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lunes, 23 de octubre de 2017

¿Redes Sociales o Anti-Sociales? Las redes sociales generan + Odio y Sectarismo que Debate e Intercambio de Ideas

"Posverdad", el nombre de moda de la manipulación informativa


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¿Son neutrales las redes sociales?

OPINIÓN de Jorge Majfud.- 
En una conferencia dada en 1981, Ayn Rand, la autora de cabecera del actual presidente de la cámara de representantes de Estados Unidos, Paul Ryan, y de los conservadores cristianos, leyó: “Ningún poder externo puede destruir al capitalismo y sus empresarios. Solo un poder interno: la moral. 
Más concretamente, el poder de una idea depravada, aceptada como principio moral: el altruismo. Esa teoría moral según la cual un hombre debe sacrificarse por otros. 
El altruismo es una teoría de profundo odio, contra el hombre, contra el éxito. El altruismo es enemigo del capitalismo”.
La idea del egoísmo como el motor de los negocios es razonable, pero no es, como la ideología capitalista quiso establecerlo, necesariamente el motor del bienestar de las sociedades. 
Los mismos economistas capitalistas han estudiado desde hace décadas los efectos de las “externalidades” por el cual un excelente negocio puede ser realizado no solo en detrimento del resto sino de los mismos beneficiados a largo plazo.
Para bien y para mal, el beneficio propio sigue siendo el corazón ideológico y práctico de los dueños de mega compañías como Google, Facebook, etc. 
Con una diferencia: ya no se trata de mentir para vender Coca Cola o McDonald’s sino de formas más extendidas y profundas de pensar y de sentir.
Las tecnologías digitales, que pueden servir para democratizar la información (Wikipedia es un ejemplo), para denunciar injusticias o hacerle la tarea difícil a un dictador al viejo estilo del siglo XX, también sirven para lo contrario: para manipular, todo debajo del manto de la pretendida neutralidad tecnológica.
El caso de las redes sociales es uno de esos ejemplos, probablemente el más significativo. 
No basta con demostrar que el gobierno ruso manipuló la opinión de los votantes estadounidenses valiéndose de estos instrumentos. Es necesario preguntarse, además, ¿cuál es la razón existencial de los dueños y administradores de esas mega sociedades en cuyas redes vive, literalmente, la mitad de la población mundial?
Es uno, básicamente: las ganancias. Es un negocio y funciona como tal.
Pero ¿no son los negocios una actividad pragmática, sin ideología? Tal vez los negocios sí, pero no los mega negocios.
Cuando uno habla con individuos que formaron parte de grandes compañías trasnacionales y conoce sus familias, no queda otra posibilidad que reconocer que son buenos padres, buenos esposos, buenos hijos, donantes regulares para causas nobles. 
Los individuos suelen ser muy buenos, pero cuando son gerentes de poderosas compañías de sodas, de tabaco, o de fast foods, cumplen una función, y su primer objetivo es que dicha compañía no quiebre. 
Es más: el objetivo es que el volumen de ganancias crezca sin parar, más allá de si el tabaco, el azúcar y las grasas recicladas matan a cientos de miles de personas por año. 
La moral individual casi no importa; los individuos no explican la realidad. Es el sistema para el cual trabajan.
Lo mismo compañías como Facebook, Twitter o Instagram. Zuckerberg es un buen muchacho, realiza donaciones millonarias (que en muchos casos es como si un obrero donase diez dólares a los afectados por un huracán). 
No obstante, su equipo de ingenieros y psicólogos trabaja día y noche para maximizar las ganancias maximizando el número de los nuevos clientes sin importar que para ello deban desarrollar estrategias de dependencia psicológica, sin importar que varios estudios insistan que Facebook produce depresión, sin importar que varias investigaciones hayan mostrado el carácter adictivo de esta actividad. 
