de un Gobierno de izquierda radical en 2018 ha sido una genialidad del director del Mail, ya que incide de lleno en la guerra interna de la élite del Reino Unido.
Se suponía que el Brexit tenía que hacer que los ricos volvieran a ser populares. En medio de una hoguera para quemar las regulaciones y espasmos enfermizos de alegría nacionalista, los Boris Johnson (ministro de Exteriores) y los Rees-Mogg (diputado tory) y la plebe volverían a unirse. 
Sin embargo, esto no ha sucedido ya que la élite ha perdido el control sobre el laborismo y ahora podría formarse un Gobierno que pusiera fin a la gran maquinaria de la privatización, garantizara las prestaciones sanitarias y diera a los trabajadores unos derechos que no han tenido desde los años setenta.
Debido a que los conservadores la han cagado con el Brexit, a que Yvette Cooper la cagó en las primarias laboristas, y a que Theresa May la ha cagado en prácticamente todos los frentes, la élite del Reino Unido está furiosa, escupe su furia y se golpea a sí misma como si fuera un boxeador profesional. 
Uno tiene la tentación de comprar un cubo de palomitas y disfrutar del espectáculo, pero lo cierto es que los países tienen élites por una razón.
En un mundo peligroso, históricamente los países que tienen distintas clases sociales han confiado en los más educados, los más ricos y los más formados para que sean los que decidan las estrategias nacionales. 
Es una tarea que no solo ha correspondido a los políticos; también a los mejores abogados, los banqueros y los funcionarios.
Si esto es lo que hacen en contextos de crisis, como Orwell hizo durante la Segunda Guerra Mundial, se les puede perdonar esos sombreros excéntricos que llevan en Ascot y los galimatías de las cenas protocolarias.
Las películas bélicas de este año que evocan con nostalgia el pasado nos recuerdan por qué las élites son útiles: Kenneth Branagh como jefe de la Armada en 'Dunkerque' , liderando estoicamente la evacuación; Julian Wadham como el general Montgomery en ' Churchill', mostrando la capacidad de liderazgo y el temple que convirtió a Monty en un héroe, Gary Oldman como Churchill en 'Darkest Hour' ('La hora más oscura').
Este mundo de humo de cigarrillos, suéteres de lana y de respeto sigue siendo un referente para los más mayores pero es un mundo totalmente ajeno a los más jóvenes, hasta el punto de que puede ser llevado a la gran pantalla como si de una ficción se tratara y con algunas premisas. La más importante, que la élite británica nunca pierde su temple.
Lo cierto es que en 2017 ha perdido su temple, de forma rotunda. Esto está teniendo repercusiones en todos los sectores de la esfera pública. Si te opones al gobierno, eres un traidor. Si apoyas al Partido Laborista, eres un traidor marxista. Si defiendes los valores progresistas eres un luvvie (histriónico), una palabra en argot que solía utilizarse para los actores y que los tabloides ahora utilizan para referirse a personas que le dan importancia a los conocimientos, a la argumentación razonada y a la moderación.
Durante la campaña del Brexit ya vimos cómo se denigró la opinión de los expertos y este fenómeno no ha hecho más que intensificarse, una vez ha estallado la guerra interna de las élites.
Vemos cómo los tabloides menoscaban la reputación de abogados, banqueros, economistas y de cualquier experto que no sea uno de los suyos.
Ahora mismo, el Reino Unido es visto por el resto del mundo como un blanco fácil para cualquier fuerza exterior que desee desestabilizarlo. La primera ministra ha perdido el control y los ex primeros ministros son contratados para trabajar para regímenes despóticos. Pronto tendremos los informes de la investigación del FBI en torno a la injerencia rusa en el referéndum del Brexit, quedaremos todavía peor como país y la élite todavía estará más furiosa consigo misma.
Tal vez si solo leen los periódicos británicos no es obvio para ustedes, pero ningún otro país del mundo tiene una élite con este problema de disonancia cognitiva. 
Ni siquiera Estados Unidos ya que, a pesar de la catastrófica presidencia de Trump, las élites empresariales y militares han tomado cartas en el asunto para despedir a los locos, acabar con los espías rusos y proteger a Trump de la realidad (y viceversa) en una gran nube de humo de Big Mac y televisión por cable.
Como muchos de nosotros descubriremos durante estas fiestas, las diferencias y tensiones que se cuecen a fuego lento entre allegados suelen terminar en una explosión. 
