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lunes, 11 de diciembre de 2017

Klein: "El deliberado show de Trump nos distrae de lo esencial"



Trump es un comercial, un vendedor que vive del shock: se pelea con los famosos de Hollywood, amenaza a Corea del Norte con aniquilarlos...


En el año 2000, No logo se convirtió en el manifiesto de los movimientos antiglobalización y le siguieron otros tantos análisis de cómo las políticas de derechas están atacando a los desfavorecidos. 

Forma parte de movimientos internacionales que luchan contra el cambio climático y es promotora del manifiesto Dar el salto para poner fin al uso de combustibles fósiles. 

Su último libro, Decir no, no basta (Paidós), llama a la acción contra las políticas “que arruinan a la gente, el medio ambiente y la seguridad”.

¿A qué dice que sí?


A un sistema económico y social que permita que todo el mundo viva de forma digna dentro de los límites que puede asumir el planeta.

Eso que parece lógico se ha convertido en utópico.


Cierto, con el sistema político actual lo parece. Pero estamos en un momento político muy fluido y maleable, y hay nuevas formaciones progresistas que están consiguiendo poner en la agenda ideas transformadoras que hace unos años no se podían ni mencionar.

La extrema derecha también triunfa, está organizada y tiene dinero y poder.


La campaña de Bernie Sanders nació con jóvenes que surgieron del movimiento Okupar Wall Street y consiguieron 13 millones de votos en 23 estados en las primarias. Bernie Sanders es el político más popular de EEUU. La contracultura está aprendiendo a organizarse.

Llevamos un año de Trump, ¿cuál es su retrato más original?


Veo a Trump como arte distópico que se ha convertido en realidad. De la misma manera que una mala película de ciencia ficción ­exagera lo peor de nuestro mundo, Trump es una versión exagerada de lo peor de la cultura.

¿Cultura?


Sí, la adicción a los medios sociales, es decir a periodos de atención muy cortos; el insulto constante, la falta de curiosidad; una lógica basada en el dominio contra las mujeres, los negros y la tierra; y la adoración a la riqueza.

Una caricatura del Pato Donald.

No es algo que afecte sólo a EEUU, todos estamos inmersos en esta cultura global y Trump es una advertencia. Él mismo dijo en los ochenta: “El show soy yo y agoto las entradas ahí donde voy”. Trump es un showman y está haciendo un espectáculo para distraernos de lo esencial.

¿Quién mueve los hilos?

Los que se benefician más del show de Trump son las multinacionales y personas ricas de su régimen que no quieren la atención de los medios y que de manera sigilosa y metódica están aplicando su lista de deseos políticos.

¿De quién estamos hablando?

Del sector bancario: cinco exdirectivos de Goldman Sachs están en su régimen, y el abogado que dirigía la Comisión de Seguridad e Intercambio, el órgano que controla el mercado financiero, también es bancario. Ellos han desmantelado las normativas que se habían aplicado después del 2008, y lo han hecho sin pasar por el Congreso.

Los ciudadanos, los votantes, lo permiten.

Lo hacen de manera silenciosa. Y las empresas de combustibles fósiles nunca han tenido un panorama mejor. Se van deshaciendo de las regulaciones que protegen la salud y la seguridad.

Europa parece que también se apunta…

Trump, cuando viaja, es como un representante de empresas de armamento. Va de país en país y les hace comprar millones de armas. Lo hizo en Japón, Corea del Sur, Europa, Arabia Saudí…

Los pueblos que viven del carbón están encantados. ¿Hay una falta de conciencia?

Trump insiste en la necesidad de estos empleos, está dirigiéndose a personas que están muy enfadadas. Hay que aplicar un programa político distinto que ofrezca puestos de trabajo reales y un plan para proteger a las personas desde el punto de vista sanitario.

Y educación, y vivienda. ¿Quién lo paga?

El problema es que los demócratas se dedican a atacar a Trump sin ofrecer un discurso propio. Lo más escandaloso de la elección del 2016 es que 90 millones de norteamericanos no votaron porque no sabían a quién votar.

Hoy por hoy no parece posible recuperar el Estado de bienestar.

Hoy hay una riqueza privada que no se había visto nunca. Las empresas más ricas de la historia del mundo están mandando toneladas de dólares a los paraísos fiscales. Es necesaria la cooperación internacional para acabar con eso. La crisis de austeridad descrita como crisis manufacturera está diseñada y planificada.

El capitalismo fundamentalista ¿quiere volver al siglo XIX, instaurar la plutocracia?

Sí, su agenda es transparente, están aniquilando los logros sociales conseguidos por los trabajadores y las políticas de redistribución.

Pero necesita consumidores.

Sólo piensan en trimestres. Trump es un comercial, un vendedor que vive del shock: se pelea con los famosos de Hollywood, amenaza a Corea del Norte con aniquilarlos..., crea este caos constante que distrae del golpe de Estado de las multinacionales.

Varios directores generales marcaron distancia con él.

Juegan un doble juego. Las políticas de desregulación y de recortes les convienen, las cifras de la bolsa lo indican claramente.

¿A qué mundo cree que nos abocamos?

Nuestro sistema nos encamina al desmoronamiento económico en el que los ricos se van a proteger en enclaves privados y militarizados. Lo vi en Nueva Orleans después del Katrina, lo veo en Bagdad, en zonas de Johannesburgo...

¿Dónde está la clave del cambio?

En dejar de pensar en compartimentos separados: el medio ambiente por un lado, los derechos humanos por otro, la justicia económica, el trabajo… Hay mucho compromiso político en la sociedad, pero está compartimentado. Necesitamos soluciones globales.

Ima Sanchís / Naomi Klein

La Vanguardia / La Haine

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