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miércoles, 10 de enero de 2018

¿Quién está detrás de los recientes disturbios en Irán?

¿Quién está detrás de los recientes disturbios en Irán?

Paul Craig Roberts, analista político y autor estadounidense, aseguró a la agencia de noticias iraní Tasnim que el líder de la Revolución Islámica, ayatolá Alí Jameneí, “tiene razón” al decir que las recientes protestas en Irán se orquestaron desde el extranjero, y señaló que los alborotadores fueron patrocinados por agitadores externos.
El 9 de enero, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí, declaró que en torno a Irán se formó un “triángulo” de países que provocaron los recientes disturbios en la nación persa con “EEUU y los sionistas” a la cabeza. Según el ayatolá, en este “triángulo” participa también “uno de los Estados ricos del golfo Pérsico” al que acusó de financiar las protestas.
Paul Craig Roberts compartió la opinión del líder iraní pero añadió que “dado que el dólar estadounidense es moneda de reserva, Washington puede crear todo el dinero que necesite para desestabilizar a Irán”.
“Con el fin de desestabilizar un país, imponerle sanciones u otras acciones hostiles, es una práctica estándar para Washington financiar organizaciones no gubernamentales de “reforma”. Los miembros de estas organizaciones son luego enviados a protestar y cuando comienzan las protestas, Washington envía violencia”, explicó el analista.
Según Roberts, Irán no es el único país objetivo. “También lo son Rusia, China, Venezuela, Corea del Norte y todos los países que tienen una política exterior independiente. 
Washington es hegemónico en su punto de vista y le molesta cualquier límite a su unilateralismo”, subrayó.
El analista recordó que EEUU perdió Irán cuando la Revolución Islámica derrocó al Shah, y ahora quiere recuperarlo.
Para Roberts, teniendo en cuenta las acciones de Washington contra Honduras, Venezuela, Serbia, Libia, Irak, Siria, Ucrania, etc., “es una completa estupidez que cualquier iraní se involucre en protestas contra el Gobierno”.
“Solo un tonto ayudaría a Washington a convertir a Irán en un caos tal como lo hizo con Irak. 
Además, no tiene sentido protestar contra el Gobierno iraní por las dificultades impuestas por las sanciones de Washington. 
Es difícil creer que los iraníes sean tan estúpidos que no entiendan la fuente de sus dificultades. Como no creo que los iraníes sean estúpidos, concluyo que los manifestantes fueron manipulados y/o pagados para protestar por ONGs financiadas desde el extranjero, al igual que la protesta de Maidán en Kiev”, concluyó.
Sputnik


Sobre las protestas en Irán


Desde que el miércoles 28 de diciembre de 2017 se inició la primera de las protestas, estas se fueron extendiendo por varias capitales de provincia iraníes (Mashhad, Hermanshah, Rasht e Isfahan). 

Algunas informaciones indican que fueron los opositores conservadores del gobierno de Rohani en la ciudad nororiental de Mashhad quienes comenzaron las manifestaciones.

Sin embargo, desde entonces se han ido ampliando y escapando a su supervisión.

En las primeras fases, las demandas de los manifestantes giraban en gran medida en torno a los precios por las nubes de los alimentos básicos y presentaban las señales clásicas de frustración por el sopor económico en que se halla inmerso el país.

Ahora han llegado a Teherán y han sido asumidas por los estudiantes de la universidad en cifras limitadas.

En estos momentos, no está claro si podemos hablar de un movimiento de protesta o de varios, ya que están articulándose diferentes (y a veces conflictivas) quejas y soluciones.

Apropiándose del “Pueblo”

Los comentaristas y los supuestos expertos corrieron a formular conclusiones precipitadas y a decretar qué es lo que está impulsando el actual episodio de descontento.

El atolondrado entusiasmo de la administración Trump, de los think tanks en Washington DC y muchos otros llega casi a palparse.