Creo que los ministros conservadores o los directores xenófobos de los tabloides no estarán contentos hasta que se produzca una explosión catártica y un sector del partido conservador se haga con el control.
Lamentablemente, como saben todos los miembros del Gabinete, esto significa que los conservadores no estarán en el poder mucho tiempo. En democracia, la mejor estrategia para acabar con los aires enrarecidos suele ser convocar elecciones, y necesitamos que se celebren unas en 2018 lo antes posible.
Traducido por Emma Reverter

El Brexit, una rebelión falsa: secuestran la cultura obrera para ayudar a la élite

Me encantan las falsas rebeliones de la clase obrera: soy un veterano en el tema. En el instituto, llevamos a cabo una revuelta a favor del derecho a fumar. La violencia en el fútbol que presencié en las décadas de los 70 y 80 hacían parecer que el orden social se había dado la vuelta. Respecto a la avalancha masiva de solidaridad con la difunta princesa Diana, y por tanto contra toda la cruel élite monárquica, al final, dejé mi ramo de flores en el montón con el resto.
El problema es que también sé cómo es una rebelión real. 
Las huelgas mineras; la Primavera Árabe; la lucha de barricadas alrededor del Parque Gezi en Estambul en el año 2013. Así que, para las personas que se están preparando para la madre de las revueltas este jueves, quiero señalar la diferencia crucial que existe entre una rebelión real y una falsa. La élite no suele encabezar rebeliones auténticas. 
En un levantamiento real, los ricos y los poderosos suelen salir corriendo, aterrados. Por norma general, ni the Sun ni the Daily Mail alientan verdaderas insurrecciones.
Pero, en todo Reino Unido, la gente ha caído en la trampa. En el referéndum sobre el Brexit, hemos visto qué pasa cuando se secuestra la cultura de la case trabajadora y cuando el partido que se supone que defiende a la clase trabajadora no puede encontrar el lenguaje o la oportunidad de separar una revuelta falsa de una verdadera.
En muchas comunidades de clase trabajadora, la gente se está preparando para votar a favor del Brexit no solo como una manera de decirle a la élite neoliberal que están hartos. 
También quieren incomodar a los trabajadores urbanos, liberales y con educación universitaria. 
Muchos de los que están involucrados sienten que esta es su primera decisión política efectiva.
Quiero tener una última oportunidad para convencerte de que salir ahora, bajo estas condiciones, sería un desastre. Primero, reconozcamos el problema. Para la gente de la clase trabajadora, los salarios están al mínimo. 
Sus jefes los tratan como basura. Sus grandes avenidas están repletas de tiendas vacías. Sus hijos ya adultos no pueden comprarse una casa. El tamaño de las clases en los colegios son demasiado grandes. Los tiempos de espera del Servicio Nacional de Salud son tremendos.
Me alegra que se haya convertido aceptable decir: “Estás en lo cierto por preocuparte por la inmigración”. Pero ojala más políticos laboristas detallasen el por qué. 
A la gente trabajadora, especialmente aquellos que perciben salarios bajos por parte del sector privado, le preocupa que en condiciones de austeridad, escasez de viviendas, estancación de los salarios y un suministro ilimitado de mano de obra desde Europa tenga un efecto negativo en su forma de vida. Para algunos, eso es cierto.
También están en lo cierto aquellos que se preocupan por el impacto cultural. En una gran y multicultural ciudad que absorbe a muchos inmigrantes es fácil. 
En las ciudades pequeñas, donde el capital social es ya insuficiente, la población migrante puede no sentirse integrada. La estructura de la migración temporal de Europa significa que muchos de los que han llegado no van a votar, o no tienen derecho a votar –algo que parece inquietante si entiendes que es solo votando como la fuerza trabajadora siempre consigue el progreso. 
Es como si, a través de la inmigración, la élite fuese a crear el tipo de clase trabajadora que siempre quiso: fragmentada, dislocada, políticamente distante, débil.
Pero el Brexit liderado por el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y la derecha tory no va a mejorar ninguna de esas cosas: las van a empeorar. Echa un vistazo a la gente que lidera el movimiento a favor del Brexit. 
Nigel Farage, Neil Hamilton, Boris Johnson, Michael Gove. Todos han buscado durante toda su vida un objetivo: dar más poder a los empresarios y menos a los trabajadores.
