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martes, 25 de febrero de 2014

Malvinas no es una simple anécdota histórica


Malvinas no es una simple anécdota histórica

Malvinas no es una simple anécdota histórica

Carlos Andrés Ortiz

Más allá de los avatares históricos previos a la independencia argentina (1810 – 1816), en los que el Archipiélago de Malvinas fue reclamado por franceses, ingleses y españoles, resulta irrefutable que ese territorio isleño fue recibido en heredad por Argentina, al independizarnos de España, y como tal fue poblado, existiendo un Gobernador Argentino, al momento de la violenta usurpación consumada por Gran Bretaña en 1833.

Poniendo las cosas en su contexto, la recuperación inmediata no fue posible, pues nuestra escasa flota de guerra de esos años, estaba reducida a su mínima expresión, inducida por el endeudamiento irracional que agentes británicos (algunos de nacionalidad argentina) nos hicieron asumir con la Banca Baring Brothers en 1824. 
Vale acotar que el endeudamiento financiero a niveles impagables, con deudas innecesarias y plagadas de leoninas comisiones a intermediarios y otros gastos injustificables, fue la herramienta de sometimiento al imperio británico de prácticamente todas las nuevas naciones hispanoamericanas recién independizadas.
Ya antes, en 1806 y 1807, fueron rechazadas dos invasiones británicas, perpetradas contra Buenos Aires, con la intención de apoderarse del entonces Virreinato del Río de la Plata.
Durante el Segundo Gobierno de Juan Manuel de Rosas, fueron vencidos dos prolongados bloqueos navales (1838-1840/1845-1850)realizados por Francia y Gran Bretaña, por entonces las principales potencias militares del mundo. 
El tema es hoy ocultado y poco conocido mundialmente, silenciado por los sectores anglófilos de Argentina, pese a su enorme significación. 
Para poner en su justa medida esos enfrentamientos armados, hay que decir que fueron en la misma época en el que esas y otras potencias lograron sojuzgar totalmente a China, no solo a fuerza de las armas, sino tambien con la insidiosa introducción del opio para minar las voluntades del pueblo chino.
Desde 1852, y sobre todo a partir de 1860, por casi medio siglo el poder en Argentina fue ocupado por minorías oligárquicas, de orientación económica liberal, y claramente anglófilas. 
Bajo el gobierno del anglófilo Bartolomé Mitre, con abierta instigación y pertrechos británicos, se libró la fratricida Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), de características genocidas contra Paraguay. 
Vencido Paraguay, le fue impuesto asumir un oneroso crédito tramitado por la Banca británica. Paraguay molestaba, pues era el único país de la región que no se había subordinado a los mandatos británicos, e incluso estaba en proceso de industrialización.
La injerencia en la política interna y en la economía argentina, en muchos casos desembozada y arrogante, fue una constante de Gran Bretaña en los doscientos años de historia de Argentina; siempre contando como subordinados convencidos y dóciles a sectores minoritarios de las oligarquías locales apátridas.
Esa conjunción de intereses británicos y oligárquicos desde siempre se opuso a la industrialización y al desarrollo tecnológico argentino, tal como vino a “recomendar” Felipe de Edimburgo a comienzos de los años sesentas, precisamente cuando estábamos en un proceso de fuerte desarrollo industrial… ¡y poco después se perpetró un golpe de Estado de cuño económico liberal (anti industrialista) y ultra conservador, en 1962!
Antes, en 1955, el golpe de Estado, vengativo y sangriento, fue claramente inducido por Gran Bretaña, la cual dio municiones y combustibles a naves de la Armada Argentina, sublevadas contra el gobierno constitucional. Ese golpe de Estado fue festejado por Churchill y su gabinete.
El historiador canadiense británico Harry S. Ferns, autor de dos libros –entre fines de los sesentas y comienzos de los setentas- en los que analizó la historia y la realidad argentinas, expresó claramente que la única forma de desmontar las enormes y muy positivas transformaciones sociales, políticas y económicas construidas por el peronismo (un movimiento de orientación nacional y popular), requería el estallido de una guerra civil.
Curiosamente (o no tanto), existe una versión de un episodio en el que la “gran prensa” habría puesto sordina, según la cual fue interceptado un cargamento de armas y municiones, desembarcadas en Buenos Aires del buque antártico británico “Endurance”, de lo cual hubo indicios que iban a equipar a guerrilleros “izquierdistas” (posiblemente Montoneros) en 1974 . Pero algún breve comentario habría sido publicado, y no hubo mayores consecuencias pues un diplomático británico estuvo involucrado, y seguramente hubo presiones para no generar un escándalo mayúsculo. 