Previsiblemente, las mismas voces que han exigido sistemáticamente el aislamiento de Irán, además de la imposición de sanciones, intervención militar y cambio de régimen, han tratado de subirse rápidamente al carro de las recientes expresiones de descontento y apropiárselas para sus propias agendas imperiales.

Tal oportunismo rampante y francamente malevolente resulta cuanto menos frustrante.

En el lapso de unas veinticuatro horas y con sólo un pequeño número de excepciones, casi todos los medios de comunicación occidentales se han inclinado por asimilar las expresiones legítimas de sufrimiento socieconómico y las demandas de mayor responsabilidad gubernamental en una cuestión de “cambio de régimen”.

Huelga decir que esos mismos individuos y salones han ignorado completamente una y otra vez el hecho de que innumerables huelgas y protestas, desde Khuzestan a Teherán, desde maestros a jubilados, se han convertido en hechos regulares en Irán desde la elección del presidente Hassan Rohani en las elecciones de 2013. 

Su gobierno y los que simpatizan con su agenda han buscado una ocasión para reducir los niveles de securitización y distinguir entre los ciudadanos que expresan quejas cívicas legítimas y quienes buscan el derrocamiento del sistema.

Puede parecer que estas distinciones tan finas no satisfacen la conciencia liberal, pero sin embargo son inmensamente importantes para la institucionalización de canales legales y mutuamente reconocidos de protesta cívica. 

Estos logros y otros muchos (por ejemplo, indicios de que está relajándose la vigilancia sobre el “hiyab inapropiado” y la conmutación de la pena de muerte para traficantes de droga de cantidades menores a dos kilos) no son insignificantes ni deben menospreciarse. Tienen implicaciones para las vidas de miles, cuando no millones, de iraníes.

Es casi como si muchos de estos comentaristas padecieran un ángulo muerto epistemológico fundamental que asegura ese desconocimiento y que hace que la paranoia sobre el Estado iraní sea aún más inevitable.

Casi sin excepción, cada vez que hay protestas, estos comentaristas y medios de comunicación las describen como una cuestión fundamental de legitimidad sobre el sistema en su totalidad; que a su vez sólo puede resolverse cuando dicho sistema es barrido completamente.

En efecto, uno de los grandes dividendos del período reformista, que vio que el 70% del electorado (alrededor de 20 millones de votos) elegía a Hojjat al-Islam Mohammad Khatami (1997-2005), fue su capacidad para demostrar que existen otros discursos y prácticas políticas y que están a disposición de los ciudadanos.

Como proceso, fue lento y desordenado, complicado por el paralelismo estatal y la distribución desproporcionada de poderes. No siempre produjo el alivio inmediato o la muy esperada “transición democrática”. Sin embargo, permitió que el pueblo conservara un horizonte y creencias genuinas en que sus circunstancias iban a ir gradualmente mejorando y empoderándoles como motor de cambio de los ciudadanos.

El pernicioso enfoque del “todo o nada” que impregna la cobertura del descontento dentro de Irán por parte de los medios dominantes, impide sistemáticamente que se consideren seriamente otro tipo de cuestiones.

Entre ellas figurarían la desigualdad creciente, los precios altos de los alimentos, la contaminación del aire y degradación medioambiental, la disminución de las capacidades productivas internas, la falta de diversificación económica, el desempleo de los jóvenes y la corrupción cotidiana, por mencionar algunas.

Estos problemas apenas pueden analizarse a través de las narrativas impulsadas por los deseos de “cambio de régimen” y la superficial suposición de que lo que guía las políticas de las potencias occidentales y de sus aliados es un compromiso con la democracia. En realidad, si esos mismos comentaristas pudieran escapar de sus cuadriculados prejuicios podrían darse cuenta de que a estos problemas tan reales se están enfrentando muchos países por todo el sur global y más allá.

Estos tipos mediatizados de narrativas problemáticas y asimétricas se afianzaron con la aparición del Movimiento Verde de 2009. 

