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viernes, 1 de septiembre de 2017

Desde hace 30 años... Arabia Saudita es el principal responsable de la Globalización del Terrorismo Islamista

Terrorismo, la faz oscura de la globalización

¿Debemos acostumbrarnos al terrorismo como parte integrante de nuestra vida cotidiana? ¿O analizar inteligentemente sus causas para contrarrestarlo? 
Ex redactor jefe de Radio Francia Internacional y ahora director del sitio especializado a prochetmoyen-orient.ch, el escritor y periodista franco-suizo Richard Labévière ha publicado“Terrorisme, la face cachée de la mondialisation” (‘Terrorismo, la faz oscura de la globalización’), una obra destacable, que saca el balance de quince años de “guerra contra el terror” y aporta las claves para el análisis de un fenómeno complejo y cada vez más extendido en nuestras sociedades.
En su libro usted afirma que la opción militar no puede terminar con el terrorismo. ¿Por qué cree que los líderes occidentales persisten en hacer creer lo contrario?
En primer lugar porque no tienen mucha imaginación, porque no hacen los análisis correctos del fenómeno terrorista y porque favorecen principalmente sus intereses económicos. 
Por el momento, se habla mucho de Qatar y Arabia Saudita. Arabia Saudita, mucho más que Qatar, es el primer donante y el apoyo financiero para la expansión del wahabismo y del salafismo, que han inspirado a muchos grupos terroristas en el mundo, especialmente en el Medio Oriente, en Asia, África o Europa.
La mayoría de los países occidentales, a imagen de Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, han declarado una “guerra contra el terror, al terrorismo”…  lo que es, en esos términos, una estupidez insondable y una absoluta estupidez, por la buena y sencilla razón de que el terrorismo no es una sustancia determinada, sino un modo operatorio, una metodología. Es un modo asimétrico de guerra – del débil al fuerte-. No se hace la guerra a una metodología, ni a un modo de operar.
Los militares lo saben muy bien. Esto ha sido dicho recientemente por los oficiales superiores y generales franceses: ¡no se bombardea una ideología, no se destruyen los discursos radicales con las armas!
Así que los militares, mucho más que los políticos, saben muy bien que no podremos superar el terrorismo contemporáneo mediante simples operaciones militares. 
La opción militar garantiza una postura de inmediatez que permite ganar tiempo o desplazar la cuestión. 
Pero ninguna operación militar puede alcanzar la raíz de las causas profundas del terrorismo, de su permanencia, su expansión y su reconfiguración en el mundo globalizado de hoy.
Desde el atentado de enero de 2015 en París, las acciones terroristas se han multiplicado en suelo europeo y en otros lugares. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Acabamos de tener una serie de atentados en Gran Bretaña y Melbourne, en París un loco atacó a un policía en Notre Dame con un martillo, otro ha tratado de hacerse explotar en los Campos Elíseos… Durante ese tiempo en el sur de Filipinas, el ejército nacional está luchando -con medios pesados – a los grupos salafo-jihadistas que reclaman su lealtad a Daesh -¡estos últimos también reclaman un territorio del archipiélago!-. 
En Irak, Siria, como en la franja del Sahel-Sahara y el Cuerno de África, otros grupos armados – tanto en nombre de Daesh como en el de Al Qaeda- reivindican también el control de vastos territorios.
Hay atentados muy mortíferos que también devastan los distritos de Kabul y las localidades del este de Afganistán. 
Sus autores pretenden también actuar en nombre de la organización “Estado Islámico”. 
Hay grupos en el Sahel y el África subsahariana desde Mauritania hasta el Cuerno de África que también actúan en nombre de estos mismos grupos terroristas, mientras que sabemos muy bien que sus incursiones van dirigidas principalmente a la acumulación del capital financiero y humano local… 
En todos los casos citados, el terrorismo contemporáneo abarca un fenómeno que se ha globalizado ampliamente. 
Ahora, es necesario tratar de comprender las razones de esta ampliación que se instala para un largo plazo …
¿Podría haber un vínculo más profundo, de causa y efecto, entre la política occidental dirigida en el extranjero y el terrorismo?
