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domingo, 4 de febrero de 2018

Cómo DOMINAR a una SOCIEDAD sin TENER OPOSICIÓN - El ENEMIGO PÚBLICO Nº 1

CÓMO DOMINAR A UNA SOCIEDAD SIN TENER OPOSICIÓN

Diseñar técnicas a través de las cuales modificar la conducta de la población de manera que se consideren beneficiosas. 

Una dictadura,sin lágrimas. La Ingeniería social es un término empleado en ciencias políticas en un doble sentido. 

Primero: esfuerzos para influir actitudes; relaciones y/o acciones sociales en la población de un país o región y, segundo, una manera de implementar o aproximar programas de modificaciones sociales. Ambas acepciones implican tentativas a gran escala, sea por gobiernos o grupos privados.

A pesar que por varias razones, el término ha sido imbuido de connotaciones negativas es necesario notar que, de hecho, toda ley y tentativa de organización social o civil -incluyendo Ordenamiento jurídico y territorial- tiene el efecto de cambiar el comportamiento y puede considerarse "ingeniería social". 

Las prohibiciones de asesinato, violación, suicidio, de tirar residuos en lugares indebidos, etc, son todas políticas destinadas a modificar comportamientos que son percibidos como indeseables. 

En la jurisprudencia británica y canadiense, se acepta que cambiar actitudes públicas sobre un comportamiento es una de las funciones claves de las leyes prohibitivas. 

Los gobiernos también influyen el comportamiento más sutilmente, a través de incentivos y desalientos incorporados, por ejemplo, en sus políticas impositivas. 

Etiquetar una política como "ingeniería social" es a veces una cuestión de intenciones o percepciones. 

En la actualidad, el término se emplea con más frecuencia por parte de la derecha política para referirse al uso que, a su juicio, hace la izquierda de la ley o del poder político para tratar de modificar aspectos de las relaciones de poder social o la conducta o del comportamiento privado de las personas: por ejemplo, respecto a relaciones entre hombres y mujeres, o entre diferentes grupos étnicos o respecto a la salud individual. 

Los políticos conservadores en los Estados Unidos han acusado a sus oponentes de ingeniería social a través de su promoción de la corrección política, en la medida que se intenta cambiar las actitudes sociales al definir los lenguajes o actos aceptables e inaceptables. 

El conservadurismo y la derecha política también han sido acusados de intentos de ingeniería social, por su promoción de costumbres sociales "de orden" y conductas derivadas de consideraciones morales o religiosas en relación al comportamiento privado de las personas, tales como la abstinencia sexual, y por tratar de hacer al ser humano más competitivo y egoísta que lo que sería por naturaleza.

EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO

El Sistema lo odia.
Es su principal enemigo y representa la principal amenaza para su existencia.
No se trata de una figura en concreto, de una ideología o de una creencia, sino más bien de un concepto, en cierto modo difuso.
Mucha gente quizás no lo crea, pero reconciliarnos con este simple concepto y otorgarle el valor que le corresponde, es el primer paso que debemos dar para cambiar el mundo que nos rodea.
Estamos hablando del concepto de individualidad en cualquiera de sus múltiples representaciones.
De hecho, si nos fijamos bien, veremos que durante siglos hemos vivido una auténtica cruzada psíquica contra la palabra “individuo” y el concepto de “individualidad”.
Y esta lucha encarnizada ha dejado señales, auténticas cicatrices en la propia lengua y en la forma de pensar de todos y cada uno de nosotros.
PERVERSIÓN DEL LENGUAJE Y DE LOS CONCEPTOS
Así ha sido como, por ejemplo, se ha extendido la idea absolutamente errónea de que vivimos en una “sociedad individualista”.
Alguna gente repite este argumento como un loro amaestrado, afirmando que “el individualismo es la causa de las injusticias, desequilibrios y abusos que sufrimos en nuestra sociedad”
Curiosamente, este argumento se fundamenta en una perversión inconsciente del lenguaje, que consiste en la identificación de la palabra y el concepto “individualismo” con algo tan negativo como el “egoísmo”, la “insolidaridad” o la “falta de empatía” hacia los demás.
Pero, ¿cual es realmente el significado de la palabra “individualismo”?
Busquemos la definición de la RAE al respecto.
INDIVIDUALISMO: tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás o sin sujetarse a normas generales
//tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a la sociedad y el Estado
Así pues, ¿Dónde está el egoísmo en esta definición?
¿Dónde está la falta de empatía hacia los demás?
¿Donde está la insolidaridad, la injusticia o el abuso?
¿Defender tu independencia y tu soberanía personal implica necesariamente ser egoísta y hacer daño a las demás personas?
Entonces, si es así y siguiendo el mismo hilo de razonamiento, no defender tu poder personal y tu propio criterio y renunciar sumisamente a ellos convirtiéndote en un borrego adoctrinado, te convierte en alguien “bondadoso”, ¿no?
Como podemos ver, el Sistema ha generado hábiles mecanismos lingüísticos inconscientes que nos han llevado a identificar el concepto de individualismo con algo puramente negativo y egoísta.
Un reflejo claro de la programación mental sutil a la que todos estamos sometidos.
Y no solo eso. Mediante esta programación sutil, el concepto de “individuo” se ve sometido a constantes ataques, hasta el punto de convertirlo casi en un sinónimo de “criminal”.
Solo hace falta ver el bombardeo incesante que sufrimos por TV o en el cine, a través de miles de películas y seriales televisivos centrados en psicópatas solitarios, individuos “mal programados por la sociedad”, que inmisericordes, se dedican a violar y despedazar a sus semejantes.
¿Cuántas veces habéis visto en la ficción a un personaje aislado de la sociedad, con una forma de pensar propia y radicalmente diferente y que sea “el bueno de la película” y no sea presentado como un chiflado?
Muy pocas, seguro.
Y este argumentario de ficción se ve reforzado por la mitología creada en el mundo real, plagada de “lobos solitarios”, “individuos obsesionados y fanatizados” que tirotean a inocentes o acaban con la vida de grandes personajes.
Martín Luther King, J.F. Kennedy, el propio Lee Harvey Oswald, Robert Kennedy, Olof Palme, John Lennon…todos ellos supuestamente asesinados por individuos enloquecidos que “actuaban por su cuenta”.
El argumento del asesino individual que actúa por cuenta propia se ha convertido en un auténtico comodín a la hora de encubrir las más oscuras conspiraciones.
Un clásico que parece que nunca pasará de moda.
Indudablemente, los criminales solitarios y antisociales existen.
No decimos que no sea así.
¿Pero cuantos crímenes se cometen alrededor del mundo en nombre de grandes ideales, de la democracia o de las ganancias económicas, siguiendo leyes, reglas o preceptos religiosos socialmente aceptados?
¿Las guerras y las injusticias que ha sufrido y sufre nuestro mundo tienen su raíz en individuos independientes?
¿Realmente el individualismo es el causante de tanto dolor?
Si sumáramos el número de muertos causados por individuos que actúan por su cuenta a lo largo de toda la historia y los comparáramos con los causados en nombre de cualquier religión, patria o ideología, ¿que sucedería?
Entonces, ¿porqué el mundo de la ficción dedica tantos esfuerzos al individuo malvado, encarnado en el típico psicokiller inadaptado?
¿QUIÉN ES ENEMIGO DE QUIÉN?
Como decimos, mucha gente repite incesantemente que la sociedad moderna es demasiado “individualista”.
Pero la realidad es precisamente la opuesta.
El gran problema de nuestra sociedad es que no está formada por individuos libres e independientes, sino por enormes cantidades de borregos sin apenas criterio ni personalidad propia.
En nuestro mundo el “individualismo” brilla por su ausencia.
Lo que abundan son la hipocresía, el egoísmo y la insolidaridad más descarnadas, todas ellas perpetradas por auténticos ejércitos de pseudo-clones psicológicos, cada vez más difíciles de distinguir los unos de los otros.
Individualismo, como se deduce de su definición, significa independencia de acción y dominio total sobre la propia mente y la propia existencia.
Precisamente las actitudes que más ponen en peligro la pervivencia del Sistema.
No son los individuos libres los que atacan el bienestar y la armonía de la sociedad, sino la sociedad, al servicio del Sistema, la que trata de aislar y eliminar a los individuos independientes como si fueran un cuerpo extraño, por el simple hecho de comportarse de forma diferente al rebaño.
Esencialmente es la sociedad la que es enemiga del concepto de individualidad y no al revés.
Sin embargo, el Sistema ha conseguido que un hecho tan obvio lo veamos invertido en el interior de nuestra mente, convirtiendo al agredido en agresor.
De hecho, el Sistema, realiza esta tarea de inversión de la realidad de forma sistemática, tal y como indicamos en el artículo titulado LO QUE NADIE QUIERE VER