Como han declarado destacados académicos iraníes (Hamid Dabashi entre ellos), es mejor abordar este movimiento como un impulso por los derechos civiles que trata de reformar el sistema a partir de las propias fuentes de apelación constitucionales y normativas de la República Islámica.

Los manifestantes trasmitían sus quejas a las elites políticas y dirigentes del país, porque la abrumadora mayoría de quienes participaron estaban convencidos de que sus protestas iban a tomarse en serio y podrían posiblemente provocar un cambio en la política estatal.

La base de las objeciones del pueblo era su convicción de que los elementos internos del Estado habían violado el compacto social. Su grito era “¿dónde está mi voto?” Fue por eso por lo que primero tomaron las calles, porque el derecho pacífico a la protesta está garantizado en la Constitución, no porque intentaran echar abajo el sistema.

Precedentes históricos

Las protestas actuales, al menos en su inicio (posteriormente fueron asumidas por los estudiantes alrededor de la Universidad de Teherán), son a algún nivel similares a las provinciales que tuvieron lugar bajo la presidencia del difunto Akbar Hashemi-Rafsanjani (muerto en enero de 2017), cuando la inflación de 1991-1992 llegó a más del 46% y el precio de los alimentos básicos (sobre todo del pan) se disparó.

Durante este período se produjo también la devaluación del rial iraní al 20% de su valor. 

Durante el segundo mandato de Rafsanjani (1993-1997), hubo repetidas protestas por las subidas de los precios, primero en Mashhad y Shiraz a mediados de 1992, y después en Islamshahr y Qazvin a mediados de 1995.

Cada una de esas protestas se difuminó y apagó finalmente, pero perjudicó posteriormente al gobierno de Rafsanjani y obligó al ambicioso presidente a ceder gran parte de su agenda política económica (reducción de subsidios, aumentos de préstamos extranjeros, etc.) a la derecha tradicional, pero también a aquellos derechistas que se tomaban más en serio las cuestiones de justicia social.

En gran medida, se debe a que los últimos (i.e., la derecha) consideraban que el núcleo de su base social emanaba de los más pobres, a menudo en los estratos provinciales.

En esta somera valoración, podemos por tanto ver diferentes movilizaciones políticas aprovechando el repentino estallido de protestas sobre el escenario: los más pobres, económicamente frustrados, que pueblan las ciudades provinciales y el sur de la capital; estudiantes y miembros descontentos de la clase media profesional y clase media asalariada, cuyas demandas se alinean más estrechamente con las protestas estudiantiles de 1999 y del Movimiento Verde de 2009, que fueron rápida y a veces violentamente reprimidas.

Si estos grupos están sencillamente ignorándose mutuamente (lo que parece probable) o demuestran ser capaces de dialogar y construir coaliciones es una pregunta que sigue abierta. Sin embargo, está garantizado el escepticismo.

Existen muchas diferencias con respecto a los precedentes mencionados, y la historia nunca se repite exactamente a sí misma. Debería decirse también que las redes sociales y sus repercusiones en la naturaleza de las movilizaciones sociales complican las cosas de forma considerable.

Muchas de las consignas gritadas en esta última ronda de protestas eran de carácter político y estaban relacionadas con las frustraciones del statu quo.

Otras, sin embargo, cómo las quejas socioeconómicas a unen a expresiones de racismo y xenofobia. Nada nuevo para quienes siguen el auge del populismo de extrema derecha en Europa y Estados Unidos.

Esos ejemplos no sólo dan voz a la ira por el apoyo estatal a Hizbollah en el Líbano y al régimen de Asad en Siria, sino también al discurso antiárabe y a una extraña nostalgia por los días del shah Reza (i.e., esta generación no vivió ni experimentó el primer gobierno de la monarquía Pahlavi); puntos de vista que en algunas ocasiones están cultivados por los medios occidentales, pero también por los canales de TV en lengua persa de la diáspora, como Manoto, cuyas fuentes han sido objeto de muchas especulaciones.