Como la nicotina o el azúcar, las que fueron camufladas por las tabacaleras y todavía lo son por las gaseosas carbonatadas. 
Como el alcohol, el consumidor compulsivo satisface una necesidad creada mientras niega el problema y presume de su libertad.
Como en la economía actual, la clave del éxito de las megaempresas no radica, como se repite hasta el hastío, en satisfacer una demanda existente sino en crearla, ya que las demandas suelen no existir antes del producto.
Miles de millones de usuarios de las redes sociales han sido atrapados por unos muchachos de California, también por otra razón. Desde vendedores de lapiceras hasta actrices y vendedores de libros casi nadie puede prescindir de ellas porque es allí a donde se han mudado los consumidores. 
Un diario que no tenga una página en FB o en Twitter para distribuir sus noticias y artículos prácticamente no existe o existe a medias. 
Es decir, para los amantes de las redes y para quienes las detestan, son imprescindibles. Incluso para hacer conocer un artículo crítico de ellas mismas, como lo puede ser este. 
Por no entrar a hablar de las infraestructuras, como los cableados internacionales, que dependen cada vez más de estas paraestatales.
Las redes sociales son un medio y una tecnología que no tienen nada de neutral. Poseen su propia lógica, sus propios valores y su propia ideología.
Deberíamos preguntarnos, cómo y cuáles son los posibles efectos de estas súper concentradas redes y negocios en la realidad social y psicológica. Aparte de la adicción y las depresiones individuales, podemos sospechar efectos sociales. 
Cuando en los 90s veíamos a Internet como el principal instrumento para una Democracia directa en algún futuro por venir, no previmos los efectos negativos. 
¿Son la creación de burbujas sociales uno de esos efectos? 
Los usuarios (¿individuos?) suelen eliminar con un solo click un “amigo” molesto. Esto, que parce muchas veces lo mejor, tiene un efecto acumulativo: hace que los individuos se rodeen de gente que piensa como ellos. 
Así se crean sectas, burbujas, mientras el individuo se vuelve intolerante ante la discrepancia o la opinión ajena. 
El producto, el nuevo pseudo-individuo, no sabe debatir. 
El insulto y el odio afloran a la velocidad de la luz. 
Así, las redes se convierten en fábricas de odio y de seudo amistades. 
La probabilidad de que viejos amigos terminen por insultarse por meras cuestiones de opinión es muy alta a medida que progresa cualquier conversación y degenera en discusión. 
El diálogo, antes probable cuando se estaba cara a cara con un café mediante, desaparece y aflora el amor propio, el Ego herido por cualquier punto y coma de más.
Claro que el odio y el egoísmo es tan antiguo como andar a pie, pero es probable que esté potenciado hoy con las redes antisociales. A partir de estas coordenadas mentales, quizás podríamos comprender mejor la ola fascista en los países donde surgieron y predominan estas redes y no reducirlo todo a una reacción contra la antigua inmigración. 
Tal vez no es casualidad que el surgimiento del nazismo en la Alemania de los ‘30 coincida con la explosión de la radio y la propaganda en los cines.
Las actuales redes antisociales, instrumentos democráticos (de solidaridad y altruismo) son hoy los transmisores favoritos del odio. Que estén gobernadas por mega sectas multibillonarias, cuyo objetivo central son las ganancias económicas, no debe ser casualidad.
Hay que tomarse en serio la confesión de Ayn Rand.
- Jorge Majfud es escritor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y otras novelas.​

