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viernes, 13 de octubre de 2017

Si no quieren caer en la irracionalidad más absoluta... NO CONSUMAN PERIODISMO NACIONALISTA, sea del bando que sea

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Periodismo serbio / No consuman

"Usted facilite las ilustraciones que yo pondré la guerra"

Es conocida la respuesta que el editor del New York Journal, William Randolf Hearst, dio a su ilustrador Frederick Remington, destacado a La Habana a raíz de la explosión del acorazado Maine, y que le había telegrafiado: 

"Todo está en calma. No habrá guerra. Quiero volver". 

Es la versión prestigiosa e histórica de nuestro cínico "no dejes que la realidad te joda un buen titular" (originalmente era "reportaje", pero este es un género en extinción). 

En los años previos a aquel 1898 había periódicos en Nueva York, no solo los de Hearst, que consideraban que nada como una buena guerra y la exacerbación del patriotismo para aumentar la tirada. 

Por entonces, en Madrid, y no solo en Madrid, los periódicos, fuesen de Cánovas o de Sagasta, pedían en las páginas impares mano dura con los insurrectos cubanos y en las pares menospreciaban las intenciones y la capacidad militar de los advenedizos yanquis. 

En los círculos de opinión y las tertulias de los casinos se jaleaban las portadas que llamaban a la acción. 

Cuando la sangre hierve, el órgano de destino no suele ser el cerebro. 

Como ahora sabemos, aquello se conoce como el Desastre del 98 y fue, en términos médicos, una depresión nacional de caballo. 

En 2017 no hay mambises en el Ampurdán, ni ninguna potencia extranjera anhela liberar Cataluña de la tiranía de la Corona de España para ponerla bajo su protectorado paternal. 

Pero el papel de buena parte de la prensa, y no precisamente la que se pueda despachar tildándola de amarilla, no se aleja mucho de aquella que imprimía frases como esta de Blanco y negro en la edición del 14 de diciembre de 1895: 

«No se busca por los enemigos de España ni las autonomías, ni la anexión, ni la total independencias de la isla de Cuba sino el exterminio de los blancos, sean españoles, sean criollos». 

Nunca hubo tantas banderas en las imágenes de los informativos y en las portadas de la prensa. 

Esas banderas que para Samuel Johnson en el siglo XVIII constituían el último refugio de los canallas, y al que Ambrose Bierce corregía un siglo después afirmando que era el primero. Nunca tantos titulares periodísticos se compusieron con adjetivos lapidarios, manipulaciones y consignas. 

El periodismo, cuando lo es, consiste en ir, ver, procurar entender lo que pasa y contarlo después. 

No solo dar a conocer los hechos, sino proveer las claves para que se puedan comprender. 

En general es más hacer preguntas que dar respuestas. 

Proporcionar elementos de juicio y no munición. 

Señalar las contradicciones de las posturas en liza y no los objetivos que deberá conquistar el bando al que te adscribes. 

Es difundir las opiniones confrontadas, las distintas versiones, en lugar de facilitar las coordenadas de las posiciones enemigas para que puedan ser bombardeadas con eficacia. 

No es azuzar una pelea de patio y grabarla con el móvil para después tener motivo de escándalo en una tertulia. 

Un medio de comunicación, en definitiva, no puede ser un banderín de enganche ni de alistamiento para batallas que, además, van a librar otros. 

Si, como decía Arthur Miller, un buen periódico es una nación hablándose a sí misma, aquí lo que estamos haciendo es gritarnos los unos a los otros, olvidando el consejo de Machado:

“Para dialogar [para informar], primero pregunta y después, escucha”. 

Quizá no haya que retroceder 100 años ni saltar de continente para encontrar ejemplos parecidos. 

Hace solo dos décadas, en Yugoslavia, vimos la tragedia que puede producir la irresponsabilidad combinada de los líderes políticos y los medios. 

Confiar en que nuestra prensa serbia (pública o concertada) abandone los vicios del peor periodismo futbolero y vuelva a sus cabales es seguramente demasiado optimista. 

Así que, como hizo el otro día el diputado vasco Aitor Esteban en el Congreso, invitamos a nuestr@s lector@s y suscriptor@s a extremar la precaución y ejercer el pensamiento crítico y el escepticismo mediático siguiendo la máxima del Cholo Simeone: no consuman. 

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