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domingo, 11 de marzo de 2018

Ganan los Euroescépticos de izquierda y de derecha... Los votantes italianos mandan un serio aviso a Europa

Los votantes italianos mandan un serio aviso a Europa (y en España seguimos siendo obedientes europeístas)



Una mayoría de votantes italianos ha apoyado a candidatos euroescépticos en las elecciones generales de este domingo, después de décadas en las que Italia había defendido firmemente el proyecto europeo.
Los resultados dados a conocer por el Ministerio de Interior este lunes por la mañana, cuando todavía se está contando papeletas, apuntan a un Parlamento sin mayoría absoluta. 
Sin embargo, sigue existiendo la posibilidad de que la coalición de derecha y ultraderecha, con aproximadamente el 37% de los votos, pueda conseguir la mayoría una vez que se asignen los escaños.
Cualquier resultado representaría un repudio a Bruselas por parte de los votantes italianos, menos de dos años después de que Reino Unido eligiese en votación salir de la Unión Europea.
Las elecciones también marcan el ascenso político de dos partidos relativamente nuevos, hasta hace poco, considerados fuera de la primera línea en el poder. 
El Movimiento 5 Estrellas (M5S), que se define por ser contrario a la élite y que ha sido el partido más votado con el 31% de los votos; y el partido euroescéptico y contra la inmigración de La Liga, ha conseguido un resultado mucho mejor del esperado.
Mientras que durante la campaña el exprimer ministro Silvio Berlusconi lideró la coalición derechista, los resultados muestran que ha sido superado por su joven rival, Matteo Salvini, durante una campaña en la que Salvini hizo énfasis en el apoyo a políticas radicales contra los inmigrantes. Entre estas propuestas se incluye las  deportaciones masivas de inmigrantes que residen sin papeles en Italia.
Berlusconi bromea secando el sudor a su socio Matteo Salvini en una rueda de prensa el 1 de marzo.
Salvini, conocido por su retórica exagerada y a veces racista, dijo el lunes que los votantes han concedido a la derecha la misión de liderar el país, y restó importancia a la idea de que la coalición aún necesita un socio más para conseguir la mayoría.
“Soy alguien que cumple su palabra y nuestro compromiso es por una coalición de centroderecha que puede y debe gobernar”, dijo en referencia al “acuerdo de caballeros” al que llegó con Berlusconi para que el partido con más votos en la coalición fuera quien nombrara al próximo primer ministro.
También dijo que no formará una coalición con el M5S y declaró que el euro es una moneda condenada al fracaso, aunque descartó un referéndum sobre la pertenencia a la eurozona.
La coalición de centro izquierda liderada por el exprimer ministro Matteo Renzi, que ha dimitido finalmente este lunes, lo hizo peor de lo esperado al obtener tan solo el 19% de los votos. Todo esto ha provocado que desde su partido se pida su dimisión como líder del Partido Democrático. 
Aunque que su colaboradora más directa Maria Elena Boschi ganó un escaño por Tirol del Sur, en el norte de Italia, otras importantes figuras del partido como el ministro de Interior, Marco Minniti, y el de Cultura, Dario Granceschini, fueron derrotados.