Posteriormente se detectaron –según referencias de buena fuente- dos cargamentos más de iguales características, uno en un buque carguero británico y otro en un avión de la British Caledonian. La guerrilla ya muy activa, estaba siendo pertrechada… Se estaban creando las condiciones para que las cúpulas militares, cooptadas por la ideología de la Seguridad Nacional –impuesta por EEUU por medio de la Escuela de las Américas-, usurpasen nuevamente el poder.
En los años setentas y comienzos de los ochentas, la violencia irracional de la guerrilla y la réplica violenta de las Fuerzas Armadas tuvo las características de una verdadera guerra civil, la misma que citó antes Ferns. Y en el golpe de Estado de 1976 ese fue el marco para la aplicación de la doctrina del liberalismo salvaje en Argentina, instigado por el G 7, y básicamente por los centros del poder ubicados en EEUU y Gran Bretaña.
Pese a todos esos avatares, Argentina siguió haciendo reclamos diplomáticos por los tres archipiélagos australes (Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur), año a año, e inclusive hubo notorios éxitos diplomáticos en el seno de las Naciones Unidas, obteniéndose Resoluciones muy favorables a nuestro país, las que nunca fueron acatadas por Gran Bretaña.
En 1976 se difundió el Informe Shackleton, realizado por el Lord homónimo y un equipo de especialistas, que viajaron a Malvinas especialmente para evaluar la realidad general, dando pautas de actividades económicas con las que sugirieron que podrían autofinanciarse las islas. El viaje de Lord Shackleton y su informe fueron repudiados públicamente por Argentina.
Por esos años, las islas constituían una pesada carga para el presupuesto británico, y sus habitantes –los kelpers- eran objeto de discriminación en el contexto social local isleño, y en la propia Gran Bretaña; algo así como ciudadanos de segunda categoría.
Antes, en 1969, se conoció el Informe Rockefeller, en el cual recomendó destruir los tres factores constitutivos de la fuerte ligazón cultural de Íbero América: lengua en común (incluyendo al similar portugués), historia muy ligada de nuestros países, y una religión fuertemente mayoritaria, la católica. Divide y reinarás, vieja máxima aplicada constantemente por las potencias anglosajonas.
La Guerra del Atlántico Sur (1982), sutilmente instigada por Gran Bretaña, le fue funcional al Almirantazgo, para evitar mayores recortes presupuestarios, y al Foreign Office para dar un vuelco activo al accionar británico en los tres archipiélagos australes, principalmente Malvinas.
Por otra parte, si Argentina no realizaba el operativo militar de reconquista de las islas, existía en marcha el proyecto de declaración de “independencia” de los kelpers malvineros (con visita real ya programada ese año 1982), con prefabricación de otro Estado tapón ficticio, que se sumaría al Commonwealth, acción en la cual Gran Bretaña tiene sobrada experiencia.
Las cúpulas cívico militares, usurpadoras del poder en Argentina, colonizadas mentales de doctrinas antinacionales, no supieron distinguir las enormes diferencias entre la defensa de la soberanía (lo permanente), y la defensa del “sistema” (temporario y secundario). Los errores y vacilaciones de esas cúpulas, neutralizaron el notable desempeño de los pilotos de combate argentinos, y las resistencias en muchos casos enconada y bravía de las tropas en tierra y aguas circundantes.
Invadidas nuevamente las islas por los usurpadores británicos, tuvieron el pretexto para cambiar el estatus de sus pobladores, y para promover fuertemente actividades económicas, como la pesca (en aguas claramente argentinas) y la exploración petrolífera. Y allí cobró fuerza la idea de la insólita supuesta validez de la “autodeterminación” de los kelpers, en un proceso viciado de nulidad, por ser invasores, en archipiélagos cuya disputa sigue firmemente vigente.
La habilidad británica, usando la diplomacia, la fuerza y las presiones económicas, para crear Estados tapones, tal como sucedió en Belice, Kuwait y Uruguay, pretende repetirse en Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Evidentemente las persistentes acciones diplomáticas del actual gobierno argentino, perturban a Gran Bretaña, que no puede ocultar ante el mundo el conflicto ni la indignidad de su posición; siendo por otra parte notorio el respaldo a la firme posición argentina, por parte de organismos regionales, como el Mercosur, la Unasur y la Celac.
Por algo el reciente y abortado golpe de mercado en Argentina (diciembre de 2013 y enero de 2014) fue iniciado por las filiales locales de la petrolera Shell y del Banco HSBC, ambas empresas controladas por el anacrónico imperio. Incluso se divulgaron fundamentadas opiniones, que responsabilizan directamente a Gran Bretaña de fogonear la intentona destituyente en Argentina, por la “indocilidad” del actual gobierno a los “mandatos” imperiales.