Ciertamente. Desde que George W. Bush declaró su “guerra contra el terrorismo” al día siguiente de los atentados del 11 de septiembre, las posiciones y reacciones de Estados Unidos y de los países occidentales desde luego no han hecho  menguar el problema, sino que al contrario lo han multiplicado por diez y han acentuado su expansión, a partir de las operaciones militares occidentales en Afganistán, en Irak, por supuesto -la invasión anglo-estadounidense de Iraq ha sido un desastre que claramente ha escrito la prehistoria de Daesh- la intervención y el desmantelamiento de Libia han generado asimismo una onda de choque que se ha convertido en una multitud de conflictos.
La intervención franco-británica, apoyada por los Estados Unidos y la OTAN en Libia, destruyó este país, ha creado tres o cuatro Libias, lo fragmentó, y hoy el Oriente y el Sur de Libia es un santuario de campos de entrenamiento jihadistas. 
Se han extendido no sólo a Mali, sino también al Chad, a Burkina Faso y en toda la franja del Sahel-Sahara, por no decir en la totalidad de África Occidental, con grupos como Boko Haram, los Shabaab, aumentando así las zonas de inseguridad total.
En su libro usted propone un marco de lectura que podría parecer pesimista en el corto plazo; por otro lado, tiene el mérito de ser muy audaz porque se basa en un razonamiento riguroso que va en contra de las ideas dominantes …
Hoy yo digo que hay que invertir el paradigma, no analizar el terrorismo como una crisis, un accidente o un fenómeno extraordinario, ni una patología, sino más bien como una cosa ordinaria, normal, cuyas lógicas y maquinaciones están en el corazón mismo de la normalidad de la globalización económica, comercial y financiera.
Desde el final de la Guerra Fría, con la revolución digital y las nuevas tecnologías (redes digitales y otros grandes volúmenes de datos y nubes de computación), la multiplicación de las crisis en el Oriente Medio, África y otros lugares conoce una duplicación y reduplicación, en la se ve interactuar a sindicatos del crimen, cárteles de la droga, Estados fallidos y grupos terroristas, en la lógica constitutiva de una economía política: 
la economía política del terror que se adapta perfectamente a la economía política global.
Hoy en día, la globalización tiene tres consecuencias principales: rompe los estados-nación, los servicios públicos y las políticas de redistribución social. ¡La globalización contemporánea es la carrera por el dinero primero! Pues bien, esta carrera por el dinero tiene una necesidad vital, esencial y consustancial con el terrorismo. 
De ahí el título de mi libro, Terrorismo, la faz oscura de la globalización (1), que trata de remontar hasta las causas profundas del terrorismo, que se ha impuesto como una variable absolutamente necesaria para el funcionamiento de los mecanismos de la globalización contemporánea.
A menudo cito el hallazgo del antropólogo y ensayista francés Georges Bataille quien, en 1957, en su famoso ensayo -La parte maldita- explicó que cualquier fenómeno de expansión económica tiene su lado negativo, su parte maldita de despilfarro que llamaba “consumo”. Hoy en día, el terrorismo se ha convertido en esa parte de consumo del capitalismo globalizado. 
Así como Lenin habló del “imperialismo, etapa suprema del capitalismo”, se podría hablar igualmente del terrorismo como una etapa suprema de la globalización …
Usted también dice que los medios de comunicación participan de cierta manera en el fenómeno del terrorismo, retransmitiendo elementos sensibles vinculados a los atentados. ¿Podría usted explicarnos un poco más?
El terrorismo es aterrorizar. Es utilizar diversas armas en un equilibrio asimétrico de fuerzas. Cuando un grupo terrorista actúa y realiza un acto de terror, es evidente que este acto debe ser transmitido a través de un proceso de comunicación, lo más ampliamente posible, incluso a través de la comunicación de masas.
Así, el acontecimiento terrorista, necesariamente muy localizado, adquiere un alcance más amplio, si no planetario, retransmitido por los medios modernos de comunicación de hoy.
Hay forzosamente una relación ambigua entre la propagación y el efecto buscado por el terrorismo, es una cuestión muy vieja. 
