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miércoles, 30 de agosto de 2017

BIRMANIA: Los ROHINGYAS, acorralados en la FRONTERA del ODIO

BIRMANIA: LOS ROHINGYAS, ACORRALADOS EN LA FRONTERA DEL ODIO

Por Guadi Calvo.
Sin velas, sin flores, sin rezos, sin la santa indignación de los justos, una vez más docenas de cadáveres se pudren en las pantanosas tierras del norteño estado birmano de Rakhine, la comunidad rohingya sigue esperando justicia.
Según la Consejera de Estado, la premio nobel de la paz, Aung San Suu Kyi, la verdadera jefa del país,  al menos 70 personas murieron tras los ataques de milicianos de la etnia rohingya contra una treintena de aldeas en los municipios de Maungdaw, Buthidaung y Rathedaung, en Rakhine.
La versión oficial indica que los ataques se iniciaron este último jueves, cuando un grupo armado de “extremistas bengalíes” atacó una comisaría en la región de Maungdaw, con bombas de fabricación casera, al tiempo que se registraron una serie de ataques coordinados contra varios puestos policiales. 
Pocas horas después, en el poblado de Taung Bazaar, unos 150 miembros de la etnia rohingya, atacaban e incendiaban la comisaría. Hechos similares se reproducían en toda el área. Según fuentes oficiales se esperan nuevos ataques.
Esta inusitada e incomprobable ofensiva rohingya, abrirá pasó a una nueva oleada represiva por parte de las autoridades de Naypyidaw, que desde siempre han tenido como política de estado la aniquilación de esa etnia, perseguida y excluida de cualquier tipo de derecho civil,  (ver Los rohingyas se hunden en el olvido )
El pueblo rohingya, es obligado a vivir en campos de concentración a los que la prensa no tiene acceso y los que constantemente sufren progromspor parte del Tatmadaw, el ejército birmano y otras organizaciones budistas como el Ma Ba Ta, o el 969 que prácticamente son la misma organización, y miembros del Partido de Desarrollo de Nacionalidades. 
En estos intentos de limpieza étnica, se sabe de reiterados casos de incineración de cadáveres, por parte del Tatmadaw, intentado borrar los rastros de las masacres.
Birmania, un país de mayoría budista, se niega a admitir el casi millón trecientos mil miembros de esta etnia musulmana como connacionales, impidiéndoles el acceso a la educación, los servicios médicos, el trabajo y fundamentalmente la nacionalidad.
Estos recientes ataques, que tienen un fuerte olor a una operación de falsa bandera, fueron documentados por el gobierno en las redes sociales, donde podían verse imágenes de poblados incendiados, un recurso típico del Tatmadaw cuando ataca a los rohingyas
Otras fotografías muestran civiles escapando por un río, que podría ser el Maungdaw, armas blancas y varios soldados heridos tras los presuntos ataques por parte de los musulmanes.
Según fuentes gubernamentales, la ola de asaltos iniciada el jueves fue reivindicada, por el Ejército Rohingya de Salvación Nacional (ERSN), en protesta por los hechos de la ciudad de Rathedaung, donde desde hace semanas se han incrementado las acciones contra la minoría islámica.
En todas las zonas donde se asienta la comunidad rohingya, desde hace casi tres meses se han vuelto a repetir actos de violencia contra ellos, impidiéndoles llegar a sus campos de cultivos y la adquisición de insumos básicos como alimentos y medicamentos.
Este último sábado el Tatmadaw utilizó morteros y ametralladoras contra un importante grupo de rohingya, que huía rumbo a Bangladesh, cerca del puesto fronterizo de Ghumdhum.
Existe el temor de que se vuelva a repetir la oleada de refugiados, que en octubre del año pasado, tras nuevos ataques del Tatmadaw, provocó la llegada de más de 70 mil rohingya a Bangladesh, llegando ya a los 450 mil que viven en diferentes campos de refugiados como los de Teknaf, Kutupalong, Balihkali, o el de isla de Thengar Char. 
Algunos datan desde 1978 y donde la falta de instalaciones higiénicas y agua potable hacen que el cólera, la disentería y la malaria se expandan de manera incontrolada. 
Sin posibilidades de trabajo, se ha detectado que algunos miembros de esta comunidad se han involucrado con carteles de la droga para trasportar como mulas una metanfetamina muy popular por estos días, conocida como yaba, en tailandés “medicamento loco”, un negocio que mueve cerca de 3 mil millones de dólares al año. 
