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viernes, 22 de septiembre de 2017

Lo siento, España. Cataluña votará sobre la independencia, te guste o no

Un éxito policial, un fracaso político

La gente grita consignas durante una protesta en Barcelona el jueves. Miles de personas se han reunido a las puertas del Poder Judicial de Cataluña para exigir la liberación de una docena de funcionarios detenidos en relación con una próxima votación sobre la independencia que las autoridades centrales españolas consideran ilegal.

Foto por: Manu Fernandez / Associated Press

Lo siento, España. Cataluña votará 
sobre la independencia, les guste o no


septiembre 22º, 2017

Carles Puigdemont es el 130º presidente de Cataluña.

Después de tres siglos bajo dominio español, el 1 de octubre, los ciudadanos de Cataluña tendrán finalmente la oportunidad de ejercer su derecho a la autodeterminación. Más de 5 millones de votantes elegibles tendrán derecho a decidir sobre una simple pregunta: "¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república?".

El camino a este referéndum histórico fue pavimentado por una decisión mayoritaria del parlamento catalán. 

En nuestras últimas elecciones regionales en septiembre de 2015, los partidos independentistas obtuvieron el 47,8 por ciento de los votos, lo que les dio la mayoría absoluta de escaños. 

Los partidos unionistas obtuvieron el 39,1 por ciento de los votos, una clara derrota, mientras que el resto de los votos fueron a partidos que defienden el derecho a la autodeterminación pero no necesariamente a favor de la independencia. 

Por lo tanto, no puede negarse la legitimidad democrática de nuestro actual gobierno catalán. 

Por esta razón, después de hacer varios esfuerzos infructuosos para llegar a un acuerdo sobre los términos del referéndum con el presidente español Mariano Rajoy, inicié el referéndum.

En marcado contraste con los gobiernos de Canadá o Gran Bretaña, Madrid se ha negado a aceptar este desafío democrático, y ha optado por el camino de la represión autoritaria. 

En la mayor parte del mundo desarrollado, 
la policía protege las urnas, 
los colegios electorales y los votantes. 

En Cataluña hoy, la situación es lo opuesto. 

Las fuerzas de seguridad español están confiscando papeletas y urnas, despojando los carteles de campaña de las murallas y intimidando a los ciudadanos. Han arrestado a funcionarios del gobierno catalán, telefoneado a tiros, asaltado residencias privadas, y prohibido los comicios políticos.

Parece increíble que esto pueda suceder en España en el siglo XXI.

Un periodista francés señaló recientemente que 
el gobierno español está actuando más como la dictadura venezolana de Nicolás Maduro que como una sana democracia europea. 

Y consideremos que Cataluña, España y otros países europeos están actualmente en alerta máxima contra el terrorismo jihadista. 

En lugar de trabajar para evitar posibles ataques, las fuerzas policiales españolas están trabajando para impedir el ejercicio de la democracia. Esto es profundamente irresponsable.

El gobierno español también ha violado gravemente la libertad de expresión y de información. 

No sólo ha prohibido a los medios de comunicación públicos y privados difundir anuncios sobre el referéndum, sino que también ha movido a bloquear los sitios web del gobierno catalán que informan al público sobre el voto. 

Madrid ha bloqueado incluso servidores proxy, un procedimiento empleado por sólo los regímenes más totalitarios. 

El gobierno español no sólo quiere evitar que los catalanes voten, sino también evitar que se les informe.

Este estado de sitio de hecho al que el Estado español ha sometido a Cataluña anula la autonomía concedida en 1979. 

Hace unos días el gobierno central se apoderó de las finanzas de Cataluña, poniendo en peligro la economía catalana, motor de la economía española. 

Cataluña es responsable de casi el 20 por ciento del PIB español, y nuestras exportaciones representan alrededor del 25 por ciento de todas las exportaciones españolas. 

España daña gravemente su propia economía y pone en riesgo a Cataluña, e incluso amenaza con cortar algunos de los servicios sociales a los que tiene derecho el pueblo catalán. 

Madrid está castigando indiscriminadamente a todos y cada uno de los ciudadanos de Cataluña, independientemente de que quieran independencia o no.

El gobierno español tiene que entender que su comportamiento es inaceptable desde el punto de vista de la democracia y los derechos civiles. 

