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martes, 22 de agosto de 2017

El POR QUÉ del TERRORISMO - La cosa va de que gobierne siempre la derecha

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El terrorismo de los estados guardián


En Barcelona, la patria de todos y todas, lloramos doblemente el dolor de las pérdidas, de los heridos, de los tristes y desconcertados turistas y ciudadanos.
Porque en Barcelona en 2003 se celebró la más grande manifestación contra la guerra de Irak de toda Europa. Salimos a las siete de la tarde y regresamos a la una de la madrugada, cuando se leía por enésima vez el manifiesto y los helicópteros seguían volando encima de las multitudes que abarrotaban las calles, las avenidas, las plazas, desde hacía seis horas, y que no querían regresar a su casa sin haber dejado constancia de que Cataluña se oponía rotundamente a que ninguna guerra asolara el mundo.
Ya sabemos que no nos hicieron caso. Ya sabemos que a la destrucción de Afganistán –el país mártir- comenzada en 1978, cuando su gobierno se atrevió a declararse socialista con el apoyo de la URSS y la CIA armó y entrenó a los talibanes para destruirlo, siguió la de Irak, de Libia, y de Siria, objetivo ansiado desde decenios atrás por EEUU. Se olvida pronto que Reagan lo calificó de Eje del Mal.
“¿Qué es lo más importante para la historia del mundo?  ¿El Talibán o el colapso del imperio soviético?” 
Es la respuesta de quien fue el asesor de seguridad del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, a la pregunta de la revista francesa Le Nouvel Observateur (del 21 de enero de 1998) sobre las atrocidades que cometen los yihadistas de Al Qaeda, escribe en Público la periodista y politóloga Nazanin Armanian, desvelando una vez más el origen del terrorismo que ahora nos estremece. La financiación y organización de los talibanes por la CIA, con la colaboración de Arabia Saudí y Qatar,  para librar la guerra contra la URSS.
De aquellas inmensas y exitosas manifestaciones contra la guerra de Irak y antes contra la OTAN, no queda apenas recuerdo en la población española. 
Cuarenta, treinta años más tarde, una generación ha desaparecido, otras son ancianas, las jóvenes ignoran todo de la historia anterior
Pero como dice el conocido adagio, quien olvida su historia está condenado a repetirla y por tanto los horrores que estamos viviendo estos días, y que comenzaron en 2004 con el atentado de los trenes de Madrid, son la consecuencia lógica de cómo las potencias democráticas” se organizaron para acabar con el imperio soviético y los países de sus áreas de influencia. Porque la creación del terrorismo islámico fue obra de las democracias occidentales.
Esas potencias, comenzando por EEUU, con la inestimable cooperación del Reino Unido, Francia, Alemania y hasta España, sumada a la coalición para que constara que como en tiempos de Franco seguíamos siendo el “centinela de Occidente” –se ha olvidado que la primera guerra del Golfo la aprobó entusiasmado Felipe González, declararon la guerra a Irak.  
Esa guerra se libró del 2 de agosto de 1990 al 28 de febrero de 1991 por una fuerza de coalición autorizada por las Naciones Unidas, compuesta por 34 países y liderada por Estados Unidos, contra la República de Irak, en respuesta a lainvasión y anexión iraquí del Estado de Kuwait
De aquella guerra Irak, un país próspero y el de mayor tolerancia religiosa e igualdad entre hombres y mujeres de la región, salió destrozado. Era el prólogo para lo que sería su destrucción en 2003. Y después la invasión de los demás países de la zona que han acabado en ruinas.    
Ciertamente a las poblaciones europeas, blancas y bien alimentadas, no estremecen los atentados que todos los días cometen los diversas facciones fanáticas del ISI, el Daesh, o como se quieran llamar, en Afganistán, Irak, Siria, Sudán, Yemen, donde en un solo día se amontan cientos de cadáveres, y cuyos Estados fallidos no podrán garantizar en decenas de años la construcción de una sociedad mínimamente organizada y civilizada..
Las poblaciones europeas, blancas y bien alimentadas, se horrorizan solamente cuando los muertos son suyos: es decir, o ciudadanos o turistas que vienen a gastar su dinero en nuestros territorios
Fuera de ellos solo existen las tinieblas exteriores. Y se escandalizan de que semejantes fanáticos se atrevan, cuchillo o furgoneta en mano, a atacar a los pacíficos y democráticos  ciudadanos europeos, que no nos metemos con nadie.
