Cuando me levanté a consumir medios y revisar las redes sociales, como es mi costumbre, me sorprendí al encontrar en mi Facebook un derrame de arco iris que encandelillaba con su luz, irradiando muchas cosas, menos claridad sobre lo que significa realmente ser gay. Todos hablaban de la Marcha del Día del Orgullo Gay.
EL ARTÍCULO DE ESTE COLEGA QUE SE RECONOCE HOMOSEXUAL, INCIDE EN DOS TEMAS IMPORTANTES:EL DESFILE DENIGRA A LA MUJER Y A LOS HOMOSEXUALES, AL CONVERTIRSE EN UN ESPECTÁCULO PATÉTICO. MIS AMIGOS GAYS HAN SIDO MÁS DUROS, ASEGURANDO QUE LA PARADA ES “UNA MARICONADA” QUE DIVIERTE AL PERSONAL
Yo no entendía qué querían mostrar en sus fotos y vídeos; cuál era el concepto bajo el que guiaban el encuadre y, aún sin saber de ley de tercios o profundidad de campo, sí sabía que las fotos tenían de todo menos contenido y seriedad.
Hombres desnudos, mujeres disfrazadas de camioneras, prospectos de travestis emulando la peor escena de cabaré y un séquito casi inacabable de afeminados, engrosaban la marcha donde se veían ríos de homosexuales y unos pocos heterosexuales que solo gritaban arengas despectivas y tiraban papelitos de colores, harina y donde destilaban vulgaridad, pero que en ninguno de los pasos dados sobre altas plataformas y zapatos multicolores se veían pisadas de real orgullo e identidad.
Me pregunto qué fin tiene hacer una marcha donde se reclame o trate de exigirse el reconocimiento de derechos civiles y legales, para los que gustamos de alguien del mismo sexo.
Eso cae por su propio peso: “desfilar” (porque no se marcha) tratando de convencer a los demás que nos sentimos felices de ser gays es, tácitamente, admitir que los homosexuales somos diferentes o menos que los heterosexuales y eso no es así, pues aún no he visto la primera marcha de heterosexuales donde griten lo felices que son de amar a los de sexo opuesto.
¡Hasta para eso necesitamos entender que estamos en el mismo nivel!
Amar entre iguales no es nada distinto, eso es claro; lo que no me queda claro es para qué marchar y menos por qué hacerlo, ratificando el cliché sobre el que una sociedad miope ha recreado al homosexual: un “mariquita” lleno de plumas, de excesos, de banalidad y de promiscuidad desbordada.
¿Será que en ese circo andante y rimbombante sí hay algo por lo cuál sentirse orgulloso y con lo cuál llamar realmente la atención de las personas y de las instituciones?
El día en que los homosexuales médicos, políticos, sargentos, abogados, odontólogos, periodistas y demás profesionales, que aman a alguien de su mismo sexo o simplemente disfrutan la compañía de alguien que tenga lo mismo en medio de las piernas y marche en silencio, o sin él, pero con respeto y con razones claras que disten más allá del vulgar e inoficioso bullicio, el grotesco y burdo desnudo y multicolor recorrido, sin acciones e intenciones claras, ese día marcharé no solo yo, sino que estoy seguro que muchos de esos que se meten en el clóset o se esconden por miedo a la burla, saldrán ORGULLOSOS de ese escaparate monumental en el que los mismo homosexuales nos hemos encargado de meter a los que, siendo gays, creen que es viable y hasta pertinente dar ejemplo de solidaridad, de respeto y de talento, para no solo ser burlados por “maripositas”, alborotados y, en últimas, “degenerados”.
¡Es una marcha por la igualdad y la dignificación del ser homosexual, no una comedia que produzca risas entre los que como espectadores se burlan del “plumero” en el que este espectáculo casi circense se ha convertido! ¡El hombre al que las palabras le arrebataron la vergüenza!
¿No será más bien que así logramos darle la razón a los homófobos que piensan que los homosexuales son una partida de amanerados, “mostrones” y cuyo “sexo es sucio y excremental”?
NOTA.- Soy Germán Mejía Vallejo, periodista colombiano, comunicador audiovisual, enamorado de las letras, los besos, la Luna, el pistacho y la ortografía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario