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sábado, 31 de diciembre de 2016

2017: el año en que viviremos peligrosamente

2017: el año en que viviremos peligrosamente

Por Alfonso Durán Pich*
No hace falta ejercer de pesimista para visualizar un año plagado de incertidumbres. Es cierto que en las últimas décadas se está consolidando un modelo sorpresivo, que los mejores analistas son incapaces de predecir. 
Se manejan demasiadas variables, por lo que se tiende a matizar los pronósticos con sutiles grados de probabilidad. Y esto afecta a todos los campos; al económico, al político, al social, tanto a nivel local como internacional.
Y esto lo vemos cuando repasamos los análisis de fuentes probadas como “The Economist”, “Nomura”, “Goldman Sachs”, “Business Insider”, “Financial Times”, “Wolf Street”, etc.  Hay una coincidencia: la única certeza es que todo es incierto.
En esta ocasión me quedo con “Bloomberg”, que ha hecho un ejercicio atractivo y bien elaborado sobre un 2017 que califica de “mal año”, en el que todas las hipótesis contemplan los peores scenarios. La ventaja de este enfoque es que lo que suceda tendrá muchas probabilidades de ser mejor que lo previsto.
Vamos a dar algunas pistas de esta historia anticipada:
  • El Presidente Trump propondrá de inmediato grandes estímulos fiscales, que producirán a corto plazo un fuerte impacto económico y aumentarán su popularidad.
  • Las acciones de los bancos, las empresas de Defensa y las grandes farmacéuticas se dispararán.
  • En una economía con una baja tasa de desempleo como la de Estados Unidos, el boom creará tensiones en precios y salarios, que impactarán sobre la inflación y obligarán a la Reserva Federal a incrementar los tipos de interés.
  • Habrá un acuerdo no explícito entre Trump y Putin, para que este último pueda ejercer una cierta soberanía protectora sobre los países fronterizos con Rusia y acabe con el “cordón sanitario” creado por la Unión Europea. El rublo se revalorizará.
  • Esta atmósfera de paz entre los dos grandes hará que las acciones de las empresas de Defensa pierdan a medio plazo sus ganancias a corto.
  • A la espera de las medidas proteccionistas anunciadas por Trump, el gobierno chino devaluará el yuan y su economía iniciará un proceso rececionista.
  • El índice bursátil Russell 2000 (valores de empresas pequeñas y medianas que operan sobre todo en Estados Unidos) se disparará, por la expectativa de las limitaciones a la importación, en especial de productos chinos.
  • El Congreso, de mayoría republicana, no compartirá la nueva política comercial del Presidente. Empezará a funcionar el contrapoder en Estados Unidos.
  • Trump suspenderá momentáneamente su vinculación con la OTAN.
  • El Estado Islámico se hará fuerte en Asia Central.
  • Arabia Saudita y Japón, con dudas respecto al paraguas norteamericano, iniciarán sus proyectos nucleares.
  • Corea del Norte desarrollará unidades nucleares miniaturizadas, capaces de alcanzar la costa oeste de Estados Unidos.
  • Trump se verá obligado a cambiar de estrategia y buscará el apoyo chino para contrarrestar la política beligerante de Pyongyang.
  • Las elecciones en Holanda, Francia y Alemania darán el triunfo a las opciones de extrema derecha. Marine Le Pen nueva presidenta de Francia. Merkel no tendrá mayoría suficiente para gobernar.
  • Se dará por finiquitado el tratado de Schengen, que permite la libre circulación de personas entre los países pertenecientes.
  • El Estado griego suspenderá pagos y, en esta ocasión, nadie acudirá a su rescate.
  • El Euro entrará en caída libre, al perder el soporte político que ejecutó el BCE durante los últimos años.
  • Trump dará un giro de 180 grados respecto a la apertura de Obama frente a Cuba, lo que producirá una respuesta del Presidente Raúl Castro, quien acabará autorizando la implantación en la isla de una unidad de inteligencia de Rusia (no una base militar).
  • Este hecho generará un enfriamiento de las relaciones de Estados Unidos con Rusia y recreará las tensiones de 1962 (crisis de los misiles).
  • Las relaciones con México también irán a peor. Las continuas deportaciones de los “sin papeles” no resolverán la situación. El peso se devaluará y México entrará en recesión.
  • Arabia Saudita fracasará en su intento de diversificar su economía y reducir su dependencia del petróleo.
  • El gobierno iraní se consolidará como el principal partner en la zona y la influencia shiita crecerá en Siria e Irak.
Esto no es todo, pero sí un importante resumen de este escenario pesimista. Si uno hace un breve test de coherencia interna, podrá comprobar que todo es verosímil. Que suceda o no, no lo sabemos, pero sí podemos intuir que hay muchos catalizadores para que el mundo, en su globalidad, vaya a peor.
Ya llevamos tiempo flirteando con el precipicio. Estemos preparados. Para los amantes del riesgo será una buena época. Vamos a vivir peligrosamente.
De todas formas, feliz año nuevo !
*Es licenciado en Sociología por la Universidad de Deusto, licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona, Graduado en Periodismo por la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, Diplomado en Administración de Empresas (SEP) por la Stanford Business School, Master en Sociedad de la Información y el Conocimiento por la Universitat Oberta de Catalunya (cursos de doctorado).
Es miembro de la Conway Hall Ethical Society, de la American Marketing Association, de la Academy of Management, de la Skeptics Society, del Cercle d’Economia de Barcelona, del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya y del capítulo español de antiguos alumnos de la Stanford Business School.
elecomunista.es

