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sábado, 31 de octubre de 2015

Guerra en Siria; No del Todo Según lo Planeado.


Guerra en Siria

No del Todo Según lo Planeado. 

Parte 1 

El embrollo de amor-odio islamista-norteamericano

Hechos y Mitos

Traducido por Mateo


Por Ghassan Kadi

Hay muchos mitos respecto al ISIS, sus raíces, y su relación con Norteamérica. 

Para desenredar el misterio, hemos de volver a lo básico del comportamiento humano, o más específicamente, a lo básico del comportamiento de psicópatas y sociópatas.

Para comprender el actual impase entre el ISIS y los EU, y para poder evaluar si en realidad existe dicho impase, y quizás aun más importante, para poder hacer cualquier predicción plausible sobre futuros pasos e interacciones entre los dos lados, se hace imperativo considerar la tumultuosa y condenatoria historia de las interacciones islamista-norteamericanas en el transcurso de las últimas tres o cuatro décadas, más o menos.

Cuando los norteamericanos forjaron su relación con el Rey Abdul-Aziz, el fundador de la dinastía Al-Saud en la década de 1930, el acuerdo fue primeramente de naturaleza económico-estratégica: petróleo por dinero y distintas clases de seguridad para ambos. 

Es discutible si en cualquier momento desde aquellos años los norteamericanos realmente han defendido a los saudíes de modo militar, a pesar de utilizar tierra saudí durante dos guerras contra Iraq. En cualquier caso, sin embargo, la religión no fue parte del acuerdo que mantenía juntos estos dos aliados bien distintos.

La religión no desempeño ningún papel en la ecuación hasta que la URSS entró en Afganistán. 

El legado de la diplomacia de Kissinger quedaba fresco en la mente del entonces Asesor de Seguridad Nacional de EU Zbigniew Brzezinski, quien, siendo dominado por una ilusión de auto-grandeza, quería superar a su mentor y así conjuró un plan maestro, un plan para reclutar a combatientes jihadi musulmanes para luchar contra los “infieles” comunistas soviéticos.

Este Don Quijote vivo dando giros diplomáticos a bordo de un avión oficial de EU en lugar de sobre la espalda de un burro no tuvo ninguna idea de la naturaleza y tamaño del monstruo que estaba por crear. La sencilla razón detrás de su error mortal se trata de un hecho que todavía hoy en día Occidente parece ser muy poco conocido; no se conoció en aquel entonces, y hasta el presente queda desconocido y ocultado.

No es el dinero occidental el que impulsa a los takfiris jihadistas. Más bien, el impulso para su reclutamiento es una antigua y arcaica mala interpretación del Islam, una que ha existido a través de los siglos.

Así que Brzezinski viajó entre Arabia Saudita y Pakistán y posiblemente Afganistán a fin de adelantar su plan. Habló con los combatientes islamistas, diciéndoles que “Dios está de su lado”, [1] e intentó levantar un ejército de jihadistas. 

Entonces los saudíes le presentaron a un as en la manga, Osama Bin Laden, quien no solamente estaba preparado para dejar el confort de sus opulentas mansiones familiares sino también para poner su dinero donde estaba su boca.

Norteamérica no obstante proporcionó armas, entrenamiento y fondos para él y sus operativos para eventualmente crear lo que llegó a conocerse como Al-Qaeda. 

Con esta ayuda, Bin Laden levantó un ejército de fundamentalistas jihadistas que se concentraron desde todo el mundo, impulsados por la arcaica mala interpretación coránica, para luchar contra los comunistas infieles.

Un matrimonio de conveniencia de esta naturaleza estaba destinado a dirigirse a un divorcio de conveniencia.

A medida que Norteamérica se iba preparando para la Operación Tormenta del Desierto para remover a Saddam de Kuwait, el gobierno saudí permitió que EU desplegara botas sobre terreno saudí. 

Eso hizo sonar una gran campana de alarma para el altamente adoctrinado Bin Laden que de ninguna manera podía comprender y aceptar botas cristianas “heréticas” sobre tierra santa islámica.