Odio y sectarismo político aparecen en las redes sociales sin control

Las redes sociales se han convertido estos días en un popular medio de transmisión de emociones, no siempre positivas o con sentido éticoFoto por: David Airob
Jueves 17 de agosto a primera hora de la tarde. Atentado en Barcelona. Unas horas más tarde, otro en Cambrils
Las redes sociales se convierten en un hervidero de mensajes.
Entre miles y miles de ellos, predominan los sentimientos de solidaridad, de fraternidad ante la tragedia. 
Pero no todos tienen ese sentido. Hay quien aprovecha las noticias para llevarlo todo a su terreno ideológico
Existe una utilización política que puede ser discutible, pero algunos usuarios traspasan las líneas rojas de lo admisible en una sociedad.
Mauro Fuentes, director de Social@Ogilvy en España, que gestiona las redes sociales de grandes compañías españolas, apunta que “siempre que ocurre una situación de estas características hay oportunismo y se crea un caldo de cultivo para quienes buscan sacar un provecho porque saben que la gente será más propensa a creerse las cosas que les digan”.




Mensajes difundidos en las redes sociales tras el doble atentado de Barcelona y CambrilsFoto por: TWITTER
Como ejemplo, Fuentes explica que conoce personalmente a la joven a la que llevó a casa un taxista marroquí la tarde del atentado, una historia que se hizo viral, y puede asegurar que es cierta y que no tiene ninguna motivación oculta más que explicar una situación de solidaridad. 
Este experto señala que en Twitter se generaron muchos mensajes a favor y en contra, con denuncias de intereses ocultos entre empresas de transporte y del sector del taxi.

Los medios tienen una labor informativa ante la transmisión de datos indiscriminados
“Cuando tienes una cuenta de Twitter –observa Fuentes–, sigues a la gente que te interesa. 
De esta forma puede ocurrir que lo que pasa en esas cuentas sea todo lo que ves del mundo. Sólo si miras fuera, te das cuenta de que no es así”. 
Desde su punto de vista, hay tantos periodistas radicalizados como gente que aprovecha un atentado para intentar ganar adeptos a una ideología.
Fuentes indica que las percepciones varían “cuando nos toca algo de forma directa”. 
“Si eres un radical en el mundo real –comenta– lo serás más en las redes sociales, donde intentarás influir en mucha gente. Lo que se está viendo estos días es tremendo”.




Mensajes difundidos en las redes sociales tras el doble atentado de Barcelona y CambrilsFoto por: TWITTER
La actitud de la mayoría de las empresas en las redes sociales desde la tarde del atentado es, en cambio, de una absoluta discreción, incluso entre aquellas compañías que son más activas. “Las ganas de comunicar hacen que surjan situaciones desagradables –señala Fuentes–. 
Por respeto, si eres una marca, tienes que quedarte en segundo plano. Hay gente que quiere mantener una visibilidad en estos casos y no siempre les sale bien”.
Cuando se produjeron los atentados de París, en un viernes por la noche, a muchas compañías no les dio tiempo a desactivar las campañas programadas y alguna marca “quedó realmente mal”, manifiesta Fuentes.
Para el profesor de Periodismo de la URL Josep Lluís Micó, “en situaciones de crisis o de tragedias, los sentimientos se magnifican y las reacciones se exacerban. 
Si tenemos en cuenta, la reacción y la polarización que se produce muchas veces en las redes por una jugada de un partido de fútbol, que parece que sea lo más importante del mundo, lo que ha pasado estos días ha ido en la misma línea”, dice Micó.

Pero no todo el mundo se ha acercado a internet con la misma intención. Para el profesor de Filosofía de la UOC e investigador de la cátedra Ethos (URL), Miquel Seguró, “la redes han ayudado a difundir información –objetiva y subjetiva–, a comunicarse y a sentirse conectado emocionalmente. 
Las redes han tenido éxito porque han respondido a necesidades muy humanas”.

Ante una situación grave como la del atentado, las empresas reducen sus campañas
Por su parte, Josep Lluís Micó cree que, durante estos días, se han podido identificar distintas tipologías de usuarios. 
Los ha habido que “han difundido información porque querían ser útiles y contribuir a reducir el dolor, pues creían que era una forma de solidarizarse con lo sucedido, aunque al final lo que hicieran fuese contribuir a difundir barbaridades o bulos, porque una cosa es la buena voluntad y otra la capacidad para difundir información veraz”. 
También “han aparecido los que han usado la desgracia para sacar provecho para su causa”, dice Micó. O los que “han compartido información de forma absolutamente acrítica, simplemente porque es lo que están habituados a hacer. 
Y por último, aquellos que van de enterados y que ejercen el papel de líderes de opinión de un colectivo, y que no se plantean si ese es el lugar para según qué debates o para compartir determinados contenidos”, dice Micó. 
Por eso ha sido habitual estos días leer publicaciones en Facebook –por ejemplo– de personas que advertían que, si leían mensajes en su muro que incitaban al odio o que politizaban el atentado, automáticamente dejarían de ser “amigos” de sus autores.




