Hace ya 25 años desde la disolución de Checoslovaquia y algunos de los motivos que llevaron a ella siguen presentes. Sin embargo, las sociedades checa y eslovaca se muestran contrariadas con la desaparición del Estado común.
El 1 de enero de 1993 se produjo la fractura de Checoslovaquia en las dos entidades federales que la componían: la República Checa y la República Eslovaca. El denominado divorcio de terciopelo fue considerado como un acto ejemplar de división pacífica y ordenada frente al caos y la violencia que estaban caracterizando la disolución de Yugoslavia y la URSS.
Sin embargo, la ejemplaridad de la separación pacífica frente a Yugoslavia y la idea de que ambos Estados habían sido inventos del tratado de Versalles ocultaron el hecho de que no fue una decisión democrática, sino una medida unilateral entre las irreconciliables posturas de los líderes de ambas regiones que no contó con el apoyo popular.
La falta de aquel sustento social hace que, 25 años después de aquel divorcio, parte de la sociedad eslovaca y checa se haya empezado a movilizar para reclamar que el destino de ambos Estados se decida de manera democrática, mediante la convocatoria de un referéndum de reunificación.
La venganza de la geografía
La geografía jugó un papel importante en la Historia y posterior división de Checoslovaquia. La disposición de montañas, llanuras y cuencas fluviales, junto a la posición de ambos Estados en el límite entre Europa central, oriental y occidental, ha sido determinante a la hora de marcar las diferencias y fue clave en la división de Checoslovaquia.
Eslovaquia es un país montañoso, geográficamente homogéneo, cruzado por los Cárpatos, con su punto más alto en el Pico de Gerlachov, a 2.655 m de altitud, y una región llana y fértil al sur, la llanura panónica. Por su parte, Chequia es un país de relieve ondulado, cuyo punto más elevado —el Pico Snezka— está mil metros por debajo del homólogo eslovaco, y en una posición fronteriza con Polonia. El país está dividido en tres regiones geográficas tan marcadas que coinciden con las regiones históricas, culturales y dialectales: Bohemia, con su centro en Praga, está formada por la cuenca superior del río Elba antes de penetrar en Alemania; Moravia, con su centro político-cultural en Brno, se asienta sobre la cuenca del río Morava, que se une en la frontera austriaco-eslovaca al Danubio, y la Silesia checa, con capital en Ostrava, se corresponde con la cuenca alta del río Óder y sus afluentes.
Eslovaquia está volcada hacia Polonia, Hungría y Europa del este, mientras que las regiones checas se inclinan hacia Occidente y el mundo germánico: Bohemia hacia Alemania, Moravia hacia Austria y la Silesia checa hacia el resto de Silesia, actualmente polaca, pero históricamente prusiana. Dos mundos con intereses contrapuestos.
Fuente: Cartografía EOM
Dos idiomas, una lengua
Las tribus eslavas se instalaron en el territorio de las actuales Chequia y Eslovaquia en el siglo XII.
Entre los siglos X y XII se separó la lengua checoeslovaca del resto de idiomas eslavos occidentales mientras Chequia y Eslovaquia caían bajo el control respectivamente del Sacro Imperio Romano Germánico y el Reino de Hungría.
Los idiomas checo y eslovaco son en la actualidad lenguas que funcionan de forma dialectal.
Forman parte de un continuo dialectal con inteligibilidad mutua, con unos dialectos occidentales influidos por las lenguas alemanas y unos orientales con influencia magiar y más afectados por las variaciones que se han producido en el resto de las lenguas eslavas.
En realidad, el conocido como checo no es más que la estandarización del dialecto bohemio de Praga.
Al este de Chequia quedarían los dialectos moravos, que funcionan de enlace entre las variedades eslovacas y bohemias, y al noreste una pequeña región silesiana cuya lengua hace de puente entre el polaco y el checo. Por su parte, el eslovaco es la estandarización del dialecto eslovaco occidental.
