Más allá de los transgénicos, los productos OGMs 2.0: Ingeniería genética extrema
- Ver original
- octubre 12º, 2017
Por Miguel Jara
Las modas tecnológicas se presentan como buenas sin discusión para todos. Una de ellas es la denominada “biología sintética”, una disciplina que, a diferencia de la biología, no se basa en el estudio de los seres vivos, sino que posee como objetivo el diseño de sistemas biológicos o productos que no existen en la naturaleza. Uno de los ámbitos en los que está expandiéndose es la alimentación.
Hasta 194 países han firmado el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de Naciones Unidas que urge a los estados a regular la denominada biología sintética, una nueva forma de ingeniería genética extrema.
Hasta ahora, los organismos derivados de la biología sintética se han fabricado y comercializado sin regulaciones internacionales y existen cada vez más productos de este tipo listos para salir al mercado.
Hace poco publicábamos que en Estados Unidos, país “de la hamburguesa”, venden una de estas cuyos ingredientes no han constituido nunca parte de la alimentación del ser humano.
Se trata de una hamburguesa que no tiene carne.
Su ingrediente principal, creado con ingeniería genética, es leghemoglobina de soja (abreviado en inglés SLH), conocido también como “heme”. Pero se vende sin control de su inocuidad para la salud.
Un informe que ha preparado la organización civil ETC Group alerta de que entre los ingredientes de la biología sintética que ya están incorporados en los productos (o están por introducirse) se encuentran versiones sintéticas de la vainilla, el azafrán, la estevia, el aceite de rosas, el pachuli, el humectante a base de escualano y sustitutos de ingredientes de origen animal.
Pese al citado Convenio, las grandes empresas se apresuran a introducir productos de biología sintética al mercado sin etiquetarlos como tales ni comprender aún sus impactos en la salud de los consumidores, en el medioambiente, a los agricultores o a la población en general.
Todo esto conlleva impactos concretos, por ejemplo, los pueblos indígenas de Paraguay han cultivado estevia, la famosa planta endulzante, durante siglos empleando saberes tradicionales.
Ahora, la multinacional de los agronegocios Cargill está cooptando estos saberes para fabricar y promover un endulzante obtenido mediante biología sintética llamado EverSweet.
Evolva, una empresa de alta biotecnología, junto con IFF, líder de la rama de los saborizantes, están produciendo un sustituto del sabor vainilla con biología sintética al cual promueven como “natural”.
Millones de mujeres africanas sostienen a sus familias mediante la venta de manteca de karité, la cual producen en sus aldeas a precios de comercio justo.
Ahora, la empresa de biología sintética TerraVia está modificando genéticamente ciertos tipos de algas para que produzcan un remplazo de la manteca de karité, de la manteca de cacao y de otros aceites vegetales.
La vainilla, la estevia y el azafrán de diseño genético son sólo el comienzo de la explosión comercial de estas tecnologías que vamos a vivir en los próximos años. Muchos nuevos productos y tecnologías no reguladas están en proceso de desarrollo:
-Yogurt probiótico genéticamente modificado, elaborado a partir de bacterias y otros microorganismos diseñados para alterar tus bacterias intestinales.
–Excremento genéticamente modificado: Probióticos de diseño genético para tu mascota que harán que su excremento adquiera un olor a plátano.
-Hongos con genes suprimidos que no se pudren.
-Leche de vaca elaborada por levaduras modificadas genéticamente, es decir, no proveniente de vaca alguna.
-Aerosoles genéticos: Material genético rociado directamente sobre los campos de cultivo para manipular la genética de las plagas.
–Impulsores genéticos: Consisten en la posibilidad de “impulsar” permanentemente un rasgo de una especie (animal o vegetal) con el fin de cambiar la genética de dicha especie para siempre, por ejemplo, para hacerla dependiente del consumo de químicos o para que se extinga.
Todo esto es un grave problema por varios motivos:
-Los productos provenientes de la biología sintética son inseguros: sus efectos no han sido verificados.
Los gobiernos exigen poca o nula verificación que certifique la seguridad de los OGMs de primera generación, pero esto también ocurre con los OGMs de segunda generación, sobre los que tratamos. De hecho, se deja en manos de las corporaciones la decisión respecto a lo que es seguro y lo que no lo es.
-Son impredecibles: Cualquier cambio en los genes puede ocasionar impactos no deseados en un organismo, una especie o un ecosistema. Algunos OGMs de primera generación provocaron efectos inesperados como la incidencia de compuestos químicos no deseados.
Los OGMs 2.0 podrían tener efectos aún menos predecibles.
-Son injustos: Los cultivos genéticamente modificados, vinculados a semillas o agroquímicos patentados están ya desplazando a agricultores en todo el mundo. Ahora, productos de origen vegetal pueden ser sustituidos por otros generados mediante técnicas de biología sintética, la cual es promovida falsamente como natural y sostenible.
-Son insostenibles: Algunas empresas alegan que los OGMs 2.0 son la solución para la sustentabilidad. Sin embargo, muchos productos actuales producidos mediante biología sintética dependen de la producción de azúcar, proveniente de monocultivos que emplean altos volúmenes de agrotóxicos, así como de otros insumos contaminantes como el gas de lutitas, obtenido mediante fractura hidráulica, el conocido fracking.
Ante tanto despropósito ¿qué podemos hacer?
Pues recordar una vez más que los alimentos ecológico o “bio” son mejores porque se cultivan y producen con métodos y procesos justos para la gente y el planeta. Los agricultores orgánicos no emplean OGMs, transgénicos.
Podemos ser parte directa de los procesos de producción, procesamiento y consumo de nuestros alimentos y rechazar las cadenas de las empresas que nos llenan de tóxicos y productos artificiales que no necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario