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miércoles, 26 de febrero de 2014

23-F. Terminó como una Comedia lo que pudo ser una Tragedia


Este año se cumplen los 33 años del intento fallido de golpe de Estado protagonizado por algunos mandos militares, que tuvo su momento más dramático y mediático en la toma del Congreso de los Diputados, por parte del teniente coronel Tejero. 

Los hechos que voy a referir están avalados por libros de autores que los han vivido, han investigado en los archivos militares y se han entrevistado con algunos de los protagonistas.
23 febrero 1981. Tejero en la tribuna del Congreso de Diputados
Antecedentes

El ejército español salido del franquismo era eso, franquista en su mayoría. Por lo tanto se consideraba el guardián de la ortodoxia. En principio el rey Juan Carlos, como heredero designado por Franco, tenía la confianza de las fuerzas armadas.

La primera crisis de confianza ocurrió cuando fue autorizado el XXX Congreso de UGT, el 15 de abril de 1976, bajo el mandato de Arias Navarro. Éste fue sustituido por Suárez en julio de 1976.
Adolfo Suárez
Adolfo Suárez convocó elecciones para el 15 de junio de 1977. Parece ser que hubo tuvo una reunión con altos mandos de las fuerzas armadas, quienes le exigieron que no legalizara el PCE, a lo que Suárez parece que respondió que, con los estatutos que en ese momento tenía el PCE, no se le podía legalizar. 

De la reunión, los militares salieron muy satisfechos.

En un encuentro secreto entre Suárez y Carrillo, se produjo un pacto por el que el PCE aceptaba formalmente la bandera y la monarquía si se le legalizaba. Y el famoso Sábado Santo se legalizó el PCE.

A partir de ese momento, las más altas jerarquías militares consideraron que Suárez y el rey habían traicionado a Franco. El ministro de Marina, Gabriel Pita da Veiga, que había sido ministro con Carrero Blanco y Arias Navarro en vida de Franco, dimitió irrevocablemente. 

No se pudo encontrar ningún sustituto entre los almirantes y vicealmirantes en activo y se tuvo que recurrir a uno retirado, Pery Junquera. 

Además hubo una reunión de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM); no se sabe a lo que se hubiera llegado, y no llegó a más porque el vicepresidente Gutiérrez Mellado y el rey lo pudieron parar.

Llegaron las elecciones del 15 de junio. Las FF.AA temieron que entre el PSOE y el PCE tuvieran mayoría en el Parlamento. 

Por lo tanto el día 14 se decretó una alerta máxima y la JUJEM se reunió de forma ininterrumpida hasta la madrugada del 16. Incluso ordenaron a las unidades armadas que estuvieran preparadas para salir a la calle. 

En la mañana del 16, cuando se supo que había ganado UCD y que PSOE-PCE no tenían mayoría, se terminó la reunión. Todo esto hace sospechar que había la intención de impedir por todos los medios un gobierno PSOE-PCE.

La inquietud militar no decreció y a mediados de septiembre de 1977 se reunieron, con el máximo secreto en una urbanización de Xátiva, lo más granado de los generales. 

Estaban ex-ministros, además de Pita da Veiga, De Santiago y Álvarez Arenas, el jefe de la División Acorazada sita en Madrid, Milans del Bosch, Coloma Gallegos, Cabezas Calahorra, general de División Iniesta Cano, general de Brigada Cano Portal… y otros en activo, con mando de capitanía general, como Elícegui Prieto, Merry Gordon, Campano, González del Yerro, Fernández Posse, Manuel de la Torre, etc. 

Todos tenían la consigna de ir vestidos de paisano.

Allí trataron del modo de cambiar totalmente la política española. 

Unos, la mayoría, querían quitar al rey, tratándolo como un traidor e incluso alguno habló de fusilarlo, defendiendo una república presidencialista militar. 

Hubo un general, Milans del Bosch, de familia de militares de tradición monárquica, que defendió la solución “primoriverista”, o sea que se pusiera un gobierno militar de acuerdo con el rey como Jefe de Estado.
Gabriel Pita da Veiga
Conjuras militares

Lo anterior fue el germen de varias conjuras militares. Concretamente al menos cuatro.