Mientras que el Gobierno bangladesí culpa a los rohingyas del aumento del tráfico y consumo.
Para evitar que esta problemática continúe creciendo, las autoridades de Dacca han ordenado el cierre de la frontera con Birmania, de unos 272 kilómetros, que una gran parte están surcados por el río Naf, por donde cruza la mayoría de los rohingya que intentan dejar Birmania.
Lo paradójico de esta situación es que mientras Dacca les cierra su frontera, ya que son ciudadanos birmanos, Naypyidaw, sostiene históricamente, que toda la cuestión respecto a los rohingyas se inició cuando estos se instalaron en la provincia de Rakhin, llegados desde Bangladesh, según algunos durante la segunda guerra mundial, según otros varios siglos antes.
Como si de un designio maldito se tratase, en mayo último el huracán Mora, asoló el campo de Kutupalong, donde vivían más de cien mil refugiados rohingyas, destruyendo más de 10 mil chozas.
El fundamentalismo como salida
Si bien no hay informes que puedan vincular al pueblo rohingya con el fundamentalismo y mucho menos con el terrorismo encarnado por al-Qaeda o Daesh, pareciera que las acciones de Birmania y la inacción de los organismos internacionales y las grandes potencias no están dejando otra alterativa que la violencia para los rohingyas.
Cuando estalló la crisis migratoria de abril de 2015, en que miles derohingyas se lanzaron al mar procurando escapar de la represión en Birmania, infinidad de reuniones, congresos y foros auspiciados por organizaciones regionales y la propia Naciones Unidas, se realizaron intentando buscar una solución, que finalmente naufragó como muchas de las embarcaciones rohingyas, a las que le eran negados los puertos de Tailandia, Malasia, Filipinas, Indonesia y Bangladesh. 
Nunca se conocerá el número de aquellos muertos a los que se le había dejado como única opción el naufragio o el suicidio.
Quienes han tenido la “suerte” de llegar a los campos de refugiados en Bangladesh, se encuentran sin la posibilidad de conseguir trabajo por los que se ha detectado que algunos miembros de esta comunidad se han empleado con carteles de la droga. 
Aunque los rohingyas, se les ha cargado en san Benito de traficantes, son miembros de la clase política de Bangladesh, los que instrumentan y usufructúan todo el negocio con la yaba.
También se han conocido denuncias de la compra de órganos a los rohingya, particularmente córneas y riñones, a 20 mil takas, poco más de 250 dólares, mientras que muchas jóvenes rohingyas, caen en manos de tratantes, que las venden como prostitutas, al tiempo que muchos jóvenes son colocados en el mercado de la mano de obra esclava desde los países del Golfo Pérsico al sudeste asiático.
Las penurias del pueblo rohingya, dentro y fuera de Birmania no han pasado desapercibidas para las organizaciones wahabitas, siempre dispuestas a ampliar sus frentes e incorporar más combatientes. 
Es por ello que desde principios de 2016 tanto al-Qaeda, como el Daesh, están extendiendo su influencia tanto sobre los rohingyas que aún viven en Birmania, como con todos aquellos que se encuentran en el exilio.
Se ha detectado que miembros del Daesh en Bangladesh están alentando a los rohingyas a iniciar la lucha en Birmania. 
Mientras algunas células intentan entregar armas y dar entrenamiento a los rohingya intentado la creación de Wilayah Arakan (provincia de Arakan), como llama los musulmanes a la provincia de birmana de Rakhin, y abrir un frente de combate. 
Otra publicaciones vinculadas a al-Qaeda en el sudeste asiático llama a los musulmanes a apoyar la causa rohingya atacando objetivos birmanos.
Una organización militar conocida como Haraqah al-Yakin, (Movimiento de la Fe), aparentemente fundada por miembros de los rohingyas, que contaría con unos 400 milicianos y su cúpula habría sido entrenada en Arabia Saudita, se han adjudicado varios ataques contra puestos policiales cerca de la frontera con Bangladesh, aunque estas operaciones deben ser tomadas con pinzas ya que bien podrían ser acciones encubiertas del ejército birmano o alguna organización paramilitar, o incluso uno de los tantos grupos guerrilleros nacionalistas, budistas y marxistas que operan en Birmania, que de todas maneras se podrían utilizar para reprimir a los rohingyas, acorralados en la frontera del odio.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