Recuerden algunas portadas de la prensa como Le Petit Illustré u otros, dibujando las bombas de los anarquistas del siglo XIX. 
Más recientemente aún, cuando hubo los bombardeos de 1995 en Francia en el RER y el metro, tenemos que observar que aquellos ataques fueron cometidos a las 19:00 o 19:15. Los autores se habían asegurado así de estar en la apertura de las telenoticias a las 20h.
Hoy vemos cómo la organización “Estado Islámico”/Daesh, tiene varios cientos de sitios web. Incluso tiene un programa semanal en francés -Dabiq, el nombre de la ciudad siria donde las diferentes tradiciones sectarias anuncian el Apocalipsis- realizado de manera muy profesional, con asesores de comunicación que se basan en Gran Bretaña, en los Estados Unidos y en el Golfo…
La vieja ecuación terrorismo/prensa, constata que la comunicación constituye una de las dimensiones incompresibles del fenómeno terrorista en sus vínculos con el exterior. 
En reacción, si no en simetría, las autoridades encargadas de accionar los diferentes medios de respuesta del contraterrorismo producen -a su vez también-  una comunicación externa y un uso interno, destinado al público en general.
Está claro que los editores privados y públicos tienen una gran parte de responsabilidad en la materia. La mayoría de las veces hoy en día, se está condenado a la espontaneidad, a una inmediatez (que anula la mediación necesaria para el análisis y la comprensión). 
Las cadenas de televisión y los principales periódicos como Le Soir y La Libre de Bruselas o Le Monde o Liberación, son demasiado a menudo cómplices de los grupos terroristas actuales, de su ideología que se alimenta de esa resonancia que no se cuestiona. 
La mayoría de los medios de comunicación tratan el terrorismo en sus efectos más dramáticos y emocionales sin realmente buscar sus causas profundas.
¿Cómo explica este fracaso de nuestras sociedades democráticas respecto al derecho a la información?
Muy pocos medios se esfuerzan por remontarse a las causas, ya que hacerlo necesita más tiempo, espacio, investigación y, por lo tanto, experiencia real. ¡Y esto también tiene un costo! 
Trabajar correctamente sobre las causas profundas del terrorismo requiere investigaciones minuciosas, informes sobre el terreno que requieren conocimientos históricos y antropológicos de los lugares y tiempos en los que se desarrolla el problema, perdura, se repite y se transforma. 
Esta inversión periodística requiere medios que se sostengan en el tiempo. Desafortunadamente, los modelos económicos de nuestros medios nacionales no pueden afrontar ese reto…
Incluso si los medios estuvieran allí, ¿lo querrían? Nada es menos seguro, y no caigo en el conspiracionismo, ya que remontarse a las causas profundas del terrorismo contemporáneo también requiere algunos análisis políticos perfectamente incompatibles con los apriorismos ideológicos de nuestros medios mainstream.
La mayoría de las veces, estas sociedades privadas y públicas no hacen más que  retransmitir los mismos ‘blabla’, los mismos testimonios lastimosos y los discursos convenidos sobre “las respuestas al terrorismo”, judiciales o de otra índole. 
Después de un acto terrorista, la totalidad de los poderes ejecutivos y legislativos del mundo adoptan nuevas leyes. 
En Francia, desde 2012, se han alineado una docena de textos de ley que, tan pronto como anunciados, han sido aplicados erróneamente o incluso ni siquiera fueron aplicados. 
Así, los medios de comunicación acompañan estos discursos sin hacer un trabajo serio, sin demontar las racionalidades de la propagación de las ideologías radicales; sin investigar las estructuras de reclutamiento y los operadores-actores en el financiamiento del terrorismo contemporáneo.
En resumen, se habla mucho sin realmente abrir las investigaciones específicas necesarias, que podrían servir como base para la elaboración de las respuestas apropiadas. 
La problemática de la financiación del terrorismo está sobre la mesa desde hace más de 30 años. 
Se amontonan con ella varios pisos. Se sabe bien que no es el acto mismo o el paso al acto lo que cuesta caro (los ataques del 11 de septiembre de 2001 costaron menos de 500 000 dólares).
