Camiones cisterna en muchos pueblos de Galicia, desaladoras funcionando a todo gas en Murcia, el trasvase del Tajo paralizado desde mayo, restricciones en los regadíos en medio país que pueden extenderse durante los próximos meses, campañas de sensibilización en el uso del agua...
La sequía y la falta de agua en los embalses se han instalado en España. Y todos miran al cielo como último recurso para atajar el problema.
Pero si el año que viene vuelve a ser seco, como ocurre desde 2014, la situación se puede complicar mucho más.
¿Cómo se ha llegado a esta situación?
Este es el retrato de una España atrapada en la sequía a través de distintas magnitudes.
¿Cómo se determina una situación de sequía?
La sequía se produce cuando durante un periodo de tiempo los valores de las precipitaciones son inferiores a los considerados normales.
La causa inicial de toda sequía es la escasez de precipitaciones (sequía meteorológica), lo que deriva en una insuficiencia de recursos hídricos (sequía hidrológica). Cuando la escasez hídrica incide en la agricultura y en la actividad humana y económica se puede hablar de sequía agrícola y socioeconómica.
En estos momentos, el Gobierno de España tiene declarada oficialmente una situación de sequía prolongada en tres cuencas: Júcar, Segura y Duero.
¿Ha llovido menos este año?
Las lluvias durante el recién terminado año hidrológico (desde el 1 octubre de 2016 al 30 de septiembre de 2017) han sido menores de lo normal.
Según los datos de la Agencia Española de Meteorología (Aemet), el año hidrológico ha cerrado con 551 litros por metro cuadrado de media para el conjunto de España, lo que representa casi un 15% de déficit respecto a la media histórica (1981-2010), que está en 648 litros por metro cuadrado.
Si se toma como referencia solo la España peninsular (como el gráfico que acompaña este texto), la reducción respecto a la media histórica es algo más del 18%, según el Ministerio de Agricultura.
¿Cómo están los embalses?
En este momento los pantanos del país están por debajo del 40% de su capacidad, en el 38,9% concretamente.
¿Es normal?
No: desde 2006 no se registraba un porcentaje tan bajo.
Para poder comparar los datos históricos, hemos tomado la foto fija de la tercera semana de septiembre.
En ese momento, los pantanos españoles estaban al 41,2%, el porcentaje más bajo de la década.
Para encontrar un valor menor hay que retroceder hasta 2006.
Además, en los últimos 27 años (desde 1990) solo en seis ocasiones se ha llegado a esa semana de septiembre con un porcentaje más bajo que el de ahora.
Y la mayoría de años peores que este se concentran en los noventa, cuando las pérdidas de las redes de abastecimiento eran mucho mayores que ahora.
¿Qué cuencas están peor?
Si se toma solo el dato de agua embalsada, las que están peor son las cuencas del Júcar y el Segura, cuyos pantanos están 26% y del 14,3%, respectivamente.
Le sigue la del Duero, que está al 32,2%. En esas tres cuencas el Gobierno ha declarado ya la situación de sequía prolongada.
Sin embargo, prácticamente en todas las cuencas españolas hay zonas en las que se está en situación de prealerta, alerta o emergencia por sequía. El dato del porcentaje de agua embalsada es uno de los indicadores para conocer cómo está una cuenca. Pero no es lo único que se debe tener en cuenta.
Por ejemplo, a pesar de que la cuenca del Guadalquivir está al 32,3%, la situación es mucho más preocupante en la del Miño-Sil, donde la confederación ha establecido ya la alerta de sequía completa aunque sus pantanos están al 42,2%.
Esto se debe a que la cuenca gallega está mucho menos regulada que la andaluza, es decir, que cuenta con menos pantanos y depende del ciclo anual de lluvias para garantizar el abastecimiento.
Daños en la agricultura
Los pantanos tienen tres usos fundamentales en España: para el consumo de las zonas urbanas, para la agricultura y para generar electricidad. La combinación de sequía y heladas en España se ha materializado este año en el mayor desembolso de la historia de los seguros agrarios hasta la fecha.
Según Agroseguro, el sistema español de seguros agrarios, los 53.000 siniestros declarados supondrán en 2017 unos 208 millones de euros en indemnizaciones para cultivos de cereales de invierno y leguminosas.
Las zonas más afectadas son Castilla y León y Castilla-La Mancha.
También ha marcado un hito histórico la superficie afectada por estos siniestros, con más de 1.650.000 hectáreas, de las que 1.327.000 corresponden a siniestros de sequía y helada.
A finales del pasado mes de septiembre, el sector agrario cifró en 2.500 millones de euros el recorte de producción (a precio de mercado) derivado de la sequía, las heladas y los pedriscos, informa Vidal Maté. Los agricultores se plantean ahora la inversión en la próxima campaña agrícola. Lo extraordinario de la situación en la mayoría de los embalses hace temer que las condiciones impidan el desarrollo de una campaña normal.
Energía
La otra gran función que cumplen los pantanos en España es la generación de energía a través de las centrales hidroeléctricas.
Y la falta de agua en los embalses también ha desplomado la generación de electricidad.
En lo que llevamos de año se ha producido un 52% menos de electricidad a través de esta fuente renovable.
Además, las reservas actuales para generar energía a través de los pantanos son el 68% de la disponible hace un año, el 65,2% de la media de los últimos cinco años y el 67% de la media de los últimos diez años, según los datos del Ministerio de Agricultura.
Menos agua, más emisiones de efecto invernadero
Que se produzca menos electricidad en las centrales hidroeléctricas tiene incidencia en el recibo de la luz, ya que suele ser una fuente que abarata el coste de la energía.