El fulgurante fracaso de Renzi

“Renzi ha sido aniquilado en lo que es, probablemente, el ciclo de ascenso y caída más corto de la historia de la política italiana”, asegura desde Roma el analista Francesco Galietti. 
“Los datos confirman que el PD ha obtenido menos de la mitad del porcentaje que obtuvo en las elecciones europeas del 2014, y no pasará mucho tiempo antes de que las fuerzas de la izquierda contrarias a Renzi vayan directas a la yugular”.
Los resultados han sido extraordinarios, en parte porque reflejan un rechazo a un Gobierno que la mayoría de los analistas han definido como competente bajo el liderazgo del PD, que ha sido testigo de una importante mejora en la economía y ha adoptado una política que ha limitado el número de migrantes que vienen a Europa.
El escaso éxito del M5S en los ayuntamientos de Roma y Turín, donde ocupa las alcaldías desde las últimas elecciones locales, no ha disuadido a los votantes, a pesar de que el PD insistió en el mensaje de que un voto a ese partido traería el caos.
El partido populista, que había apoyado hasta hace poco un referéndum sobre el euro, suavizó su retórica antieuropea en la recta final de la campaña.
Este lunes, los analistas no tenían claro todavía qué harán los partidos para tratar de obtener una mayoría en el caso de un parlamento sin mayoría absoluta. El presidente de Italia, Sergio Mattarella, será el encargado de dirigir las conversaciones.
Entre las posibilidades, se incluye un matrimonio de conveniencia entre el M5S y el PD.
Los resultados también indican que Sicilia, durante mucho tiempo bastión de la Forza Italia de Berlusconi, está finalmente en manos del M5S. Entre los candidatos ganadores  está Piera Aiello, que vive bajo protección policial por las amenazas de la mafia y tuvo que cubrir su rostro durante la campaña electoral.
Traducido por Cristina Armunia Berges

Una Italia sin gobierno renueva su política

Federico Larsen| 
En las elecciones del domingo pasado, ninguna fuerza logró la mayoría absoluta. Los italianos castigaron a los partidos tradicionales y miran con preocupación las negociaciones para formar gobierno, que culminarán el 23 de marzo cuando comiencen los cabildeos para elegir primer ministro.
El Movimiento 5 Estrellas (M5E) arrasó. La Liga destronó al partido de Silvio Berlusconi en la alianza de centro-derecha. El oficialista Partido Democrático se derrumbó por debajo del 20% y entró en crisis. Mal debut para la izquierda de Liberi e Uguali que entra al parlamento por muy poco. Esas son, en síntesis, las principales conclusiones que dejaron las elecciones del pasado domingo en Italia.
Un panorama que, como se esperaba en la previa, deja un parlamento bloqueado, sin ninguna fuerza en condición de llegar a la mayoría absoluta por sí sola para poder formar un nuevo gobierno. 

El encargado de destrabar esta situación será, en los próximos días, el presidente de la república Sergio Mattarella, quien deberá reunirse con todas las fuerzas políticas y sondear su disponibilidad a establecer acuerdos que permitan dar vida a un nuevo Ejecutivo. “Ahora espero que los partidos demuestren responsabilidad, y prioricen el interés nacional”, advirtió en la previa de las consultas que empezarán tras la conformación oficial del parlamento, el próximo 23 de marzo.
Matteo Salvini, líder del ultraderechista y xenófobo partido La Liga, fue el más votado dentro de la coalición de centro-derecha y le ganó la conducción al octogenario Berlusconi. “No haremos pactos orgánicos con ningún partido”, aseguró Salvini en los últimos días acerca de la formación de un gobierno conservador. 

También descartó la posibilidad de un “gobierno técnico” para el país. Salvini, además, aseguró que en caso de que no se pueda formar un nuevo Ejecutivo prefiere “volver a las urnas”.
La estrategia sería entonces apuntar a una de las históricas características de la política italiana: el transfuguismo. En los últimos cinco años hubo unos 500 cambios de grupo legislativo dentro del parlamento italiano, de diputados y senadores elegidos por un partido y que luego cambiaron de bandera, algunos hasta diez veces. Si bien se trata de una práctica conocida, parece realmente difícil que el centro-derecha convenza a los 70 legisladores que le faltan para que voten a favor de un gobierno guiado por Salvini.
El otro candidato a convertirse en primer ministro es el jefe político del M5E Luigi di Maio. En este caso, además de los problemas aritméticos, el partido fundado por el cómico Beppe Grillo debe enfrentar algunos de coherencia. 

El movimiento nació justamente en rechazo a todos los partidos políticos habidos y por haber y sus cabildeos y lobbys para sostenerse en el poder. Ahora que tienen la posibilidad de gobernar el sistema, las reglas los obligan a negociar con aquellos que insultaron y agraviaron durante la campaña electoral. 

