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domingo, 29 de enero de 2017

Por el bien de ambos... China y Estados Unidos están condenados a entenderse



Casi todos los políticos, periodistas y analistas políticos describen las relaciones entre China y Estados Unidos como una competencia hostil, especialmente en Asia oriental. Yo no estoy de acuerdo. 

Pienso que entre lo central de la agenda política de ambos países está alcanzar un acuerdo de largo plazo. El hueso duro de roer que los contiene es quién de los potenciales socios es el perro que manda.

Cuando Donald Trump afirma que quiere hacer que Estados Unidos sea grandioso de nuevo, para nada se halla fuera del consenso general en Estados Unidos. 

Usando palabras diferentes y propuestas políticas diferentes, esta fútil ambición es compartida por Hillary Clinton, Barack Obama y aun Bernie Sanders, y por supuesto por los republicanos. 

Es compartida también por los ciudadanos más ordinarios. ¿Quién se anima a decir que Estados Unidos debería conformarse con ser el número dos?

Cuando en 1945 Estados Unidos derrotó definitivamente a su gran rival, Alemania, se dispuso a asumir el papel de potencia hegemónica en el sistema-mundo. El único obstáculo era el poderío militar de la Unión Soviética

El modo en que Estados Unidos abordó el asunto de este obstáculo fue ofrecer a la Unión Soviética el estatus de socio menor en el sistema-mundo. 

Nos referimos a este arreglo tácito como los Acuerdos de Yalta. 

Ambos lados negaron que hubiera arreglo alguno, y ambos lados lo implementaron a fondo.

Estados Unidos sueña con implementar un arreglo semejante al de Yalta, con China. China se burla de esta idea. 

Considera que los días de hegemonía estadunidense ya pasaron, creyendo que Estados Unidos ya no cuenta con la fuerza económica para apuntalar ese estatus. 

También considera que la desunión interna de Estados Unidos lo hace impotente en la arena política. 

Por el contrario, China busca imponer un arreglo tipo Yalta donde Estados Unidos sea el socio menor. 

La analogía más cercana sería la relación posterior a 1945 entre Gran Bretaña y Estados Unidos.



China considera que lenta, pero seguramente, su fuerza económica crecerá imparable en las décadas venideras. 

Considera que puede lastimar el bienestar económico estadounidense mucho más de lo que Estados Unidos puede dañar a China

Además, piensa que atraerá a otros asiáticos que resienten haber vivido, por lo menos los últimos dos siglos, en un mundo dominado política y culturalmente por los europeos.

Es seguro que el análisis de China tiene dos puntos débiles

Tal vez China sobrestima el grado en que puede continuar dominando, a nivel mundial, la superioridad productiva. Y le asalta el temor de que el país pudiera desgarrarse, como ha ocurrido con frecuencia en la historia china. Un arreglo con Estados Unidos podría minimizar el impacto de estos riesgos para China.

Y en cuanto a Estados Unidos, un día la realidad tocará fondo y el papel de socio menor podría ser mejor que quedarse sin arreglo alguno. 

A este respecto, Trump puede acelerar el proceso. 

Él ladrará, amenazará e insultará, pero no hará de Estados Unidos un país hegemónico de nuevo. 

En este sentido, el régimen de Trump desengañará a más estadunidenses que cualquier versión sobria de la misma ambición, como aquella representada por la presidencia de Obama.

En cualquier caso, la danza oculta entre China y Estados Unidos –la no declarada búsqueda de una sociedad– permanecerá siendo la actividad geopolítica en el sistema-mundo de las décadas venideras. 

Todos los ojos deberían estar puesto en esto. 

De un modo o de otro, China y Estados Unidos terminarán siendo socios

Por Immanuel Wallerstein* 

Traducción: Ramón Vera Herrera

*Immanuel Wallerstein (Ciudad de Nueva York, 28 de septiembre de 1930) es un sociólogo y científico social histórico estadounidense. Principal teórico del análisis de sistema-mundo.

Fuente: LA JORNADA


Tomado de: ODIO DE CLASE



Según la lista anual de la revista Hurun –que elabora clasificaciones del estilo de la revista Forbes pero en el gigante asiático–, China cuenta ahora con 596 multimillonarios, con una fortuna superior a los 1.000 millones de dólares

La noticia para las agencias internacionales fue que esta cifra supera a la cantidad de 537 multimillonarios en EEUU.
 
“Una increíble cantidad de 242 nuevos multimillonarios chinos fueron acuñados en el transcurso del año pasado”, opinó asombrado CNN en español. 

Con otra dosis de admiración, el presidente de Hurum, Rupert Hoogewerf, analizó que “A pesar de la desaceleración de la economía, los más ricos en China han desafiado la gravedad al registrar su mejor año de la historia, y al crear más riqueza de lo que cualquier otro país ha hecho antes en un año”.
 
Sin embargo, lo que en verdad muestra esta revista es qué tan rápido puede crecer la desigualdad en el capitalismo. 

Porque mientras los empresarios chinos “desafían la gravedad”, hoy en China el salario mínimo ronda los 200 dólares mensuales (1,18 US$ la hora). 

Es decir, el enorme crecimiento de las riquezas de unos es en proporción a lo que se apropian del plus trabajo de la clase obrera.
 
Mientras hubo socialismo en China, no sólo se atacó la explotación del hombre por el hombre, sino que incluso dentro de los trabajadores se fue disminuyendo la brecha salarial. 

Pero tras la restauración capitalista, cualquier política de “redistribución” es impotente. Porque el problema es la distribución (o mejor dicho apropiación de plusvalor) que impone la división de la sociedad en clases en el proceso mismo de la producción.


Fuente: ODIO DE CLASE

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