El negocio de las pastillas más caras del mundo
Daniel Rahaus - XL Semanal
Esta pastilla es todo un 'best seller'. Capaz de eliminar el virus de la hepatitis C y curar a millones de personas. El hombre que está detrás del 'milagro' es un tiburón de los negocios. John Martin y otros pocos ejecutivos están revolucionando la industria y, de paso, poniendo a los sistemas sanitarios contra las cuerdas.
Cuando John C. Martin habla del éxito, da la sensación de que para él solo consiste en ayudar a la gente, combatir sus enfermedades, hacer del mundo un lugar mejor.
Para nosotros, la ciencia es lo más importante», dice Martin, un tipo corpulento, de enormes orejas y papada a juego. Tiene 64 años, un doctorado en Química Orgánica y ha entrado en la Historia. En la de la medicina, sí, pero también en la del capitalismo. En ambos casos, gracias a que su empresa posee la patente de unas pastillas que salvan vidas.
Del lado de la medicina, Martin preside Gilead Sciences, biotecnológica con dos fármacos en el mercado, Sovaldi y Harvoni, celebrados como «revolucionarios» para tratar la hepatitis C.
Del lado del capitalismo, gracias al desorbitado valor de ambos productos 43.000 euros por paciente fue el precio inicial de Sovaldi en España, según la Sociedad Española de Farmacología Hospitalaria, ya que el Ministerio de Sanidad no revela datos al respecto, Martin ha convertido su empresa en la más rentable del mundo.
Solo en 2014, primer año de ambos productos en el mercado, su fortuna alcanzó los 193 millones de dólares, convirtiéndose en tiempo récord en uno de los ejecutivos mejor pagados de todos los tiempos.
Los expertos están de acuerdo: los dos medicamentos para tratar la hepatitis C vendidos por Martin y su gente son altamente efectivos.
Ofrecen una tasa de curación del 90 o 95 por ciento.
Algo inédito en esta dolencia que afecta a más de 180 millones de personas en el mundo, 900.000 de ellas en nuestro país.
Ahora bien, para curarse, hay que pagar. ¿Pagar? «Lógico, como en todo», se podría alegar. Pero la cuestión es más bien: ¿cuánto? O también: ¿es un precio justo?
Cuando Gilead lanzó Sovaldi en Estados Unidos, hace tres años, pedía 84.000 dólares por un tratamiento de 12 semanas. Poco después, Harvoni que combina el principio activo del Sovaldi con otras sustancias se lanzó por 94.500 dólares.
El precio, de forma unánime, fue considerado «desorbitado». En Europa, el ministro de Sanidad alemán Hermann Gröhe denunció «el abuso de posición dominante de mercado a costa del sistema sanitario», aunque aceptó pagar a Gilead precios entre los 41.000 y los 46.000 euros por los tratamientos.
Saqueo público
Los ejecutivos farmacéuticos que, como Martin, están saqueando sin remilgos los sistemas de salud pública no vulneran ninguna ley, pero ponen en riesgo nuestro modelo de asistencia médica.
No en vano se trata de cifras impensables hasta la fecha para fármacos destinados a mercados masivos.
No en vano se trata de cifras impensables hasta la fecha para fármacos destinados a mercados masivos.
Martin, desde luego, se muestra poco impresionado por todo este revuelo. Es más, asegura que cada día recibe cientos de cartas de pacientes agradecidos.
Desde su empresa declaran que el alto precio del Sovaldi y el Harvoni está justificado, ya que se trata de fármacos capaces de curar a la práctica totalidad de los pacientes en unas pocas semanas.
Desde su empresa declaran que el alto precio del Sovaldi y el Harvoni está justificado, ya que se trata de fármacos capaces de curar a la práctica totalidad de los pacientes en unas pocas semanas.
Lo cierto es que ningún fármaco había dado nunca tanto dinero a sus fabricantes como el Sovaldi.
En 2014 fueron 10.300 millones de dólares, el volumen de ventas más alto de todos los tiempos para un nuevo lanzamiento.
En 2014 fueron 10.300 millones de dólares, el volumen de ventas más alto de todos los tiempos para un nuevo lanzamiento.
Tampoco unos directivos le habían sacado nunca tanto partido a los recursos empleados.
Una tasa de rendimiento del capital por encima del cien por cien y un beneficio neto por empleado de 1,3 millones de euros en un año es un récord absoluto.
Incluso gigantes como Apple, Exxon o Google se quedan lejos de estas cifras.
Puertas giratorias
Las farmacéuticas siempre han intentado sacar el máximo posible a los sistemas sanitarios, pero en el caso de Gilead su estrategia se ha ido perfeccionando en las últimas décadas.
Su fundador, el doctor Michael Riordan, tenía 27 años cuando arrancó su start-up en Foster City (California) en 1987. Su objetivo era crear fármacos contra enfermedades infecciosas graves con los procedimientos biotecnológicos que empezaban a estar disponibles.