LOS ROHINGYAS SE HUNDEN EN EL OLVIDO

Por Guadi Calvo.
Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz 1991, que es la figura política más importante de su país, Myanmar antes Birmania, desde finales de marzo de 2016 ocupa los ministerios de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia, además de ser una de las figuras más protegidas por el Departamento de Estado y la prensa internacional a nivel mundial, se ha visto obligada a impedir el arribo a su país de una misión de las Naciones Unidas (ONU) para investigar las denuncias de asesinato, torturas y discriminación de la minoría ética musulmana rohingya, (Ver: Los Rohingya más allá del mar) con una población cercana al millón de personas, en el remoto estado noroccidental Rakhine, donde viven hacinados en campos de concentración, despojados de todo tipo de derechos políticos y sociales, incluido trabajar, vivir en pareja y tener hijos. 
En esos campos la mayoría de los pobladores sufren de hepatitis B o C.
El Gobierno birmano volvió a negar las acusaciones de estar sometiendo al pueblo rohingya a un genocidio. 
Aunque recientes denuncias han demostrado que el Gobierno birmano en febrero último perpetró una nueva matanza de menores, ejecutados con cuchillos y machetes, en un nuevo capítulo de las operaciones de limpieza ética en el área de la provincia de Rakhine que incluyó por parte de las fuerzas de seguridad golpizas, desapariciones, violaciones colectivas, torturas y asesinatos, también perpetrados contra la población adulta. 
La gente de Birmania, que es un país de mayoría budista, ha visto durante mucho tiempo a los rohingyas como inmigrantes ilegales de Bangladesh. (Ver: Rohingya, sin derecho a nombre).
Se calcula en cerca de 80.000 los rohingyas que desde Rakhine huyeron a Bangladesh el año pasado tras las operaciones del ejército birmano. Por lo que en marzo la UE pidió que una misión examinara las denuncias de abusos en el norte del país.
Hace más de dos años los medios internacionales relataron con detalle los padecimientos de este grupo racial y religioso originario de Bangladesh que desde hace por lo menos diez siglos está instalados en la antigua Birmania. (Ver Rohingya, la deriva constante).
Tras el estallido los enfrentamientos en 2009 y 2012 entre musulmanes y budistas, que fue la eclosión de décadas de hostigamientos por parte de la larga y sangrienta dictadura militar, el fundamentalismo budista del grupo 969 y el ultranacionalista e islamófobo Ma Ba Tha, (asociación patriótica de Myanmar), recientemente ilegalizada, aunque ya actúa encubierta bajo otro nombre, la persecución a la minoría rohingya obligó a muchos de sus integrantes a lanzarse al mar en una desesperada huida sin rumbo prefijado en embarcaciones improvisadas y obsoletas.
Así fue como miles de niños, ancianos, mujeres y hombres arriesgando sus vidas intentaron llegar a países como Tailandia, Filipinas, Malasia e Indonesia, de donde también fueron rechazados por las autoridades que les impidieron atracar, quedando al garete y sin víveres, de aquellos nada se sabe tampoco.
Jamás se conocerá el número de muertos de la gran huida de 2015, acontecimiento que tras varias semanas de atención de la prensa se terminó hundiendo en la nada sin que los rohingyas tuvieran una respuesta humanitaria más allá de algún urgente y fallido encuentro de países de la región.
Las autoridades de Naypyidaw consideraron “exagerado” el informe de la ONU y negaron cualquier tipo de acusación tras haber destruido los vestigios de las matanzas.
Mientras dan como buena la investigación encabezada por el exteniente general y actual vicepresidente Myint Swe, un hombre de la línea dura del ejército puesto en el cargo para monitorear al presidente Htin Kyaw, un civil de máxima confianza de Aung San Suu Kyi.
A su vez el mes pasado, la señora Suu Kyi, en Bruselas, sostuvo frente a los cuestionamientos de la Unión Europea que no aceptará la resolución de la ONU y el envió de una comisión investigadora: 
“La desconfianza entre las dos comunidades (budista y musulmana) se remontaba al siglo XVIII y que lo que su país necesitaba era tiempo” y que: “La resolución de la ONU había creado una mayor hostilidad entre las diferentes comunidades”.
Recién llegados de toda la vida.
La comunidad de Myanmar, de amplia mayoría budista un 89 % de los cerca de sesenta millones de habitantes, ha considerado desde siempre a los rohingyas inmigrantes ilegales provenientes de Bangladesh. Asentados en el norte de la provincia de Rakhine y que constituyen apenas un 4 % del total de la población y que las diferente dictaduras militares que asolaron el país convirtieron en el enemigo jurado.
En 1982 la dictadura militar dividió a la población en tres estamentos, los ciudadanos de pleno derecho de la Unión de Myanmar, los reconocidos por asociación y otra por naturalización. Siendo los musulmanes de Rakhine considerados inmigrantes ilegales, llamados “bengalíes”, a pesar de que su presencia se remonta a siglos atrás.
A los rohingyas se les otorgó una tarjeta temporal conocida como “tarjeta blanca”, que a pesar de ser considerados como ciudadanos de segunda clase, se les permitía votar. 
En 2014, el Gobierno birmano puso en marcha un proceso de verificación de la ciudadanía de las poblaciones musulmanas y se comprometió a naturalizar a las personas que se registran como bengalíes pero no como rohingyas.
Aunque a partir del 31 de marzo de 2015 las tarjetas blancas perdieron validez dejando a la comunidad rohingya en un estado de inmigrantes ilegales, a pesar de poder constatar varias generaciones en el país.
El poderos ejército de Myanmar, conocido como Tatmadaw, desde 2009 ha organizado la Border Guard Force (BGF) que actúa particularmente en la frontera norte, donde existe una fuerte presencia de cárteles del opio, Myanmar es el segundo productor mundial de opio detrás de Afganistán, junto a un importante grupo de organizaciones armadas separatistas unas veinte en todo el país como las Kachin Independence Army (KIA), T’ang National Liberation ArmyNational Democratic Alliance Army (NDAA) Shan State Army (SSA) Myanmar National Democracy Alliance Army (MNDAA) o la Shan State Arm. Que por momento junto al Tatmadaw y los cárteles del opio conforman alianzas netamente “comerciales”.
Esta situación ha convertido el norte del país en una de las regiones más controladas y permite abiertamente el abuso constante contra los rohingyas, que siguen huyendo de Myanmar sin encontrar refugio en ningún lugar. 
Por ejemplo Kutupalong es el mayor campamento de refugiados rohingyas de Bangladesh, apenas cruzando el río Naf, límite natural entre ambas naciones, con una población aproximada de 70.000 personas a las que se niega el rango de refugiados y que son denominados “ciudadanos indocumentados de Myanmar”.
Los rohingyas siguen flotando en la burocracia y el desinterés de las grandes potencias que esperan, como todo el mundo, que finalmente se hundan en el olvido.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:

LOS ROHINGYAS, NO ESPERAN A DONALD TRUMP

Por Guadi Calvo.
Mientras el mundo no sabe si pintarse los labios y ponerse medias de red o calzarse casco y chaleco antibalas, a la espera del Donald Trump, en una frontera marginal del mundo, un millón de personas, pertenecientes a la etnia rohingya esperan, sin esperanzas, la solución final. 
Hace casi dos años, cuando el mundo se empezaba a conmocionar por el drama de los naufragios en el Mediterráneo, a miles de kilómetros de allí, los rohingyas, un pueblo tan desesperado como los refugiados que intentaban llegar a Europa, se lanzaban al mar de Andamán al sur de Birmania (Myanmar), sin demasiadas esperanzas de llegar a algún lado.
La rohingya es la única etnia musulmana de las 135 que conforman Birmania, originaria de una región fronteriza entre Bangladesh y Birmania, que se instaló en este país entre principios del siglo VII y VIII, cuando comerciantes árabes musulmanes se asentaron en el antiguo estado de Arakán, en la actualidad provincia de Rakhine, oeste del país, el segundo estado más pobre.
Este pueblo, de cerca de un millón doscientas mil personas, jamás fue integrado a la sociedad birmana.  En un 90 % budista Theravāda, se ha visto obligado a vivir de manera permanente en campamentos aislados, sin derecho políticos, ni sociales. Sus integrantes fueron prácticamente reducidos a condición de refugiados, ya que las autoridades birmanas se han negado históricamente a reconocerles su nacionalidad. 
El estado de aislamiento al que han sido obligados a vivir ha provocado que la mayoría sufra desnutrición crónica, lo que afecta a su desarrollo mental y físico, lo que los hace vulnerables a todo tipo de enfermedades como la tuberculosis que se propaga con registros de epidemia.
Esta situación, de sumisión absoluta, ha provocado algunas revueltas que han dejado docenas de muertos y miles de desplazados.
La crisis de mayo de 2015 obligó a las naciones del área: Australia, Bangladesh, Birmania, Camboya, India, Indonesia, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas y Tailandia, pertenecientes a ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático),  a  Estados Unidos y algunas organizaciones internacionales como a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a reunirse en Naypyidaw, la capital de Birmania, sin alcanzar mayores compromisos, para contener la ola refugiados que, según estimaciones australianas, podrían ser entre 12 y 30 mil personas que se lanzaron a la deriva, sin agua, ni comida.
Los rohingyas, con ese acto desesperado, consiguieron llamar la atención de la prensa internacional por algunas semanas, aunque la crisis de los refugiados en Europa, la guerras de Medio Oriente, los avances de la ultra derecha europea, el Brexit, la elección norteamericana, y el tornado Donald Trump, los volvieron a ahogar en el olvido o en el Océano Indico, que para los hechos es más o menos lo mismo.
La guerra civil birmana, que comenzó en 1948 y que,  con intermitencias se mantiene hasta hoy, ha provocado miles de muertos y ha sido la excusa para que las fuerzas armadas hayan gobernado durante cincuenta años, con mano dura,  y a los rohingyas se le hayan negado todos sus derechos. 
La guerra, que sigue activa en diferentes partes del país, sirve también de excusa para que los rohingyas puedan ser reprimidos. Este último domingo, cuatro grupos armados integrados por minorías de origen chino Kokang, atacó posiciones del ejercito birmano en las proximidades de la ciudad de Muse, en el estado norteño de Shan. 
Los combates adquirieron tal virulencia que el ejército chino ha debido decretar este lunes 21 máxima alerta en la frontera con Birmania.
De las diecisiete organizaciones guerrilleras que han participado en la guerra civil, solo ocho han firmado el Acuerdo Nacional de Cese el Fuego (NCA), uno de los tantos problemas a resolver por el presidente Htin Kyawa, el primer civil desde 1962.