Nota sobre el factor estadounidense

Sería negligente no mencionar que la administración Trump ha continuado intentando frustrar la inversión extranjera y la integración de Irán en la economía global. 

Su agresiva posición anti-Irán y constante demonización del país han coincidido con la preocupación de Rouhani por reducir la inflación y recortar los subsidios en vista del colapso de los precios mundiales del petróleo, una especie de neoliberalismo light, que ha servido para exacerbar aún más las cosas.

La deriva de la administración Obama sancionando las exportaciones de petróleo de Irán y su Banco Central entre 2011 y 2015, desató una crisissimilar en el valor del rial en 2012-2013, cuando el gobierno de Ahmadinejad y después el de Rouhani se apresuraron a adquirir divisas.

Además, la incapacidad de Europa para resolver el bloqueo de Irán por parte del sistema bancario internacional ha hecho que incluso las más rudimentarias transacciones financiaras, tanto para el Estado como para el sector privado, se conviertan en una tarea enrevesada.

Esos obstáculos interpuestos por Washington, junto a la inercia europea, demuestran muy poca consideración por el acuerdo alcanzado entre Irán y el P5+1 [cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU + Alemania]. Teniendo en cuenta tales dinámicas, no es de extrañar que el gobierno de Rouhani esté luchando para cuadrar el círculo.

Conclusión

Seguramente, estas protestas serán una llamada de atención para el gobierno de Rouhani. Hay pocas dudas de que se han gestionado mal las expectativas y que la gente necesita ver beneficios tangibles y materiales derivados del Plan de Acción Global Conjunto y experimentar sus dividendos en el curso de su vida cotidiana. Hasta ahora, esto no ha sucedido.

A pesar del logro que supuso el acuerdo nuclear, aún no ha generado el impulso transformador en el que muchos confiaban.

De hecho, Trump, el gobierno israelí y muchas otras fuerzas malignas cuentan con que fracase. Sin embargo, el gobierno iraní no tiene otra opción que la de reconsiderar su actual estrategia económica; que es en gran medida una resaca de la Rafsanjani: a saber, la transformación de la República Islámica en un ejemplo tecnocrático de mercado libre que favorezca a las empresas de otras naciones musulmanas.

El turismo extranjero, así como acuerdos simbólicos con Boeing (que Trump intenta desbaratar), TOTAL y las cadenas italianas de café podrían venir muy bien.

Sin embargo, para muchos iraníes con dificultades, todo esto no le va a proporcionar al país la economía política sostenible, justa y equitativa que desean y merecen.

Eskandar Sadegui-Boroujerdi es investigador docente de posgrado en el St. Cross College, Universidad de Oxfors.


Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236316

Las intervenciones de EEUU en Iran



*No dejar de lado que estamos hablando de un país con bases religiosas solidas incompatible con el globalizmo de occidente y enemigo de Israel.

Se han reportado protestas en varias ciudades de Irán durante los últimos días de diciembre de 2017. Los manifestantes supuestamente condenan la economía de Irán, así como la participación de la nación en la cercana Siria.

Los medios occidentales han intentado cultivar dos narrativas, una centrada en retratar las protestas como generalizada, espontánea, y haberse enfocado primero en los “resentimientos económicos” antes de convertirse en políticos, otra narrativa que admite abiertamente la participación estadounidense y elogia al presidente estadounidense Donald Trump por “estar de pie” frente “el régimen iraní “.

Por supuesto, ninguna de las dos narraciones está remotamente arraigada en la realidad.

La intromisión de Estados Unidos en Irán se remonta a décadas atrás

Las operaciones de cambio de régimen de Estados Unidos dirigidas contra Irán se remontan a décadas atrás y han continuado dentro de una estrategia geopolítica singular, independientemente de quién haya ocupado la Casa Blanca, incluso bajo las más recientes administraciones estadounidenses de George Bush, Barack Obama y ahora Donald Trump.