Malvinas no es una simple anécdota histórica (Segunda Parte)

Malvinas no es una simple anécdota histórica (Segunda Parte)

En mérito a la brevedad, cabe decir que las Malvinas están en la Plataforma Continental Argentina, a menos de trescientos cincuenta kilómetros del punto más cercano del territorio continental argentino; mientras que se sitúan a catorce mil kilómetros de Gran Bretaña.

Su usurpación y continuada ocupación es otro de los tantos actos de piratería que el vetusto imperio realizó en su existencia. Un poco más alejados pero claramente en jurisdicción del Mar Argentino o de sus adyacencias, están los otros dos archipiélagos en disputa. Claramente sus usurpaciones forman parte de las evidentes amenazas estratégicas a Sudamérica, de la OTAN, del Commonwealth y de la entente explícita EEUU-Gran Bretaña, aliados en los procesos de neocolonialismo del siglo XXI.
Quede en claro que no se trata de ningún prejuicio ni menos aún odio, al pueblo británico, el cual merece respeto, como cualquier otro grupo humano, en un contexto de pensamiento fuera de toda connotación racista o discriminativa.
Resulta muy claro que pese al buen nivel de vida medio existente en Gran Bretaña, la estructura socio política de ese país es fuertemente clasista, estructurada en estratos diferenciados pétreos, discriminando y excluyendo a las grandes mayorías, pues la movilidad social tiene un techo casi infranqueable, muy característico de las sociedades humanas que separan a la gente en nobles y plebeyos, en una estructuración segmentada, como herencia anacrónica post medieval, dieciochesca congelada en el tiempo.
De hecho, el sistema monárquico, mantenido y en parte renacido en Europa, resulta en el mantenimiento de castas ociosas, improductivas y cargadas de injustificables privilegios, que mal pueden considerarse un ejemplo para el mundo.
Por otra parte, en Gran Bretaña el acceso a la educación superior es restringido por la vía de elevados aranceles, acentuando la estratificación socioeconómica.
Ese tipo de cerrada discriminación era el que padecían los kelpers (isleños malvinenses), siendo notable que por las cerradas pautas culturales impuestas por el anacrónico imperio, esa realidad era mansamente tolerada y aceptada –seguramente sin margen de discrepancia- por esos pobladores, que eran considerados “súbditos británicos de segunda categoría”. En ese contexto semi feudal dieciochescamente monárquico, tiene enorme importancia la valiente actitud de Alejandro Betts, quien enfrentando presiones sociales e incluso familiares, asumió plenamente la ciudadanía argentina, que por derecho le corresponde, pues nació en territorio argentino, nació en Malvinas.
Con esos condicionamientos culturales, puede entenderse el rechazo a Argentina, manifestado por la población isleña, que es básicamente británica trasplantada a las islas. Pero pueden quedarse tranquilos, pues Argentina es un país tolerante, sin racismos, que integró bien a diferentes contingentes de inmigrantes de muchos orígenes. Cuando esas islas vuelvan a la soberanía argentina –como corresponde-, serán respetados plenamente, podrán vivir en paz, y acceder a los muchos beneficios que la Argentina continental dispensa a todos los habitantes.
Si bien el colonialismo es de muy vieja data, y en América comenzó desde el descubrimiento formal del continente por parte de los europeos, en 1492; la elevación (¿¡!?) al rango de estatus formal incluso exhibido con aires de grandeza por las potencias que lo practicaban, puede situarse en el siglo XIX, con el punto de máxima exaltación en la Conferencia de Berlín, realizada en 1884/5.
Básicamente en esa Conferencia, se acordó la repartija de África –como si fuera un simple bien mostrenco, sin importar nada sus pobladores y sus culturas-, entre las varias potencias colonialistas europeas de fines del siglo XIX.
Ya antes habían logrado subyugar a antiquísimos pueblos y culturas, como los casos de India y China, por citar tal vez los más relevantes pero no los únicos.