Di Maio, para sortear el obstáculo puso condiciones a cualquier pacto: todos los ministros deben ser del 5 estrellas, él convertirse en primer ministro, y el programa de gobierno ser el suyo. Una oferta a todas luces inaceptable, si no fuera que la alternativa sería un gobierno de derecha, con racistas –y nuevamente Berlusconi– en el mando.
Es por eso que en las filas del oficialista Partido Democrático se desató un debate furioso. Matteo Renzi presentó su renuncia pospuesta como secretario del partido, que será efectiva sólo una vez terminada la fase de constitución del nuevo gobierno. 

De esta manera quiere asegurarse que su línea sea la que prevalezca: ningún acuerdo con nadie y que el PD pase a la oposición. Una actitud que provocó la indignación general
dentro del partido. Primero por la arrogancia de Renzi, claro culpable del desastre electoral del centro-izquierda. 

Y luego porque la posibilidad de una alianza con el M5E, por más que disguste, comienza a ser más digerible. 

Dirigentes y referentes del progresismo italiano, como el director del prestigioso diario La Repubblica, ya se pronunciaron en este sentido, provocando un terremoto que aún está en curso.
Descartadas por ahora las opciones de un gobierno anti-europeo con M5E y Liga juntos, y la reedición del pacto de 2013 entre Renzi y Berlusconi –las dos fuerzas tradicionales, juntas, no llegan por primera vez en 30 años, a sumar ni la mitad de los escaños necesarios para gobernar–, Italia se encamina hacia un largo período de negociación y acuerdos. Y si no se llega, a las urnas de vuelta. 

Una pesadilla para muchos ciudadanos. El momento de emerger para muchos políticos.
El sistema político italiano
En Italia, para que un gobierno pueda comenzar su tarea, debe reunir el apoyo de la mayoría absoluta del parlamento, es decir 315 diputados y 158 senadores. 

En las elecciones del domingo surgieron dos grandes bloques parlamentarios –el M5E con 223 diputados y 112 senadores, la coalición de centro-derecha (La Liga, Forza Italia y Fratelli d’Italia) con 263 diputados y 138 senadores–, que buscarán acercarse a las otras minorías, el Partido Democrático que logró sólo 86 diputados y 43 senadores, y Liberi e Uguali, con 14 diputados y cuatro senadores.
A estos hay que sumar los 12 legisladores elegidos en el extranjero, entre los cuales se encontrarán aquellos que resultaron electos en América del Sur: los neo-diputados Mario Alejandro Borghese del MAIE, Eugenio Sangregorio de USEI, Fausto Guilherme Longo del PD y Luis Roberto Di San Martino Lorenzato Di Ivrea de La Liga en la coalición de centro-derecha; y los senadores Ricardo Merlo del MAIE y Adriano Cario de USEI.
*Periodista especializado en relaciones internacionales; docente de historia y cultura italiana en el Instituto de Cultura Itálica de La Plata, y miembro del Instiruro de Relaciones Internacionales (UNLP)

Breve historia del M5S, la primera fuerza política italiana

En todos los mapas electorales donde los politólogos colocan a los partidos de izquierda a derecha, de más rojo a más azul, el M5S aparece en el centro de un color gris oscuro. El lugar común más extendido entre sus críticos y analistas es el de la indefinición total y su incapacidad para lograr poner en pie un programa político de futuro coherente con ciertos valores y sólido técnicamente. 

Esto se ha visto reflejado además en sus grandes dificultades para encontrar apoyos entre la intelectualidad itálica. Sólo algunos históricos  de la intelligentia de izquierdas, como Dario Fo, o cantantes como Ramazotti o Rafaella Carrá, le han prestado su apoyo públicamente. Pero es llamativa la pérdida continua de apoyos de perfiles más sólidos, como el del economista y excolaborador de Stiglitz, Mauro Gallegati, que han terminado por abandonar el movimiento por discrepancias con la dirección.
A pesar de esta carencia, el M5S ha conseguido mantenerse –con altibajos y muchas diferencias geográficas– desde 2013 en torno al 20% del voto y, ahora, en las elecciones del 4 de marzo, y con resultados todavía provisionales, el movimiento obtiene más del 32% de los votos y se convierte en la primera fuerza política de Italia.
El Cinco Estrellas fue un fenómeno apenas conocido hasta mediados de 2014 para quienes solo se informaban por televisión. 