Arranca el 2017, y el mundo busca el casco y se ajusta los cinturones



El duro año que termina hoy muestra tendencias que en el 2017 se potenciarán. Las crisis históricas amenazan profundizarse. Y llega Trump.


Donald Trump, Vladimir Putin. El nuevo equipo.AFP
Las enormes transformaciones ocurridas durante el año que termina fomentan la idea de un periodo de impacto único, equivalente quizá al del 2008 cuyos efectos zarandean aún al mundo. O más atrás, 1971, cuando Richard Nixon abrazado a Milton Friedman pateó los acuerdos de Bretton Woods.
En estos doce meses que acaban hoy, efectivamente, el nacionalismo conquistó espacios que no hace mucho eran inimaginables. Triunfó el Brexit que rompió el vinculo británico con Europa. 
La propia UE perdió fuelle como nunca antes y rodó el idealismo cosmopolita que unió al continente. Ganó Donald Trump enarbolando xenofobias y fanatismos a tono con esos cambios oscurantistas. 
La guerra en Siria giró totalmente a favor del régimen y el conflicto exhibió un nuevo eje de poder encabezado por Rusia, Irán y Turquía. 
Los refugiados convirtieron en un cementerio el Mediterráneo a niveles jamás vistos. 
El ISIS, la más exitosa y letal banda terrorista de falsa raigambre islámica, entró en el ocaso. Murió Fidel Castro apenas ocho meses después de la extraordinaria visita de Barack Obama a la isla comunista, coronando uno de los dos deshielos más ambiciosos de la época. 
El otro, con Irán, que supuso el cierre de su imprevisible programa nuclear, se debilitó por la caída de los compromisos negociados. En un asombroso acto fue asesinado el embajador ruso en Turquía. La guerrilla de las FARC murió de muerte natural, envuelta en la mortaja de un acuerdo de paz. 
La crisis en Brasil, que derrumbó al gobierno de Dilma Rousseff, apenas insinúa los malos tiempos que vendrán en el gigante sudamericano. Y por la misma región, Venezuela se hundió en los últimos escalones de su infierno sin retorno…


Miradas. Barack Obama y Vladimir Putin, en México, en la cumbre del G20. EFE
Este listado apenas brinda una pincelada de lo enorme que hubo en ese lapso. Pero no es el año lo que importa. La historia se mueve por ciclos. 
Las fechas nos ayudan a ordenar esas etapas. Nada más. De modo que vale intuir que el 2017 será consistente con las tendencias previas. potenciadas en muchos casos. Es la característica de la época. Una característica ominosa.
Trump asume el 20 de enero, pero ya antes de ocupar la poltrona de la Casa Blanca, como un dinosaurio desperezándose jovial en una cristalería, arremetió contra dos de los contrapesos que penosamente contribuyen al equilibro mundial. 
Así como alentó una alianza imprevisible con Rusia que espanta a los propios republicanos, en simultáneo puso en cuestión la doctrina de una China dos sistemas que ha regido durante casi cuatro décadas el relacionamiento de Washington con Beijing.
Más grave aún en el corto plazo baldeó con combustible la noción de la solución de dos estados para el incendio crónico de Oriente Medio. Lo hizo designando a un embajador que repudia esa propuesta defendida históricamente por Washington para instaurar un Estado Palestino junto al Estado de Israel. 
Alentó, además, la mudanza de la embajada desde Tel Aviv a Jerusalén, la ciudad que demandan como capital ambos pueblos y que la comunidad internacional ha intentado mantener aislada del conflicto, precisamente no colocando sus sedes diplomáticas allí.
Las últimas movidas de Obama con la expulsión de diplomáticos rusos. La abstención en la condena de la ONU a Israel por la furibunda colonización de territorios palestinos o el duro discurso de su canciller John Kerry contra el gobierno israelí, son pasos para amarrar la agenda de Trump. 
Es más que una cuestión de antipatías personales. Refleja la visión del sector del establishment que se ha partido en EE.UU. y el mundo, y teme por la imprudencia del nuevo jefe de la Casa Blanca.


Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. AFP
El notable amontonamiento de aniversarios en torno al conflicto de Oriente Medio en 2017 posiblemente exponga, al contrastar con la historia, la debilidad de las concepciones volitivas del magnate para encarar esa crisis. 
En noviembre se cumplirá un siglo de la Declaración Balfour, el nombre del canciller británico de la época Arthur Balfour. 
En ese documento el funcionario informaba al barón Edmund de Rothschild sobre el beneplácito británico para el establecimiento en Palestina, así la nombra, de un hogar nacional para el pueblo judío. 
Recordemos que en el mismo párrafo recomendaba que nada debía hacerse en perjuicio de los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías habitantes de ese espacio.
El año pasado se recordó también el centenario del acuerdo secreto entre los diplomáticos Mark Sykes y Francois Picot para dividir entre Londres y París los restos del Imperio Otomano. 
En ese pacto la provincia Palestina del último gran califato, quedó como protectorado británico atento a las migraciones de población judía durante el sultanato de Abd.al Hamid II y que se acelerarían desde 1919.
En el año que comienza se conmemorará, además, el 70 aniversario de la partición de esos territorios en 1947 entre un 55% para el pueblo judío y el restante 45% para el palestino. 
La primera parte se ha cumplido, la segunda es una deuda que explica mucho de la tragedia actual. Ese aniversario coincidirá con el medio siglo de la tercera, y posiblemente más importante por sus efectos, de las cuatro guerras arabo-israelíes ocurridas desde la creación del Estado de Israel en 1948.


La declaración Balfour
La Guerra de los Seis Días librada a partir del 5 de junio de 1967 concluyó con la derrota aplastante del frente árabe, peor aún a como había sucedido en los dos choques previos y sucedería con la cuarta, la de Yom Kippur en 1973. 
Pero el dato que agrega ese duelo de Seis Días es que significó el principio del final del panarabismo propiciado por el autócrata Gamal Nasser, es decir la concepción laica de la política. 
Fue la derrota del socialismo árabe y de la modernización del islam en esa región. Este declive fortaleció las tesis del panislamismo, la concepción religiosa de la política con los efectos de control social que se expandieron luego. 
Por otra parte, esa guerra es la que el norte mundial toma como referencia para los límites de aquellos eventuales dos Estados según como eran las fronteras antes de la batalla.
Hoy todo eso suena casi fantasioso y lo único que se ve es una pared delante de un abismo. John Bolton, el ex embajador de George Bush en la ONU y asesor de Trump, acaba de plantear que la noción de dos estados estará muerta desde el 20 de enero. 
En una nota en The Wall Street Journal expuso su propia doctrina para la región: la solución de tres estados. 
En qué consiste: la franja de Gaza, uno de los bantustanes en que se divide el territorio palestino, pasaría a dominio de Egipto: parte de Cisjordania sobre el Jordán iría al reino de Jordania. Y el resto lo anexaría Israel. 
Los palestinos sencillamente desaparecerían diluidos en la nacionalidad donde caigan. No es una idea aventurada. 
La defienden también ministros como Naftaly Bennett, responsable de la cartera de vivienda israelí y sostén de la idea de que no hay tal territorio palestino, sino la bíblica Judea y Samaria.
El enojo de Obama con el gobierno israelí tiene muchas raíces. Entre ellas la piedra en el zapato que la ausencia de una salida a este conflicto ha significado para los planes del demócrata del rebalanceo de la política exterior de Washington para proyectarla al Asia Pacífico. 
En ese rumbo no debería haber escollos como el de Oriente Medio. Las potencias de la región tendrían que encontrar formas de contrapesarse unas a otras. Por eso también impulsó el deshielo con Irán, reconociendo el poder de la nación persa, pero limitado por sus necesidades de financiamiento. 
Ahí radica, además, otro golpe que antes de asumir le ha dado Trump. Por un lado prometió desmontar los acuerdos de libre comercio del transpacífico y por el otro encendió una línea de conflicto con el gigante chino. El Pivot asiático que resumía esas políticas, se desmoronó en instantes.
Es cierto que el problema de pelearse con China es el sentido de lo que se disputa. Beijing ha edificado su propia área multinacional de libre comercio. 
El retiro de EE.UU. dejaría al coloso con una autonomía comercial que podría explicar la eventual aparición de puentes con el Washington de Trump. 
Las tensiones por el control del mar de la China o el destino de Taiwan son monedas de cambio en la agenda del republicano, no ideales. Ahí el conflicto tendría algún canal.
Para el magnate sus prioridades son recuperar la tasa de acumulación a cualquier costo, con un aumento del gasto fiscal consecuente crecimiento de las tasas y del valor del dólar que será aspirado desde todo el planeta, en particular de los emergentes. 
Un remedo de aquella famosa frase de John Connally, el secretario del Tesoro de Nixon, cuando tras suspender la convertibilidad del dólar con el oro, en el portazo a Bretton Woods, le dijo al mundo: el dólar es nuestra moneda pero es vuestro problema.