Muchos de los que encabezan el Brexit han dicho claramente que esperan que se privatice el Servicio Nacional de Salud. 
Se deleitaron con la destrucción de las comunidades de la clase trabajadora y de las culturas capaces de poner en marcha una verdadera rebelión. 
Sir James Dyson mudó su fábrica a Malasia, por lo mucho que ama a la clase trabajadora británica. Ellos hablan de desafiar a la élite. Pero ellos son la élite.
Supongamos que el sí gana el jueves y, dentro de dos años, la mayoría de la inmigración del este de Europa cesa. 
¿Cuál es el beneficio más probable? 
A pesar de toda la retórica sobre “la mano de obra barata” nadie ha prometido acabar con ella. Lo que sí que han prometido es recortar los salarios y destrozar las leyes que protegen a la gente en el trabajo. 
Por lo que incluso si los inmigrantes dejan de venir, y quizá unas cuantas granjas de frutas y empresas de envasado de carne cierran en la región de Anglia Oriental, todavía habrá millones de puestos de trabajo mal pagados de largos turnos.
Pero, ¿sabes quién hará esos trabajos? 
Lo más probable es que seáis vosotros, las mismas personas que ondeáis la bandera a favor del Brexit ahora: trabajadores poco cualificados en pequeños pueblos. 
Y si hay una escasez de trabajadores no cualificados, el representante del Brexit –Iain Duncan Smith– sabe qué hay que hacer. Antes de su reciente dimisión por los recortes en las ayudas sociales, había hecho carrera sacando a las gentes de las sillas de ruedas y de las camas y sometiéndola a evaluaciones laborales para recortar sus ayudas.
Algunas personas fantasean con que, si el Brexit gana, Cameron caerá y entonces habrá un gobierno laborista. 
Pero no hay nuevas elecciones a la vista. Boris Johnson ya ha firmado una carta prometiendo mantener en el poder a Cameron si el Brexit gana. Porque eso es lo que hacen los políticos de la élite: permanecer unidos. 
Si el Brexit gana, el gobierno tory más conservador desde el liderado por Thatcher estará encargado de negociar los términos de la salida. 
Los mismos periódicos que publican noticias falsas sobre refugiados ahora publicarán historias sobre el Partido Laborista para impedir que gane en las próximas elecciones.
La semana pasada, el grupo parlamentario laborista señaló, alto y claro, que tomarán medidas para frenar la creación de puestos de trabajo de bajos salarios que solo los inmigrantes pueden hacer. 
También han asegurado que abordarán el asunto de la libre circulación dentro de una gran renegociación con la Unión Europea tan pronto como sea posible. 
Francamente, deben hacerlo lo antes posible.
Me encantaría estar cara a cara con la gente que representan... a aceptar que la libre circulación debe ser filtrada a través de férreas medidas por parte de Reino Unido para proteger a los que menos ganan y terminar con la contratación solo de inmigrantes.
Para mucha gente, la campaña del Brexit es, por un breve espacio de tiempo, la primera vez que han tenido el control. Pero la clave está en la palabra “breve”. 
Una vez que la votación haya terminado, será la derecha tory la que tenga el control. Pregunta al UKIP; pregunta a Boris Johnson: ¿el Brexit garantizará el aumento de los salarios, el límite sobre los alquileres, la reducción de los tiempos de espera en las consultas o del tamaño de las clases? Pide a los partidarios de la ruptura con Europa que centren sus objetivos sobre esas cosas –no a largo plazo, si no en 12 o 18 meses. Ellos no pueden.
Lo que puede hacer el Partido Laborista es liderar una izquierda, combinada con los partidos nacionalistas y los verdes, que inicie un cambio real. No habrá dilemas en las redacciones de the Times y del Telegraph si esto sucede: estarán unidos para aplastarlo.
Esta es la manera de saber la diferencia entre una rebelión real y una falsa: por sus enemigos.
Traducido por Cristina Armunia Berges

Corbyn presenta al Laborismo como el partido que liderará el país ante el "brexit"
Corbyn presenta al Laborismo como el partido que liderará el país ante el "brexit" EFE
Jeremy Corbyn ha descrito los "espeluznantes restos de la Torre Grenfell" como un monumento a un fracasado sistema económico y de vivienda en Reino Unido durante un discurso en el que dio a conocer los planes laboristas para el control del alquiler urbano y una serie de medidas destinadas a erradicar los proyectos de gentrificación.