Ese año, por primera vez, Beppe Grillo concedió una entrevista en directo a un programa de prime time presentando el M5S “al popolo della televisione”. Hasta entonces todo se había movido exclusivamente por internet y a nivel local. 

Aunque el partido nació formalmente en 2009, todavía hay grandes dificultades, dentro y fuera de Italia, para comprender qué es el M5S.

Absolutamente transversal en lo ideológico, surgido en las redes sociales y con una meridiana línea política de no llegar a pactos con ningún otro partido (cada tanto desmentida y reafirmada), sigue rodeado de grandes interrogantes.
Giuseppe Grillo era conocido sobre todo por haber sido expulsado de la televisión pública en 1987, a la que no volvió hasta la entrevista mencionada en 2014, tras contar una serie de chistes sobre la corrupción del Partido Socialista y Bettino Craxi. 

A partir de ese momento se dedicó casi exclusivamente al teatro, donde sus monólogos de sátira política sobre corrupción, consumismo y globalización, y especialmente sobre medioambiente y agua pública, obtuvieron un éxito enorme. 

Esa fama y su empeño en la denuncia política le empujaron a debutar en  la política activa a través de su blog

Junto a su amigo Norberto Casaleggio, empresario de estrategias en redes sociales, logró convertirlo en uno de los blogs más influyentes en el mundo en lengua italiana.
Por aquel entonces sus campañas más famosas fueron las que llamaban a sacar las tropas de Irak y a recoger firmas para la dimisión de una veintena de diputados condenados por corrupción. Entre 2007 y 2008, desde su blog, se convocan dos grandes manifestaciones, llamadas VaffanculoDay, el día de “mandarlos a tomar por culo”. 

La primera, pidiendo la dimisión de diputados condenados por corrupción y la limitación de mandatos, y la segunda, contra la financiación pública de los medios de comunicación y contra la connivencia de los medios de comunicación y la élite gobernante. 

Fueron manifestaciones masivas y sería difícil no hablar de ellas como de un proceso de movilización social capaz de conectar, de manera muy similar a como lo conocemos en nuestro país, las redes sociales y la política, internet y la calle. 

La gran diferencia es que esta se dio en general al margen no sólo de las estructuras de los partidos, sino también de las históricas organizaciones de los movimientos sociales surgidos en la ola de movilizaciones de  finales de los años 60 y que aún hoy perduran. Con estos fueron confluyendo en reivindicaciones más concretas en los años siguientes, como el rechazo a la construcción de las líneas de alta velocidad o las movilizaciones por el agua pública.
Conviene dejar de lado las teorías conspiratorias que han acompañado hasta ahora los análisis sobre el M5S
Hasta aquí, conocer esto es igual de importante que conocer el origen de Pablo Iglesias y el grupo de personas que fundaron Podemos (y aquí, aclaro, los paralelismos entre el M5S y Podemos son exclusivamente para acercar y ayudar a la compresión del fenómeno en tanto que partido nuevo). 

Pero conviene dejar de lado las teorías conspiratorias que han acompañado hasta ahora los análisis sobre el M5S. 

Que sustancialmente vienen a presentar al M5S como el resultado de la manipulación en redes sociales en una especie de fascismo encubierto. 

Una explicación (inútil) muy parecida a la que se ha dado a sí misma la izquierda sobre Berlusconi, pero con las nuevas tecnologías.
A estas alturas hay dos cuestiones que se deben tener en cuenta. 

La primera es la capacidad de Grillo y el M5S para conectar con ciertas demandas latentes construidas durante el berlusconismo y que el PD había abandonado por razones similares a las del resto de la socialdemocracia europea. 

Esto, unido a la transversal desconfianza hacia el Estado y su sistema de partidos desde Tangentopoli, les ha permitido dar paso a un proceso de construcción de una identidad política alternativa a las existentes. 