¡La mayoría de los actos terroristas en su fase operacional no cuestan caro! 
Lo que es realmente costoso es lo siguiente, es decir, el reclutamiento de activistas, su entrenamiento, la asunción del seguro de su familia en los casos de atentados suicidas o las operaciones de cirugía estética en Brasil, en el Líbano o en otros lugares para que cambien sus rostros… Todo esto cuesta mucho más caro que el paso al acto en sí.
Admitamos que la mayoría de los medios de comunicación no hayan tenido el tiempo o los medios para abordar este problema con ramificaciones complejas. Sin embargo, usted se cuenta entre los analistas que alertaron muy pronto sobre las fuentes de financiamiento del terrorismo contemporáneo …
En efecto, trabajé sobre el ataque de Luxor de noviembre de 1997 en Egipto, donde 63 turistas fueron mutilados con machetes por los terroristas de la Gami’a Islamiya. 
De estos 63 turistas, 35 eran ciudadanos suizos. El operador turístico se llamaba Hotel-Plan. En esa época yo trabajaba para la Televisión suiza francófona (TSR). 
Mi jefe -Claude Torracinta- tuvo el buen sentido de enviar un equipo de periodistas y realizadores que pudieron así trabajar durante seis meses de manera profunda sobre aquel acto terrorista de Luxor, con el fin de remontarse a las redes de la Gami’a Islamiya y de sus financiadores.
Se pudo así destapar la sociedad Al-Taqwa, que en ese momento era el banco de los Hermanos Musulmanes, prohibida en Egipto en 1983. 
También se estableció en las Bahamas. Otras filiales y sociedades fiduciarias se instalaron en Suiza, especialmente en el Ticino en Lugano, Ginebra y en otras partes de Europa, en asociación con los principales bancos occidentales.
Todo esto con el apoyo de los bancos saudíes de los que callaré el nombre para evitar un nuevo juicio, ya que han sido varios los que he tenido en mi lucha contra los bancos saudíes y los operadores financieros sauditas que financian la expansión del wahabismo y el salafismo, incluso directamente a los grupos armados. 
Por lo tanto, Arabia Saudita sigue siendo el principal responsable, mucho antes que Qatar y cualquier otro estado en el mundo. La monarquía wahabita y sus satélites son responsables de esta expansión del “terrorismo islamista” en el mundo desde hace más de treinta años.
Entonces usted ya había escrito un libro titulado “Los dólares del terror”, publicado en 1998. ¿Qué acogida tuvieron sus investigaciones entre los medios dominantes y sus supuestos expertos?
Este libro tuvo un éxito de estima, que algunos especialistas manifestaron al ser publicado. Obviamente,  no llamó la atención de los poderes públicos, que, al mismo tiempo, seguían manteniendo relaciones comerciales muy jugosas con Arabia Saudí y las otras monarquías petroleras del Golfo.
La segunda razón de este silencio cortés, más allá del aspecto financiero, son las dimensiones estratégicas del fenómeno. 
En la medida en que Arabia Saudí y los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se arriman a los Estados Unidos y se acercan a Israel contra su enemigo común – un gran desafío regional que se llama Irán-, está muy claro que denunciar la financiación del terrorismo, en primera línea de la cual actúan los donantes de fondos wahabitas, se vuelve efectivamente muy políticamente incorrecto. 
Esto debilita el frente común que Estados Unidos está tratando de construir contra Irán desde su Revolución Islámica en 1979.
La tercera razón por la que este libro -esta investigación sobre el financiamiento del terrorismo que salió unos años antes de los atentados del 11 de septiembre- no interesó a mucha gente es que involucraba directamente a varios aparatos de Estado americanos, comenzando por los servicios especiales que reclutaron y entrenaron a miles de jihadistas para ir a luchar a Afganistán contra el ejército soviético.
Aquel escándalo -el binladengate- se ha ampliado a partir de entonces, después de la retirada soviética en 1989 tras la caída del muro de Berlín, debido a que los mismos servicios de Estados Unidos han seguido utilizando estos yihadistas -sus jihadistas- en Asia Central, en Yemen, en Oriente Medio y otros lugares. 