Mientras que los círculos pro-guerra en los EE. UU. Afirman que la revolución iraní de 1979 fue un ejemplo de la primera sangre de Irán, la revolución fue de hecho una respuesta directa a las décadas de intromisión estadounidense en Irán desde 1953 con la inteligencia central de EE. UU. Operación de la Agencia AJAX.

Con respecto a la Operación AJAX, en una entrada en el sitio web de la CIA titulado ” Todos los hombres de Shah: un golpe estadounidense y las raíces del terrorismo en Medio Oriente “, admite (énfasis añadido):

El objetivo no era un títere soviético opresivo sino un gobierno elegido democráticamente cuya ideología populista y fervor nacionalista amenazaban los intereses económicos y geopolíticos occidentales. 

La intervención encubierta de la CIA -con nombre en clave TPAJAX- conservó el poder del Sha y protegió el control occidental de una infraestructura petrolera enormemente lucrativa .

También transformó una turbulenta monarquía constitucional en una monarquía absolutista e indujo una sucesión de consecuencias involuntarias al menos tan adelante como la revolución islámica de 1979, y Kinzer argumenta en su historia popular, bien escrita y relajada, tal vez hasta hoy.

El artículo -una revisión por parte del personal de historia de la CIA de un libro sobre la Operación AJAX- admite que la política de EE. UU. Con respecto a Irán simplemente retomó donde lo dejó el Imperio británico en un esfuerzo por reafirmar el control occidental que se desliza rápidamente sobre el globo.

De ninguna manera los esfuerzos de los Estados Unidos para socavar y controlar al gobierno de Irán se describieron en términos de protección de la seguridad nacional de los EE. UU. O promoción de la democracia, y de hecho se caracterizaron en cambio por socavar la autodeterminación iraní.

Es esta admisión la que revela la verdad central de las tensiones actuales entre Irán y los Estados Unidos. Occidente aún busca reafirmarse a sí mismo y a sus intereses económicos en el Medio Oriente.

Las nociones de “libertad”, “democracia”, así como las amenazas de “terrorismo”, “holocausto nuclear” e incluso el conflicto actual con el cercano Israel, Arabia Saudita y otros Estados del Golfo Pérsico no son más que fachadas detrás de las cuales se sirve la agenda neo-imperial se persigue.

Las protestas de hoy son trazadas abiertamente por los legisladores estadounidenses durante años

La Institución Brookings
 en 2009 ” ¿Qué camino a Persia? Opciones para una nueva estrategia estadounidense hacia Irán , “informe dedicado un capítulo entero para planear el derrocamiento del gobierno iraní.

Titulado, “THE REVOLUTION VELVET: Supporting a Popular Uprising”, el documento de política establece (énfasis añadido):

Debido a que el régimen iraní es ampliamente rechazado por muchos iraníes, el método más obvio y aceptable para provocar su desaparición sería ayudar a fomentar una revolución popular en la línea de las “revoluciones de terciopelo” que derrocaron a muchos gobiernos comunistas en Europa Oriental a partir de 1989

Para muchos partidarios del cambio de régimen, parece evidente que los Estados Unidos deberían alentar al pueblo iraní a tomar el poder en su propio nombre, y que este sería el método más legítimo de cambio de régimen.

Después de todo, ¿qué iraní o extranjero podría oponerse a ayudar al pueblo iraní a cumplir sus propios deseos?

El periódico luego admite:

El verdadero objetivo de esta opción de política es derrocar al régimen clerical en Teherán y ver que sea reemplazado, con suerte, por uno cuyos puntos de vista sean más compatibles con los intereses estadounidenses en la región.

En esencia, Brookings admite rápidamente que su “revolución de terciopelo” sería el cumplimiento de los deseos de Washington, no del pueblo iraní, perseguido simplemente con el pretexto de ayudar a los iraníes a cumplir sus propios deseos.

Como la propia CIA admite en sus propios registros históricos que los “intereses en la región” de los EE. UU. Se basan en la explotación económica y el enriquecimiento de Wall Street y Washington, no en levantar, empoderar o enriquecer al pueblo iraní.