La segunda es la cuestión de la innovación respecto a los partidos tradicionales en todo el proceso de construcción organizativa, que por su singularidad y tipo de debates, tal vez les suene a muchos activistas españoles. El M5S comparte con Podemos y sus confluencias la característica fundamental de ser realmente un partido nuevo, es decir, construido lejos (o al menos fuera) y de manera autónoma a los partidos clásicos y de muchas de sus tradiciones organizativas.
Desde su nacimiento, el M5S mostró un rechazo real a convertirse en un partido formal, con un aparato profesionalizado y organizado que se presentara socialmente como representante/mediador entre los ciudadanos y las instituciones. 

“No somos un partido, no somos una casta, somos ciudadanos punto y basta”, rezaba una de las canciones que circulaban por internet como himno del M5S. La Ley de hierro de la oligarquía, de Robert Michels, se convirtió en un punto de referencia repetido por los militantes del M5S entre 2005 y 2009, período de creación de su organización. Esa era la clave que para ellos explicaba la desafección y el distanciamiento de los partidos. 

La organización del movimiento tenía que romper esa dinámica y producir participación desde abajo. No había que tender hacia la oligarquización, la estructura tenía que quedar ligada a las bases. 

En la práctica eso se ha traducido en una gran fragilidad, tanto por la figura de Grillo como por las dinámicas organizativas del grupo parlamentario nacional, cuya existencia sigue poniéndose en cuestión por muchos sectores que ven en el arraigo en el territorio su principal fuerza. 

Este análisis preliminar entre los ciberactivistas que pusieron en marcha el proceso de construcción del M5S es el que mejor explica la mayor parte de las decisiones que se fueron tomando durante el proceso de gestación.
 Cualquiera que haya participado en procesos organizativos como el 15M puede entender que las herramientas virtuales usadas en clave organizativa son las que marcan las propias dinámicas políticas
En julio de 2005, Grillo propuso coordinar a los seguidores de su blog utilizando la herramienta virtual Meetup con la intención de “transformar una discusión en un movimiento de cambio”. 

Una red social pensada específicamente para facilitar la coordinación entre los diferentes grupos, abrir espacios de debate y organizar encuentros. 

Cualquiera que haya participado en procesos organizativos como el 15M puede entender que las herramientas virtuales usadas en clave organizativa son las que marcan las propias dinámicas políticas. 

Visto con perspectiva, podemos observar cómo se han ido formando los tres niveles de participación clásicos en los partidos: los militantes (los inscritos en el blog y los meetup), los simpatizantes (los que leen el blog habitualmente y lo siguen en su Facebook o Twitter) y los votantes (que no tienen por qué mantener una relación constante con alguno de estos elementos). 

Pero al mismo tiempo, y esto es fundamental, si uno quiere seguir lo que sucede en sus discusiones internas, se mantiene una independencia fuerte entre los niveles nacional y local. 

Es precisamente en los meetup locales donde se reconoce una dinámica de movimiento y una distancia mayor de la figura y el poder de Grillo. 

Las votaciones online  son muy frecuentes y sirven para decidir y establecer las listas electorales, los programas y las líneas políticas locales, que deben mantenerse siempre dentro de las líneas generales del movimiento. 

Para participar plenamente en un meetup local hace falta una permanencia de seis meses, aunque cualquier persona que desee inscribirse puede hacerlo.
En los meetup nacionales la cuestión es mucho más compleja. Actualmente gran parte de la actividad se ha centralizado en una nueva plataforma llamada Rosseau. 

Un sistema operativo que les ha permitido elaborar, de manera participativa, su programa electoral, recoger fondos y generar votaciones sobre diferentes temas: inmigración, parejas de hecho, alianzas en el Parlamento europeo. Pero en este nivel, y hasta hace poco tiempo, ha sido mucho mayor la influencia de Grillo, a pesar de no ostentar ningún cargo interno orgánico ni político. 

Recientemente, ha dejado de ejercer formalmente como portavoz, pero mantiene un poder informal, lo que ha provocado algunos problemas y muchas críticas, especialmente en el momento de la expulsión del movimiento de algunas personas. 