Obviamente, explicar y denunciar esta realidad no fue muy bien recibido ni alentado, ni siquiera por los medios más irrespetuosos…
Pero poco después, las mentalidades serán un poco más receptivas…
Sí, después de los ataques del 11 de septiembre, el libro fue traducido en Estados Unidos y tuvo más eco. 
Con algunas de mis fuentes, fue posible explicar aún más cual era el papel de Arabia Saudita, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar en esos procesos. 
Ahora es más aceptado por el público en general y las autoridades políticas el hecho de que el papel de Arabia Saudita durante 30 años es central y sigue siéndolo en los mecanismos de financiamiento del terrorismo islamista.
Esta comprensión, esta denuncia, comienza a dar sus frutos, y a crear problemas a todas aquellas personas que comercian y hacen negocios con Arabia Saudita, empezando por Donald Trump o incluso otros países europeos, entre ellos Francia. 
Razón por la cual hubo que inventar un señuelo que dirigiera toda la actualidad de la financiación sobre… Qatar, para limpiar y blanquear a la Arabia Saudita y los otros miembros del CCG. Pero es un juego de manos que no convence a nadie.
Sin embargo, se ha podido observar una cierta convergencia en las estrategias de Arabia Saudita y Qatar, por ejemplo, en el escenario del conflicto en Siria y Yemen … 
¿Podemos decir que estos países persiguen los mismos objetivos en materia de política exterior ?
Este caso de financiación del terrorismo, incluidas las rivalidades entre Qatar y Arabia Saudita, son un asunto de familia para las monarquías petrolíferas del Golfo, en lo que están todos más o menos involucrados. 
No es sólo el caso de Qatar, Kuwait o Arabia Saudita, estas razones conciernen al conjunto de las finanzas islámicas y sus actores, con la recogida de la zakat, la colecta de donaciones y sus usos a través de, por ejemplo, el Banco islámico de desarrollo, la Organización de la Conferencia Islámica y las diversas herramientas de multilateralismo islámico dominadas por Arabia Saudita, por no hablar de una miríada de ONGs entre las que se encuentran los Hermanos musulmanes y sus frentes caritativos europeos.
Esta estructura de rizoma (con ramificaciones subterráneas – NdlR) es ampliamente transnacional y aprovecha los paraísos fiscales occidentales y los centros financieros en el mundo que, les recuerdo, están mayoritariamente bajo bandera estadounidense y británica.
La cuestión de la financiación del terrorismo revela una problemática en mil capas que no sólo puede provenir de Qatar.
Tienes razón al mencionar la proximidad ideológica y política de Qatar y Arabia Saudita, porque estos dos países comparten la misma doctrina teológico-política: el wahabismo. 
El problema es que Qatar es muy pequeño y Arabia Saudita es muy grande. Es la fábula de la rana que quiere hacerse tan grande como el buey. La rivalidad entre estos dos países es antigua. 
Este tronco común del wahabismo hace que estén  siempre muy involucrados en el apoyo a los grupos terroristas sunitas, no sólo en Irak y Siria, sino también en Yemen y en la represión contra la población chiíta de Bahrein.
Históricamente, desde el momento en que fue prohibida por Nasser (desde 1956), la cofradía de los Hermanos Musulmanes y sus principales cuadros se refugiaron en Arabia Saudita y se han beneficiado de los regalos y la generosidad financiera del rey Faisal, quien dio dinero a los dos líderes principales de la época, Said Ramadan, y Youssef Nada, que era un banquero, para establecerse fuera del mundo musulmán, en Europa y en particular en Múnich, a continuación, en Ginebra desde 1961. 
Ellos decidieron instalarse primero en Munich en 1957, porque los Hermanos musulmanes había establecido vínculos durante la Segunda Guerra Mundial con los agentes de los servicios secretos del Tercer Reich alemán. 
Así crearon un primer centro en Munich ese año, y enseguida se produjo la apertura del Centro Islámico de Eaux Vives en Ginebra en 1961, que todavía está dirigido por Hani Ramadan. 