Del libro La Conspiración de Mayo de Martínez Inglés, son los siguientes párrafos remarcados. La primera de las conjuras es la ya mencionada en relación con la reunión de Xátiva:
A) Golpe duro a la turca 
Su nacimiento o sus orígenes hay que buscarlos en la ya comentada reunión de Játiva de septiembre de 1977, donde la cúpula militar, después de la legalización del Partido Comunista (9 de abril) y de las primeras elecciones democráticas (15 de junio), sienta las bases (su peculiar doctrina golpista salvadora de la patria en peligro) para un eventual frenazo a la transición política española en el momento que considere más oportuno. 
A aquella reunión asistieron, entre otros, los generales De Santiago, Milans del Bosch, Álvarez-Arenas, Pita da Veiga (éste, vicealmirante), Prada Canillas Coloma Gallegos… 
Ese «espíritu de Játiva» no se perdería ya en los meses y años siguientes; antes al contrario, se afianzaría y fortalecería con el aporte ideológico de la trama civil (el aparato franquista todavía muy importante en aquellos momentos) y su entramado periodístico y de propaganda. 
Este movimiento involucionista, el más importante y peligroso de todos los que intentaban abrirse camino en la atormentada España del otoño de 1980, recibe nuevos bríos e ideas operativas con el golpe de Estado en Turquía (septiembre de 1980), plasmado por el coronel Quintero, agregado militar en Ankara, en su ya famoso Informe de noviembre de ese mismo año. 
De ahí que haya sido bautizado con el sobrenombre de «golpe a la turca», aunque también se le conoció inicialmente como «Operativo Almendros» (pseudónimo con el que publicaba sus arengas panfletarias en el periódico El Alcázar) o «golpe de los capitanes generales».
El segundo de los episodios también tuvo su origen en el mismo lugar. Es el de Milans:
B) Golpe «Primorriverista» de Milans 
Desgajado del anterior por las ideas férreamente monárquicas del general Milans del Bosch, toma carta de naturaleza a partir de mediados de 1980. 
Milans acude en septiembre de 1977 a la reunión de Játiva y es, por lo tanto, «socio fundador» del gran movimiento franquista que se pone en marcha desde ese momento. Pero no está de acuerdo en prescindir del rey. 
Desde meses atrás, desde el 9 de abril de ese mismo año («Sábado Santo rojo») no había dejado de acariciar la idea de una acción contundente del Ejército para modificar en ciento ochenta grados el rumbo político del país, siempre respetando la institución monárquica. 
En aquella ocasión, a pesar de tener todas las bazas en su mano al estar al mando de la unidad operativa más poderosa del Ejército español (la División Acorazada Brunete n.º 1), no se atrevió, tras las sutiles recomendaciones del rey que ya conocemos, a dar el gran salto hacia adelante. 
Después de Játiva, impulsó decididamente una acción fuerte y coordinada contra la nueva democracia española, pero dejando siempre bien patente su oposición a una hipotética república presidencialista aunque ésta fuera dirigida por un militar. 
Su pensamiento aparece muy claro en los círculos de la conspiración: el Ejército debe «salvar» a la patria una vez más, pero con la efigie del monarca elegido por Franco presidiendo las salas de banderas.
La tercera conjura es la derivada de la ”Operación Galaxia”:
C) Golpe de “Los Espontáneos” 
Llamado también «golpe primario» por el CESID y los Servicios de Inteligencia Militar, salió a la luz pública en noviembre de 1978 al desmantelar la policía la «Operación Galaxia», denominada así por ser en la cafetería madrileña del mismo nombre donde sus dos principales promotores, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y el comandante del Ejército destinado en la Policía Nacional, Ricardo Sáenz de Inestrillas, planificaban sus acciones. 
Estos militares pretendían, antes de que en España se votase la Constitución, asaltar el palacio de La Moncloa mediante una acción espectacular (al estilo de la realizada en Nicaragua por Edén Pastora, el Comandante Cero) para secuestrar al Gobierno en pleno y provocar con ello una reacción en cadena dentro del Ejército, muy sensibilizado por aquellas fechas. 
Contaban para ello con tres centenares de guardias civiles y policías, mandados por algunas decenas de oficiales y suboficiales de plena confianza. 
La detención y posterior procesamiento en consejo de guerra de ambos implicados, que se saldó por presiones corporativas con unos pocos meses de condena testimonial, no lograron, más bien al contrario, paralizar los planes golpistas de este reducido colectivo desestabilizador. 
Es más, a lo largo de los años 1979 y 1980 siguió conspirando con la idea de llevar adelante sus esperpénticos deseos.
El último de los episodios resultó el más importe y el que más consecuencias podía tener:
D) «Solución Armada» 
Planificada por el general Armada, asumida por el rey Juan Carlos, consultada y después aceptada por la JUJEM (Junta de Jefes de Estado Mayor). 
Los planes en marcha contemplaban el máximo respeto posible a la Constitución y a las normas democráticas vigentes en España y consistían, en esencia, en que inmediatamente después de la previsible dimisión de Adolfo Suárez (en cuya consecución se trabajaría coordinadamente en aras de buscar una rápida solución a la crisis), el rey, en uso de sus atribuciones constitucionales, presentaría al Congreso una reconocida personalidad de las Fuerzas Armadas, de talante abierto y conciliador, que obtuviera de inmediato el respaldo suficiente de la Cámara como futuro presidente de un Gobierno de concentración o salvación nacional. 
Armada, hombre de la máxima confianza del monarca, empieza a mover los hilos de esta solución político-militar a partir del verano de 1980. 
Patrocina contactos con conocidos dirigentes políticos de UCD (sector crítico), del PSOE, de Alianza Popular, del PCE… y, por supuesto, con generales de la cúpula militar fieles a la monarquía, incluido el capitán general de Valencia, Milans del Bosch. 
Armada conoce muy bien tanto lo que prepara el grupo de tenientes generales contrarios al sistema (el golpe duro o «a la turca»), como la variante involucionista auspiciada por este general monárquico de tradición familiar proclive a la asonada.
Movimientos de Armada
Concretamente, las personas conocidas del PSOE con las que contactó Armada fueron Enrique Múgica y Ciurana, el alcalde de Lérida. En el PCE se sabe que contactó y se puso de acuerdo con Tamames y con Solé Turá. 