Su cercanía al poder político y económico fue, desde el principio, un elemento clave en esta historia. Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Gerald Ford y de George W. Bush, fue de hecho el primer gran fichaje de Riordan.
Al que siguieron, entre otras eminencias con contactos en las altas esferas, George P. Shultz, antiguo secretario de Trabajo y del Tesoro con Nixon y de Exteriores con Ronald Reagan.
Por el lado científico, Riordan también pisaba fuerte, sumando a la causa a dos Nobel de Medicina.
Semejante poderío, sin embargo, acabó volviéndose en contra del propio Riordan, invitado a marcharse en 1996 para dar paso a John Martin, el hombre que, sin demora, convertiría a Gilead en una máquina de hacer dinero.
Ya ese mismo año llegó su primer bombazo, un fármaco para la gripe cuya licencia vendió al gigante suizo Roche para convertirlo, con el nombre comercial de Tamiflu le suena, ¿verdad?, en uno de los mayores éxitos de ventas de la industria.
Gilead obtuvo más de 2600 millones de dólares por aquella operación, sentando la base financiera para lo que vendría después.
Porque la estrategia de Martin requería, ante todo, mucho dinero.
No en vano ninguna de las moléculas claves de sus éxitos proviene de un desarrollo propio; siempre se las ha comprado a pequeñas compañías, aprovechándose, además, de investigaciones financiadas con fondos públicos.
Una práctica esta última, por cierto, habitual en el desarrollo de medicamentos en toda la industria.
Investiga que te compro
Sin ir más lejos, el modelo en el que Martin basó su actual estrategia con la hepatitis C partió de fármacos para el sida desarrollados con financiación pública en la República Checa y Bélgica.
Martin les dio 60 millones de dólares a cada uno de los investigadores, según figura en los informes financieros de Gilead, y en 2001 lanzó un principio activo llamado tenofivir que colocó a Gilead a la cabeza mundial de los tratamientos para el VIH.
Con el dinero de los sistemas sanitarios y las aseguradoras cerca de 64.000 millones de dólares hasta hoy, la empresa se disparó como un cohete con la mira puesta en un pastel aún mayor: la hepatitis C, enfermedad sobre la cual todo el mundo en la industria sabía que un producto realmente efectivo haría muy rico a su propietario.
Martin dio su golpe maestro en 2011 al adquirir una pequeña empresa llamada Pharmasset y, con ella, la sustancia clave para su producto: un principio activo llamado sofosbuvir, componente básico hoy del Sovaldi y del Harvoni. Pagó 11.200 millones de dólares.
Una bagatela comparado con el rendimiento que Martin planeaba extraer a su inversión.
Por cierto, que al igual que con el principio activo para el tratamiento del VIH, en el desarrollo del sofosbuvir también desempeñaron un papel decisivo instituciones científicas en Estados Unidos, Reino Unido y Bélgica financiadas con fondos públicos.
Multiplicar beneficios
La empresa de Martin ya manejaba entonces un precio para el futuro fármaco en torno a 36.000 dólares en Estados Unidos y 20.000 euros en la Unión Europea, lo que se traduciría en ingresos por encima de los 87.000 millones de dólares hasta el vencimiento de la patente, en 20 años.
Esas cifras, sin embargo, debían quedárseles cortas, pues acabaron imponiendo un precio mucho mayor, disparando las proyecciones de ingresos a cientos de miles de millones.
Y esto es posible porque los fármacos no obedecen estrictamente a las leyes de la oferta y la demanda. Lo determinante aquí no son los costes en sí, sino las condiciones del mercado.
Es decir, cuestiones como: ¿alguien más ofrece una alternativa mejor que la nuestra?, ¿cuánto se ahorra el sistema en fármacos poco efectivos, hospitalizaciones o trasplantes?, ¿cuántas vidas salvará?
Según las leyes del mercado, pese a la necesidad apremiante de los pacientes y la presión que estos ejercen para exigir sus tratamientos, un precio justo siempre debería compensar al fabricante por el riesgo asumido al emprender la investigación y el desarrollo de su producto.
Es decir, cubrir los costes de producción, complementados por un margen de beneficio razonable. Pero en el caso de Gilead esto no es así.
Según un estudio de la Universidad de Liverpool, la producción industrial de Sovaldi para un tratamiento de 12 semanas no cuesta más de 136 dólares, 250 en el caso del Harvoni, a lo que se añaden otros 50 dólares por la distribución.
Más difícil resulta establecer los costes de investigación y desarrollo, que en la industria farmacéutica suponen el bloque más cuantioso y opaco.
En el caso de Gilead alega que se trata de «cifras internas de la empresa», si bien algunas fuentes estiman unos costes máximos de 620 millones de dólares para el sofosbuvir.
Un pequeño cálculo
Tomando esa cifra, repartida entre el medio millón de personas que han sido tratadas con Sovaldi y Harvoni hasta finales de 2015, y completada con los costes de producción y distribución, resulta un precio de unos 1500 dólares por un tratamiento de 12 semanas.
