Si la Unión Europea es antisocial, NO nos interesa
Por Manuel Fernández de Sevilla*
La Unión Europea está en crisis y los políticos del establishment miran para otro lado. Se contentan con autocomplacencia ante la ajustada derrota de la extrema derecha austriaca, pero ninguno de los responsables políticos europeos ha salido a la palestra para hacer autocrítica.
Renzi ante la pérdida de la consulta electoral. La ciudadanía no está para ceder más competencias a la Troika Capitalista. La Unión Europea se percibe socialmente como un entramado de intereses corporativos que tienen por objetivo imponer la Europa del capital frente a la Europa de las personas y los pueblos.
¿Qué está haciendo mal Europa?. La Unión Europea fue un sueño y anhelo socialdemócrata que tenía por objetivo el modelo proteccionista social de la postguerra, los derechos civiles y las garantías sociales. Ese modelo tenía un padre económico que se llamaba John Maynard Keynes, pero su impulso y determinación fue a remolque del influjo e influencia internacional de la existencia de la Unión Soviética.
No hubiera habido proyecto europeo, plan Marshall y economía socialdemócrata si no hubiera existido la Unión Soviética. Algunos les cuesta analizarlo. Estamos asistiendo al desmantelamiento de todo lo público, a la privatización del Estado, y para ello hay que entender el pasado.
Para los ciudadanos europeos la Unión Europea no está respondiendo a sus anhelos, más bien se muestra como un ente entregado a las políticas neoliberales capitalistas del establishment. Estas políticas de privatización de los sectores estratégicos de la economía y de lo público en general, han llevado a muchos ciudadanos a volver la espalda a Europa. Si Europa se muestra antisocial no la queremos, responden muchos ciudadanos que antes votaban a los partidos comunistas y socialistas y que hoy están votando a la extrema derecha. Habría que analizar y estudiar debidamente el por qué de esta realidad, observando las circunstancias por las que atraviesan los sectores y colectivos vulnerables que han crecido sobremanera en los últimos 10 años.
Los ciudadanos italianos se han negado a darle más competencias al actual primer ministro italiano Renzi, quien se ha visto obligado a dimitir tras el fiasco de su consulta a la ciudadanía. Más competencias presidenciales, ¿para qué? Para entregar directamente la soberanía política y económica del país a la Troika Neoliberal Capitalista que gobierna actualmente la Unión Europea.
El origen del sentimiento pro-europeo nada tiene que ver con el ente que ha secuestrado hoy a Europa. La Europa de la extrema derecha que hoy vemos ante nuestros ojos responde al secuestro de Europa por las fuerzas políticas y económicas de derechas. No podemos dejar de analizar las causas y el origen de la presencia de la extrema derecha, y tampoco podemos pedirle a la gente que vote a la derecha como mal menor porque lo peor es la extrema derecha.
La cuestión del asunto es, ¿qué políticas se han desarrollado en los últimos 20 años en la Unión Europea para que hoy la extrema derecha sea una fuerza atractiva para la ciudadanía? Si no se hace esto, entonces significa que las fuerzas europeístas son incapaces de hacer autocrítica, y por tanto jamás podrán reconducir la situación actual hasta un verdadero y sentido europeísmo sincero porque en él lleva impreso el contenido social.
La derecha europea siempre pensó que la Unión Europea podía pivotar hacia una especie de Estados Unidos de Europa, su proyecto era similar a los EEUU de Norteamérica, salvo con una diferencia importante, para los Estados Unidos de Europa la lucha y control de la inflación sería el objetivo prioritario, de manera que la política económica de la Unión Europea se pondría a trabajar para favorecer este objetivo, lo que ha llevado a situaciones de equilibrio en unas economías donde el “pleno empleo” justificaba unas preocupantes tasas de paro.
En los años de bonanza económica se justificaba el pleno empleo con una tasa de desempleo aceptada socialmente por la ciudadanía. En las Españas, en torno a un millón y medio de personas, a quienes se acusaba de vagos, de incapacitados, a quienes había que reciclar y formar para insertarlos en el mercado laboral. Este desempleo estructural fue aceptado durante años.
La globalización neoliberal capitalista, con la libre circulación de mercancías y de capitales financieros internacionales, no pudo frenar del todo su incoherencia basada en la limitación de la libre movilidad de las personas. Los capitalistas habían estado reprochando a los comunistas durante años el tema de la libre movilidad y circulación de las personas, y ahora resulta que eran las potencias capitalistas las que ponían trabas a esta movilidad. Existía realmente una diferencia considerable a la movilidad de las personas exigida por los capitalistas y negada por los comunistas.
El bloque comunista había construido una sociedad desde la solidaridad y el proteccionismo de los pueblos. Exigían a sus ciudadanos devolver el esfuerzo que la comunidad había invertido en ellos, y por tanto no se comprendía el desarraigo, y el abandono de las personas formadas e instruidas de la comunidad. Por esta razón se impedía la libre movilidad. Se había establecido una racionalización de los recursos y una redistribución de la riqueza que garantizara el bienestar común, y para ello era necesario y muy importante trabajar para la comunidad, porque vivías en la comunidad.