Los éxodos masivos de la población rohingya, que se producen de manera contante, ha alentado la creación de redes de traficantes de personas, que han hecho fortunas con la desesperación de quienes intentan escapar del tormento de vivir en Birmania. 
Miles de rohingyas han caído en estas redes, de ellos, nunca se ha sabido más nada, muchos han sido vendidos como esclavos, las mujeres enviadas a centros de turismo sexual en todo el sudeste asiático. Otros se cree que viven escondidos en los más de cuarenta campamentos establecidos en las espesas selvas en la frontera entre Malasia y Tailandia de donde no se animan a regresar, mientras los más “afortunados” han conseguido ser liberados, gracias a que sus familias han logrado reunir entre 1500 y 2000 dólares que sus captores piden por su rescate.
Contra la alambrada
Desde 2012, organizaciones extremistas que se revindican como budistas, como el Movimiento 969, perpetran ataques constantes contra la minoríarohingya, incendian sus campamentos, hostigan y hasta asesinan a sus miembros cuando se atreven a salir más allá de los límites establecidos. 
En ese mismo año, en un barrio de la ciudad de Kyaukpyu, donde se asentaba dicha comunidad, fueron incendiados más de 800 edificios, mientras gran cantidad de casas flotantes fueron saqueadas y destruidas.
Las constantes agresiones son las que provocan periódicas migraciones de rohingyas hacia Malasia, Tailandia,   Indonesia, Bangladesh, India y algunos países árabes.
Nuevamente, una migración masiva se ha puesto en marcha, desde el pasado 9 de octubre, en las cercanías de la frontera entre Bangladesh y Birmania, en la provincia Rakhine, al tiempo que se han producido una serie de ataques por parte del ejército birmano contra los rohingya, con la excusa que varios puestos militares habían sido asaltados por terroristas.
Según un comunicado del ejército, unos 69 terroristas rohingyas habían sido abatidos en diferentes enfrentamientos con las fuerzas de seguridad entre el 9 y el 14 de noviembre, donde también perdieron la vida 17 hombres del ejército y la policía.
Fuentes periodísticas mencionan que los muertos civiles podrían estimarse entre los cien y los trecientos, mientras que serian entre 30 mil y 150 mil los desplazados rohingyas, que intentan cruzar la frontera hacia Bangladesh.
 Las mismas fuentes informan que durante la represión se practicaron ejecuciones extrajudiciales, violaciones e incendios y que el ejército utilizó helicópteros de combate, contra los campamentos rohingyas, lo que provocó la mayor cantidad de muertos.
 El Tatmadaw (ejército birmano) ha asaltado varias aldeas de la minoría sunita, en lo que parecería un nuevo intento de limpieza étnica por parte de las autoridades de Naypyidaw.
La policía ha culpado a los mismos grupos “terroristas” de incendiar más de 1300 casas en aldeas rohingya, negando que las acciones hayan sido realizadas por las fuerzas de seguridad.
Mientras tanto, la población rohingya, que intenta cruzar a Bangladesh, tanto por tierra o mar, encuentra a las guardias fronteriza y costera bangladeshí impidiendo su paso, violando así normas internacionales respecto a los refugiados.
Por su parte,  la mediática Aung San Suu Kyi, jefa en la sombra del gobierno birmano, con varios ministerios y secretarías a cargo y líder del partido gobernante Liga Nacional para la Democracia (LND) y Premio  Nobel de la Paz (1991), ha ignorado la cuestión rohingya, como si nada tuviera que ver su gobierno.
Los rohingyas, seguramente, no han tenido oportunidad de seguir las reñidas elecciones americanas, como lo han hecho todos aquellos que hoy se debaten entre el lápiz labial y el casco de guerra, ellos saben que no pueden esperar nada bueno de nadie, por lo que poco les puede importar la llegada de Trump.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