Inicialmente, tras la independencia de Austria-Hungría, se procedió a crear una lengua checoslovaca estándar para la nación, tal y como se había hecho en Italia o Alemania.
Pero este idioma se basó en el habla de Praga, uno de los dialectos más extremos, sin tener en consideración el resto de variedades de la lengua —el eslovaco no se consideraba aún un idioma—, cuando los dialectos moravos habrían funcionado mejor como aglutinantes nacionales. El proyecto fracasará tras la invasión nazi de la II Guerra Mundial.
La televisión es un buen ejemplo de la proximidad de las lenguas. La televisión pública checa emite parte de sus telediarios en eslovaco y las televisiones eslovacas hacen lo propio con programas checos o de terceros países doblados en lengua checa sin emplear por lo general subtítulos para ahorrar costes, pero también por la mutua inteligibilidad, además de la existencia de señales de televisión que cruzan las fronteras.
Esto ha llevado desde la ruptura a un desequilibrio en favor del checo.
Una Historia de religión
El Ducado de Bohemia —actual Chequia—, rodeado por territorios alemanes a los que fluyen sus aguas, quedó integrado en el mundo germánico desde el 950, aunque mantendrá una alta autonomía dentro del Sacro Imperio y, durante el siglo XVI, en Austria.
Por su parte, Eslovaquia, volcada hacia la llanura húngara, fue conquistada por tribus magiares y en el 1025 pasó a formar parte del Reino de Hungría. Tras ser aplastado por la expansión otomana, pasará también a los dominios de Austria en el siglo XVI.
Así, ambas regiones volvieron a unirse bajo una misma Corona, pero la geografía ya había hecho su labor. Moravia y Bohemia, integradas en el mundo germánico, sufrieron las crisis religiosas de inicios de la Edad Moderna, mientras que Eslovaquia, mirando hacia el sur, entraba en la nueva era dentro de otro conflicto religioso: la defensa de la fe católica frente al avance de los turcos otomanos.
La actual Chequia experimentó una protorreforma protestante un siglo antes de que Lutero clavase sus 95 tesis en la iglesia de Wittenberg.
El movimiento husita convulsionó de nuevo durante la Reforma protestante y las guerras de religión hasta que en 1620 Bohemia fue derrotada, recatolizada y desposeída su aristocracia en favor de las élites germanófonas en el inicio de la guerra de los Treinta Años.
Por ello, no es de extrañar que la República Checa, con dos siglos de crisis religiosas, sea el país menos religioso de Europa mientras Eslovaquia sigue siendo profundamente católica incluso después de haber vivido el mismo tiempo que Chequia bajo el régimen comunista.
Fuente: Cartografía EOM
La creación de una nación
La división geográfica entre las actuales Chequia y Eslovaquia se mantendrá dentro del Imperio austriaco, y después del austrohúngaro Chequia seguirá bajo la órbita germánica de Viena y Eslovaquia bajo la magiar de Buda-Budapest.
Chequia, menos abrupta, más occidental, con cierta autonomía, representación parlamentaria y volcada al mundo germánico, se industrializó y urbanizó de modo temprano.
Eslovaquia, abrupta, oriental y dominada por los húngaros, permanecerá como una región agrícola y atrasada hasta bien entrada la Edad Contemporánea.
Tanto es así que, tras la independencia de Chequia, que había sido el centro industrial del Imperio austríaco, el país estaba muy urbanizado en comparación con Eslovaquia, una región tan rural que eligió como capital una ciudad en un extremo, fronteriza con el mundo germánico, como era Presburgo —actual Bratislava—, que estaba poblada por alemanes y húngaros.
Durante el siglo XIX, los checos empezaron a buscar una autonomía para todos los checoslovacos similar a la que disfrutaban húngaros y alemanes dentro del imperio.
Pese a los siglos de separación, seguía existiendo la idea de que eran un único pueblo, de tal modo que los parlamentarios bohemios y moravos defendían los intereses de los eslovacos, que no contaban con representación.