Bin Laden planteó sus inquietudes a la familia real saudí, y ellos a su vez le aseguraron que los norteamericanos jamás se irían a la verdadera tierra santa (es decir, La Meca y Medina en la provincia occidental de Hijaz) y que se saldrían en cuanto terminase el conflicto con Iraq. Bin Laden se inquietaba a medida que el tiempo venía comprobando que a los norteamericanos no se les había ordenado marcharse, y dentro de poco cayó en desgracia ante la familia real saudí y eventualmente se convirtió en persona non grata. 

Todo esto ocurrió a principios de la década 1990 y no pasó mucho tiempo hasta que Al-Qaeda empezó a tomar como blanco a las tropas e intereses norteamericanos en la región, para convertirse en el principal enemigo de Norteamérica en el primer lugar de la lista de organizaciones terroristas.

Además, la riqueza personal de Bin Laden se transformó en maldición disfrazada. 

Puesto que podía autofinanciar sus actividades, esto le permitió volver en contra de sus anteriores socios norteamericanos. 

Si el 11 de septiembre fue o no un trabajo interno, totalmente o en parte, y sin considerar lo que ocurrió entre bastidores y en las pantallas de televisión, Norteamérica y Al-Qaeda si rompieron y los dos lados lucharon implacablemente en Afganistán y luego en Iraq. 

Los miembros de Al-Qaeda fueron encarcelados y plantados en Guantánamo, y no es realista cualquier negación de ello.

Uno de los problemas de los formuladores de política exterior norteamericanos, sin embargo, es que nunca aprenden de los errores previos. Y aunque se esfuerzan por dar la impresión de que son amos de la inteligencia y la información, la evidencia muestra que cuentan con muy poca inteligencia literal, es decir inteligencia humana.

Esta falta de inteligencia, en ambos casos, en un momento se ejemplificó ante mí cuando miraba el desarrollo de las noticias en la televisión en 2003. 

Las tropas norteamericanas estaban avanzando en Najaf, una ciudad santa chiíta, y los iraquíes entusiastas daban la bienvenida a sus tanques y tropas. 

Estas, en obvia y total ignorancia de donde se encontraban y el significado del lugar, seguían avanzando hacia el santuario del Imam Ali Ibn Abi Talib, el más santo de todos los santuarios chiítas. 

El júbilo de las masas se convirtió en rabia y de repente algunas personas se arrojaban en frente de los tanques y tropas tratando de parar su avance, y claramente los norteamericanos no tenían ninguna idea a que se debía tanto jaleo. 

Esto equivale a decir que tropas chinas entraran al Vaticano sin saber qué es lo que representa.

Tal es la ignorancia de los formuladores de política exterior norteamericanos y su desconsideración de otras culturas. Les encantan las políticas de arrogancia e indiferencia.

Por lo tanto, no es sorprendente ver que los formuladores de política exterior norteamericanos repitan el mismo error que hicieron con Al-Qaeda.
Pero la segunda vez tenían que usar un nombre distinto. 

No importa que los fundamentalistas jihadistas islamistas se llamaran Al-Qaeda, Talibán, ISIS, Al-Nusra, Mujahideen, Wahabís, Hermandad Musulmána o cualquier otro nombre, en principio son idénticos e impulsados por las mismas arcaicas pero fundamentalmente y profundamente adoctrinadas malas interpretaciones del Corán. 

A medida que tomaba forma el “Cóctel Anti-Sirio”, se juntaban elementos menos estrechamente asociados, unidos solamente por su odio a la Siria secular bajo la presidencia de Bashar al-Assad, el legado Assad, padre e hijo, cosechó muchos enemigos, desde Israel (por apoyar y patrocinar a Hezbollah), hasta Norteamérica (por no aceptar la hoja de ruta norteamericana para el Oriente Medio), hasta los saudíes y otros estados del golfo (por sus fuertes lazos con Irán), hasta los islamistas (por la mano dura contra ellos en 1982), hasta Turquía (puesto que la potencia de Siria se interpondría en el camino de los sueños del sultanato de Erdogan), y por último, pero no por ello menos importante, hasta la Coalición 14 de Marzo (por acusar a Siria del asesinato de Rafiq al-Hariri).