Es una admisión abierta con respecto a los diseños estadounidenses para Irán demostrados en múltiples ocasiones en otros lugares, desde Irak a Libia, pasando por Siria y Ucrania. Lo que se promueve como revolución política progresista respaldada por el Occidente “democrático” es la destrucción y subyugación de una nación , su gente y sus recursos a costa de la paz y la prosperidad mundiales.

Creando una oposición de Whole Cloth

El documento de Brookings declara abiertamente (énfasis agregado):

Estados Unidos podría jugar múltiples roles para facilitar una revolución. Al financiar y ayudar a organizar rivales nacionales del régimen, Estados Unidos podría crear un liderazgo alternativo para tomar el poder. Como argumenta Raymond Tanter del Comité de Política de Irán, los estudiantes y otros grupos “necesitan respaldo encubierto para sus demostraciones”.

Necesitan máquinas de fax. Necesitan acceso a Internet, fondos para duplicar materiales y fondos para evitar que los vigilantes los golpeen “.

Más allá de esto, los medios de comunicación respaldados por Estados Unidos podrían resaltar las deficiencias del régimen y hacer que los críticos por lo demás oscuros sean más prominentes. Estados Unidos ya apoya la televisión satelital persa (Voice of America Persian) y la radio (Radio Farda) que traen noticias sin filtrar a los iraníes (en los últimos años, estos han tomado la mayor parte de los fondos estadounidenses para promover la democracia en Irán).

La presión económica de Estados Unidos (y tal vez también la presión militar ) puede desacreditar al régimen, haciendo que la población tenga hambre de un liderazgo rival.

Cabe señalar que la BBC y otras fuentes de noticias occidentales citaron la presión económica y militar como “agravios” de la llamada “oposición” en medio de las protestas más recientes de Irán.

Brookings enumera “intelectuales”, “estudiantes, trabajadores y organizaciones de la sociedad civil” bajo una subsección del capítulo titulada “Encontrar los poderes adecuados”.

Bajo una subsección titulada “Intervención militar”, Brookings admite:

… si Estados Unidos alguna vez logra desatar una revuelta contra el régimen clerical, Washington tendrá que considerar la posibilidad de proporcionarle algún tipo de apoyo militar para evitar que Teherán lo aplasta.

El informe continúa diciendo:

… si Estados Unidos aplica esta política, Washington debe tener en cuenta esta posibilidad. Agrega algunos requisitos muy importantes a la lista: o bien la política debe incluir formas de debilitar al ejército iraní o debilitar la disposición de los líderes del régimen para recurrir al ejército, o bien Estados Unidos debe estar listo para intervenir para vencerlo.

Armados con este conocimiento, las protestas iraníes rápidamente se tornan violentas debido a los misteriosos hombres armados y grupos armados nebulosos que aparecen de repente se pueden ver a través del prisma más realista de pandillas preestablecidas armadas por Estados Unidos desplegadas para expandir el malestar y obstaculizar las operaciones de seguridad destinadas a pacificar Mobs organizados por los Estados Unidos.

Paso 2: Insurrección armada

Teniendo en cuenta la comprensión de Brookings de que cualquier mafia que Estados Unidos revuelva en Irán probablemente sea simplemente barrida de las calles, siguió su capítulo “Revolución de Terciopelo” con uno titulado, “INSPIRAR UNA INSURGENCIA: Apoyar a los Grupos de Minoría y Oposición iraníes”.

Aquí, una admisión importante se hace abiertamente y se construye extensamente sobre – el armamento y respaldo de organizaciones terroristas con sangre estadounidense en sus manos – una “opción” descarada considerada descaradamente por los políticos estadounidenses en 2009 que se convertiría en una cuestión de hecho durante el 2011 “.

Arab Spring “y las subsiguientes guerras de Libia y Siria alimentadas por los EE. UU. Lucharon a través de Al Qaeda y la gran cantidad de franquicias que inspiró.