Cuatro décadas después de la muerte del dictador Francisco Franco, todavía encontramos que los instintos autoritarios gobiernan el corazón del gobierno de Madrid. 

El respeto de las minorías es un derecho humano fundamental, y el derecho a la autodeterminación es un derecho irrevocable de todas las naciones.

Nuestro compromiso con el derecho a la autodeterminación ya la voluntad del pueblo catalán de decidir su propio futuro permanece inamovible. 

La represión del gobierno español no será capaz de cambiar eso. 

El 1 de octubre, los ciudadanos de Cataluña ejercerán su derecho a decidir si quieren convertirse en una nueva república independiente, al igual que otros pueblos del mundo han hecho antes que ellos. 

Este es el momento de la gente de Cataluña, pero no estamos solos en esta lucha. Pedimos a los demócratas de todo el mundo que apoyen esta larga lucha entre la libertad y el autoritarismo.

Carles Puigdemont

Sorry, Spain. Catalonia is voting on independence whether you like it or not


People shout slogans during a protest in Barcelona on Thursday. Thousands have gathered at the gates of Catalonia’s judiciary body to demand the release of a dozen officials arrested in connection with an upcoming vote on independence that Spanish central authorities say is illegal.Foto por: Manu Fernandez/Associated Press

Carles Puigdemont is the 130th president of Catalonia.
After three centuries under Spanish rule, on Oct. 1, citizens of Catalonia will finally have the chance to exercise their right to self-determination. More than 5 million eligible voters will have the right to decide on a simple question: “Do you want Catalonia to become an independent state in the form of a republic?”
The way to this historic referendum was paved by a majority decision of the Catalonian parliament. In our last regional election in September 2015, pro-independence parties won 47.8 percent of the vote, which gave them an absolute majority of seats. Unionist parties won 39.1 percent of the votes, a clear defeat, while the rest of the votes went to parties that defend the right to self-determination but are not necessarily in favor of independence. So there can be no denying the democratic legitimacy of our current Catalonian government. For this reason, after making several unsuccessful efforts to agree on the terms of the referendum with Spanish President Mariano Rajoy, I initiated the referendum.
In stark contrast to the governments of Canada or Britain, Madrid has refused to accept this democratic challenge, and has opted instead for the path of authoritarian repression. In most parts of the developed world, police protect ballot boxes, polling stations, and voters. In Catalonia today, the situation is the opposite. Spanish security forces are confiscating ballots and ballot boxes, stripping campaign posters from the walls, and intimidating citizens. They have arrested officials of the Catalan government, tapped telephones, raided private residences, andbanned political rallies.
It seems incredible that this could happen in Spain in the 21st century. One French journalist recently noted that the Spanish government is acting more like Nicolás Maduro’s Venezuelan dictatorship than a healthy European democracy. And consider the fact that Catalonia, Spain, and other European countries are currently on maximum alert against jihadi terrorism. Instead of working to prevent possible attacks, Spain’s police forces are working to prevent the exercise of democracy. This is profoundly irresponsible.
The Spanish government has also gravely violated the freedom of expression and of information. Not only has it prohibited both public and private media from broadcasting advertisements about the referendum, it has also moved to block Catalan government websites that inform the public about the vote. Madrid has even blocked proxy servers, a procedure employed by only the most totalitarian regimes. The Spanish government not only wants to keep Catalans from voting, but also to prevent them from being informed.
This de facto state of siege to which the Spanish State has submitted Catalonia nullifies the autonomy conceded in 1979. A few days ago the central government seized control over Catalonia’s finances, thus imperiling the Catalan economy, which is the motor of the Spanish economy. Catalonia is responsible for almost 20 percent of Spanish GDP, and our exports comprise some 25 percent of all Spanish exports. Spain is thus gravely damaging its own economy as well as putting Catalonia’s at risk, and is even threatening to cut some of the social services to which Catalonia’s people are entitled. Madrid is thus punishing each and every citizen of Catalonia indiscriminately, whether or not they actually want independence.
The Spanish government has to understand that its behavior is unacceptable from the point of view of democracy and civil rights. Four decades after the death of the dictator Francisco Franco, we still find that authoritarian instincts rule at the heart of the Madrid government. Respect for minorities is a fundamental human right, and the right of self-determination is an irrevocable right of all nations.
Our commitment to the right of self-determination and to the will of the Catalan people to decide its own future remains unshaken. The repression of the Spanish government will not be able to change that. On Oct. 1, citizens of Catalonia will exercise their right to decide whether they want to become a new independent republic, just like other peoples of the world have done before them. This is the moment of the people of Catalonia, but we are not alone in this fight. We call on democrats around the world to give support to this long struggle between freedom and authoritarianism.