En España, sin embargo, Gilead cobraría 28 veces más. Si se aplicasen márgenes semejantes en otros sectores, un litro de leche costaría 18 euros y un smartphone, 10.000.
Es decir, estamos ante unas ganancias fabulosas para una empresa que, a través del sistema de salud, financiamos entre todos.
Lo más sorprendente, sin embargo, es que ni siquiera la irrupción de competidores por llamarlos de algún modo, claro hace mella en la estrategia de Gilead.
No en vano la farmacéutica AbbVie ya ha lanzado un producto equivalente a 83.319 dólares. Esto es, 681 dólares menos que el de Gilead en Estados Unidos.
Lejos de ser una broma pesada, esta lucha de precios nada reñida muestra la estructura propia de la industria.
A saber: entre los accionistas principales de todas las empresas relevantes en el campo de la hepatitis C se repiten los mismos gestores de fondos de inversión.
Gigantes como Blackrock, Vanguard, State Street, Fidelity, Capital Group, Wellington y T. Rowe Price reúnen en torno al 30 por ciento de las participaciones de las farmacéuticas, y su principal objetivo es que sigan fluyendo enormes cantidades de dinero desde los sistemas sanitarios hacia sus bolsillos. John Martin y su gente, de hecho, han anunciado ganancias récord en Europa gracias al Harvoni.
En España, ambos fármacos conforman el grueso de los 1090 millones de euros que, según el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, se ha gastado el Sistema Nacional de Salud en hepatitis C. España es, de hecho, con más de 42.000 pacientes tratados en un año, el país de la Unión Europea que más pacientes ha atendido con estos tratamientos.
Una cifra que celebrar desde el punto de vista médico y humano, aunque no por ello algunas organizaciones de la sociedad civil insisten en que el precio de medicamentos como estos es excesivo.
Más que nada porque los avances en biotecnología y tecnología genética ya están dando pie a un número creciente de fármacos altamente eficaces cáncer, diabetes, alzhéimer..., pero, si hay que abonarlos siguiendo el modelo de Gilead, pondrán contra las cuerdas al sistema de cobertura médica.
Martin y su gente, por de pronto, ya buscan otro 'milagro' contra la hepatitis B, dolencia que afecta a otros 220 millones de personas.
Durante una reciente conferencia, un accionista planteó una cuestión llamativamente cínica.
«En el VIH dijo, los tratamientos eran de décadas, pero con estos de la hepatitis son unas semanas».
¿Se puede ganar suficiente dinero en tan poco tiempo?
El presidente de Gilead respondió sin atisbo de duda: «Sí, hay enfermos de sobra».
94.500 dólares. Harvoni, lanzado en EE.UU. a 94.500 dólares por cada tratamiento de 12 semanas, es uno de los dos fármacos contra la hepatitis C lanzado por Gilead Sciences.
Las ventas de ambos productos han convertido en millonario a su presidente, John C. Martin (derecha).
Los diez mandamientos con mayor facturación en España en 2015:
Harvoni, Sovaldi, Humira, Viekirax, Olysio, Enbrel, Remicade, Avastin, Herceptin, Atripla
Fuente: Consultora IMS Healt
El pionero. Sovaldi fue el primer fármaco en el mercado que incluía el principio activo capaz de eliminar el virus de la hepatitis C. Es decir, un mercado potencial de unos 180 millones de pacientes. ¿El precio de lanzamiento? 84.000 dólares para un tratamiento de 12 semanas.
Y mientras tanto, en España...
Cuánto paga España por estos nuevos tratamientos contra la hepatitis C? No está claro.
Para empezar, el Ministerio de Sanidad no publica los precios negociados con los laboratorios. Se sabe, eso sí, que el acuerdo incluye un sistema de tramos: a medida que sube el número de pacientes tratados, el precio baja, pero sin concretar cifras.
El precio de partida, estimado por responsables de Farmacia de varios hospitales, rondaría los 43.000 euros por cada tratamiento de Sovaldi para 12 semanas.
En la actualidad, tras tratar a 42.000 infectados en un año más que ningún país de la UE, algunos médicos creen que ha podido bajar a 13.000 euros.
En todo caso, la factura total en 2015 por fármacos contra la hepatitis C, según Hacienda, sumó 1090 millones, dinero que fue a parar a cuatro empresas: Gilead y otras tres con medicamentos similares.
Para luchar contra los precios abusivos, organizaciones médicas y ONG han lanzado la campaña No es sano.
«El precio de los fármacos es cada vez más alto y, con él, los beneficios de las farmacéuticas denuncia Vanessa López, directora de Salud Por Derecho, una de las ONG.
La industria dice que hace los mayores esfuerzos en investigación, que asume el riesgo y la inversión, pero no es del todo cierto. Sus cifras están infladas y, además, buena parte de la investigación y el desarrollo de fármacos proviene de proyectos donde hay fondos públicos que les acaban vendiendo sus patentes. Por eso, sus márgenes de beneficio son inmorales».
Nice Post & Keep Sharing Your Article my social media platform... Thanks
ResponderEliminarMedixo Centre