El colonialismo se extendió también por buena parte de Asia; mientras que en Sudamérica el colonialismo financiero – diplomático británico había logrado el dominio pleno, solo sutilmente reforzado por ciertas presencias militares o exhibiciones discretas pero contundentes de su poder naval, por entonces excluyente. El colonialismo cultural era una pieza clave de la estrategia colonial británica en América del Sur y parte del Caribe, y la doctrina económica liberal, sin duda operó como el duro mascarón de proa para forzar el mantenimiento de ese esquema de subordinación real, bajo apariencias de independencias formales.
En América Central y buena parte del Caribe, la Doctrina del Gran Garrote (Big Stick) resultó ser la transparentación del intervencionismo militar de EEUU en su “patio trasero” próximo; despectiva denominación que luego se amplió a toda Iberoamérica y El Caribe, solo tolerando ciertas presencias colonialistas de Gran Bretaña, Francia y Holanda en ese contexto geográfico.
Después de promesas de descolonización a escala mundial, rápidamente incumplidas por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial, al cabo de la Segunda Guerra Mundial el proceso de descolonización adquirió por fin fuerza efectiva, con las independencias de nuevas naciones o los resurgimientos de viejos Estados, en un proceso históricamente muy breve, sobre todo entre 1945 y la década del sesenta; continuando en escalas menores en las dos o tres décadas siguientes.
Pocos enclaves abiertamente coloniales perduraron, siendo uno de ellos el de los tres archipiélagos en disputa en el Atlántico Sur, en los cuales Gran Bretaña mantuvo el anacrónico régimen, pese a los muy fundamentados reclamos de Argentina.
Claramente, entre 1945 y cerca de fin de siglo, era “políticamente incorrecto” declarar abiertamente posiciones favorables a acciones colonialistas, desarrolladas según la tónica tradicional de las intervenciones armadas directas; pese a lo cual hubo muchas acciones de intervenciones solapadas en otros Estados, pudiendo citarse los sucesivos golpes de Estado en Sudamérica en los años setenta, algunos de ellos con directas pero encubiertas participaciones de la CIA (la inteligencia norteamericana), pero no fueron los únicos casos en el mundo, en esos convulsionados años, los sucesivos y también los anteriores recientes.
Pero a partir de la Revolución Neoconservadora, personificada en la dupla Reagan–Thatcher, el intervencionismo militar directo y desembozado, amparado por nuevas doctrinas de “ataques preventivos” y de “defensa de la libertad, la democracia, los derechos humanos” y otros eufemismos esgrimidos como justificativos mediáticos, puede considerarse que se dio origen a la era del Neocolonialismo del Siglo XXI. Evidentemente el cuadro de Unipolaridad Excluyente –que algunos vaticinaron como cuadro permanente- al emerger EEUU como la única gran potencia mundial, y contando con la Unión Europea como socio menor casi incondicional, fue el contexto geopolítico global que dio cabida a esa nueva etapa del colonialismo, dentro de la cual están sucediendo muchos hechos de gran trascendencia estratégica mundial.
Sin duda el mundo se transformó rápidamente en Multipolar, con los roles crecientes de la Potencias Emergentes del BRICS, de los otros Doce Emergentes (dentro de los que está Argentina), además de los cambios en las potencias tradicionales de la troika económica de EEUU, UE y Japón.
Es por las presiones de la nueva realidad mundial, que Gran Bretaña pretende darle una pseudo apariencia no colonial, intentando crear un Estado prefabricado y falso, fogoneando la supuesta autodeterminación de su población invasora y trasplantada, en Malvinas. Y con ello, no solo proyecta un nuevo Estado tapón, sino darle mayor viabilidad a sus pretensiones de usurpaciones de los territorios antárticos de Argentina y Chile.
Mientras, realiza constantes acciones de “guerras blandas”, por medio de varias ONGs pseudo ecologistas (como Greenpeace), de “derechos humanos” (una excusa eufemística para desarrollar otras acciones disolventes), y ultra indigenistas (como Mapuche Nation, que se entromete descaradamente en la Patagonia Argentina y la Patagonia Chilena, desde su sede en Bristol, Gran Bretaña).
Sin duda los ultra indigenistas buscan provocar conflictos y odios de tipo racial, acorde a la vieja usanza británica de “divide y reinarás”.
El informe Shackleton y el informe Rockefeller
Elaborado por un equipo de especialistas, conducido por Lord Shackleton, el informe fue presentado en 1976. Recomendaba distintas líneas de acciones que juzgó factibles. Entre ellas la pesca –con el puerto isleño como base operativa-, y otras operaciones vinculadas al rico mar continental austral y similares, como cría de salmones y procesamiento de algas. Consideraba una prioridad la extensión del aeropuerto, tanto para uso civil como militar.
No obstante, no recomendaba la actividad petrolera y gasífera, no solo por los problemas técnicos – operativos, sino seguramente por serle muy importante contar con un respaldo en tierra firma, el cual lógicamente Argentina no está dispuesta a dar hasta tanto se resuelva favorablemente el conflicto por la soberanía de los archipiélagos.
Se asegura que las conclusiones de dicho informe siguen siendo válidas para los entes británicos en la fecha.
Sin duda constituyó otro paso en las acciones colonialistas británicas en el Atlántico Sur y la Antártida.
Por su parte, el Informe Rockefeller, finalizado en 1969, fue realizado por Nelson Rockefeller, en la presidencia de Nixon. Analizó los factores que forjan la notable unidad que es Íbero América (también llamada Latinoamérica). Los factores de unidad de nuestros pueblos son tres. Idioma en común (incluyendo al muy similar portugués); historia en común (la cual cuenta con numerosos antecedentes de intentos de unificación); religión en común, siendo el catolicismo la religión mayoritaria, y con fuerte inserción histórica en esta gran región.
Los ataques en muchos casos sutiles, se dieron en todos los campos, siendo notable la mayor penetración de pautas culturales de violencia y de bajo nivel, por medio de la difusión masiva de series de TV, de películas, así como las distorsiones conceptuales difundidas por distintos medios que operan bajo la batuta de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa).
La historia en común es omitida por los falsificadores de la historia, al estilo del academicismo histórico basado en omisiones y tergiversaciones, que tuvo en Argentina a Bartolomé Mitre como su fundador y principal instigador. Incluso tratan las historias de nuestras fragmentadas naciones como hechos aislados, no como un todo de origen, y acentúan factores de desunión, como guerras y otros hechos conflictivos, incluyendo ciertos prejuicios racistas inculcados con mucha sutileza, y con violencia conceptual y de hecho en los últimos años, en el movimiento ultraindigenista, financiado desde los centros de poder de las potencias anglosajonas, con el entusiasta apoyo de sectores de “izquierdas” pseudo progresistas, divorciados de todo lo vinculado al Pensamiento Nacional.
La religión en común es un factor no solo espiritual, sino cultural de importancia formidable. Ya en 1912, Theodore Roosevelt (el presidente de la doctrina del Gran Garrote), había manifestado su contrariedad por el accionar de la Iglesia Católica, por hacer pensar a los fieles e inculcarles pautas de compromiso, honestidad y de dignidad personal, entre otros valores morales esenciales. Rockefeller fue mucho más allá, pues aconsejó apoyar a las variopintas iglesias y sectas llamadas genéricamente pentecostales, con interpretaciones muy curiosas de La Biblia, con énfasis acentuado en el Antiguo Testamento, con técnicas de captación y de asimilación férreamente consolidada de los fieles, y dentro de la notable variedad, unidas todas por el constante ataque a la Iglesia Católica, dedicándose claramente más a cooptar sus fieles entre católicos que entre los agnósticos o los fieles de otras religiones. Las financiaciones provenientes de EEUU a esa expansión pentecostal, según lo indican diversas fuentes extraoficiales, parecen ser muy importantes y constantes.
Queda en claro que los notables esfuerzos de unidad continental, de entes regionales como el Mercosur, la Unasur y la Celac, están a contramano de las líneas de acciones marcadas desde los centros de poder de América del Norte.
Por algo esos entes regionales hicieron suya la causa de Malvinas, mientras desde los organismos panamericanos (en los que influyen mucho EEUU y Canadá), el tema es tratado con parsimonia y evidente postura anglófila.