Resulta especialmente llamativo el caso de los diputados Massimo Artini y Paola Pinna, que fueron expulsados después de que Grillo propusiera de improviso una votación online, sin apenas discusión previa, ni posibilidad de defensa de los acusados de no rendir cuentas sobre sus salarios. 

La única votación importante que se ha resuelto hasta ahora en contra de la línea que mantenía Grillo es la que decidió que no se iba a proponer la vuelta del delito de inmigración clandestina.
En 2013, momento de su máximo apogeo organizativo, existían aproximadamente 1.200 grupos meetup en más de 900 ciudades y en torno a 150.000 miembros ligados a Grillo o al M5S; el mayor de todos el de Nápoles, con más de cinco mil miembros, seguido de los de Milán, Roma, Florencia y Bolonia, con unos 2.000. 

Todos ellos crearon la columna vertebral del M5S que ha tenido en su cima otra herramienta virtual, el blog de Beppe Grillo. 

Desde un punto de vista formal parece difícil establecer de forma inequívoca y nítida la relación entre Grillo y el M5S. 

Grillo se ha presentado siempre como el “megáfono” del movimiento, como aquel que va abriendo espacios para que todos los miembros puedan expresarse, y como “vigilante” del cumplimiento de los acuerdos colectivos. 

La función principal del excómico como elemento clave de liderazgo tiene que ver con la construcción de una unicidad desde la heterogeneidad de los miembros de los meetup. 

Esta función es la que le ha otorgado en muchas propuestas organizativas el nombre de Capo político. I Grillini es el nombre que reciben los militantes del M5S. Es decir, Grillo, como ‘significante’, se convirtió en el contenedor que aglutinaba y unificaba los humores del descontento que se habían ido expresando aunque no se refirieran a los mismos problemas. 

Esta circunstancia es clave para entender el poder informal pero central de Beppe Grillo en el M5S, mucho más que los oscuros intereses de la empresa de la Casaleggio Associati y que la manipulación tecnológica.
Grillo no formó nunca parte orgánica de su estructura más allá de ser su fundador y no se presentó como candidato a diputado o primer ministro en ningún momento, pero el hecho de que todo el proceso se haya llevado a cabo en torno a él (y a su página web) le otorga un poder en la construcción del discurso que, aun no siendo orgánico, en el sentido clásico que le atribuimos a los partidos, sí que constituye la parte más despótica de su poder. 

Una posición que se escapa sin duda del control democrático de las bases y que dan a Beppe Grillo una capacidad política concreta y la posibilidad de definir el dentro/fuera del movimiento. 

Lo que sí parece que a estas alturas está claro es que el relevo que ha tomado su nuevo secretario general, Di Maio, junto a otras cabezas visibles, va a marcar una etapa claramente diferenciada a la época de Grillo. Los impresionantes resultados electorales del 4 de Marzo son la prueba de consolidación de la era post-Grillo en el M5S.

Elecciones italianas 2018 

 El Viejo Topo


Las elecciones italianas de marzo de 2018: Suicidio de la izquierda, recrudescencia del fascismo, caos.

Las elecciones italianas de marzo de 2018 abren un período caótico cuya salida permanece incierta. 

El país, que hace pocos años era conocido por ser uno de los más “eurófilos” es ahora “euroescéptico” en un 50% o más; la extrema derecha, abiertamente nostálgica del fascismo ha regresado con fuerza, y la derecha parlamentaria clásica imagina sin dificultad su alianza con ella (como en Austria, por ejemplo); el “populismo” (en este caso el Movimiento 5 Estrellas) se caracteriza por una confusión sin precedentes que impide saber cuál es su verdadero programa, si es que tiene alguno; la izquierda está claramente en declive.
Las explicaciones dadas por los medios de comunicación dominantes ponen el acento en la cuestión de la afluencia de inmigrantes. 

Sin hacerse preguntas sobre los motivos de esta afluencia (los estragos causados por las políticas del neoliberalismo en África y en Oriente Medio), estos medios de comunicación reconocen la responsabilidad de Europa, que ha abandonado a los países que, por su situación geográfica (Italia, Grecia y España) están en primera línea frente a esta afluencia. 