También se juntaron otros grupos más pequeños, incluyendo algunos contrariados oficiales del ejército y aspirantes a reformistas quienes no pudieron ver el alcance de la conspiración y sinceramente creían que estaban experimentando una revolución. Muchos de ellos, no obstante, de pronto se dieron cuenta de su error y muchos oficiales volvieron al servicio del Ejército Sirio.

Ironía de la lógica, las ultra-derechistas “Fuerzas Libanesas” cristianas se convirtieron en camaradas de combatientes islamistas.

La diversidad de aquel infame cóctel también implicó una diversidad de objetivos. 

El propósito fue el de lograr una rápida victoria y a los islamistas se prometió entregarles las riendas de Siria. La coalición no se encontraba preparada para una guerra prolongada tanto como así como tampoco para resistir divisiones dentro de sus filas.

A mediados de 2013, al darse cuenta de la potencia del Ejército Sirio y el inmenso apoyo popular que recibía el Presidente Assad, el Príncipe Bandar bin Sultan andaba buscando una panacea mágica. 

Hizo una visita secreta a Moscú para coaccionar al Presidente Putin a que abandonara a Siria. El payaso no se daba cuenta de que hablaba con un extraordinario líder de una superpotencia distinta a la de sus amos norteamericanos. 

Hasta amenazó a Putin con que desataría a los combatientes chechenos, pero volvió a casa con las manos vacías.

Fue entonces cuando Bandar, con la ayuda del Mossad, conjuró el cuento sobre el ataque químico en el este de Ghouta en agosto de 2013 y trató de recabar apoyo para invadir a Damasco. Putin frustró ese plan y declaró que Siria era una línea roja.

Como resultado, Norteamérica dio marcha atrás con respecto a su decisión de invadir a Siria y, a la vez salvando la cara, se conformó con el acuerdo para que Siria depusiera sus reservas de armas químicas. 

Ese fue el momento decisivo en el que los islamistas se dieron cuenta de que los norteamericanos una vez más los habían defraudado, igual que habían defraudado anteriormente a Al-Qaeda (es decir, cuando éste entró a Arabia Saudita). 

Los islamistas permanecían centrados en un Estado Islámico, pero llegaron a la comprensión de que ellos mismos tendrían que llevarlo a cabo, es decir, sin la ayuda de sus socios saudíes y norteamericanos.

Ese fue el punto de quiebre de aquella malvada coalición.

Pero esta vez los islamistas no contaban con Bin Laden para financiarlos. 

Si querían independizarse de las ataduras de Al-Saud y Norteamérica, necesitaban asegurar su propio esqueleto financiero. 

Lo hallaron en el petróleo iraqí y efectivo del banco y depósitos de oro en Mosul, no hace falta mencionar un aparentemente gran número de ricos benefactores musulmanes quienes no quieren revelar sus identidades.

El fracaso más grande de este enrevesado plan otra vez no fue otro que Bandar bin Sultan. 

Fue él que convenció a los norteamericanos que podría sujetar a los islamistas por los cuernos. 

A diferencia de Bin Laden él argumentó, ni se volvería en contra de los norteamericanos, ni se volverían los jihadistas en contra de él porque ellos necesitaban su apoyo financiero. Bandar ni siquiera se detuvo para pensar dos veces que ISIS iba a dar la vuelta y generar sus propios fondos y así poder dejarlo plantado. 

No ha de sorprender que Bandar fue abandonado y despojado de todos sus títulos, responsabilidades y privilegios. No solamente había decepcionado a Norteamérica, sino también a toda la Casa de Saud.

Una vez autosuficiente, ISIS ya no tenía que escuchar a nadie, y sus intereses comunes con sus anteriores socios y benefactores se ampliaron en la medida en que la intensificación de su antagonismo los convirtió en enemigos.