Bruselas solo mediará entre España y Cataluña si lo pide Mariano Rajoy





Bruselas evita pronunciarse sobre el referéndum más allá de las consignas ya conocidas: sobre Cataluña, lo que digan las Cortes y el Constitucional, y en todo caso si hay independencia Cataluña saldría de la UE de forma fulminante. 
Pero ese ritornelo presenta una novedad por la aceleración de los acontecimientos durante las últimas horas: la Comisión Europea se ha negado hoy a mediar entre España y Cataluña, tal y como solicitaba el presidente catalán, Carles Puigdemont, en un artículo en The Guardian en el que acusa a Mariano Rajoy de incumplir la ley para impedir el referéndum y hace continuas referencias “al pasado oscuro” de España, “cuando la palabra democracia no formaba parte del diccionario español”. 
El brazo ejecutivo de la UE, sin embargo, podría avenirse a actuar como mediador siempre que se vuelva al orden constitucional —lo que supondría, de facto, la retirada del referéndum— y siempre que Rajoy lo solicite, algo que la propia Comisión ve muy improbable, según las fuentes consultadas en Bruselas.
La internacionalización del procés coge al Gobierno con el pie cambiado. Tras la aprobación exprés, sin apenas garantías, de la ley del referéndum en el Parlament, los medios internacionales criticaron sin ambages la situación creada por el Gobierno catalán. 
Las detenciones y registros practicados por la Guardia Civil por orden judicial, sin embargo, han reavivado las simpatías en la prensa europea por el procés. 
Las preguntas de los corresponsales comunitarios a la Comisión en Bruselas han tenido hoy un claro sesgo a favor de las tesis de Puigdemont. 

Las fuentes europeas consultadas apuntan que Rajoy “está perdiendo la batalla de la opinión pública internacional”. 
Bruselas mantiene “continuos contactos con el Gobierno español”, según las mismas fuentes, pero prefiere hacerse a un lado por el momento: “La Comisión no va a postularse como mediador sin que el Gobierno español lo pida". 
Bruselas ya jugó ese papel en los acuerdos del Viernes Santo entre Irlanda y Reino Unido, "pero se trataba de dos Estados miembros; no es el mismo caso”. 
La Comisión ha mediado también entre España y Portugal por asuntos relacionados con el sector energético, pero de nuevo con esa formidable salvedad: se trata de dos Estados miembros, no de un Estado y una región de ese Estado.
La Comisión ha reiterado hoy el respeto a la Constitución y al orden jurídico español tras los últimos registros y detenciones, en una interminable rueda de prensa en la que ha habido 11 preguntas al respecto, muchas de ellas de medios franceses, belgas y británicos. “No hay nada más que añadir”, ha dicho un portavoz ante la insistencia de los periodistas. 
Tanto el presidente Jean-Claude Juncker como los vicepresidentes Frans Timmermans y Valdis Dombrovskis han dejado claro la posición de Bruselas sobre ese asunto en la última semana. Pero el procés ha entrado con claridad en la agenda europea. “Difícilmente puede haber referéndum, pero la situación ha saltado a otro nivel: el riesgo es ahora un conflicto en las calles”, asegura el think tank Eurointelligence.
Con todo, casi nadie habla en público en las instituciones europeas sobre Cataluña. Y quienes están obligados a hacerlo se dedican a repetir mantras precocinados para evitar meterse en follones. Los pasillos de Bruselas, sin embargo, son otra cosa: el procés era un asunto muy tangencial en la capital europea hasta hace muy poco, pero los funcionarios europeos y los embajadores de los Veintiocho han pasado a observar muy de cerca “y con preocupación” todo ese asunto, según uno de ellos.
 Más allá de esa preocupación solo hay, de momento, una letanía de tópicos. Encabezados por este: “Es un asunto interno de España”.