En 1918, terminada la Gran Guerra, el Consejo Nacional de Checoslovaquia fue fundado por Beneš, Masaryk y Štefánik, representantes respectivos de las tres principales regiones de Checoslovaquia: Bohemia, Moravia y Eslovaquia.
Este consejo acabará proclamando la independencia del país el día 28 de octubre.
Checoslovaquia nacía bajo el amparo de los 14 puntos de Wilson como Estado nación con su propia lengua y cultura.
El nuevo país resultó más poblado y extenso que las propias Austria y Hungría de las que se había separado.
De eso se trataba, ya que mantenía importantes minorías —alemanas en la parte checa y húngaras en la eslovaca— capaces de desestabilizar el Estado; en semejante contexto, se entendía que solo un país grande podría sobrevivir.
El derrumbe del Estado
Estas minorías representaban un tercio de la población de Chequia y un 40% en Eslovaquia, a las que había que sumar rutenos —ucranianos—, polacos, judíos y gitanos.
Las minorías alemanas justificaron la invasión del país por la Alemania nazi, que se anexionó los Sudetes y convirtió a Chequia en el Protectorado de Bohemia-Moravia. Eslovaquia, por su parte, fue parcialmente anexionada por Hungría.
Fuente: Cartografía EOM
La invasión contó en parte con el apoyo eslovaco, que durante las dos décadas anteriores había quedado marginado de la política nacional en favor de los intereses bohemios debido a su mayor peso económico y demográfico, a poseer la capitalidad y a una población urbana y alfabetizada capaz de gestionar la administración y la política, mientras que Eslovaquia seguía siendo una región rural con una economía atrasada.
Tras la guerra, el país se recompuso; se cedió Rutenia Transcarpatia a la URSS y las minorías alemanas abandonaron el Estado. No obstante, la semilla de la distensión había sido sembrada. Cuando se reorganizó el Estado, dejó de haber cuatro regiones constitutivas —Bohemia, Moravia-Silesia, Eslovaquia y Rutenia Transcarpatia— para pasar a dos Estados federados: las Repúblicas Socialistas Checa y Eslovaca.
Este hecho desequilibró completamente un sistema de fuerzas ya de por sí nunca equilibrado generando un sistema con dos entidades en el que una de ellas poseía dos tercios de la población y una proporción aún mayor del PIB, además de la capitalidad, y podía imponer sus demandas al conjunto del Estado, marginando a Eslovaquia y sus intereses.
También se abandonó la idea de una lengua nacional y se empezaron a emplear las lenguas checa y eslovaca estandarizadas, con un fomento del bilingüismo político y mediático.
El divorcio de terciopelo
En 1989 la represión de una pequeña manifestación en Bratislava llevó a nuevas protestas en las principales ciudades del Estado en lo que se conoció como la Revolución de terciopelo, que acabó con el régimen comunista y abrió la senda de la liberalización económica y social.
Tras el fin del comunismo hubo elecciones libres, de las que salió el presidente de la república, Václav Havel, considerado padre de la revolución, pero también los de las dos regiones constitutivas. Las diferencias históricas y geográficas se hicieron notar y permitieron surgir a líderes con visiones contrapuestas.
Chequia, vinculada siempre al mundo comercial e industrial occidental, había quedado al este del telón de acero y tras su desmantelamiento eligió como líder a Václav Klaus, un democristiano liberal, populista y aperturista que propugnaba aproximarse de nuevo al mundo germánico y su modelo económico.
De otro lado, Eslovaquia, agraria, católica y con una industria creada y mantenida por el Estado, votó por Vladimír Meciar, un líder también populista, nacionalista y conservador en sentido amplio que pretendía mantener parte de la estructura de propiedad estatal y los valores católicos.
Las dos regiones federadas optaban por dos modelos diferentes: unos, por recuperar el tiempo perdido en la Europa liberal; los otros, por mantener en lo posible de la estructura del pasado.