Malvinas no es una simple anécdota histórica (Tercera Parte)

Malvinas no es una simple anécdota histórica (Tercera Parte)

No es intención de este artículo realizar una completa descripción de ese conflicto bélico, del cual existen numerosos trabajos publicados, algunos de ellos de relevante validez por sus sólidas fundamentaciones documentales, a los cuales podrán remitirse quienes necesiten ampliaciones o profundizaciones al respecto.

El 2 de abril de 1982 se produjo el operativo militar de recuperación de los archipiélagos australes por parte de las Fuerzas Armadas de Argentina. Desde lo estrictamente militar, el operativo puede ser calificado de impecable, pues fue rápido, preciso, y de acuerdo a las órdenes previas, no se ocasionaron bajas en las tropas británicas. 
El único fallecido ese día, lamentablemente, fue un oficial de la Armada Argentina, hecho acaecido al reducirse la pequeña guarnición británica existente en Las Malvinas. 
También fue destacable, que durante los dos meses y medio que duró la permanencia de las fuerzas argentinas en Malvinas, no se registró ningún ataque o agresión a los pobladores ni ningún acto de saqueo o violencia contra civiles. No solo las órdenes al respecto fueron muy estrictas, sino que se partió del hecho fáctico que se estaba recuperando suelo patrio, por lo que esos pobladores habitan jurisdicción argentina, y como tales deben ser respetados.
El caso es que una vez completada la recuperación de los archipiélagos, en particular el de Malvinas, quedó demostrada en los hechos la falta total de un correcto análisis geopolítico, por parte de las cúpulas cívico – militares, que habían usurpado el poder en 1976, y aún permanecían en él, pese al desgaste que en ese momento soportaban, fruto no solo del régimen tiránico imperante, sino por haber apoyado un plan de gobierno crudamente neoliberal, dictado desde los centros del poder financiero mundial, con desastrosas consecuencias económicas y sociales para Argentina.
Esas cúpulas cívico – militares, partían de la presunción –presentada hasta con arrogante altanería- de considerarse “aliados” de EEUU, por lo que supusieron que la potencia del norte sería neutral, o que al menos buscaría sinceramente un acuerdo pacífico al diferendo, que los hechos encaminaban clara e irremisiblemente a una guerra.
Gruesos errores de interpretación de esas cúpulas usurpadoras del poder argentino, pues por haber prestado la colaboración en operativos de contrainsurgencia y guerra sucia en Centroamérica, y por ser demostradamente anticomunistas, creían haber alcanzado el estatus de “aliado” de la mega potencia, siendo que en realidad jugaron el papel de dóciles marionetas descartables a la primera oportunidad, y el conflicto del Atlántico Sur era precisamente eso.
Tremenda ignorancia histórica y geopolítica, imperdonable tanto en las cúpulas militares como en los civiles asociados al gobierno argentino del “proceso” (el del golpe de Estado de 1976); pues un mínimo análisis bien fundamentado muestra las sólidas y viejas alianzas de EEUU con Gran Bretaña, no solo por haber luchado juntos y en estrecha colaboración en las dos grandes guerras mundiales, sino por la sumatoria de actos y hechos coincidentes en los manejos de los resortes del Poder Mundial, ya desde fines del siglo XIX, en forma continuada hasta hoy.
Gran Bretaña puso el marcha su operativo bélico, con un gigantesco convoy, que incluyó varios submarinos nucleares y dos portaviones, contando con los respaldos del Commonwealth (la Comunidad Británica de Naciones) –por caso Nueva Zelandia sumó una fragata-, de la OTAN, y sobre todo muy activamente de EEUU, que en la Isla Ascensión (en medio del Atlántico) abasteció ampliamente de pertrechos bélicos de última generación, como los misiles aire – aire con los que equiparon a los cazas Harrier. Y es conocido que EEUU suministró amplia logística e información satelital y de aviones espías de alto rango de vuelo.