A partir de ahí, los Hermanos Musulmanes se extendieron mucho por Europa, creando despachos, sociedades benéficas, centros culturales en Francia (en la región de Lyon), en Bélgica y por todas partes.
Es pues Arabia Saudita la que ha favorecido la expansión internacional de los Hermanos Musulmanes, hasta que la Hermandad Musulmana comenzó a crear problemas y a denunciar a la monarquía de los Saud en la Península Arábiga y el resto del mundo árabe musulmán. 
Tanto es así que, a partir de la década de 1980, la monarquía saudí comenzó a desconfiar de los Hermanos que, gradualmente, escogieron otros lugares de implantación. 
Este fue el caso especialmente de Qatar, donde el Sr. Qaradawi -portavoz internacional de los Hermanos- podía difundir sus mensajes de odio en todo el mundo a través del canal de televisión Al-Jazeera. De la misma manera, la cadena Al-Jazeera fue el vehículo de comunicación de Osama bin Laden, como fue la propaganda de Daesh y otros movimientos.
A partir de los años noventa, quedó claro que se había producido una mutación en Arabia Saudita. 
Su diplomacia a golpe de talonario de cheques comenzó a apoyar y financiar a los grupos salafistas más involucrados en especial fuera de sus fronteras: en Indonesia, Asia Central, Oriente Próximo hasta el Cuerno de África, desde el África subsahariana hasta Europa. 
Mientras que Qatar, por otra parte, se especializó en acoger a los Hermanos Musulmanes y a sus filiales internacionales. 
Los Hermanos Musulmanes y el wahabismo son las dos filiaciones ideológicas del terrorismo contemporáneo. Estas dos filiaciones permanecen muy próximas, o incluso comunes en muchos aspectos.
Vemos cómo los donantes de fondos de Arabia y de Qatar han fomentado la emergencia de la organización “Estado islámico” o Daesh con la ayuda de los servicios especiales turcos desde la caída de Bagdad en la primavera de 2003. 
Desde el desmantelamiento de Irak en 2003, Abu Moussab al Zarqawi fue el primer jefe de esta organización que se instala en el Kurdistán iraquí. Como por azar, esta organización se implanta junto a los servicios israelíes y estadounidenses que permiten prosperar a Abu Moussab Al Zarqawi y sus asesinos… 
¡Uno puede preguntarse por qué! Entonces Zarqawi se convertirá en una de las principales amenazas en la región y provocará un cisma entre Al Qaeda y lo que se convertirá en Daesh a partir de 2012-13 que dará lugar a la toma de Mosul en junio de 2014 y la proclamación del Califato el 29 de junio de 2014.
En toda esta evolución, esta reconfiguración rizomática post-Qaeda, se asiste a la aparición de un nuevo tipo de terrorismo con la organización “Estado islámico”. 
Arabia Saudita tiene una responsabilidad, como Qatar, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, los donantes de fondos egipcios y los servicios especiales israelíes, turcos y de EEUU especialmente. 
Por lo tanto, está claro que acusar simplemente a Qatar no significa adoptar una actitud pertinente ni responsable.
Precisamente, ¿cree usted que la reciente ruptura de lazos diplomáticos entre Qatar y sus países vecinos podría ayudar a desbloquear algunos conflictos en la región?
No, no desbloqueará nada en absoluto. 
Esta acusación internacional es un maquillaje que fue inspirado en gran parte por el Pentágono con el fin de limpiar y blanquear a Arabia Saudita. 
Yo estaba en Teherán el 19 de mayo, el día de la elección presidencial iraní, que fue una elección democrática ejemplar para muchos países, con la elección de Hassan Rohani, con el 60% de los votos de un electorado del que había votado el 70%, lo que sigue siendo bastante único en esta región. 
Está claro que nunca hay elecciones democráticas ni en Arabia Saudita, ni en Qatar, ni en Kuwait ni en otros lugares de la región …
Pues bien, el día después de esta elección presidencial iraní, que reconocía el presidente Hassan Rohani, Donald Trump estaba en Riad, junto con el rey Salman de Arabia  que había convocado una cumbre de una cincuentena de países sunitas con 37 jefes de gobierno y representantes de esos países. 