El así llamado ISIS/ISIL, o simplemente IS (Estado Islámico) se basa en la versión Wahabí (es decir saudí) del Islam, pero a medida que se profundizaba el cisma entre él y su raíces saudíes, las dos partes se volvieron contrarias y juraron destruirse los unos a los otros. 

Para Al-Saud esto es más fácil de decir que de hacer, puesto que quizás el 60-70 por ciento de los saudíes (según algunos cálculos) mantienen el apoyo al ISIS.

Por otra parte, Norteamérica se dio cuenta del alcance del monstruo ISIS que había creado, y por ende decidió cortarle las alas. ¿Se tomarán en serio los norteamericanos el luchar contra el monstruo que ayudaron a crear? Está por verse. 

¿Está Norteamérica aún ayudando a ISIS tras bastidores como sostienen algunos? 

Quizás sí están, pero eso no cambia el entendimiento por parte de Norteamérica del error que ha hecho. Lo que es evidente es que se han dado cuenta que han cometido un error, y sobre todo, que se equivocaron al creer en la habilidad de Bandar para hacer uso de ISIS.

Los norteamericanos querían refrenar el crecimiento de ISIS, pero dicho esto, aún no parece que se tomen en serio erradicarlo. De hecho, aun si erradican la organización y sus miembros, no pueden erradicar la teología que la apoya.

Sharmine Narwani, la notable comentarista levantina, sostiene que con respecto a su acuerdo nuclear con Iran, Norteamérica quiere retroceder del Levante y enfocarse en Rusia y China además de su enferma economía, dejando para la diplomacia rusa y los esfuerzos conjuntos de Siria e Irán la limpieza levantina [2]. 

Esta evaluación no parece jalada de los pelos.

Volvamos a ISIS y los EU.

Es erróneo asumir y creer que ISIS, o cualquier otra organización islamista a este respecto, es simplemente masilla en las manos de Norteamérica. 

Los islamistas bien podrían ser fanáticos radicales criminales, pero son altamente adoctrinados y lo que quieren es sencillo: quieren que el mundo entero se convierta en Estado Islámico bajo la ley de la Sharía.

Los psicópatas y sociópatas no hacen amigos. 

Consideran a otros humanos como recursos y los utilizan como herramientas. 

Esto se aplica a interacciones entre sí mismos, porque si tienen que tratarse los unos con los otros, también se utilizan mutuamente por cuanto tiempo sea necesario. 

Los islamistas, por lo tanto, utilizarán a Norteamérica, igual que Norteamérica los utiliza a ellos, pero cuando se desvíen sus intereses, se declararán la guerra los unos contra los otros, y ahora mismo, de hecho desde hace más de un año más o menos, ISIS ha declarado un motín contra sus anteriores socios en el Levante.

ISIS se nutre de una mala interpretación del Santo Corán, una interpretación que se basa en conferir una predominante perspectiva militar a los conceptos como “Jihad”, “Fateh” y “Shahada”.

“Jihad” debe ser considerado como la lucha del alma contra sus demonios interiores. Se distorsionó para significar el combate militar contra los no musulmanes.

“Fateh” quiere decir la revelación, pero se distorsionó para significar la conquista militar y la coacción de otras naciones para adoptar el Islám.

“Shahada” quiere decir visión (es decir, del Señor) pero se distorsionó para significar el martirio en la batalla y una garantía para ir al cielo [3].

El Santo Corán señala con toda claridad que el Islám exhorta enérgicamente en contra de la coacción, y que en los últimos días solo unas cuantas personas (Thullah) serán justificadas. 

La fantasía islamista del Islam como gobernante del mundo contradice totalmente la palabra del Santo Corán.

Los principales problemas con esas arcaicas creencias provienen de dos lados: en primer lugar, son ampliamente aceptadas (y por ende la teología de ISIS no puede ser reprendida por los teólogos musulmanes; y en segundo lugar, han existido a través de los siglos.