Argentina, encadenada por autoasumidas limitaciones ideológicas, habría desechado o no buscado pertrechos o asistencia en países del entonces bloque comunista -¡las confusiones de los colonizados mentales, que priorizan “al sistema” antes que La Patria!-. Por caso, circuló la firme versión que Cuba habría ofrecido tropas bien entrenadas y pertrechadas, sin condicionamientos, y seguramente se habría podido reforzar convenientemente la Fuerza Aérea, que hizo esfuerzos notables con material volante mayormente anticuado.
Hubo manifestaciones populares y voluntarios que se ofrecieron a luchar, en casi todos los países de Iberoamérica. Pero particularmente con Perú y Venezuela los argentinos tenemos una enorme deuda de gratitud, por los amplios apoyos recibidos. Lo mismo puede decirse de la Libia de Gadafi, que envió varias toneladas de pertrechos muy modernos, la mayor parte de los cuales ni habría sido usado, posiblemente por carencias de entrenamiento y problemas logísticos en Malvinas.
Así las cosas, el balance del poder nos era muy desfavorable a los argentinos, sobre todo con la carga de los condicionamientos ideológicos, fruto de la colonización cultural de las cúpulas gobernantes adocenadas.
Cabe expresar que el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), pasó a ser letra muerta a partir de su clara violación por parte de EEUU y Canadá básicamente, que vetaron todo apoyo a Argentina. Dicho tratado era otro de los engendros frutos de la Guerra Fría, que fue usado para el bloqueo a Cuba, la invasión a Santo Domingo y otros fines similares, siempre “en defensa del mundo libre, occidental y cristiano”, pese a ser todo eso una gigantesca falacia, ni libre, ni circunscripto a Occidente ni de valores cristianos.
Por otra parte, debe enfatizarse que pese a lo impopular de la Junta de Comandantes usurpadora del poder en Argentina, la reconquista de las islas tuvo enorme apoyo popular, pues es sin duda una Causa Nacional de muy larga data.
Las acciones bélicas en gran escala se iniciaron el 1 de mayo de 1982, al arribar el convoy agresor a inmediaciones de Malvinas, con el prolegómeno de algunos breves enfrentamientos en Las Georgias del Sur, poco antes. La breve pero intensa guerra duró hasta el 14 de junio de 1982.
Los agresores colonialistas evaluaron también atacar a Argentina en el continente, y un helicóptero británico se destruyó en el sur de Chile, cerca de la frontera argentina, en un presunto operativo comando abortado.
El desgaste sufrido por ambos bandos fue considerable, y solo mucho después se supo que los enconados ataques británicos de los últimos días, eran consecuencia que estaban usando los últimos recursos disponibles en el escenario de guerra, pues varios transportes, sobre todo el Atlantic Conveyor, habían sido hundidos por los aviones argentinos, y los suministros escaseaban del lado británico, además que el grueso de la flota de guerra estaba en muy mal estado. Por algo la flota agresora no fue presentada en las islas, al producirse la rendición argentina.
Allí la inteligencia británica exhibió la cifra “políticamente correcta” de las bajas oficialmente reconocidas a consecuencia de la guerra: Gran Bretaña 255 muertos y 775 heridos, Argentina 649 muertos y 1068 heridos.
Las cifras de Argentina son reales, mientras que las británicas con claramente falseadas, por algo ocultaron la información como secreto de Estado por largo tiempo.
Analistas serios y muy bien documentados, estiman las bajas británicas en un mínimo de 1029 muertos, existiendo detalles de eso en función de los combates y de los navíos y aeronaves destruidos y dañados de las fuerzas invasoras colonialistas. Muy posiblemente soportaron más de 1250 bajas.
Treinta y un barcos británicos suman los hundidos, más los averiados y fuera de combate. Reconocieron ocho hundimientos, pero muy probablemente el portaaviones Invincible –atacado certeramente por la Fuerza Aérea Argentina- fue hundido, y reemplazado de urgencia para ocultarse el hundimiento –por motivos políticos- por otro viejo buque similar que iba camino al desguace.
Cuarenta y cinco aeronaves británicas fueron destruidas en combate, además de varias perdidas en accidentes, y un número no precisado enviado al mar en las bodegas del gigantesco carguero Atlantic Conveyor.