Brookings descaradamente admite:

Por más que muchos estadounidenses quieran ayudar al pueblo iraní a levantarse y tomar su destino en sus propias manos, la evidencia sugiere que su probabilidad es baja, y que la asistencia estadounidense podría hacerla menos probable en lugar de más.

En consecuencia, algunos que están a favor de fomentar el cambio de régimen en Irán argumentan que es utópico mantener la esperanza de una revolución de terciopelo; en su lugar, sostienen que Estados Unidos debería recurrir a los grupos de oposición iraníes que ya existen, que ya han demostrado un deseo de luchar contra el régimen y que parecen dispuestos a aceptar la ayuda estadounidense.

Entre los grupos considerados, Brookings admite:

Del MEK, Brookings admite (énfasis añadido):
Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán

… el MEK permanece en la lista del gobierno de EE.UU. de organizaciones terroristas extranjeras. 

En la década de 1970, el grupo mató a tres oficiales estadounidenses y tres contratistas civiles en Irán. 

Durante la crisis de los rehenes de 1979-1980, el grupo elogió la decisión de tomar rehenes estadounidenses y Elaine Sciolino informó que, si bien los líderes del grupo condenaron públicamente los ataques del 11 de septiembre, dentro del grupo las celebraciones fueron generalizadas. 

Innegablemente, el grupo ha llevado a cabo ataques terroristas — a menudo excusados por los defensores de MEK porque están dirigidos contra el gobierno iraní.

Por ejemplo, en 1981, el grupo bombardeó la sede del Partido de la República Islámica, que era entonces la principal organización política del liderazgo clerical, causando la muerte de unos 70 altos funcionarios. 

Más recientemente, el grupo se atribuyó el mérito de más de una docena de ataques con morteros, asesinatos y otros ataques contra objetivos civiles y militares iraníes entre 1998 y 2001. 

Por lo menos, para trabajar más de cerca con el grupo (al menos de manera abierta), Washington tendría que eliminarlo de la lista de organizaciones terroristas extranjeras.

No fue una coincidencia que mientras Brookings escribió su informe de 2009, los esfuerzos ya estaban en marcha para eliminar a MEK de la lista de Organizaciones Terroristas Extranjeras del Departamento de Estado de Estados Unidos, y fue eliminado completamente de la lista para 2012,según el propio Departamento de Estado .

Es revelador que MEK solo se haya eliminado de una lista de organizaciones terroristas porque EE. UU. 

Lo requirió para una campaña terrorista de su propio diseño contra Teherán, la propia organización se ha reformado de forma, forma o intención sin intención alguna. 

Brookings y las propias admisiones de otros políticos estadounidenses, para llevar a cabo más atrocidades, simplemente en nombre del cambio de régimen de los Estados Unidos en Irán.

MEK se une a otras organizaciones terroristas que EE. UU. ha cultivado a lo largo de las periferias de Irán desde 2011 y las múltiples guerras de poder de los Estados Unidos en la región. 

Estos incluyen a Al Qaeda, las milicias kurdas y el llamado “Estado Islámico” (ISIS).

Brookings establece bajo una subsección titulada, “Encontrar un conducto y un refugio seguro”, que:

De la misma importancia (y posible dificultad) será encontrar un país vecino dispuesto a servir como conducto para la ayuda estadounidense al grupo insurgente, así como para proporcionar un refugio seguro donde el grupo pueda entrenar, planificar, organizar, sanar y reabastecer …

… sin ese socio, sería mucho más difícil para los Estados Unidos apoyar a una insurgencia. Una cosa que los Estados Unidos tendrían a su favor cuando buscan un estado para desempeñar este papel es que muchos de los vecinos de Irán no les gusta y aman a la República Islámica.

Desde 2009, Estados Unidos se ha asegurado múltiples conductos y refugios seguros, que ha sido la principal razón por la cual Irán ha estado involucrado tan profundamente en Siria desde que estalló la guerra de 2011. 