Así que por una parte, los racionales eruditos musulmanes que comprenden el verdadero mensaje del Islám no se encuentran en condiciones de retar las creencias que se sustentan comúnmente sin literalmente correr el riesgo de perder sus cabezas, y por otra parte Norteamérica y la CIA no inventaron dichos sistemas de creencias.

Esos sistemas de creencias han existido antes de que se estableciera la CIA y aun mucho antes de que Colón pusiera el pie sobre terreno americano.

En todo caso, los miembros del ISIS y otras organizaciones similares menosprecian a los EU y a todo el Occidente. La consideran como una cultura corrupta a la cual son superiores. 

No acatan órdenes de los que no sigan su fe, y esta también es parte de su doctrina.

Norteamérica quizás pueda prender las organizaciones como ISIS, pero es incapaz de apagarlas, y es extremadamente equivocada y desinformada cualquier suposición de que ISIS responda a Norteamérica y obedezca sus mandos y direcciones.

Aun más equivocada es la creencia común de algunas personas de que “todo va según lo previsto” para EU en la medida en que su plan contra Siria vaya progresando. 

Nada podría estar más lejos de la verdad. Esta es una guerra que querían ganar rápidamente hace cuatro años, y cuatro años más tarde está pareciendo muy poco probable.

En la parte siguiente, echamos un vistazo al impase estratégico que vienen experimentando las políticas norteamericanas en Siria, y por qué es que una solución militar dirigida por Norteamérica no es factible.

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Parte 2. El Plan

Por Ghassan Kadi

Antes de pasar a describir y analizar los acontecimientos en el campo de batalla en Siria y lo que ha llevado a la situación actual, debemos introducir aquí un rápido vistazo a los acontecimientos que culminaron con la decisión de desatar la “guerra contra Siria”.

Después del nacimiento del infame Nuevo Orden Mundial (NOM) luego de la desaparición de la Unión Soviética, “orden” mundial que prácticamente le dio a Estados Unidos (EU) un mandato ilimitado para ejercer su sueño de ser el policía del mundo y la potencia hegemónica, rápidamente los EU pasaron por encima del derecho internacional e invadieron Irak y más tarde Afganistán, Irak nuevamente, bombardearon y saquearon Libia y luego estuvieron a punto de literalmente invadir Siria.

Pero incluso antes del nacimiento del Nuevo Orden Mundial, e incluso durante el apogeo del poder soviético, América llevó a cabo acciones militares directas en decenas de países y bombardeó a la mayoría de ellos. La lista es bien conocida y no hace falta desarrollarla en este artículo.

En cada situación, con o sin resolución del CSNU (Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas), Estados Unidos no dudó en absoluto en clasificar a naciones como amistosas o de formar parte del “eje del mal”. George W. Bush (GWB) lo dejó bien claro cuando dijo: “o están con nosotros o están con los terroristas”. 

Con esto realmente quiso decir: “o hacen exactamente lo que les decimos, o los bombardeamos”, en la práctica, los Estados Unidos se dio a sí mismo el mandato de bombardear y saquear a aquel que estimara conveniente.

Por tanto, es cierto que Estados Unidos es fiel a una promesa, su historia revela que siempre cumple la promesa de bombardear a un país que dice querer bombardear.

Así que, ¿qué detuvo a Estados Unidos de bombardear Siria durante más de cuatro años después de haber manifestado públicamente su intención de bombardearla? Podría uno preguntar.

En retrospectiva, los responsables de la política exterior estadounidense debe estar sintiéndose muy molestos, por decir lo menos, por perder la única oportunidad de invadir Siria, pero eso fue en 2003. De hecho, hubo otra oportunidad antes, en 1991, pero esa en particular fue frustrada por Assad padre.

Estados Unidos la tuvo en Siria desde que el presidente Hafez Assad con calma y diligentemente trabajó con Hezbolá para convertir la invasión del Líbano de 1982 de Israel en una humillante derrota.