Por lo que parece en la dirección de ambos partidos no estaban enterados, o no lo estaban totalmente. 

Tanto Tamames como Solé, estaban prácticamente fuera del PCE. 

De hecho, Tamames no asistía ya desde hacía meses a las reuniones del Comité Central y, poco después del 23-F, abandonó el PCE. Solé, que en realidad era del PSUC, poco más aguantó y acabó ingresando en el PSC.

A todo esto, el gobierno de Suárez respondió con traslados militares. Desplazó al general Armada desde la Casa Rreal, con la oposición de Juan Carlos, a gobernador militar en Lérida y luego al cargo de segundo jefe del Estado Mayor, tomando posesión el 12 de febrero de 1981. 

A Milans le desplazó de la jefatura de la División Acorazada en Madrid hasta la capitanía de la III Región Militar sita en Valencia, lo que provocó su enfado. 

En ambos puestos Gutiérrez Mellado puso militares de su confianza. 

En la División Acorazada puso al general Juste y como capitán general de la Primera Región Militar a Quintana Lacaci. Como secretario del rey se colocó al general Sabino Fernández Campo.
Jaime Milans del Bosch
El «Operativo Almendros», en sus escritos establecían que se producirían acontecimientos cuando florecieran los almendros en primavera. 

Se fijó el golpe duro para el 2 de mayo de 1981. 

Este grupo conspirador publicó varios artículos en el periódico El Alcázar. Por ello, desde el último trimestre de 1980, Armada, informado por los Servicios de Inteligencia, empezó a actuar manteniendo una información puntual con La Zarzuela.

El plan de los militares confabulados en Xátiva consistía que en la madrugada del 2 de mayo de 1981, las unidades de la II Región Militar (Sevilla), III Región Militar (Valencia), IV Región Militar (Barcelona), V Región Militar (Zaragoza), VII Región Militar (Valladolid), VIII Región Militar (La Coruña), se pusieran en marcha rodeando Madrid, parándose a unos 100 kilómetros de la capital. 

Este plan tenía la oposición de la JUJEM y de los capitanes generales de Madrid, Burgos, Granada y Canarias.

Esto se denominaba “Operación Móstoles” y proyectaba, desde el cerco, obligar a la rendición del rey y del gobierno. 

De tal forma que proyectaban dominar la capital sin disparar ni un solo tiro. 

Si no conseguían sus propósitos, el día 3 a las 7 de la mañana avanzarían hasta unos 30 kilómetros de la capital, también con órdenes de no disparar. 

Y si no se consiguiera, al día siguiente tendrían carta blanca para el uso de la fuerza para tomar el poder.
General Alfonso Armada
Posteriormente se nombraría un Directorio Militar que daría todos los poderes a Milans, lo que significaría una nueva dictadura. Se consideraba que Milans tenía carisma entre los militares. 

El problema es que procedía de cinco generaciones de generales monárquicos y él lo era hasta la médula. Por ello dudaba, pues no estaba de acuerdo en deponer a Juan Carlos.

Para adelantarse al golpe de los capitanes generales, Armada, decidió ejecutar sus planes para mediados el mes de marzo de 1981, y barajó el día 21. 

Pero aconsejado por los Servicios de Inteligencia decidió que la actuación sería el 23 de febrero.

Armada tuvo claro que debería incorporar a Milans a su proyecto. La idea era conservar la monarquía con Juan Carlos, nombrar un gobierno presidido por Armada y compuesto por personalidades de los partidos más importantes. 

Para ello tenía que ser un gobierno respaldado por el Parlamento. Entonces se necesitaba forzar a este Parlamento a aprobar la maniobra.

Cuando a mediados de octubre de 1980 se entrevistó Armada con Juan Carlos le dijo:
Majestad, están en juego la Corona, la democracia y su propia vida. Es urgente y totalmente necesario parar a los capitanes generales. Y para ello, debemos contar con el general Milans. Sin él, todo estará perdido.
En respuesta a estos «consejos» de su entorno más íntimo, el rey Juan Carlos (según reconocerían el propio Armada y el general Milans del Bosch años después en conversaciones privadas durante su permanencia en la prisión militar de Alcalá de Henares, en unos momentos especialmente dramáticos para ambos) autorizó al primero de ellos, Alfonso Armada y Comyn, a consensuar lo más rápidamente posible un hipotético Gobierno de concentración o unidad nacional, presidido por el propio Armada.