El presidente estadounidense aprovechó la oportunidad para declarar una alianza sunita contra Irán. ¡Incluso acusó a Irán de apoyar el terrorismo!
Es cierto que Irán tiene acuerdos estratégicos y militares conocidos con Rusia, Siria y el Hezbollah libanés y, por lo tanto, defiende sus intereses y una visión geopolítica del Próximo y Medio Oriente que no es la de Washington y Tel Aviv . 
Es la razón por la cual -y desde Riad- Donald Trump decreta que se debe cercar a Irán, o declararle la guerra … 
Algunos de sus consejeros hasta le dijeron que se le fue la cosa de las manos, porque declarar eso desde Riad, que todavía sigue siendo el epicentro del terrorismo, “es un poco paradójico, si no francamente contradictorio…”.
¿Cómo definiría entonces la declaración de lucha contra el terrorismo realizada por Donald Trump en su reciente visita a Arabia Saudita?
Es una operación de pura comunicación montada por el Consejo de Cooperación del Golfo para aislar a Qatar. 
Es propaganda para blanquear y excusar el hecho de que Donald Trump sigue vendiendo miles de millones de armas a Arabia Saudita, que al mismo tiempo invierte miles de millones en los EEUU para comprar su apoyo. El círculo completo. 
Este círculo, que no es virtuoso, sino puramente empresarial, requeriría ser explicado un poco. En este asunto, Washington ha tratado principalmente de disculpar a Arabia Saudita de cualquier vínculo con la financiación del terrorismo.
Hoy, sin embargo, ¿quien continúa comprando mercenarios chechenos, chinos, europeos y africanos que participan en Siria e Irak, si no es Arabia Saudita? 
Es cierto que Qatar está ayudando a los jihadistas del África subsahariana, en particular en Libia y otros países de la región. 
Pero Arabia Saudita no es más virtuosa que Qatar en estas operaciones. Y el hecho de que una serie de estados árabes rompan sus relaciones diplomáticas con Doha no va a ayudar desde luego  a encontrar una solución o a mejorar la situación de las guerras civiles-mundiales en Siria, Irak, Yemen, Bahrein o en las crisis de la franja del Sahel-Sahara, por no hablar de las redes durmientes de los países europeos, empezando por Gran Bretaña, Francia, Alemania y Bélgica.
Quisiera insistir sobre Bahrein, donde hay una situación extremadamente dramática de la que nadie habla por razones, aquí también, de interés financiero. 
Bahrein es casi un estado saudí, vinculado a Arabia Saudita por un puente y una autopista, y donde los movimientos de la población mayoritariamente chiíta  son reprimidos de forma sangrienta: 
detenciones masivas y torturas se llevan a cabo de forma rutinaria por el ejército saudí, con la ayuda de los servicios especiales de Estados Unidos. En Bahrein se encuentra instalado el alto mando de la Quinta Flota de EEUU.
En “Terrorismo, la faz oscura de la globalización”, usted indica algunas pistas de acción para frenar la preocupante evolución actual. ¿Podría volver sobre ello?
Volvemos siempre a algo absolutamente esencial. 
En los días siguientes al 11 de septiembre de 2001, tuve la oportunidad de acompañar al ministro francés de Exteriores en aquel momento -Hubert Védrine- a la Asamblea General de las Naciones Unidas, que había sido aplazada en noviembre a causa de los atentados.
Hubert Védrine hizo un discurso-acontecimiento que no gusto mucho a los americanos, porque básicamente dijo: mirad, si queremod luchar eficazmente contra el terrorismo, hay que secar primero su suelo, las redes financieras e ideológicas. 
Pero en paralelo, debemos intervenir diplomáticamente para tratar de resolver con la política y la diplomacia las crisis del Próximo y Medio Oriente, en primer lugar, el conflicto palestino-israelí …
Es evidente que este conflicto -a pesar de la propaganda de los medios de comunicación occidentales que lo transformaron después del 11 de septiembre de 2001 en un problema estrictamente de seguridad  y de lucha antiterrorista- sigue siendo fundamental y vital para el conjunto del mundo árabe-musulman. 