¿CÓMO SERÍA UNA SOCIEDAD INDIVIDUALISTA?
Pero si el mundo estuviera formado enteramente por individuos libres, independientes y librepensantes, ¿cuál sería la sociedad resultante?
Para empezar, un individuo que acepta su propio poder y su libertad de acción y pensamiento, es básicamente, alguien que siente un profundo respeto por sí mismo.
Y alguien que siente respeto por la expresión de su propia individualidad, es alguien que EN SU INTERIOR, alberga la base psicológica necesaria para respetar la individualidad de las personas que le rodean y todas las expresiones de ésta individualidad.
Y es que el auténtico respeto por los demás, por su identidad diferenciada y por lo que son como individuos, no puede surgir de la obligación de respetarlos bajo amenaza de castigo o sanción.
El respeto es algo interior que debe sentirse a nivel profundo, porqué en el fondo es una expresión de amor.
Las leyes, las normas, la represión, el castigo o la mismísima educación basada en la repetición incesante de conceptos vacíos y buenas palabras no sirven para generar un respeto genuino por los demás.
Es algo que podemos ver constantemente a nuestro alrededor: cuando desaparecen los órganos de represión y castigo, sale a la superficie la auténtica realidad oculta. Aquí es cuando aparecen todas las expresiones de insolidaridad y abuso más salvajes entre iguales, porqué el verdadero respeto por los demás individuos jamás existió.
Para que ese respeto tenga una base real en nuestro interior, primero debe existir el respeto absoluto por la propia individualidad y todas sus expresiones de libertad.
Pero eso es precisamente contra lo que lucha tan enconadamente el Sistema.
De lo que podemos deducir, que el propio Sistema es el máximo garante del egoísmo, la insolidaridad y la falta de empatía, pues tales actitudes son las que hacen necesaria la represión constante ejercida por el propio Sistema para mantener el equilibrio y la convivencia social.
Estamos pues, como tantas veces hemos dicho ya, ante una máquina psíquica que se retroalimenta, generando problemas a los que puede aportar sus propias “soluciones” represivas.
LA BASE FUNDAMENTAL PARA UNA SOCIEDAD ENFERMA
Como venimos diciendo, la sociedad programa a sus miembros para que no puedan construirse una identidad individual fuerte e independiente.
No eres tú quien decide cómo eres, cómo piensas o en qué crees. Haces básicamente lo que la sociedad te ha dicho que debes hacer para no acabar aislado y acabas siendo lo que el Sistema ha decidido que seas, inculcándote sus normas y haciéndote desear, por encima de todo, que te clasifiquen en alguno de esos múltiples grupos prefabricados a los que creemos llegar a través de nuestra falsa “libertad de elección”.
Así pues, los parámetros que utilizamos para juzgarnos a nosotros mismos siempre proceden del exterior; nunca llegamos a ser nuestros propios jueces y árbitros, siguiendo criterios y convicciones personales, sino que nos juzgamos a nosotros mismos mediante leyes inoculadas en nuestra mente por un Sistema exterior, fundamentadas en creencias, valores y anhelos que nos han sido inculcados desde pequeñitos.
Estas normas inertes acallan nuestra propia voz interior y las consecuencias finales de ello es que, entre todos, acabamos construyendo una sociedad enferma.
¿Por qué?
Porque cuando dejamos de escucharnos a nosotros mismos por encima de todo y nos rebajamos ante normas externas impuestas, negamos el valor que tenemos como individuos, ninguneamos nuestra voz interior y nuestro propio criterio y por lo tanto, nos faltamos al respeto a nosotros mismos, algo que al final acabamos percibiendo de forma inconsciente.
Por esa razón, la mayoría de personas no pueden soportar ver antes sus ojos a un individuo libre y bien diferenciado, porque es un espejo que refleja nítidamente la falta de respeto que sienten por sí mismos.
Ahí es cuando todos los miembros de la sociedad lo atacan, utilizando como arma de agresión los parámetros sociales a los que ellos mismos han sometido toda expresión de su propia individualidad, actuando de esa manera, como anticuerpos del Sistema, que eliminan al “diferente” que lo pone en peligro.
Y las consecuencias de ello son terribles.
Porque una vez se instaura el mecanismo que permite dejar de respetar cualquier expresión de individualidad ajena, se instala en nuestra mente la base lógica mediante la cual se puede faltar al respeto a cualquier grupo o colectividad formada por individuos “diferentes” a nosotros.
De ahí surgen todas las expresiones de racismo, clasismo y odio que azotan nuestro mundo.
Resumiendo: la falta de respeto hacia nuestra propia individualidad deriva en una falta de respeto hacia cualquier expresión de individualidad ajena, y esa deriva, a su vez, en una falta de respeto hacia cualquier colectivo, siendo ésta la base de todas las divisiones y conflictos de nuestro mundo, basados en creencias, ideologías o prejuicios de todo tipo.
De lo que se deduce que es la falta de individualismo la que conduce a una sociedad desunida y egoísta.
Las cosas son pues, al revés de como nos las han vendido siempre.
UNA SOCIEDAD SANA
Una persona con una individualidad fuerte y diferenciada y un gran respeto por sí mismo y su propia libertad siempre será más propensa a sentir curiosidad y atracción por la individualidad ajena.
Y de esa fascinación natural por las expresiones de individualidad diferentes a la propia, surgirán las bases para superar todas las barreras entre etnias, costumbres, razas o creencias; las bases para crear UNA SOCIEDAD SANA, sin prejuicios, recelos, ni barreras, donde reine el respeto y la tolerancia por toda expresión diferente.
Por lo tanto, que nadie se deje engañar más por la mala utilización del lenguaje.
El individualismo es la partícula esencial de la libertad.
Es su átomo, porque toda libertad en el mundo deriva de las diferentes expresiones de libertad individual.
Si hasta ahora has sentido rechazo por expresiones como “Individuo” o “Individualismo”, ya va siendo hora de que te preguntes por qué ha crecido en tu interior una concepción tan errónea de la realidad…
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
Este artículo fue publicado el 10 de septiembre de 2014 en Gazzetta del Apocalipsis

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