Y poco más. Se alude a veces a las miserias producidas por la política económica italiana (pero una vez más sin cuestionar los dogmas liberales). 

Aun cuando estas explicaciones podrían parecer correctas en una primera lectura, siguen siendo poco convincentes. El análisis de la catástrofe exige una vuelta atrás más seria.
La existencia misma de Italia es reciente. La unidad formal realizada en el siglo XIX fue poco más que la conquista de la península por parte de la monarquía de Turín, conquista que fue posible tanto por la coyuntura europea de la época como por el movimiento del risorgimento, y al precio de unos cuantos compromisos fatales con las clases dirigentes tradicionales de las provincias (sobre el modelo del gattopardo siciliano: que todo cambie para que nada cambie). 

No logró convencer del todo a los pueblos de la península, que probablemente han seguido más apegados a su provincia que al Estado unitario. 

Un sentimiento cívico nacional poco desarrollado que tal vez encuentra su explicación en el hecho de que siendo los amos de los Estados italianos muy a menudo extranjeros, los pueblos afectados no veían en ellos más que unos adversarios a los que había que engañar tanto como fuera posible. 

Esta debilidad se articula hoy con la emergencia de un populismo que se alimenta del ascenso a la superficie del fondo fascista.
La guerra de 1915 a 1918 no hizo progresar un sentimiento nacional real, pese a los discursos que se han hecho al respecto. 

Todo lo contrario; la guerra agudizó los conflictos sociales, marcados por el nacimiento precoz de un partido comunista fuerte y por la reacción de las clases dominantes, que se inventaron el fascismo en un país capitalista de segunda fila.. 

La Italia de Mussolini es el ejemplo por excelencia, por comparación con los fascismos alemán (el nazismo) y japonés, expresión de las potencias capitalistas dominantes o que aspiraban a serlo.
El musolinismo –el inventor del fascismo (nombre incluido)– fue la respuesta que la derecha italiana (antiguas aristocracias, nuevas burguesías, clases medias) dio a la crisis de los años 1920 y al peligro comunista naciente. 

Pero ni el capitalismo italiano ni su instrumento político, el fascismo musoliniano, tenían la ambición de dominar Europa, y mucho menos el mundo. 

Y pese a las baladronadas del Duce  sobre la reconstrucción del Imperio romano (!), Mussolini sabía perfectamente que la estabilidad de su sistema se basaba en su alianza –en calidad de segundo subalterno– bien de la Gran Bretaña –dueña del Mediterráneo– bien de la Alemania nazi; y esta indecisión perduró hasta la vigilia misma de la Segunda Guerra Mundial.
El musolinismo intentó de todos modos reducir la amplitud de los provincianismos y sustituirlos por un nuevo nacionalismo italiano, en particular mediante su combate contra los dialectos en favor del italiano. La catástrofe militar está en el origen del colapso de la ilusión de este modelo de fascismo de segunda. 

Simultáneamente, tanto en Italia como en Francia, la liberación en tiempos de la segunda guerra había sido casi una guerra civil. 

Debido a ello, los fascistas se vieron obligados a esconderse durante los decenios que siguieron a 1945 sin haber jamás desaparecido del todo. Más tarde, la economía del país, pese al “milagro” que había garantizado a los italianos hasta la llegada de la crisis actual un buen nivel de vida, siguió siendo frágil. Dicho milagro está igualmente en el origen de la opción europea sin reservas que conquistó todo el espacio político italiano para convertirse finalmente en el principal responsable de la vía sin salida en la que se ha metido el país.
Los éxitos del Partido Comunista Italiano de la posguerra están en el origen de los fuertes avances en la construcción por vez primera de una sociedad italiana auténtica y unificada (más allá, por supuesto, de los conflictos de clase propios del capitalismo, tanto en Italia como en otras partes). Togliatti primero y Berlinguer después construyeron sus avances con la mayor lucidez. 