Irán expresa preocupación por violencia contra musulmanes rohingyas


 

Irán expresa su profunda preocupación e indignación por la continuidad de la violencia contra la minoría musulmana de Myanmar (Birmania).
“En el marco del respeto a los derechos humanos fundamentales y a la dignidad humana como norma reconocida internacionalmente, el Gobierno de la República Islámica del Irán expresa su profunda preocupación por la continua violación de los derechos de los musulmanes en Myanmar”, dio a conocer el lunes el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Bahram Qasemi, al leer un comunicado.
De este modo, el titular persa ha transmitido el grave malestar de Teherán ante tal situación que acontece en Myanmar, donde los extremistas han asediado a los musulmanes, asesinado a un gran número de ellos y provocado el desplazamiento forzoso de muchos más.
El portavoz persa ha concluido su declaración urgiendo al Gobierno de Myanmar a seguir y aplicar una política realista y de paz para evitar que siga la violación de los derechos de esos musulmanes y se institucionalicen estas condiciones inhumanas y represivas en el país asiático.
En el marco del respeto a los derechos humanos fundamentales y a la dignidad humana como norma reconocida internacionalmente, el Gobierno de la República Islámica del Irán expresa su profunda preocupación por la continua violación de los derechos de los musulmanes en Myanmar”, dijo el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Bahram Qasemi.

Myanmar, dominado por los budistas, tiene a sus espaldas un largo historial de discriminación y persecución contra los musulmanes. El Gobierno birmano niega la plena ciudadanía a los musulmanes, y los considera como inmigrantes indocumentados de Bangladés, mientras la comunidad internacional y grupos pro derechos humanos rechazan tales argumentos, asegurando que esa minoría musulmana tiene raíces históricas en el territorio birmano.
La nueva oleada de violencia que ejerce el Gobierno de Myanmar contra los rohingyas ha generado miles de desplazados. El sábado, el Ejército birmano abrió fuego contra cientos de aldeanos de esta minoría que intentaban refugiarse en el país vecino de Bangladés.
Los soldados dispararon contra los musulmanes que se habían congregado desde el viernes en el puesto fronterizo de Ghumdhum, pero no pudieron cruzar porque el Gobierno bangladesí no permite que los rohingyas tengan acceso a su territorio.
aaf/ncl/fdd/tas

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