Los EEUU, tras la Segunda Guerra Mundial se veían muy solos si no ayudaban a Europa con el Plan Marshall. Necesitaban que alguna potencia o zona geográfica les comprara sus bienes y servicios, y ese supuesto “altruismo” norteamericano se tradujo en realidad en un aliento de supervivencia, lo hacían por ellos mismos. Su economía necesitaba clientes, y Europa se estaba reconstruyendo del desastre de la Segunda Guerra Mundial.
Las ideas socialistas habían influido en el mundo y Europa entera podría haber caído bajo la influencia de la Unión Soviética. Una influencia muy distinta de la capitalista. La influencia capitalista se desarrolla mediante los prestamos de la banca y el poder financiero. Las redes de mercaderes penetran por todas las zonas geográficas internacionales, y se crea una situación de permanente dependencia respecto a las clases burguesas dirigentes. El poder del dinero es el símbolo del orden capitalista y burgués.
La oligarquía capitalista occidental no estaba dispuesta a perder su influencia y el poder que ejercía en los gobiernos y desde los Estados Nación que controlaban. Por ello celebraron la ayuda del Plan Marshall, y brindaron el apoyo de los EEUU. Ambas oligarquías, la yankee y la europea, se necesitaban. Antes de los años 80, estas oligarquías capitalistas operaban desde el parapeto de sus respectivos Estados.
Necesitaban esta estructura para hacer frente a la influencia soviética. Se presentaron como gentes con sensibilidad empática y con un gran grado de altruismo. Desde los Estados occidentales se desarrolló la seguridad social, la sanidad y la educación. No se concebía la privatización de los sectores estratégicos de la economía. Por ello, la banca, las telecomunicaciones y la energía eran públicas. El Estado tenía una gran capacidad para obtener ingresos públicos que se traducían en beneficio social al amparar al sistema de pensiones, la sanidad, la educación y seguridad social.
En Occidente aparecen las Cajas de Seguridad Social, no por el altruismo y empatía de la oligarquía capitalista, sino por el temor de esta clase dirigente a perder el control y el poder, por miedo al comunismo.
El desarrollo del fascismo, el nazismo y los movimientos de extrema derecha vendrían al compás de vagón de cola de los acontecimientos. Ante la amenaza de la posible e hipotética implantación del comunismo, es cuando una parte de la derecha, se hace “populista”.
Vemos este proceso en los años 30 del siglo XX. Se trata de una derecha que abandona el egoísmo individualista, y lo sustituye por el egoísmo de un colectivo: los alemanes, los franceses, los ingleses,… recurren al ultranacionalismo, al chauvinismo. Se trata de un falso ideal fraternal, se trata de una falsa solidaridad, porque se la aplican entre aquellos miembros que representan un determinado colectivo, no al resto.
Cuando la derecha a lo largo de la historia ha impuesto sus políticas privatizadoras/desamortizadoras, pretendía que el pueblo, los grupos populares, aceptaran dicho proceso sin protesta alguna.
El grito del carlismo surge como la rebelión contra esta imposición desamortizadora y privatizadora de los bienes comunales que el carlismo defendía. Pero ya una vez, estos comunales fueron privatizados, el desarrollo del capitalismo liberal burgués, tuvo unas consecuencias sociales muy negativas para la población, por esta razón quienes antes habían apoyado el carlismo, pasaron a participar de las ideas del movimiento obrero, desde el anarquismo, el socialismo o el comunismo, se vio la posibilidad de enfrentarse al proceso privatizador que imponía el capitalismo.
De esta lucha entre la derecha y la izquierda, surge en oriente la Unión Soviética, y su influjo en el mundo. La derecha tenía tras de si años de liberalismo económico, desde mediados del siglo XVIII que Gran Bretaña había abanderado estas ideas económicas y políticas a partir de 1688, y en Holanda mucho antes.
Con estas ideas, la derecha, había conseguido aniquilar las monarquías tradicionales que herederas de un pasado feudal que parcialmente respetó el comunal; y a partir del siglo XIX, logra influir sobre el continente europeo que poco a poco irá aceptando el desarrollo del capitalismo, desterrando las viejas relaciones comunales existentes en la vieja Europa feudal.
La misma Rusia Zarista en el a partir de 1880 comenzará un proceso de privatización y liberalización de su economía por influencia de los capitalismos francés e inglés. Son los mismos Zares los que acaban con el apoyo popular, porque entregarán la monarquía zarista a los intereses de la oligarquía capitalista. La revolución bolchevique de alguna manera es un levantamiento popular contra la traición del Zar contra su pueblo antes de la revolución de octubre de 1917.