El líder laborista utilizó su discurso –en su primer congreso anual del partido desde que arrebató la mayoría parlamentaria a la primera ministra, Theresa May– para dar su visión ideológica para Reino Unido. Declaró que el modelo económico neoliberal "forjado por Margaret Thatcher hace muchos años" estaba roto.
Corbyn dijo que sus puntos de vista, una vez considerados marginales dentro del propio Partido Laborista, ahora representan el eje central. 
Según explicó, ese punto ya no se encontraba en el lugar que los "expertos de la élite" aseguraban que estaba. "Este es el centro real de gravedad de las políticas británicas. Ahora somos la corriente política principal", dijo. Este entusiasmo laborista contrastó con su descripción de los conservadores. Los tories, aseguró, están "desprovistos de ideas y de energía".
En un distanciamiento deliberado de las políticas económicas de Tony Blair, Corbyn prometió más intervención pública en materia de vivienda y servicios públicos, y dijo que estaba preparado para aumentar los impuestos de las grandes empresas. Así lo aseguró en un discurso de 75 minutos ante una audiencia que, en ocasiones, se mostró entusiasmada.
El líder laborista apareció en el estrado en medio de cánticos de los animados delegados, algunos de los cuales agitaban bufandas rojas por encima de sus cabezas. "Es bastante contagioso. Asegurémonos de que todo el país se contagie", dijo haciendo hincapié en el entusiasmo del auditorio.
Corbyn reservó las propuestas más detalladas de su discurso para hablar de la vivienda. Prometió que un gobierno laborista garantizará que los inquilinos de las propiedades que están siendo reformadas puedan regresar a sus casas una vez que los trabajos hayan terminado. También aseguró que los ayuntamientos tendrían que ganarse el voto de los vecinos antes de que se les permitiese embarcarse en proyectos de rehabilitación. Los terrenos que estén en poder de los promotores pero que no estén siendo utilizadas serán gravados con impuestos, añadió.

Más poder para los ayuntamientos

Prometió también que serán las ciudades las que tengan el control de los alquileres, y sus asesores indicaron que quería ir más allá de las promesas anteriores a las elecciones para limitar el aumento de los alquileres con las tasas de inflación. "El control de los alquileres existe en muchas ciudades de todo el mundo y quiero que nuestras ciudades tengan también ese poder y que los inquilinos cuenten con esas protecciones".
Fuentes laboristas dicen que el partido está buscando modelos de control de los alquileres en ciudades de todo el mundo como parte de una revisión, y dijo que el mercado inmobiliario es "disfuncional".
"También tenemos que someter a tributación a los terrenos sin urbanizar en manos de promotores y tener el poder para expropiar. Tal y como dijo Ed Miliband: úsalo o piérdelo. Las familias necesitan hogares. No limpieza social. No un aumento de los alquileres. No exorbitantes alquileres de terrenos. Si quieres ver cómo mueren los pobres, acércate a la Torre Grenfell", añadió, citando al poeta y novelista Ben Okri.
El claro giro de Corbyn hacia la izquierda y la promesa de contener al libre mercado se produjo cuando Theresa May se prepara para hacer una vehemente defensa del capitalismo en  su discurso de este jueves para conmemorar los 20 años desde que los laboristas, bajo el liderazgo de Tony Blair y Gordon Brown, hicieran independiente el Banco de Inglaterra.
Lo que se espera que diga la primera ministra, que comenzó su carrera profesional en el banco en 1977, es: "Una economía de libre mercado, operando bajo las normas y reglamentos correctos, es el mayor agente de progreso colectivo humano que jamás se ha creado".
Fuentes laboristas incidieron en que la visión de Corbyn no se basa en el desmantelamiento del capitalismo, sino en reequilibrar la economía con más participación estatal.
Corbyn presenta al Laborismo como el partido que liderará el país ante el "brexit"
El Laborismo de Corbyn está "preparado para gobernar" EFE
El discurso levantó críticas generalizadas por parte de los grupos empresariales, que protestaron diciendo que se oponen a más intervención estatal y que sienten que el laborismo no está representando sus intereses, incluso cuando políticas como la del control de los alquileres y la nacionalización de los servicios públicos parecen haber calado en la sociedad.