Plan Armada-Milans

Armada se entrevistó con Milans el 17 de noviembre de 1980 en Valencia. Le expuso su plan. Milans no aceptó totalmente el plan y puso otras condiciones que se aproximaban a la conjura de los capitanes generales. 

La cosa quedó en el aire y Milans le dio largas a Armada.
El rey Juan Carlos y Milans del Bosch
Desde esta entrevista se gestó un nuevo plan se podía llamar “Solución Armada- Milans” de corte pseudo-constitucional y pacífico en principio, pero trufado de las irrenunciables exigencias de Milans, que le convertirán de hecho en algo mucho más peligroso, cuestionable y, por supuesto, inconstitucional e ilegal.

Exigencias tales como la de incluir en el nuevo plan la operación de «los espontáneos», con el fin de humillar a los políticos y crear la imagen de una intervención en toda regla del Ejército en la vida nacional que satisficiera a los generales franquistas y diera la impresión a la ciudadanía y, sobre todo, a las amplias capas de la ultraderecha que conspiraban contra el régimen juancarlista, de que se acometía un verdadero cambio en la dirección general del país; o la de que los ministerios de Defensa e Interior del nuevo Gobierno recayeran en manos militares (el primero de ellos en las del propio Miláns, quien, ante la negativa del rey a que hubiera más generales en el Ejecutivo de Armada, tendría que conformarse finalmente con el cargo de PREJUJEM, Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor); o la promesa de un mayor protagonismo de las FAS en la lucha contra el terrorismo etarra para terminar con él cuanto antes, incluso por la vía de la intervención directa.

Los siguientes párrafos son de La conspiración de mayo:
La principal y más importante «sugerencia» del general Milans, asumida por el rey tras largas y profusas dilaciones el 13 de febrero de 1981, diez días antes del desencadenamiento de la operación Armada (23-F para el gran público), sería la siguiente:
El Gobierno de Armada solo debería durar dos años. Al cabo de los cuales, si la precaria situación (peor, según él, que la vivida por España en la primavera de 1936) por la que atravesaba la nación no se había resuelto, se debería ir a un Gobierno mucho más fuerte, de corte castrense, sin complejos ni remilgos de ninguna clase y rompiendo toda clase de ataduras con los partidos políticos que habían respaldado el anterior. Este nuevo Ejecutivo debería estar presidido por un militar con prestigio y autoridad.
El general Milans, que había contestado con un «Sí, con reservas» a la propuesta de Armada en la reunión celebrada entre ambos en la Capitanía General de Valencia el 10 de enero de 1981 (y en la que estuvieron presentes algunos muy cercanos colaboradores del capitán general), cuando ya tenía sobre la mesa la promesa de los capitanes generales «rebeldes» (no concretadas, es cierto, en todos sus extremos hasta el 12 de febrero) de ser jefe del nuevo Estado nacional tras el pronunciamiento del 2-M, no se había postulado, obviamente, ni ante el monarca ni ante su valido para ser el presidente de ese futuro Gobierno militar a instaurar en España tras el hipotético fracaso del segundo de ellos. 
Así que recibió con sumo agrado el importantísimo ofrecimiento del primero, materializado en la tarde del 13 de febrero de 1981, para convertirse, en 1983, en un nuevo Miguel Primo de Rivera redivivo.
Era un ofrecimiento que a todas luces evidenciaba entonces, y con mucha más fuerza lo hace ahora, que los Borbones no aprenden nunca de sus pasados errores, aunque en esta ocasión resulta meridianamente claro para cualquier oteador privilegiado de la historia de este país (sobre todo de la militar) que el rey Juan Carlos I, asustado por el cariz que estaban tomando los acontecimientos en el terreno castrense, quería atraerse al prestigioso general Milans a su campo como fuera, a toda costa, con una propuesta que éste no pudiera rechazar… 
Pero que ni él mismo tenía muy claro deseara cumplir. Vista la rapidez con la que actuó en su contra, llamándolo «desleal» y llevándolo a galeras por treinta años, cuando en las horas subsiguientes al demencial 23-F vio resueltos todos sus viejos problemas y, por el contrario, tanto él como su compañero Armada, amenazaban con convertirse en otro nuevo, y muy peligroso, para su amada corona.
Esta operación fue conocida por el CESID, que por indicaciones de La Zarzuela cooperó para apoyarlo. 

También lo supo el Servicio de Información de la Guardia Civil, que recibió órdenes de ayudar a Tejero.

Al final Milans aceptó el plan el 21 de febrero. En esto puede recordar a Franco en 1936, que estuvo dudando y se apuntó al golpe de estado a última hora.