El conflicto palestino-israelí sigue siendo el epicentro de las crisis, los malentendidos, de los dobles raseros y dobles medidas aplicados a la región.
Trate de explicar a la calle árabe que la OTAN bombardeó Belgrado sin ninguna resolución de la ONU, que los occidentales están llevando a cabo guerras supuestamente “humanitarias” en Afganistán, Irak, Libia y otros países para promover la defensa de los derechos humanos y la democracia, mientras diariamente la soldadesca israelí mata a niños palestinos en los territorios ocupados. 
Desde 1948, desde la creación de Israel, no ha habido menos de 450 resoluciones del Consejo de Seguridad, la Asamblea General y la Comisión de Derechos Humanos, sin que ni una sola se haya aplicado, excepto parcialmente, la 475, con la retirada de Israel del sur del Líbano en julio de 2000…
No estoy diciendo que eso sea suficiente con resolver de una manera justa y equitativa el conflicto palestino-israelí para erradicar el terrorismo. 
Pero en cualquier caso, está claro que la gestión y la resolución política y diplomática del conflicto palestino-israelí con el reconocimiento de un estado palestino libre con continuidad territorial y con Jerusalén como su capital, podría mitigar uno de los referentes centrales y simbólicos del terrorismo islamista.
¿Y cuáles son los temas que deben explorarse en el seno mismo de nuestras sociedades?
Después de la resolución del conflicto palestino-israelí y el golpe a los canales internacionales de financiación del terrorismo, los principales proyectos que hay que abrir tienen que ver con las disfunciones internas de nuestras propias sociedades. 
En este imperativo categórico de rastrear las causas, insisto en el hecho de que no se bombardea una ideología: frente a una ideología radical hay que oponerle contrahistorias y otras grandes narrativas estructurales. 
Sin entrar a abordar los programas de desradicalización, tenemos que entender por qué tantos jóvenes franceses, alemanes, belgas y británicos se enrolan en las katibas de Daesh en Siria y en Irak.
El origen de esta migración mortífera se explica por las disfunciones de nuestras propias sociedades en los barrios sin ley donde ni siquiera los bomberos ponen los piés. 
También pienso en la situación carcelaria en las prisiones, donde los hermanos Kouachi, los autores del atentado de enero de 2015, pudieron conocer a Djamel Beghal que es el franco-argelino situado en lo más alto de la vieja estructura de Al Qaeda … ¡Una total aberración! 
Como esos pequeños delincuentes que no pusieron nunca un pie en Oriente Medio, que son puros productos de la sociedad británica, han podido radicalizarse así (a menudo en la cárcel) antes de pasar a la acción en el Reino Unido y en otros lugares?
El tercer problema, que nos remonta a nuestras propias carencias, es la escuela, que ya no produce ciudadanos que se integran, sino que al contrario, refuerza y reproduce las lógicas de la marginación social. 
Y el último nivel, ya hemos hablado de ello, es la prensa, que sigue manteniendo la desconfianza, cuando no son los odios  comunitarios, en su prisa y su voluntad de hacer catastrofismo, o de negar los problemas. 
Por un lado los medios de comunicación transmiten la propaganda de los grupos terroristas y, por otro lado, niegan la realidad y rechazan ver los verdaderos problemas internos en nuestras propias sociedades.
No es sólo la prensa, sino también los barrios, la escuela, las cárceles, los lugares donde se debe trabajar para tratar de modernizar y reactivar el contrato social básico que hace que personas de diferentes orígenes culturales puedan vivir en un mismo país, respondiendo a los mismos deberes y observando las mismas reglas. 
En definitiva, se trata de trabajar en todas las dimensiones susceptibles de consolidar el pacto republicano y los mecanismos de “convivencia” a expensas de prácticas comunitarias que no son compatibles con la preservación de las libertades civiles y políticas.
1. Terrorismo, la faz oculta de la globalización. Ediciones Pierre-Guillaume de Roux, noviembre de 2016.
Imagen de portada : “Disparate ridículo”, Los proverbios de Francisco Goya, 1864.
Traducido por Carles Acózar. Relectura por Investig’Action

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