Una madrileña me decía esta mañana, cuando se difundió la noticia de un atropello en Marsella -que inmediatamente se atribuyó al terrorismo para alimentar el pánico en que viviremos a partir de ahora- que ella los mataría a todos. Cuando le repliqué que los culpables eran los que organizaban las guerras en esos países, se quedó tan desconcertada que no supo que contestar. En su vida, ya no corta, había oído que hubiese guerra en el Oriente Medio y aún menos que semejante tragedia nos concerniera.
Precisamente por eso, precisamente porque a las poblaciones europeas, blancas y bien acomodadas, no les importa nada que medio planeta se encuentre asolado por las contiendas y las hambrunas que organizan sus democráticos gobiernos, los vengadores de esas tragedias se lanzan a acuchillar a los pacíficos paseantes de las Ramblas de Barcelona, o de Niza, o de Bruselas o de Londres.
Resulta ridículo, si no fuera miserable, que los comentaristas que todos los días opinan en los medios de comunicación españoles nunca se refieran a la situación de guerra continuada que mantienen las potencias occidentales en el Medio Oriente. Solamente hablan de la radicalización de los musulmanes terroristas en los pacíficos países que los han acogido. 
Desde los tertulianos y periodistas que criminalizan a todos los que practican la religión islámica, pidiendo una nueva Reconquista, hasta los que, más comprensivos, se preguntan ingenuamente qué ha llevado a esos muchachos, nacidos o educados en España, a comprar explosivos para hacerlos estallar contra sus conciudadanos o a conducir coches y esgrimir cuchillos asesinos.
Ninguno de los opinadores se ha atrevido a recordar que Arabia Saudí es la principal fuente de financiación de las células islámicas terroristas al que España le vende toda clase de armamento, y que los reyes de nuestra Casa Real se abrazan ritualmente al tirano de Salman bin Abdelaziz, que hoy gobierna su país como en la época de los patriarcas del desierto. Supongo que para negociar  mejor las comisiones que reciben.
Ninguno de los opinadores, y mucho menos nadie del gobierno catalán, ha expresado algún malestar porque esa satrapía medieval de Qatar, igualmente soporte del terrorismo islámico, financie el Club de Fútbol Barcelona, el mítico Barça, aquel al que el indiscutible referente de la izquierda, Manuel Vázquez Montalbán, llamaba “más que un club”. 
Y ciertamente lo es, sobre todo un negocio. Un negocio que no tiene ningún escrúpulo en hacer que sus jugadores exhiban en el mundo entero la camiseta con el nombre de Qatar.
Ninguno menciona aún el drama palestino, que es el origen de la hegemonía israelí y la decadencia del mundo musulmán. 
Porque el alimento ideológico que los medios de comunicación nos suministran diariamente consiste en reducir el fenómeno terrorista a las proclamas de unos cuantos imanes fanáticos que han infectado a otros cuantos jóvenes desquiciados.
Este mensaje, mil veces repetido, es eficaz para tener aterrorizados a los buenos europeos, inocentes, que incluso, con toda ingenuidad, han dado asilo a los islámicos criminales. 
Se trata de convencer a la ciudadanía de que es preciso aumentar los recursos para la seguridad: presupuesto del Ejército, contribución a la OTAN, incremento del número de policías, compra de armamento; que asuma la reducción de los presupuestos sociales a favor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que nos defienden del terrorismo; que olvidemos la tragedia del Medio Oriente y no nos planteemos nuevamente las olvidadas luchas por la Paz. 
Y que se recrudezca la represión policial y política sin protesta alguna.
Ni una sola voz se ha alzado contra la actuación de los policías que tiran a matar cuando creen localizado un terrorista. Por el contrario, hoy se menudean las fotos de mujeres –sobre todo mujeres- abrazando a los Mossos después de que abatieran a los perseguidos de Cambrils. 
Siempre es mejor que el sospechoso se calle para que no pueda contar lo que a los servicios de inteligencia no interesa. Sobre todo dada la inoperancia que han demostrado en la vigilancia de los que estaban organizando los atentados.  
Porque ya se sabe que a los terroristas hay que matarlos por las calles, aún antes de haberlos condenado.
Madrid, 21 agosto 2017.   
por LIDIA FALCÓN O’NEILL 