Cronología de los últimos días

12 de febrero, jueves.- Tres jefes de EM visitan a Milans en Valencia con la Directiva del Planeamiento del 2 de mayo. Le ofrecen la jefatura suprema del alzamiento, el cargo de Generalísimo de las FAS y la Jefatura del gobierno que se forme.

13 de febrero, viernes.- Armada, enterado de la anterior entrevista informa al rey. Por ello el rey habla, secráfono en mano, con Milans. Trata por todos los medios de llevarlo definitivamente a su causa. Le ratifica los anteriores ofrecimientos de Armada (cargo de PREJUJEM) y le dice que acepta su propuesta de instaurar en España, si en dos años no se ha enderezado la transición a través de lo que prepara Armada, un Gobierno fuerte de corte militar del que él será su presidente, suspendiendo la Constitución si fuera necesario.

14 de febrero, sábado.- Armada habla con Milans y le dice que el futuro de la monarquía está en sus manos.

17 y 18 de febrero, miércoles y jueves.- Cuatro capitanes generales presionan de nuevo a Milans. Éste calla y otorga.

21 de febrero, sábado.- El rey llama de nuevo a Milans, que por fin acepta unirse a la solución propuesta por el monarca.

Dimisión de Suárez

Desde hacía más de un año gran número de diputados de UCD hacían la vida imposible al gobierno de su propio grupo político. 

También se presionaba desde las potencias de la OTAN para que España se incorporara a la organización, a lo que Suárez se oponía. 

En las fuerzas armadas se oía de forma continua ‘ruido de sables’.

Por último, y muy importante, el rey Juan Carlos le hacía el vacío y no vacilaba en criticar al presidente del gobierno en sus conversaciones con personalidades de dentro y fuera de la política. Intentó que Suárez promoviera la integración en la OTAN e intentó que hiciera un gobierno de coalición con la oposición. No consiguió que Suárez aceptara.

Con todo esto se hizo imposible el gobierno y Suárez dimitió el 29 de enero de 1981, para sorpresa del rey que no se lo esperaba. 

La primera reacción del rey, lo que ofendió a Suárez, fue consultar a Sabino Fernández Campo lo que tenía que hacer. 

Éste le aconsejó que ganara tiempo aprovechando que el congreso de UCD en Mallorca se atrasaba por huelga de los controladores aéreos.

El mismo 29 de enero, Suárez, dijo la razón de su dimisión: “Dimito porque no quiero que el sistema democrático, tal como nosotros hemos deseado, sea, una vez más, un simple paréntesis en la historia de España”.

Vídeo dimisión de Adolfo Suárez

La dimisión de Suárez supuso un revés para los conspiradores, aparentemente se habían quedado sin excusa para actuar. 

Pero los objetivos reales del golpe iban mucho más allá que conseguir un simple cambio de presidente.

- Al día siguiente Emilio Romero publicaba en ABC un artículo en el que se hablaba de la “solución Armada”.

- El 3 de febrero Armada habló con el coronel Ibáñez Inglés, ayudante de Milans, y valoraron la nueva situación creada con la dimisión.

- El 4 y 5 de febrero tuvieron los reyes el viaje a Euskadi, con los incidentes de la Casa de Juntas de Guernika.

El 6 de febrero los reyes estaban en Baqueira y se citaron con Armada en un restaurante de Arties para cenar, pero tuvo que suspenderse pues la madre de la reina murió casi repentinamente. 

La reina se trasladó a Madrid, pero el rey se quedó y se realizó la reunión con Armada en casa. Estuvieron reunidos hasta las tres de la mañana. Entonces el rey, a esa hora, llevó a Armada en coche al Parador del Valle de Arán.

Se propuso como presidente de gobierno a Leopoldo Calvo-Sotelo. Juan Carlos tuvo que someterse a lo establecido en la Constitución, lo que le obligaba a realizar consultas -al menos formales- con Felipe, Carrillo y Fraga.

El 16 hubo otra entrevista, concertada por Milans, entre Armada e Ibáñez. El 17 se entrevistaron, con motivo de un acto en la Escuela Superior del Ejército, el rey y Armada. 

El 18 Ibáñez Inglés, en conversación telefónica, estableció con Tejero la fecha definitiva de la “Operación Congreso”. 