El poder del movimiento era suficiente para influir de cierta manera en el Estado de “centroizquierda” de la época, pese al encierro del PCI sobre sí mismo. 

El PCI fue el que construyó verdaderamente la Italia moderna, impregnándola en profundidad de su cultura. Solo tuvo que compartir el monopolio con el catolicismo dominado por una Iglesia que entonces sabía encubrir su proyecto reaccionario tras el que se ocultaban los nostálgicos del fascismo. El partido demócrata-cristiano cumplía esta función. Esta página de la historia italiana ya ha pasado.
El verdadero suicidio del comunismo italiano, inaugurado por los sucesores de Berlinguer y proseguido con tenacidad hasta hoy mismo, está en el origen de la debacle y el caos contemporáneos. 

Las distancias tomadas pronto por los comunistas italianos con respecto a la dictadura de Moscú no estaban destinadas por naturaleza a producir un ulterior deslizamiento a la derecha. 

Al contrario: hubieran podido ser la fuente de una renovación radical en la medida en que Italia se había propulsado por un momento al centro de la reflexión y de la acción críticas a partir del “largo 1968” de la década de 1970. 

Pero los maoístas italianos fracasaron: no llegaron a contribuir a la radicalización del movimiento comunista en su conjunto. 

Sí contribuyeron, al contrario, a dar una legitimidad aparente al desplazamiento a la derecha, traducido en aquella época en los términos del llamado “eurocomunismo”, tras el cual se ocultaba una identificación con el liberalismo.
Sin duda el peligro fascista puede hoy parecer todavía incapaz de amenazar al orden “democrático” en Estados Unidos y en Europa, por lo menos al oeste del antiguo “telón”. 

La colusión entre las derechas parlamentarias clásicas y las social-liberales hace todavía inútil para el dominio del capital el recurso a los servicios de las extremas derechas que se sitúan en los bloques históricos fascistas. 

De todos modos, el ascenso de las luchas populares podría muy bien convencer a la clase dominante de la necesidad de recurrir a los servicios de los fascistas, como ya lo hizo en el pasado. 

Los éxitos electorales de la extrema derecha a lo largo de la última década han de ser motivo de inquietud. También los pueblos europeos son efectivamente víctimas del actual despliegue del capitalismo de los monopolios generalizados. 

Se comprende entonces que, confrontados a la colusión entre la derecha parlamentaria llamada democrática y la izquierda llamada socialista, se refugien en la abstención electoral, en la confusión o en el voto a la extrema derecha. 

La responsabilidad de la izquierda potencialmente radical es en este caso importante, pues si tuviese la audacia de proponer avances reales más allá del capitalismo establecido, conseguiría la credibilidad que le falta. 

Las izquierdas radicales audaces son necesarias para dar a los movimientos de protesta y a las luchas defensivas en curso, siempre excesivamente fragmentadas, la coherencia que les falta. 

El “movimiento” podría invertir entonces las relaciones de fuerza sociales a favor de las clases populares y hacer posibles avances progresistas.
En la situación actual, los éxitos electorales de la extrema derecha le vienen efectivamente muy bien al capitalismo establecido. 

Permiten a los medios de comunicación meter en el mismo saco del oprobio a “los populistas de la extrema derecha y a los de la extrema izquierda”, haciendo olvidar de este modo que los primeros son pro-capitalistas (como demuestra la cualificación que ellos mismos se dan de extremaderecha) y por lo tanto posibles aliados, mientras que los segundos son los únicos adversarios potenciales peligrosos del sistema de poder del capital.
Vemos, mutatis mutandis, coyunturas análogas en Estados Unidos, pese a que su extrema derecha nunca se ha cualificado de fascista. 

El maccarthismo ayer, los fanáticos de los Tea Party y los partidarios de la guerra (Hilary Clinton o Donald Trump) defienden hoy abiertamente las “libertades” –entendidas exclusivamente como las de los propietarios y las de los gestores del capital de los monopolios– contra el “Estado”, sospechoso de ceder a las demandas de las víctimas del sistema.
Traducción de Josep Sarret para El Viejo Topo
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