A ello hay que sumar que los eslovacos se sentían despreciados por Praga y vislumbraban en una mayor autonomía la oportunidad de poder gestionar sus intereses en lo que los checos veían a Eslovaquia como una carga que lastraba su progreso.
Para ampliar: “Los checos y eslovacos conmemoran 20 años desde su separación”, Radio Praha, 2013
Sin embargo, lo que originó la división del Estado, el divorcio de terciopelo, fue la posición irreconciliable y los tira y afloja entre los dos líderes regionales, que el presidente del Estado no puedo solventar, por lo que acabó dimitiendo.
Estos acordaron de forma unilateral la independencia de ambos Estados, pero solamente un tercio de los checoslovacos hubiesen votado a favor.
Muchos ciudadanos no estuvieron de acuerdo con la disolución del Estado común y todavía piden su retorno. Fuente: Eslovaquia News
Dos Estados nación, una identidad
Tras la división, ambos Estados se integraron relativamente rápido en la OTAN y la Unión Europea (UE), lo que reducía el trauma de la separación. La UE ha permitido una libertad a la hora de comerciar, estudiar, trabajar o vivir entre los dos Estados como la del periodo checoslovaco, pero manteniendo políticas independientes, acordes a sus intereses regionales.
El tiempo ha mostrado que Eslovaquia salió mejor parada de la partición del Estado común al pasar de ser la región más pobre a un Estado con un PIB per cápita superior al checo gracias a haber podido gestionar sus recursos conforme a sus intereses, pese a la lentitud de Bratislava en tomar medidas de modernización económica. No obstante, es Eslovaquia la que está moviendo con mayor fervor la idea de la reunificación.
Un importante argumento a favor es recuperar importancia internacional, ya que con la división pasó de ser un Estado mediano en Europa central a dos pequeños e irrelevantes.
Dentro de la UE se han convertido en dos regiones marginales, poco capaces de defender sus intereses.
Ya se han producido intentos oficiales de unir organismos por la proximidad lingüística y el abaratamiento de costes, como las federaciones deportivas, los Ejércitos, la energía o el transporte por ferrocarril.
La República Checa tiene un problema identitario: el nombre mismo del país deriva de Bohemia —‘Chechy’ en checo—, lo que excluye a moravos y silesianos.
Moravia llegó a desarrollar un movimiento federalista —ahora extinto— y en los sucesivos censos desde la descomposición de Checoslovaquia el porcentaje de gente que se autoidentifica como morava y no como checa-bohemia ha ido creciendo en el sureste hasta un 6,7% de la población total y un 20% en regiones como Moravia Meridional.
Moravia y Silesia se han convertido en la nueva Eslovaquia dentro de Chequia. La reunificación ofrece una solución a las dos regiones para diferenciarse de Bohemia y poderse aliar con Eslovaquia para defender intereses en la actualidad marginados ante el peso demográfico —60%— y económico de Bohemia, siempre que no se vuelva a la dinámica de las dos grandes regiones en el pasado, que resultó nefasta, y puedan ocupar una posición intermedia entre los intereses occidentales y orientales de una hipotética nueva Checoslovaquia.
Para Eslovaquia, la idea de proponer un referéndum de reunificación plantea un problema añadido: si se acepta la premisa de que los ciudadanos pueden decidir disolver el Estado para unirse a otro, las regiones de mayoría húngara del sur podrían emplear los mismos argumentos para integrarse en Hungría.
Parece poco probable que la iniciativa de reunificación llegue a buen puerto para 2018 sin apoyo político, pero es una buena muestra de que eldivorcio de terciopelo no fue tan ejemplar como evoca el nombre y que existen lazos identitarios por encima de las fronteras. La cultura no se partió, cada vez más organismos son propuestos para la gestión binacional y la UE ha disuelto las fronteras; quizás la reunificación ya se esté produciendo.
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