En la ominosa fecha del 5 de junio, Israel atacó Líbano en 1982 con la firme decisión de destruir a la OLP y expulsarla del Líbano. Llegó a caer incluso la propia capital Beirut, y casi la mitad del Líbano quedó bajo el control de Israel. 

En ese momento, Israel podría haber ocupado todo el Líbano, pero sintió que no había necesidad de seguir avanzando, sobre todo después de negociar un acuerdo que llevó al éxodo de la OLP de Beirut a Túnez.

El recuerdo de una guerra anterior, que también comenzó el 5 de junio (1967) todavía estaba fresco en la mente de todos los árabes. 

Las lecciones aprendidas de anteriores guerras con Israel le indicaba a los árabes que (Israel) era invencible y que cada pulgada de terreno ocupado por las fuerzas israelíes se mantenía bajo control israelí. 

La victoria parcial árabe en la guerra de octubre 1974 no hizo mucho para cambiar esta imagen, sobre todo porque la diplomacia de Kissinger le dio luego a Israel más poder y ventajas de las que nunca logró militarmente.

Ese fue un verano largo, caliente y deprimente en el Líbano, empañado por la desesperanza y la desesperación. El horror de las masacres de Sabra y Chatila heló al mundo entero, y parecía no haber absolutamente ninguna esperanza en el horizonte de que por algún medio Israel empacase y se fuera.

Fuera del estado de indefensión absoluta, la resistencia nació y creció y creció. Hafez Assad era un genio estratega con una tenacidad ilimitada. 

Estaba decidido a dar vuelta a los desarrollos en favor de Siria después de muchos años de política de engaño por parte de Kissinger quien se centró claramente en la seguridad del Estado de Israel por cualquier medio posible. 

La forma en que Estados Unidos aisló a Siria sacando a Egipto fuera de la ecuación dejó a Siria en una posición muy vulnerable que necesitaba un gran cambio en el equilibrio de poder con el fin de permitirle proteger sus fronteras e integridad. 

En su libro “Asad”, Patrick Seale dedica una parte importante a la época de la diplomacia de Kissinger y su impacto en Siria.

Hafez Assad sabía bien que no ganaría una guerra convencional contra Israel, y con el liderazgo de Hezbollah decidieron que sólo una guerra asimétrica librada contra Israel podría lograr derribarla.

Desde que inició Hezbolá, y sus ataques tipo guerrilla contra las fuerzas israelíes en el sur del Líbano empezaron a pasar factura, el eje estadounidense-israelí prometió vengarse de Assad.

A raíz de la invasión no calculada de Saddam a Kuwait, Bush padre quiso atacar a Irak y Siria, pero el presidente Assad senior estropeó sus planes comprometiendo a una unidad militar simbólica en la coalición contra Irak y convirtiéndose así en un aliado.

Debemos recordar que era 1991, en un momento en que Siria había perdido el apoyo de la URSS y Rusia estaba inmersa en sus propios problemas internos. El presidente Assad tomo una decisión sabia y pragmática.

Como los ataques de Hezbolá contra Israel se volvieron cada vez más sofisticados y eficaces, Israel tenía dos opciones; realizar otra gran escalada o simplemente retirarse. Finalmente, el 25 de mayo del 2000, decidieron salir del Líbano. 

Lo llamaron salida cuando en realidad se trataba de una retirada luego de una derrota decisiva. El presidente Hafez Assad, afortunadamente, vivió lo suficiente para ver el fruto de su trabajo y murió sólo unas semanas más tarde.

Aparte de ser un estadista de fondo, Hafez Assad era un constructor de la nación en muchos niveles. Por ejemplo, prohibiendo ciertas importaciones, que no sólo apuntaban a la austeridad, sino también como un medio para desarrollar las industrias locales. 

Cuando asumió el poder en 1970, Siria se tambaleaba por muchos años de inestabilidad política, y sufría de un gran éxodo financiero y de experiencia hacia el Líbano. 

Sus sectores industriales y agrícolas se vieron gravemente afectados, sus carreteras estaban deterioradas y eran un desorden. 