Es la presencia de la Unión Soviética en el mundo, y no el altruismo o la supuesta capacidad de empatía de la oligarquía capitalista, la que permitirá en Occidente el desarrollo de los derechos y garantías públicas y sociales como la Caja de la Seguridad Social. Los regímenes fascistas y totalitarios iban a remolque respecto a este asunto, por influencia de los comunistas. Si no hubiera habido comunistas, jamás habrían planteado tal cosa.
La extrema derecha solo tenía la posibilidad de arrancar pueblo a la izquierda si planteaba y hacía suyas ciertas reivindicaciones sociales, además estaba en peligro la paz social, y ya sabemos lo importante que significa la paz social para las dictaduras totalitarias.
Algunos ciudadanos en las Españas siguen pensando que la seguridad social, los pantanos y las infraestructuras en general fue gracias al dictador Franco, o al dictador Miguel Primo de Rivera, o a los supuestos principios sociales fascistas de la falange de José Antonio o Mussolini. Nada más lejos de la realidad. Todas esas “preocupaciones sociales”, “principios sociales”, “revolucionarios sindicalistas” de esa extrema derecha, venía a remolque de los acontecimientos para frenar la presencia creciente del comunismo.
Era radicalmente falso el altruismo y la empatía de las clases dirigentes capitalistas que venían explotando al pueblo desde mediados del siglo XVIII ya en Gran Bretaña. Los únicos movimientos políticos que llevaban arraigados las reivindicaciones sociales campesinas y obreras era el legitimismo monárquico representado de diversas formas en los antiguos reinos europeos mucho antes de que apareciera el comunismo marxista.
Tales movimiento como el carlismo, el brigantismo, la chuannerie de la Bretagne, la Vendee y el Poitou en Francia, el Miguelismo en Portugal o el Jacobitismo en Gran Bretaña, llevaban realmente implícitos las reivindicaciones y protestas populares sin ir a remolque de la presencia comunista, al contrario de lo que pasó posteriormente con la extrema derecha europea.
La extrema derecha europea se caracterizó por asumir el capitalismo, por asumir y defender el egoísmo. Pero era un capitalismo y un egoísmo de patria, tal y como se nos presenta hoy. Un capitalismo y un egoísmo de una comunidad que esa extrema derecha resalta por encima de l@s demás.
Es la derecha, la que aniquiló a los movimientos legitimistas nacidos en el seno de la comunidad feudal, cuando derrota en las Españas a los carlistas. Es la derecha, la que establecerá la opresión y el dominio burgués capitalista de explotación, expoliación y privatización de las personas y los recursos a nivel internacional y global.
Es la derecha, la que con su salvaje comportamiento antisocial, generó un nuevo movimiento de protesta contra sus repugnantes e insólitas políticas de exclusión, violencia y marginación. Es la derecha, la que creó y sigue creando y ensanchando la precariedad social de los colectivos cada vez más vulnerables y dependientes del capital.
Y ante la insuficiente fuerza de los movimientos legitimistas por arrastrar de nuevo a toda su antigua base social para que volviera a la lealtad del Pacto Dinastía-Pueblo que el carlismo defendía y defiende. Toda esa base social descontenta con aquellas políticas de la derecha capitalista, no tuvo más remedio que organizarse a través del movimiento obrero decimonónico.
Y fue a través del anarquismo, del socialismo o del comunismo desde donde se luchó desde el siglo XX, por las garantías públicas y sociales, por el Estado de Bienestar, por las ayudas sociales, por la Caja de Seguridad Social, por la Sanidad y Educación Públicas.
Esto lo trajo la izquierda, NO la derecha. La derecha lo que trajo y ha traído ha sido a la extrema derecha. SI, con sus políticas de recortes sociales, con sus políticas de desmantelamiento del Estado del Bienestar, lo que ha traído la derecha ha sido a la extrema derecha.
Porque la extrema derecha, arranca voluntades que se situaban en la izquierda, que se situaban en la socialdemocracia
de los años 50, y no en la falsa socialdemocracia actual que brinda con champagne los recortes sociales que practica Hollande en Francia con la derecha liberal. De alguna manera la extrema derecha la han traído a la palestra europea tanto la derecha como la falsa izquierda oficial del mal llamado Partido Socialista.
Nadie quiere hacerse la pregunta de ¿por qué los antiguos votantes socialistas y comunistas votan hoy día al Frente Nacional de Le Pen?
Algo no se está haciendo bien en la Unión Europea, y no podemos sostener una postura europeísta si la Unión Europea no es capaz de replantearse las reivindicaciones sociales, la necesidad de una Europa realmente solidaria y socialista que no responda a los criterios y exigencias de la Troika capitalista.
Porque precisamente las medidas económicas de la Troika Capitalista, son las que han favorecido la presencia creciente de la extrema derecha en Europa, y todavía con más razón cuando hemos encontrado a toda la socialdemocracia europea accediendo a todas las medidas económicas y sociales que impone la derecha neoliberal capitalista. ¿Cómo quieren luego que el pueblo les vote?
*Economista
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