Se pensó en el viernes 20 en la investidura de Cavo-Sotelo, pero por fin se decidió el lunes 23, pues la votación se repetiría.
Leopoldo Calvo Sotelo
El 23-F
El siguiente párrafo es del libro Un rey golpe a golpe:
José Luis Cortina Prieto, jefe de la Agrupación Operativa de Medios Especiales (AOME) del CESID, se encontró con el entonces embajador de los Estados Unidos en Madrid, Terence Todman, y con el nuncio del Vaticano, monseñor Innocenti. Cortina también se reunió el día21 la noche, en Madrid, con Antonio Tejero, Alfonso Armada y Vicente Gómez Iglesias (su mano derecha en el CESID). 
Fue en esta reunión en la que Armada se descubrió personalmente delante de Tejero como jefe de la operación. 
Cortina le indicó al guardia civil que los socialistas no darían nada de guerra, que aceptarían lo que se les propusiera, que también veían la necesidad de un golpe de timón. 
Se le explicó, al parecer no demasiado bien, que su operación en el Congreso se tendría que reconducir hacia el objetivo político de Armada según declaración que hizo en el juicio a Tejero, en aquel momento le dieron a entender que el nuevo gobierno sería sólo de militares, y que el verdadero jefe era el rey, que lo apoyaba totalmente. 
Armada en concreto le explicó: “La monarquía necesita robustecerse, por ello Su Majestad me ha encargado esta operación”. Matizó, además, que “la Corona y la Democracia seguirían incólumes,… aunque ya hay varios decretos que entrarán inmediatamente en vigor”. 
También le revelaron que tanto el Vaticano como el gobierno norteamericano habían sido sondeados, y que la Administración Reagan les había prometido ayuda. 
En vísperas del 23 de febrero, el comandante Pardo Zancada, de la División Acorazada (DC) Brunete, viajó a Valencia para entrevistarse con Milans del Bosch, el verdadero jefe militar de toda la operación. Milans también conversó con Armada. 
A primeras horas del 23 de febrero, Milans reunió a los mandos de la III Región Militar y les informó que en Madrid se iba a producir un hecho “grave e incruento” que se conocería por la radio, que el rey estaba enterado y que el general Armada daría las órdenes oportunas desde La Zarzuela. 
Al mediodía Tejero seleccionó los guardias civiles a los que no les informó de lo que iban a hacer ni donde irían. Después de comer les dieron los fusiles y les hicieron subir a los autobuses.
Después de las 5 de la tarde llegó inesperadamente a la División Acorazada Brunete, el general Torres Rojas, gobernador militar de A Coruña. Quienes ya estaban informados del golpe (Pardo Zancada, entre otros), aprovecharon el momento para compartir el secreto con otros mandos militares.
23F. Gutiérrez Mellado y Suárez se enzarzan con los golpìstas
Sobre las 16:30, veinte agentes de paisano del Servicio de Información de la Guardia Civil, bajo el mando del teniente Suárez Alonso, llegan a las inmediaciones de la Carrera de San Jerónimo y cierran las calles que confluyen en el Congreso de los Diputados, para facilitar la llegada de Tejero y sus hombres.
Dice Amadeo Martínez Inglés:
Entra Tejero en el Congreso, pero de una forma alocada y tercermundista, con el agravante de ser escuchado en directo por toda España a través de la radio. 
Resulta así una acción esperpéntica, capaz de producir vergüenza ajena al más chapucero dictador caribeño: tiros, empujones, gritos cuarteleros…, bochorno nacional en suma. 
Ante la situación, Armada y el rey se asustan. 
El rey había establecido límites a Armada: ni violencia, ni soldados, discreción máxima, lo mismo que respeto, «en lo posible», a las formas democráticas y constitucionales que conformaban en sí mismas las señas de identidad de la Corona.
Armada llama al rey para solucionar el tema de Tejero, pero el rey, aconsejado por Sabino Fernández Campo, decide abandonar la operación, y le ordena que siga en su destino militar a las órdenes del general Gabeiras. Y le prohíbe ir a palacio. 

El rey teme que su nombre se asocie a la vergonzosa intentona.

Juan Carlos monta su Estado Mayor, con ayuda de su fiel Sabino de jefe de operaciones, a fin de salvar el proceso de la situación política creada.

El rey y Sabino inician una frenética ronda telefónica con las diversas Capitanías Generales para tratar de atraer a todos sus titulares (antidemócratas viscerales la mayoría de ellos) a un frente democrático- monárquico contra el golpe militar en desarrollo, que presentan, en principio, como minoritario, totalmente ajeno a ellos, y sin cabeza directora visible, puesto que ni Milans, ni mucho menos Armada, son reconocidos como sus dirigentes.
Sabino Fernández con el rey
En la comunicación a los capitanes generales el rey les dijo que la monarquía condenaba el asalto al Congreso por Tejero.

Algunos de estos capitanes generales retrasan horas la entrevista. Según manifestaciones de Milans, nueve años después, ese retraso estuvo producido porque, varias Regiones Militares, le animaban a que con su fuerza acorazada avanzara sobre Madrid.

Armada intentó retomar la iniciativa a media tarde, sin querer darse cuenta que ha perdido el apoyo de La Zarzuela. Fue al Congreso y trató de convencer a Tejero. 