Assad fue capaz de revertir todo esto, a la vez que mantuvo una estrecha vigilancia del aumento suficiente de la financiación para el Ejército y el aparato de seguridad.

En el plano social, Assad era incondicionalmente secular. 

Mientras el Líbano tenía un sistema sectario y toda posición de gobierno desde el presidente hasta el portero fueron asignados en base a una división sectaria que era catalogada como “justa”, en Siria fue prohibida cualquier forma de sectarismo y se ilegalizó que un ciudadano indagara sobre la religión y secta de otro ciudadano.

Todo lo anterior desagradó a los vecinos de Siria y sus oponentes. Israel no puede justificar su existencia sionista basada en el judaismo y ser capaz de defender el argumento de que la única forma de seguridad y estabilidad que es factible en el Levante tiene que basarse en la teocracia, en presencia de un Estado laico exitoso a su lado. 

Por otra parte, Arabia Saudita tenía preocupaciones similares fundadas en el sunismo relacionadas al advenimiento del secularismo. 

Por último, pero no menos importante, los avances que Siria hizo en las áreas de la industria, la tecnología, la agricultura y otros campos habían puesto en peligro la seguridad a largo plazo de Israel. 

La alianza anti-siria, encabezada por Estados Unidos e Israel asumió con más firmeza y decisión detener el progreso de Siria y enviarla de vuelta a la Edad Media.

Para el año 2003, tras el 11 de septiembre y la invasión de Afganistán, Estados Unidos estaba decidido a aprovechar la oportunidad como un pretexto para finalmente ejecutar su largo sueño aún vigente de invadir Siria, pero necesitaba una muy buena justificación que fuera internacionalmente aceptable.

En 2003, Estados Unidos no tenía ninguna necesidad o razón válida de invadir Irak. 

Después de más de una década de sanciones, Irak había sido drenada, prácticamente en bancarrota, con escasos recursos, su gente mal nutrida, su economía en ruinas y su otrora poderoso ejército reducido a una gastada fuerza. 

La fabricación de la historia de las ADM tenía la intención de incrementar el odio global por el ya odiado Saddam, pero Saddam no era el pez grande que Estados Unidos quería freír.

Toda la obsesión de Estados Unidos con el Medio Oriente ha tenido siempre dos aspectos; la seguridad de Israel y el petróleo, y en este orden.

Con el petróleo saudí a su entera disposición, Estados Unidos no “necesitaba” invadir Irak para obtener petroleo. Solo queda entonces la seguridad de Israel, y eso era lo que estaba en su corazón; no el petróleo. 

El petróleo era sólo el bálsamo para atraer a las grandes e insaciables corporaciones y la influencia política que traen con sigo.

Pero, ¿por qué Estados Unidos ataca a Saddam si él no era capaz de amenazar a Israel? La respuesta simple está nuevamente en que Saddam no era el objetivo.

Estados Unidos quería ocupar Irak solo para usarla como un trampolín para atacar e invadir Siria e Iran, desvaneciendo así a los estados que se oponen a los planes estadounidenses-israelíes de lograr la hegemonía total en Medio Oriente, cortando el soporte vital de Hezbollah, poniendo fin al “Eje de la Resistencia”, y garantizando para siempre la seguridad de Israel.

De hecho, poco después de la caída de Bagdad, Estados Unidos comenzó a hacer acusaciones contra Siria de apoyar y armar a los insurgentes iraquíes. No perdieron tiempo para comenzar a incrementar el sentimiento anti-sirio.

En su arrogancia, los estadounidenses pensaban que iban a ser capaces de controlar totalmente y someter a Irak y que la invasión de Siria e Irán sería un paseo por el parque. No sólo sobrestimaron su propio poder, sino que como de costumbre, subestimaron la fuerza de sus adversarios.

Arrogantes y miopes podrían ser, pero los que elaboran la política exterior estadounidense no podrían haber planeado convertir deliberadamente a Irak en un caos total. 

Eso se convirtió en su plan B de contingencia. La intención inicial era convertir a Irak en un estado vasallo, estable, pero que saltara cuando se le dijera que saltara. 