Pero también tiene una importancia en la generación de gases de efecto invernadero, principalmente de CO2.
La electricidad que no se produce con el agua embalsada (que no emite gases) se está supliendo mayoritariamente quemando carbón y gas (que sí supone expulsar CO2).
Red Eléctrica de España tiene contabilizadas las emisiones de CO2asociadas a la generación de electricidad hasta el mes de agosto. Hasta ese momento, este sector había emitido 47,3 millones de toneladas de este gas de efecto invernadero; casi un 37% más que en el mismo periodo de 2016.
¿Cuánto tiene que llover para revertir la sequía?
El incremento del nivel de los embalses requiere ingentes cantidades de lluvia y nieve. Tanto las aguas de superficie como los acuíferos se regeneran una vez que los terrenos vuelven a empaparse. Cuando el suelo recupera humedad y las aguas subterráneas vuelven al nivel óptimo, las aportaciones de lluvia vuelven a elevar el nivel de los embalses.
Sin embargo, según el pronóstico de Aemet, las lluvias de otoño no permitirán suplir la escasez acumulada en casi toda España.
De momento, la precipitación media en España el pasado septiembre fue de 15 litros por metro cuadrado, lo que supone el 33% de la media de este mes, que es de 45 litros, según la Agencia Española de Meteorología (Aemet):
"Provisionalmente, podría decirse que este mes de septiembre ha sido el más seco en lo que llevamos del siglo XXI".
Fuente: Elpais
El cambio climático y el consumo excesivo causan estragos
ESPAÑA SE ENCAMINA HACIA LA SEQUÍA EXTREMA
España se encamina a una situación de sequía extrema si no llueve este otoño. Las reservas hidráulicas del país se encuentran al 38,9% de su capacidad total, según el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (...).
Por SANTIAGO SÁEZ.-
España se encamina a una situación de sequía extrema si no llueve este otoño.
Las reservas hidráulicas del país se encuentran al 38,9% de su capacidad total, según el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
Los embalses de la cuenca del Segura solo tienen un 14% de agua. Es una situación normal para la Península Ibérica que, agravada por el efecto del cambio climático, reduce la cantidad de agua que llega a los cauces a igual cantidad de lluvia.
La situación es grave, corrobora el doctor en Ciencias Físicas Daniel Sánchez Muñoz, aunque dependerá de “cómo se produzca la recuperación”. No obstante, el científico no es optimista, ya que los escenarios de precipitaciones para el otoño son “bastante malos”. “Llevamos un retraso de año y medio, y no vamos a recuperarlo en un mes.
Lo que me da miedo no es que no llueva ahora, sino que el verano que viene las reservas van a estar muy justas, porque no va a haber una recuperación tan grande. El suministro de agua para el consumo humano está garantizado, pero no así para el riego, al menos en algunas zonas”, advierte Sánchez Muñoz.
El año hidrológico 2016-2017, que terminó el pasado 30 de septiembre, ha sido un 15% más seco que la media del periodo 1981-2010 (el marco de referencia usado por los meteorólogos).
“Los periodos de sequía en la zona del Mediterráneo han existido desde siempre, y se repiten en periodos de 10 a 15 años”, afirma Sánchez Muñoz, aunque incide en que el cambio climático antropogénico también juega un papel importante en la escasez de agua.
Consumo excesivo
La escasez de agua no se debe solo a una falta de lluvia. El consumo excesivo de recursos hídricos también pasa factura a las cuencas hidrográficas.
“Todos los escenarios dicen que hay que reducir el consumo, pero tanto los actores económicos como nosotros a nivel personal no nos estamos adaptando”, admite el científico.
No entiende, por ejemplo, por qué no se plantean medidas de ahorro, como el uso de agua no potable para el regadío de zonas verdes, hasta que no se declara una alerta .
Martín Barajas está de acuerdo: “Llevamos meses advirtiendo que, después de la primavera seca que tuvimos, había que poner restricciones al regadío, pero no se hizo nada”.
Y argumenta que es necesario afrontar un cambio en el modelo agrícola nacional: “Para obtener un cierto equilibrio hídrico habría que pasar de las 4,1 millones de hectáreas de regadío actuales a alrededor de 3-3,2 millones”.
Para Martín Barajas, detrás de la falta de medidas está “la mentalidad desarrollista tanto del Ministerio de Medio Ambiente, que tiene las competencias en agua, como de las comunidades autónomas, que no dejan de fomentar la creación de nuevos regadíos”.
Uno de los efectos más conocidos del cambio climático es la tendencia de los fenómenos meteorológicos a producirse de forma más extrema.
“Si las lluvias son más intensas y puntuales habrá problemas de recepción de caudales como para el uso en el campo. Si de repente llueve muchos litros no se puede retener toda esa agua, se provocan avenidas y se produce erosión”, explica Sánchez Muñoz.
El papel del fuego
Además, otros efectos del cambio climático, como una parte de los incendios forestales, influyen de forma indirecta en la sequía.
Las raíces de las plantas, señala Sánchez Muñoz, actúan haciendo que la tierra actúe como una esponja, es decir, absorbiendo el agua. Si no hay vegetación, por acción del fuego o por cualquier otro motivo, el terreno se compacta y se comporta como una piedra.
“Lo que se provocan son corrimientos de tierra y deslizamientos, y al final se dificulta incluso aprovechar esa agua, porque baja en forma de avenida, cargada de materiales de desecho”- concluye.
De La Marea
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