Un éxito policial, un fracaso político

1. La detención del núcleo duro del Govern que estaba organizando el 1-O marca un antes y un después en este terrible septiembre catalán. 
No solo es un golpe letal a esta votación por la vía de la logística: sin papeletas, sin centro de datos, sin presumiblemente urnas… es evidente que será imposible el 1-O que quería la Generalitat. También es un salto importante en el auténtico conflicto, el político, que se ha incendiado aún más.
2. ¿Quién ha ordenado la operación de la Guardia Civil contra varios altos cargos de la Generalitat por organizar el 1-O? 
No ha sido el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC), el juzgado que desde hace diez días instruye una investigación donde ya están imputados el president Carles Puigdemont y todos los consellers de la Generalitat
No ha sido la Guardia Civil por su cuenta y riesgo –aunque escuchando a algunos líderes políticos pareciese que es así–. 
No ha sido siquiera la Fiscalía, que fue informada pero no consultada, aunque tampoco se opuso. 
Ha sido el titular del juzgado de instrucción número 13 de Barcelona quien ha ordenado de oficio esta operación.


3. El juez se llama Juan Antonio Ramírez Sunyer. Tiene 70 años y es de perfil conservador. 
Entre otras decisiones polémicas, como órdenes de prisión preventiva contra manifestantes anarquistas que después fueron absueltos, es el juez que, en 2015, abrió diligencias contra el entonces jefe de los Mossos por no evitar los pitidos al himno nacional durante una final de la Copa del Rey.
4. ¿Por qué interviene este juez en el 1-O a pesar de que la investigación sobre esta votación estaba ya en el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya? 
Por lo que sabemos, el juez lleva investigando desde febrero, bajo secreto de sumario, a varios altos cargos de la Generalitat. 
El proceso penal arrancó con la denuncia que a finales de enero presentaron el partido derechista VOX y el abogado Miguel Durán contra el exsenador de ERC Santiago Vidal, que alardeó de que el Govern ya tenía los datos fiscales de los catalanes, de cara a la secesión. 
El mismo juzgado, en esa misma causa, ya había imputado hace meses al número dos de Oriol Junqueras, Lluís Salvadó, al que ha detenido hoy.
5. ¿Se ha extralimitado el juez? ¿Debería haberse inhibido y pasar el caso al TSJC? ¿Ha aprovechado la Guardia Civil esta ventanilla para pedir estas detenciones porque lo tenía más fácil que con la juez Mercedes Armas, que lleva el 1-O en el TSJC? Es difícil de saber porque el caso aún sigue bajo secreto de sumario, no se conocen los autos del juez Ramírez Sunyer ni tampoco los detalles de su argumentación legal.
6. La primera consecuencia de esta operación policial es que la Generalitat ha obtenido el apoyo político contra el Gobierno de algunos sectores que sin duda no respaldan la posición independentista. 
Entre otros, el de los dos principales sindicatos –CCOO y UGT–, el de dirigentes políticos como Joan Coscubiela –que tan claro y tan duro fue en el debate donde se aprobó el referéndum– o incluso algunos líderes del PSOE y el PSC, entre los que destaca la presidenta autonómica de Baleares, Francina Armengol. 
En el propio PSOE, solo Armengol ha dicho en público lo que pensaba. Pero muchos otros, en privado, están de acuerdo con su argumentación: se ha cruzado una línea roja. 
En Ferraz ha habido un fuerte debate, que probablemente estos días continuará.
7. De fondo, el gran error sigue siendo el mismo: que se ha judicializado un problema político; que la maquinaria pesada del Código Penal es lenta pero implacable; que los puentes destruidos serán caros de reconstruir. 
Todo esto ha pasado por culpa de la estrategia de ruptura de Carles Puigdemont –la desobediencia a las leyes, en una democracia, siempre acaba en los juzgados–. Y también por culpa de la falta de diálogo de Mariano Rajoy.
8. El presidente del Gobierno ha presumido después del éxito de esta operación, que implícitamente ha hecho suya. 
“Les dije que el Estado de derecho no fallaría”, ha asegurado Rajoy en una declaración institucionalsin aceptar preguntas de la prensa. 
Su discurso y lo ocurrido este 20 de septiembre sin duda refuerzan su imagen entre los suyos, que le tachaban de blando ante los independentistas. 
Pero también deterioran aún más el crédito institucional de una democracia en la que un gran porcentaje de los catalanes ya ha dejado de creer.
9. No parece probable que el referéndum del 1-O se vaya a celebrar. El problema es el precio, el coste en la convivencia y quiénes lo vamos a pagar.

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