El oeste de Siria ahora alberga múltiples bases militares estadounidenses, así como un gran contingente de poder compuesto por milicias kurdas y extremistas de Al Qaeda / ISIS que están siendo entrenados por los EE. UU. Para el redespliegue en contínuas guerras de poder en toda la región.

Si Irán no hubiese podido evitar el derrocamiento total del estado sirio, la nación se habría transformado en un único trampolín para que Al Qaeda, ISIS y los militantes kurdos invadieran y diezmaran a Irán antes de trasladarse al sur de Rusia.

Cabe señalar que Brookings, entre sus conclusiones sobre la creación de una “insurgencia” contra Irán, afirma:

El apoyo encubierto y debidamente ejecutado a una insurgencia proporcionaría a los Estados Unidos “una negación plausible”.Como resultado, la reacción diplomática y política probablemente sería mucho menor que si Estados Unidos fuera a montar una acción militar directa.

Por supuesto, la propia conspiración publicada públicamente de Brookings junto con el uso demostrado de Estados Unidos de apoderados en Siria, Irak, Libia, Yemen y ahora Irán, pone al descubierto esta estrategia y mitiga cualquier “negación plausible” que Washington esperara mantener.

De todos modos, Occidente, a través de su formidable influencia en los medios, intentará mantener una negación plausible con respecto a la participación de Estados Unidos en disturbios iraníes hasta el último momento posible, al igual que ocultó su papel en la ejecución de la llamada “Primavera Árabe” durante su Fases de apertura a pesar de planear y organizar el caos años antes.

Estados Unidos espera romper a Irán, se conformaría con volver a establecerlo

Así como Estados Unidos esperaba un cambio de régimen rápido en Siria en 2011, pero se conformó con la destrucción de la nación, la división de su territorio y el debilitamiento del ejército sirio, EE. UU. también tiene objetivos primarios y secundarios ya establecidos para el régimen cambiar planes contra Irán.

El informe de Brookings admite:

… incluso si el apoyo de los EE. UU. a una insurgencia no lograra derrocar al régimen, aún podría colocar a Teherán bajo una presión considerable, lo que podría evitar que el régimen incurriera en daños en el exterior o convencerlo de hacer concesiones en asuntos de importancia para los Estados Unidos (como su programa nuclear y apoyo a Hamas, Hezbolá y los talibanes). 

De hecho, Washington podría decidir que este segundo objetivo es una razón más convincente para apoyar una insurgencia que el objetivo (mucho menos probable) de derrocar al régimen.

En otras palabras, el cambio de régimen de los Estados Unidos nuevamente se admite abiertamente como un acto de coacción geopolítica, no de autodefensa. 

La estrategia presentada por Brookings es más que meras “sugerencias”. Es una lista enumerada de acciones prescritas que se han ejecutado de manera demostrable desde Siria, Libia y Yemen, y ahora se están manifestando en el cercano Irán.

En el mundo del análisis geopolítico, no es frecuente que una confesión firmada y fechada pueda citarse al describir conspiraciones contra otro estado-nación. 

En el caso de la injerencia de Estados Unidos en Irán, Brookings proporciona tal evidencia, de casi 200 páginas, que detalla todo, desde la oposición fabricada, el patrocinio estadounidense de terrorismo e incluso provocó provocaciones de los EE. UU. e Israel para desencadenar una guerra a gran escala.

Mientras Occidente investiga a Irán y las historias de “inquietud” llegan a los titulares, mirando más allá de las distracciones, mentiras y mentiras de los medios occidentales, hacia la naturaleza ingeniosa de este conflicto ayuda a descifrar rápidamente la verdad, culpar y revelar a engañadores y colaboradores aún otra campaña de agresión occidental a miles de millas de las costas estadounidenses para combatir con el dinero de los contribuyentes estadounidenses y quizás incluso con la sangre de los soldados estadounidenses.ony Cartalucci, investigador y escritor geopolítico con sede en Bangkok, especialmente para la revista en línea New Eastern Outlook” .

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