Miércoles, 3 de mayo del 2017
El lunes 22 de abril del 2002, tras la clasificación de Jean-Marie Le Pen para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, los estudiantes parisinos salieron a la calle al grito de 'À bas, à bas, le Front National, F comme fasciste, N comme Nazi'.
Durante días se sucedieron las protestas, que se concentraron en la plaza de la República, y las movilizaciones culminaron el Primero de Mayo, cuando los sindicatos franceses convirtieron la celebración anual en una manifestación anti-Le Pen.
El resultado fue que en la segunda vuelta, celebrada el 5 de mayo, Le Pen apenas obtuvo 700.000 votos más que en la primera, y Jacques Chirac, el presidente que optaba a la reelección tras un fallido mandato en que tuvo que cohabitar con el primer ministro socialista Lionel Jospin, obtuvo más del 80% de los sufragios, 25,5 millones de votos, con una participación ocho puntos superior que en la primera vuelta.
La Francia de izquierdas había votado masivamente por Chirac "tapándose la nariz". El Frente Republicano para frenar al Frente Nacional funcionó a la perfección.
DIVISIÓN SINDICAL
15 años más tarde la situación es bien distinta. Muy pocos estudiantes salieron a la calle el lunes 24 de abril, y los que lo hicieron, salieron al grito de "ni Le Pen ni Macron".
Por su parte, los sindicatos franceses están profundamente divididos y no se han manifestado conjuntamente el Primero de Mayo. El único sindicato que ha llamado a votar por Emmanuel Macron para evitar la victoria de Le Pen es la CFDT, el sindicato más próximo a los socialistas.
La CGT ha apelado a "no votar a Marine Le Pen" y promueve implícitamente el voto blanco o nulo, en la línea de Jean-Luc Mélenchon, y Force Ouvrière (FO) no ha dado ninguna consigna de voto.
Es más, según una encuesta de Harris Interactive anterior a la primera vuelta, el 24% de los simpatizantes de FO expresaban su intención de votar a Le Pen en la primera vuelta. Caben pocas dudas de que el próximo domingo serán muchos más.
En la derecha tampoco hay unidad en relación al voto en la segunda vuelta. El poderoso movimiento Manif pour tous, creado para oponerse al matrimonio homosexual y que se convirtió en el único apoyo relevante del candidato François Fillon más allá de su partido, se ha posicionado claramente contra Macron.
Los obispos franceses se han negado, en un polémico comunicado, a tomar partido para la segunda vuelta -una actitud muy distinta a la que tuvieron en el 2002- y Christine Boutin, exministra de Nicolas Sarkozy y expresidenta del Partido Cristiano-Demócrata, ha anunciado en una entrevista a 'Le Figaro' que votará Le Pen como voto útil 'contra Macron'.
Boutin ha clarificado su objetivo: "Levantar la inquietud, el miedo y el oprobio que podría cernirse sobre los electores de derechas tentados por el voto a Le Pen".
Finalmente, Nicolas Dupont-Aignan, que obtuvo casi un 5% de los votos en la primera vuelta, ha llamado a votar por Marine Le Pen, que le ha correspondido anunciando que si gana le nombrará primer ministro. Una maniobra destinada a captar el voto conservador gaullista.
Así las cosas, una semana después de la primera vuelta los apoyos a Marine Le Pen parecen más consistentes de lo que podrían parecer. No solo las encuestas le otorgan una intención de voto ligeramente superior al 40%, es decir, casi el doble del apoyo obtenido en la primera, sino que los apoyos a Emmanuel Macron parecen haber tocado techo.
PARTICIPACIÓN Y VOTO EN BLANCO
La gran incógnita de la segunda vuelta será la participación y el voto en blanco. En la primera votaron 37 millones de franceses -un millón en blanco-, un 77% de los ciudadanos inscritos en el censo electoral. De estos, un 20% -más de 7 millones- decidieron su voto en los últimos días, como parece que volverá a suceder ahora.
Según las últimas encuestas, hay un 20% de franceses que aún no han decidido qué van a votar, si es que finalmente ejercen su derecho al sufragio. Si el número de ciudadanos que finalmente deciden votar por Macron o Le Pen no supera los 30-31 millones se abriría un escenario de incertidumbre.
Según la mayoría de sondeos, Macron puede contar con los más de 8,6 millones de votantes que le hicieron confianza en la primera vuelta, más dos tercios de los votantes de Benoît Hamon (1,6 millones), un 40% de los votantes de Fillon y un 45% de los que optaron por Mélenchon, unos seis millones más.
En total, 16 millones de votos que constituirían su base electoral.
Con todo, un tercio de los votantes de Fillon -2,4 millones de franceses- afirman tener la intención de votar por Marine Le Pen, e incluso un 20% de los votantes de Mélénchon (1,5 millones más), especialmente aquellos que se declaran "ni de izquierdas ni de derechas".
Si a ellos les añadimos la mayoría de los votantes de Dupond-Aignan -supongamos que 1,5 millones- podríamos considerar que Le Pen puede contar con una base 13 millones de votantes para la segunda vuelta.
LOS INDECISOS
Sin embargo, el porcentaje de electores que votaron por Fillon dispuestos a votar por Le Pen podría estar creciendo, a medida que los indecisos van decidiendo su voto.
Si Le Pen consiguiera el apoyo de la mitad de los votantes de Fillon, además de los más que posibles 700.000 votantes de los dos candidatos conservadores minoritarios, podría llegar a los 15 millones de sufragios y se acercaría peligrosamente a la base electoral con la que cuenta Emmanuel Macron.
Por otro lado, la campaña de la segunda vuelta está evidenciando las dificultades de Macron para dirigirse al electorado de izquierdas. Si esta dinámica provocara que el número de votantes de Mélenchon que opten por el candidato centrista se reduzca del 45% que indican las encuestas a solo un tercio, estaríamos en un virtual empate entre los dos candidatos que podría decidirse por un margen muy estrecho.
El principal reto de Macron no es solo afianzar su base electoral en el centro sino hacerla crecer por la izquierda.
La estrategia excesivamente conservadora del candidato centrista podría pasarle factura. Se respira un exceso de confianza que podría dar lugar a sorpresas.
Por el contrario, Marine Le Pen ha pasado a la ofensiva con tres objetivos: conseguir el apoyo mayoritario del electorado conservador y católico, con referencias al gaullismo y a los valores tradicionales; hacerse con el sufragio de los votantes de Mélenchon menos ideologizados; y evitar que el electorado más izquierdista apoye al candidato centrista, con referencias constantes al "banquero Macron".
Tres estrategias que le pueden dar excelentes resultados.
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