Carolyn Fairbairn, de la patronal de la industria británica, aseguró que hubo "pocas palabras cordiales" por parte del líder laborista. "La retórica repetitiva de los pecados de un puñado de empresas hace poco por tranquilizar a los empresarios e inversores ansiosos por saber cuál va a ser el futuro de Reino Unido como un gran lugar para hacer negocios".
Corbyn sostuvo que el resultado de las elecciones había forzado a los tories a retirar políticas como la denominada 'dementia tax' (nombre que se utilizó para describir las propuestas conservadoras para el pago de las residencias de ancianos), los planes para comprobar los medios económicos para evaluar los subsidios energéticos en invierno, proponer más 'grammar schools' (un tipo de centros educativos de élite considerados clasistas) y la posibilidad de recuperar la caza del zorro. "En su lugar, parece que están escogiendo políticas laboristas, incluido el Brexit".
"A la primera ministra le digo que de nada. Pero ya que estamos, llega hasta el final: termina con la austeridad, suprime las matrículas universitarias, acaba con el tope de financiación para el sector público".

Ataque frontal contra May

Corbyn defendió que el Partido Laborista está preparado para gobernar y se comparó con el estado del Partido Conservador, riéndose del eslogan de Theresa May durante las elecciones: "Fuerte y estable". "No son fuertes, y estables definitivamente tampoco. Están colgando de un hilo", dijo el líder de la oposición.
Corbyn también aprovechó su discurso para criticar a los medios de comunicación, diciendo que "sus dueños, evasores de impuestos, están dando instrucciones para destruir el Partido Laborista". Señaló que un periódico, el Daily Mail, dedicó 14 páginas a atacar a los laboristas, y que en las elecciones habían subido 14 puntos. "Nunca tantos árboles han muerto en vano", y añadió en tono provocador: "Esto va dirigido al director del Daily Mail: la próxima vez que sean 28 páginas".
El líder del Partido Laborista dijo que a Diane Abbott, portavoz de Exteriores de la oposición, le tocó la peor parte del abuso en internet, declaración que llevó al público a ponerse en pie y a cantar cumpleaños feliz a Abbott. "Sufrió un abuso misógino y racista intolerable", dijo Corbyn. En un guiño al cambio del pasado martes en las normas de partido, añadió: "No hay excusa que valga ante el abuso, dirigido a quien sea, no va a tener lugar, no lo vamos a aceptar, no lo vamos a permitir".
Sin embargo, Corbyn ha sido criticado en las redes sociales por no mencionar el antisemitismo de una manera directa, tras la polémica generada por unos comentarios en un evento paralelo a las conferencias principales [los comentarios se produjeron en la charla, sobre libertad de expresión e Israel, un activista americano-israelí declaró que la libertad de expresión también se debería aplicar a los negacionistas del Holocausto].
El mayor ataque del líder laborista al gobierno del Partido Conservador se centró en las negociaciones del Brexit. Corbyn les acusó de tener un "equipo de negociación totalmente inepto" y de poner "el enriquecimiento personal" por encima del interés nacional.
Esta semana el ministro del Exterior, Boris Johnson, ha sido acusado de desautorizar a la primera ministra y al ministro de Hacienda, Philip Hammond. "El interés nacional nunca ha estado tan mal defendido en una cuestión tan vital. Si no hubiera otra razón más para que los conservadores se fueran, su gestión chapucera e interesada del Brexit sería más que suficiente", concluyó Corbyn. 
Corbyn: Solo los Laboristas negociarán un "brexit" que dé prioridad al empleo
Corbyn: Solo los Laboristas negociarán un "brexit" que dé prioridad al empleo EFE
O todo el proyecto, si hace falta. Esa será la lógica detrás de las maniobras, negativas y mea culpas que protagonizarán esta semana los principales políticos y periodistas.
La lógica tiene sustento. 
Se suponía que el resultado del referéndum por el Brexit iba a traer un thatcherismo 2.0: bajar los impuestos corporativos a los niveles de Irlanda, debilitar la protección a los derechos humanos y el interminable equivalente verbal a una guerra de Malvinas, solo que esta vez con Bruselas como adversario. 
Todos los detractores del Brexit duro serían catalogados como enemigos internos.

Pero si Corbyn llega a primer ministro, no puede haber ningún tipo de thatcherismo. Por eso la búsqueda frenética de una línea de retirada. 