Estuvo hablando con él, contando el pacto que tenía con Milans. Tejero le dijo que él no cumplía más órdenes que las de éste. Armada le mostró la lista que llevaba del gobierno que quería proponer. Al ver que en la lista había miembros del PSOE y del PCE, se negó a seguir escuchándole y le obligó a salir de allí.

En la Acorazada Brunete el general Torres Rojas empezó a actuar convenciendo a su jefe el general Juste. Con la ayuda del coronel San Martín, de forma algo pasiva pues era más partidario del golpe duro, y del comandante Pardo Zancada, empezó a destacar algunas unidades a TVE y RNE.
El capitán general de la I Región Militar Quintana Lacaci, ordenó que las unidades volvieran a sus cuarteles.

En Valencia, Milans había sacado los carros de combate a la calle, impuesto la ley marcial y decretado el toque de queda. 

Al no tener noticias de Armada y saber que La Zarzuela condenaba el asalto al Congreso, montó en cólera por sentirse traicionado. 

Conversa con el rey en conversación muy tensa, y se niega a revocar las órdenes que había dado y le espeta al rey palabras muy duras:
-Aquí lo que pasa, majestad, es que algunos no tienen lo que hay que tener para llegar hasta el final. 
Esto no era lo pactado.
En Valencia Milans había sacado los carros de combate  a la calle, impuesto la ley marcial y decretado el toque de queda
Según Amadeo Martínez Inglés:
Juan Carlos intenta calmarle, con la campechanía en el trato, aunque los resultados son modestos, pues la situación para el capitán general de la III Región Militar, que es la única autoridad militar que ha declarado la ley marcial es delicada. 
Si su supremo valedor, su jefe supremo, la más alta autoridad del Estado a favor de la cual él ha dado semejante paso al frente, se desmarca totalmente de la operación alegando «inasumibles defectos de forma» y ordena la vuelta atrás con urgencia… su situación personal y profesional puede convertirse en desesperada en muy pocas horas. 
Máxime teniendo en cuenta que el general Armada, según el propio monarca, ni se encuentra en La Zarzuela, donde según los planes iniciales debería estar en esos momentos, ni controla la División Acorazada Brunete, que permanece paralizada por ausencia de órdenes suyas, y ni siquiera está localizable en su despacho del Estado Mayor del Ejército en Cibeles.
El Estado Mayor de la III Región Militar le comunica que estaba en condiciones de lanzar las primeras vanguardias de carros (el Batallón de Bétera estaba totalmente movilizado desde primeras horas de la tarde y disponía de medio centenar de carros M-47, prácticamente nuevos de motor, capaces de plantarse en Madrid en 8-10 horas) a partir de las 12 de la noche del 23-F.

Avanzada la noche Milans, cedió a las órdenes de La Zarzuela, decidió retirar los carros de combate de las calles y así se lo comunicó al rey y a los que le animaban a continuar. 

La realidad es que lo hizo a las cuatro de la madrugada. A partir de ese momento todas las Regiones Militares estuvieron a las órdenes de la JUJEM y se desactivó la alarma, salvo en el Congreso con Tejero.

Dice Patricia Sverlo en “Un rey golpe a golpe”:
El rey habla, por fin, por televisión, TVE, todavía la única. 
El país respira tranquilo. 
La democracia española y la Corona se han salvado. 
El «golpe de los golpes», el golpe que nunca existió, «el movimiento involucionista a cargo de unos cuantos militares y guardias civiles nostálgicos del anterior Régimen» (según la rebuscada teoría oficial del Gobierno de turno), el chapucero órdago político-militar-institucional patrocinado desde la más alta magistratura de la nación para desembarazarse de sus antiguos compañeros franquistas, que le tachaban de traidor y amenazaban su trono (los conspiradores del 2 de mayo), según la versión que más pronto o más tarde recogerá la historia de España… ha sido neutralizado. ¡Loado sea Dios!
Discurso del Rey el 23-F de 1981 (vídeo).