Richard Nixon. El duro año 71.
Esas calamidades internacionales, son pequeñas penas frente al caso de Oriente Medio, donde todo se está desordenando para prometer un estallido innecesario que envolverá a las potencias regionales liquidando los balances y con riesgos de una llamarada global.
El diario Haaretz publicó recientemente un informe sobre los intercambios en los pasillos de la ONU detrás de la condena contra Israel por la colonización. 
Allí se le preguntó a Saeb Erekat, el principal negociador palestino, qué actitud tomarían si Trump hace lo que ha prometido. La respuesta es inquietante sobre lo que se abre para el mundo desde esa herida. 
El veterano diplomático dijo que se retractarían del reconocimiento palestino del Estado de Israel que mantienen desde 1988; congelarán los sistemas de seguridad, cooperación y vínculos económicos con Israel nacidos de los acuerdos de Oslo; harán responsable a Tel Aviv de la protección de las poblaciones ocupadas; se unirán a las 16 agencias de la ONU donde aun no son miembros y pedirán a los países árabes que expulsen a los embajadores norteamericanos. 
Algo así como un fracaso brutal de la paz y con un EE.UU. distante y hasta despreocupado .

En 2017 estallaría una guerra comercial entre potencias mundiales

La comunidad internacional podría experimentar en el nuevo año una guerra comercial entre Pekín y Washington.
Durante el próximo año, el mundo podría ser testigo involuntario de una guerra comercial entre las dos principales economías mundiales: EE.UU. y China.
El medio económico hace referencia a la investigación de James Wang, profesor de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, que indica que Pekín está mucho mejor preparado para esta posible confrontación.

El equilibrio de poder en el mundo es mucho más difuso en comparación con el de principios del siglo XX, y los actores como China y La India han emergido para crear nuevos centros de gravedad política.

Ahora bien, mientras la parálisis económica y política se extienda por todo el mundo desarrollado, mayor es la probabilidad de ver como resultado una guerra comercial”, dice James Wang, profesor de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong.

Durante su campaña electoral, el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó con considerar a China un país "manipulador de divisas" y elevar los aranceles comerciales a los productos chinos hasta un 45 % respecto al valor de la mercancía. 

Según estimaciones posteriores de Goldman Sachs, esta decisión provocaría una caída de hasta el 3 % del PIB chino.
Sin embargo, en caso de llegar a este punto, el principal afectado sería el sector tecnológico estadounidense.

A modo de ejemplo, la publicación resalta la situación del gigante informático Apple, principal beneficiario de las relaciones comerciales con China.
Además, el país asiático tendría la ventaja de contar con todos los recursos estatales a su disposición para ayudar a sus exportadores.

En respuesta, podría restringir al máximo la entrada de compañías estadounidenses a su país, como Boeing, General Motors, o la propia Apple, que desde hace mucho ven a China como su mercado principal.

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