En una decisión acertada, el Partido Laborista trató de dejar a Karl Marx fuera de la elección. Pero existe un marxista cuyo trabajo nos da la clave para entender lo que acaba de suceder: Antonio Gramsci. 
El líder comunista italiano que murió preso en una cárcel fascista en 1937 habría entendido sin problemas el surgimiento de Corbyn y la explosión de los laboristas en las encuestas, así como lo que va a pasar a partir de ahora. 
Porque Gramsci sabía qué tipo de guerras pelea la izquierda en las democracias maduras y cómo ganarlas.
Pensemos en los sucesos de las últimas seis semanas como una serie de giros inesperados y sorprendentes. 
Los laboristas empiezan con un 25% de apoyo en las encuestas, pero luego llegan al 40%. Se filtran los datos del programa electoral laborista y surgen dudas acerca de su competencia, pero esto eleva los apoyos de Corbyn de inmediato. 
El Reino Unido sufre ataques terroristas, pero la popularidad que cae es la de los tories. Diane Abbott se enferma y, sin embargo, los números de su mayoría escalan a 30.000. 
Los candidatos laboristas que ya ocupan un escaño en Westminster hacen campaña con esa idea de "Corbyn no puede ganar" y, sin embargo, la presencia del nuevo líder laborista fortalece en 10 puntos sus propias mayorías.
Nada de eso debería haber pasado. Desafía el "sentido común" de la política. Gramsci fue el primero en entender que, para la clase trabajadora y para la izquierda, casi toda la batalla se centra en perturbar y desafiar ese sentido común. 
Lo que en realidad mantiene a la élite en el poder, como lo entendió Gramsci, es ese sentido común universalmente aceptado, y no el MI5, el Special Branch (de la Policía) o los generales del Ejército.
Una vez que aceptamos eso, empezamos a entender la magnitud del logro de Corbyn. 
Incluso sin ganar, el líder laborista acaba de destruir en público la lógica del neoliberalismo y de forzar el comienzo de la retirada para una ideología de economía nacionalista y xenófoba.

El Brexit y los cleptócratas

El Brexit fue un regalo no deseado para las empresas británicas. 
Incluso en su versión más blanda, implica diez años de trastornos, inflación, mayores tasas de interés y una importantísima merma en las arcas públicas. 
Afecta al abastecimiento de mano de obra barata y amenaza con dejar al Reino Unido como una economía sin mercado en el que vender sus productos.
Pero la élite gobernante y la clase empresarial del Reino Unido no son la misma cosa. Cada una tiene intereses diferentes. 
De hecho, la élite británica está bastante alejada de los intereses de las personas que hacen negocios en este país. 
Se han convertido en intermediarios para una élite mundial de administradores de fondos de alto riesgo, especuladores inmobiliarios, cleptócratas, jeques del petróleo y estafadores. 
Fue para estos para los que que Theresa May hizo que los conservadores dejaran de ser globalistas liberales para convertirse en acérrimos defensores del Brexit.
El camino del Brexit duro crea una crisis permanente, una austeridad permanente y un conjunto de enemigos permanentes, concretamente Bruselas y la democracia social. El instrumento perfecto para el hongo de la especulación financiera. 
Pero el pueblo británico adivinó esa intención. El progreso de Corbyn no fue simplemente el resultado de haber revitalizado el voto laborista. Fue posible gracias a una alianza entre exvotantes del Ukip, simpatizantes del Partido Verde, votantes primerizos y liberales centristas asalariados votando estratégicamente.
La alianza se creó en dos etapas. 
Con su plataforma electoral cuidadosamente calculada, Corbyn demostraba por primera vez en 20 años lo extraordinario que sería para la mayoría terminar con la austeridad y que el Gobierno dejase de hacer el trabajo de privatizadores y especuladores. 
En la segunda fase, la de la última semana, utilizó una táctica conocida como de "remontada". Dejó de representar al partido y empezó a representar al país. 
Actuó en contra de los estereotipos y reconoció los problemas de seguridad y política exterior que se suponía debían perjudicarlo. Día tras día, Corbyn creó la embriagante sensación de que era posible.
El resultado ideológico es más importante que la aritmética parlamentaria. Gramsci nos enseñó que la clase gobernante no gobierna a través del Estado. 
Según Gramsci, el Estado es solamente el último bastión. Para derrocar el poder de la élite, es necesario conquistar cada una de las trincheras creadas para defenderlo.