Leemos en La conspiración de mayo“:
Los dos generales monárquicos, Milans y Armada, serán elegidos como los «cabezas de turco» del tremendo desaguisado, los responsables directos de una alocada «intentona militar contra la democracia y el pueblo español», mientras que Sabino Fernández Campo será investido de todos los honores y pasará a la historia, junto con el rey, como la gran figura del 23-F: el hombre fiel, inteligente y valeroso que supo reconducir magistralmente la difícil situación político-militar por la que atravesaba el país, salvando de paso el Estado de derecho y las libertades de todos los españoles. 
Don Juan Carlos, por su parte, ganará muchos puntos ante los ciudadanos de este país, siendo venerado a partir de entonces como el «salvador y garante máximo de la democracia» en España y consiguiendo con ello asentar definitivamente su régimen monárquico que, en los últimos años, venía siendo severamente cuestionado por un franquismo residual, pero todavía poderoso, que no le perdonaba la «traición» al legado del Generalísimo.
El párrafo siguiente es de “Un rey golpe a golpe”:
Otra cosa rara, difícil de casar con la versión oficial que niega la participación del rey en el golpe, fue que, sorprendentemente, las líneas telefónicas de La Zarzuela no se cortaron. La centralita se saturó de llamadas. 
El mismo rey le comentó a Vilallonga años después para su biografía autorizada, cuando ya estaba tan metido en el papel de salvador de la patria que no controlaba lo que decía: 
“Si yo fuera a llevar a cabo una operación en nombre del rey, pero sin consentimiento de éste, la primera cosa en la que habría pensado sería aislarle del resto del mundo impidiéndole que se comunicara con el exterior. 
Y bien, esa noche yo hubiera podido entrar y salir de La Zarzuela a mi voluntad y, en cuanto al teléfono, ¡tuve más llamadas en unas pocas horas que las que había tenido en un mes! 
De mi padre, que se encontraba en Estoril -y que se sorprendió también mucho de poder comunicarse conmigo-, de mis hermanas que estaban las dos en Madrid e, igualmente, de los jefes de Estado amigos que me llamaban para alentarme a resistir”. 
Sabino, que era más listo, se encargó de que este párrafo fuera suprimido de la edición española del libro, en el momento en que se dio cuenta de que el rey había desvelado importantes detalles.
Por cierto, en ese libro de la biografía del rey, éste llamó traidor a Armada y así salió en la edición en Francia, pero no en España.

Lo que viene después es más conocido. 

Después de una noche donde se estuvo negociando con Tejero, la mañana del 24 de febrero se firmó el el “pacto del capó”, así llamado porque se firmó encima del de un coche. 

Por ese pacto se exoneraba a los subordinados de Tejero y de Pardo Zancada, que había entrado por la noche en el Congreso con algunos policías militares para apoyar a Tejero.

Escribe el autor del artículo La mentira final, 23-F el juicio de Campamento, publicado en Vórtice:
 Lo que ocurrió fue que, una vez fracasado el Golpe, Calvo Sotelo dio instrucciones para limitar las responsabilidades a lo conocido, no se debía ahondar en los puntos oscuros, con lo que los autores intelectuales y la dirección quedaban a salvo. 
La única investigación-denuncia llevada a cabo fue la propiciada por tres capitanes y un suboficial del CESID, que pusieron en cuestión la versión oficial. 
Su tesón enfrentándose a presiones, amenazas contra sus carreras y sus vidas, y proposiciones de ascenso por guardar silencio y olvidarse del tema, se materializo en el llamado ”Informe Jaudenes”. 
Informe que la cúpula del CESID inició el 30 de marzo cuando reglamentariamente tenían que haberlo iniciado el 25 de febrero fecha en la que ya se conocía toda la información relevante. (…) 
El informe Jaudenes es una de las claves más importantes para entender el clima de encubrimiento de la verdad que se vivió en el juicio. 
Si Calderón en ese momento secretario general del CESID, remitió el informe al juez instructor Escudero, Escudero prevaricó al ocultarlo a las defensas. 
Si Calderón no lo remitió, prevaricó Calderón, al incumplir con el deber que le marca la ley. 
De una u otra forma el informe fue ocultado y más tarde clasificado como secreto hasta los años 90. 
Una vez desclasificado se pudo constatar que parte de las declaraciones de Diego Camacho habían desaparecido y otra parte había sido retocada.
De la posible implicación del CESID, nunca ha salido a la luz publica nada.

Desde el 18 de febrero de 1982 hasta el 21 de mayo se desarrolló el juicio de los implicados en el 23-F en las dependencias militares de Campamento. 

En él fueron condenados a 30 años de reclusión Armada, Milans y Tejero. El primero salió después de 7 años en libertad, el segundo después de 9 años y Tejero en 1993 obtuvo el tercer grado y en 1996 salió en libertad provisional.
Portada del diario monárquico ABC. Sentencia del juicio 23-F. 
Concluye el artículo 
La mentira final, 23-F el juicio de Campamento:
El objetivo del juicio era salvar la participación del Rey y los principales líderes del momento y poner de cabeza de turco a la GC y a las FFAA, lo que no era nada difícil vista su participación, aunque conviene resaltar que la participación de los uniformados no fue para apropiarse del Poder sino para “servir” a la Corona.
Para Amadeo Martínez Inglés:
El 23-F puso fin a la Conjura de mayo y, en consecuencia, al poder militar en España. 
También, a cuatro años de enfrentamientos soterrados entre los generales franquistas y el rey. 
Se salvó así el delicado proceso político de la transición, pero el fin nunca puede justificar los medios empleados para conseguirlo; sobre todo si esos medios constituyen un peligro cierto de guerra civil.
El rey con Esperanza Aguirre
El post 33 años del 23-F. Terminó como una comedia lo que pudo ser una tragedia apareció por primera vez en Economía Zero.


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