Mensajes difundidos en las redes sociales tras el doble atentado de Barcelona y CambrilsFoto por: TWITTER
Este ha sido, precisamente, uno de los temas más debatidos y que más polémica ha propiciado en las redes durante estos días.
Se ha discutido acaloradamente sobre la conveniencia o no de mostrar y ver determinadas imágenes, y en “qué medida eso ayudaba o no a ser conscientes de la magnitud de la tragedia”, explica Miquel Seguró, que cree que se ha generado todo un debate ético: 

“Vivimos en un mundo que le he dado la espalda al mal, a la muerte y a la enfermedad. Las cosas son reales y complicadas. La información muestra una realidad dura cuando suceden estas cosas. 

¿Por qué cuando hay muertos en un atentado los escondemos? ¿Nos incomodan las víctimas?”.
La otra gran cuestión ha sido la de la politización del atentado. Según Micó,“en el pasado, cuando el acceso a la información era mucho más restringido, el relato estaba mucho más acotado y los discursos más dirigidos. 
Desde el momento en que sólo se necesita una conexión a internet, si aquello que se dice es especialmente salvaje se viraliza y se difunde a un gran número de personas”, y es más fácil que se produzcan encontronazos.




Mensajes difundidos en las redes sociales tras el doble atentado de Barcelona y CambrilsFoto por: TWITTER
Y estrechamente vinculado con esto, el otro gran tema estos días ha sido el juicio constante a la labor de los medios de comunicación tradicionales. 
“Las redes se han llenado de contenidos que después se ha demostrado que no eran ciertos, cadenas de mensajes y contenidos que incitaban al odio, a la hispanofobia y a la catalanofobia. 
Si hubiéramos hecho caso de las teorías sobre el poder de la gente, ahora estaríamos hablando no de dos atentados sino de quince”.
En este sentido, Seguró opina que las redes sociales no están hechas para sustituir ningún tipo de comunicación, y que sólo son una herramienta. 
Es por eso, que en opinión de Josep Lluís Micó, “en este tipo de situaciones, los medios tradicionales son más necesarios que nunca, ya que son los únicos que administran toda la información con sentido común”.

Los ataques se pueden castigar
El Código Penal establece que los delitos de odio se producen cuando una persona ataca a otra motivada por su pertenencia a un grupo social, según su edad, sexo, identidad de género, religión, raza, etnia, nivel socioeconómico, nacionalidad, ideología o afiliación política, discapacidad u orientación sexual.

Según esa definición, los fiscales tienen mucho trabajo por delante para intentar atajar la oleada de mensajes de odio que pueblan todas las redes sociales.
Las conductas de odio están tipificadas con pena de prisión de uno a cuatro años y con una pena de multa de 6 a 12 meses.
Una sentencia del Tribunal Constitucional de 1994 estableció que el ejercicio de la libertad ideológica y la libertad de expresión no pueden amparar menosprecios, insultos contra personas o grupos ni sentimientos de hostilidad como los que hoy se pueden leer a diario en todas las redes sociales.
Estas plataformas tienen mecanismos para que sean los propios usuarios los que soliciten la retirada de mensajes que puedan resultar ofensivos, pero en pocas ocasiones la eliminación se produce de oficio. 
Entre la muestra de tuits que se muestra en la parte superior de esta página existen algunos mensajes que llevan varios días activos.
La ley establece que “cuando el delito se hubiera cometido a través de tecnologías de la información y la comunicación, se acordará la retirada de los contenidos”. 
Debe ser el juez o tribunal quien acuerde esa medida para eliminar el mensaje de odio. Incluso se puede ordenar el bloqueo del acceso a este servicio.



Mensajes difundidos en las redes sociales tras el doble atentado de Barcelona y CambrilsFoto por: TWITTER

"Posverdad", el nombre de moda de la manipulación informativa

Publicado el 20 oct. 2017
BAJO LA LUPA DE GALEB 2017 
| ENTREVISTA A CARLOS BALMACEDA 

Un nuevo y particular expediente de Bajo la Lupa de Galeb. En esta edición, la presencia de Carlos Balmaceda, sociólogo, escritor, actor y comediante.


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