Durante la segunda disputa por el liderazgo laborista que tuvo lugar el verano pasado se hizo evidente cuál era la primera línea con que la élite defiende su poder: estaba dentro del mismo Partido Laborista. 
La derecha laborista, entrenada durante la Guerra Fría para este tipo de guerra de trincheras, peleó de manera implacable para asegurarse el control y dijo una y otra vez que la élite nunca permitiría que el partido fuera gobernado por un líder y un plan de extrema izquierda.
En el preciso momento en que se filtró el programa electoral laborista y comenzó a sumar apoyos, esa trinchera de la derecha laborista fue tomada por asalto. Se replegaron a una segunda trinchera, pero tampoco les fue tan bien: perdieron y ya se avecinaba otra elección por el liderazgo.
La tercera línea de trincheras, la de la prensa amarillista con su difusión tipo caja de resonancia, tampoco resultó eficaz. Más de 12 millones de personas votaron por un partido estigmatizado por "apoyar a los enemigos de Reino Unido", por ser indulgentes con el terrorismo, por tener "sangre en las manos".
Gramsci también hubiera entendido las razones en este contexto.
Cuando la mayoría de los socialistas trataban a la clase trabajadora como una especie de colonia de abejas, programadas para llevar a cabo su histórico papel, Gramsci dijo: todo el mundo es un intelectual. Incluso si a una persona se la trata como "gorila domesticado" en el trabajo, cuando no está trabajando, "esa persona es un filósofo, un artista, una persona con gusto… Sigue una línea consciente de conducta moral". [Antonio Gramsci, Selecciones de los cuadernos de la cárcel]
Con esta premisa, Gramsci dijo a los socialistas de los años 30 que dejaran de obsesionarse con el Estado y que llevaran a cabo una larga y paciente guerra de trincheras contra la ideología de la élite gobernante.
Ochenta años después, las reglas del combate han cambiado. 
En la actualidad, ya no hay que salir de la mina, darse un baño, caminar hasta el hogar en un barrio pobre y leer el periódico comunista Daily Worker antes de empezar a pensar. 
Como sostuve en mi libro Postcapitalism (Postcapitalismo), la clase trabajadora del siglo XX está cediendo su papel protagonista, tanto en la economía como en la oposición política, a individuos interconectados. Personas sin lazos muy fuertes entre ellas y tampoco con las instituciones, pero con una fuerte dosis de identidad, racionalidad y capacidad para actuar.
La mañana del viernes aprendimos lo fácilmente que estas personas interconectadas y educadas pueden darse cuenta de las mentiras. Lo fácilmente que se organizan a sí mismas a través de sitios web de voto estratégico. Lo rápidamente que se unen bajo un nuevo conjunto de valores base una vez que alguien, como Corbyn, los pronuncia con entusiasmo y buena voluntad.
La gran presencia conservadora en la votación y algunas derrotas determinantes para los laboristas en zonas donde la xenofobia de la clase trabajadora está arraigada indican que la que comienza será una larga guerra cultural. 
Una guerra de posiciones y no de maniobras. 
Pero en esa guerra, se ha ganado una batalla. 
Los tories habían decidido usar el Brexit para destruir lo que queda del Estado de bienestar y reestructurar el Reino Unido como un Singapur global. Perdieron. Ahora emprenden la retirada y se esconden detrás del escudo humano de fanáticos intolerantes de la Orden de Orange de Belfast.
El próximo movimiento de la izquierda debe ser evitar la arrogancia. Debe rechazar la ilusión de que con un avance relámpago alcanza para rodear las defensas de la clase gobernante del Reino Unido y montar un gobierno de extrema izquierda. 
El primer objetivo alcanzable es empujar a los tories a una posición de compromiso con el mercado único, bajo la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y a que sean las instituciones representadas por todos los partidos las que guíen los debates del Brexit. Pero el verdadero premio es obligarlos a abandonar la austeridad.
Un Partido Conservador obligado a pelear las próximas elecciones con un plan de impuestos más altos y gastos aumentados, salarios elevados y una inversión pública elevada indicaría lo rápido que Corbyn ha cambiado el juego. 
Si no sucede así y los conservadores se unen a los cleptócratas mundiales en lugar de a los intereses de las empresas y personas de Reino Unido, Corbyn será el próximo ocupante de Downing Street.
De cualquier manera, el sentido común de los últimos 30 años ya no está vigente.
Traducido por Francisco de Zárate

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