Querían un Irak que tuviera una buena relación con Israel, y que fuera lo suficientemente fuerte como para frenar cualquier expansión iraní hacia occidente. 

Querían que el nuevo Irak fuese un modelo para Occidente, un estado para ser nutrido y protegido por Occidente, una espina en las costillas para Siria e Irán, y utilizar su lealtad a Estados Unidos para acusar falsamente a los sirios e iraníes de injerencia a su seguridad, o para provocar lo suficiente como para realmente generar este tipo de acciones. 

Lo más importante es que querían que todo el mundo se levantara en armas en apoyo a Irak cuando sus “totalitarios y no democráticos” vecinos amenazaran su recién fundada democracia y su libertad. Este sería su pretexto para inflamar serias pasiones internacionales anti-sirias y anti-iraníes hasta un punto en que fueran suficientes para justificar la guerra contra ambos.

Al final resultó que, Estados Unidos fue incapaz de controlar a Irak y mucho menos pensar en la expansión más allá de sus fronteras. 

Poco después de la declaración de “misión cumplida” de Bush Junior, el ejército de Estados Unidos llegó a la conclusión de que la invasión de Irán y Siria tuvieron que ser declaradas como “misión abortada”, o deberíamos decir retrasada, hasta que fuera más oportuno hacerlo. La siguiente mejor opción que los estadounidenses tenían para Irak era convertir a Irak en un Estado fallido.

Para invadir Siria, Estados Unidos tenía primero que demonizar a Assad y levantar a tantos enemigos contra él como fuese posible, inclusive creando nuevos, a nivel nacional, regional e internacional.

El asesinato del ex Primer Ministro Libanes Rafiq Hariri en un carro bomba en Beirut en febrero de 2005 fue una importante pieza en el rompecabezas. 

Siria fue acusada rápidamente del asesinato, en el momento en que sus fuerzas estaban aún en el Líbano controlando su seguridad.

Preparar un asesinato en el Líbano no es del todo dificil, pero las personas normalmente no planean y ejecutan tales acciones a menos que puedan beneficiarse del resultado. 

En todo caso, Siria tenia mucho que perder de este asesinato, y nada que ganar. Los ganadores con el asesinato fueron aquellos que fueron capaces de capitalizar de dichos eventos con el objetivo de levantar una enorme rabia y hostilidad hacia Siria. 

Si bien no se puede probar, este asesinato tenía el sello y la huella que apuntan a un complot israelí-estadounidense destinado a demonizar a Assad y a preparar el terreno político internacional para una invasión a su país.

Los líderes Árabes, especialmente los líderes Árabes Suníes, así como los líderes locales Libaneses Suníes decidieron, sin una pizca de evidencia, que Siria era responsable del asesinato, y como resultado, las fuerzas sirias fueron obligadas a abandonar el Líbano, dejando el Líbano no sólo en manos del poderoso Hezbollah, sino también en manos de pandillas de matones del “Movimiento del Futuro” (por ejemplo, el partido de Hariri) y la llamada Coalición 14 de marzo que se formaron y unieron casi inmediatamente después del infame asesinato.

Los sentimientos anti-sirios se convirtieron en la moda de las estaciones de TV Libanesas y otros medios que apoyaban la Coalición 14 de Marzo, y había claros indicios de que esto eventualmente llevaría a un punto crítico.

Los preparativos para la Primavera Arabe la hicieron mas factible, pero tendría que esperar seis años más.

Lo que ocurrió a continuación fue un esfuerzo internacional conjunto que fue preparado para emplear cualquier fuerza posible, independientemente de su naturaleza y resultado, simplemente con el fin de derrocar al Gobierno de Siria y destruir su cultura, historia, laicismo y pluralidad religiosa. 

Sin embargo, con toda su ferocidad, este “Cóctel Anti-Sirio” ha sido hasta ahora incapaz de librar su soñado ataque liderado por la OTAN sobre Siria como será discutido y explicado posteriormente.


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