Según una película documental británica posterior a la guerra, solo mantenían operativo un escuadrón de cazas Harrier…¿que pasó con los demás?
Con semejante nivel de daños soportados por los invasores británicos, además de los combates y bombardeos en tierra, ¿tiene lógica la cifra “oficial” de bajas de sus fuerzas? ¡Sin duda no!
Seguramente no incluyeron tampoco las bajas de los mercenarios gurjas, y de los tripulantes chinos, embarcados de urgencia en Hong Kong.
El altivo orgullo imperial no podía reconocer el enorme castigo recibido de un país del tercer mundo.
Dadas las claras amenazas de arrojar bombas atómicas sobre algunas importantes ciudades argentinas, el papa Juan Pablo II viajó de urgencia a Argentina para tramitar nuestra rápida rendición.
Por otra parte, según testimonios recogidos de oficiales de las FFAA argentinas, posteriormente a la guerra, militares norteamericanos reconocieron que tenían instrucciones de intervenir directamente, si los británicos hubiesen sido derrotados en los combates finales en Malvinas.
Resultan claros y contundentes los apoyos a la postura argentina por la disputa de los tres archipiélagos australes, tanto en los organismos regionales de Íbero América y El Caribe, como en las asociaciones de los países antes agrupados como los No Alineados, de los cuales posiblemente la agrupación actual más representativa es el G-77 Más China. Incluso en la ONU la posición argentina recibe adhesiones, las que quedan neutralizadas por el poder de veto de Gran Bretaña y de EEUU en el Consejo de Seguridad.
No solo debe considerarse la muy irritante situación de sostenimiento totalmente anacrónico del estatus colonial, en la cual persiste tozudamente la vieja potencia imperial, ni tampoco la cuestión de focalizarse exclusivamente en las legítimas reivindicaciones de Argentina de parte de su patrimonio territorial usurpado por la fuerza. Cobran especial y creciente relevancia los factores de gran importancia geopolítica que están en juego, los que sin duda constituyen la motivación principal por la cual Gran Bretaña persiste en pretender desconocer las sólidas bases históricas, geográficas y políticas que sustentan la postura argentina, con la solidaridad de Íberoamérica, El Caribe y diversas naciones del antes llamado Tercer Mundo.
La disputa por la soberanía de los tres archipiélagos involucra las enormes riquezas pesqueras, petrolíferas y posiblemente mineralíferas del Atlántico Sur; y sus proyecciones muestran su importancia en la disputa por la soberanía de extensas porciones antárticas, reclamadas por Argentina y Chile, también pretendidas por Gran Bretaña (pese a ser un país del Hemisferio Norte, sin vinculación geográfica con La Antártida).
Además, la presencia británica es una intromisión en el Mar Argentino, el cual se sitúa en la Plataforma continental, dentro de la cual están Las Malvinas.
Desde allí también se influye en el Estrecho de Magallanes, y el Pasaje de Drake, que son las únicas vinculaciones naturales entre el Atlántico y el Pacífico.
Por otra parte, desde Malvinas, la agresividad británica amenaza a La Patagonia, extenso territorio en su mayoría argentino, sobre el cual las ONGs británicas (principalmente) y norteamericanas realizan acciones de zapa para promover el racismo ultra indigenista; y pautas de ecología cavernaria, cuyas verdaderas finalidades son mantenernos anclados en el subdesarrollo crónico.
Puede constatarse que hay mucho en juego, además de la dignidad nacional. Por ello, solo puede ser fruto del desconocimiento, de la superficialidad, o de asumir posturas encubiertas pro británicas, que algunos opinantes tilden de “patriotera” la firme posición argentina al respecto.
Tan desubicada esa calificación, como tratar de “patrioteras” la resistencia de EEUU a la invasión británica de 1812, la defensa cubana en Bahía de Cochinos, la rebelión de España contra la invasión napoleónica, o la combatividad rusa ante la Operación Barbarroja.
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.


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