El estado guardián

“El Terrorismo obliga a cerrar el Primer Parlamento del mundo”, “Los diputados quedaron retenidos en el recinto varias horas por seguridad”. Con esos titulares abría la primera página de El País el jueves 23 de marzo.  
En la página 3 se repetía “Terror en un templo de la democracia”. La crónica reiterativa decía que el ataque golpeó ayer el centro de Londres.” Un agresor sembró el pánico junto al Parlamento y “forzó la suspensión de una sesión del histórico Parlamento británico”.  “La tarde en que se paró el corazón de Londres” “miles de turistas quedaron atrapados en sus calles y atracciones durante horas”.
Juan Cruz hablaba en la SER de terror, de terrorismo, de ataque a la primera democracia del mundo. 
La milonga de que los Comunes constituyen la Cámara Parlamentaria más antigua se repite y repite, en el estilo flatulento con que nos obsequian los medios de comunicación, para que sintamos con más angustia el ataque de que pretenden que fueron víctimas los diputados. Las televisiones y los periódicos mayoritarios nos han sometieron a una incesante descripción del horror causado por el atentado. 
Las tertulias se dedicaron exhaustivamente a describirnos el pánico de los turistas en el puente de Westminster, me imagino el de los que estuvieron colgados en la noria durante horas, la abnegada labor de la policía, el colapso de la ciudad, los escolares retenidos en las aulas toda la tarde, y el sacrificio de los Comunes, obligados a aburrirse en sus escaños, por orden policíaca.
Como todos sabemos ya, el atentado del 22 de marzo en Londres consistió en que un solo hombre, armado con un cuchillo y conduciendo un coche de pequeño tamaño atropelló a varios viandantes en el famoso puente y asesinó a un policía a cuchilladas. Las víctimas inocentes son tres. 
El cuarto es el propio atacante abatido a tiros inmediatamente, como corresponde. Desgraciadamente, también, hay una treintena de heridos, algunos graves. Resulta destacable que en muchos de los últimos atentados se abate a tiros al terrorista. 
Por tanto, no se pueden conocer sus intenciones, los cómplices que tenía, si los tuvo, los planes del ataque. Como es obligado, la policía dispara a matar, aunque el arma del terrorista sea un cuchillo de cocina.
Nunca un enemigo tan solitario y modestamente armado pudo ocasionar un efecto tan demoledor. Ni llevaba metralleta, ni siquiera se acercó al Parlamento, como nos han mostrado claramente las imágenes. Atropelló a unos viandantes a casi un kilómetro de la puerta de Westminster, donde sus aterrados diputados permanecieron encerrados, sin moverse, como los personajes de la película El Ángel Exterminador de Luis Buñuel.  
Pero a juzgar por las declaraciones de los gobernantes del Reino Unido, los políticos del mundo entero, los titulares periodísticos, los artículos, las tertulias,  las señales de duelo, las ceremonias fúnebres, diríase que Inglaterra estaba sufriendo los bombardeos de los V1 y V2 que Hitler envió sobre Londres, en la II Guerra Mundial.
Un libro magistral de Carlos París Crítica de la Civilización Nuclear, en un capítulo titulado El Estado Guardián, explica como las “democracias occidentales”, derrotada la Unión Soviética, precisan de otro enemigo para mantenerse. 
Para justificar la existencia de la OTAN, los inmensos gastos armamentísticos, la dominación económica y militar de los pueblos del planeta. Con la invención del enemigo construyen el discurso ideológico preciso para tener a sus poblaciones aterradas y constituirse en salvadores de la patria. El Estado Guardián.
Para vencer a la Unión Soviética fue preciso que EEUU se lanzara a la espiral de fabricación de armamentos cada vez más sofisticados; a la carrera espacial, “la guerra de las Galaxias”, y financiara y organizara los grupos yihadistas, con la inestimable colaboración de Arabia Saudí, que entrenó a los terroristas en las escuelas wahabi para derrotar a la URSS en Afganistán. Y de allí, la guerra de Irak y la de Libia y ahora la de Siria.
Pero todo no lo pueden controlar los servicios secretos y los ejércitos occidentales. Se incubó el huevo de la serpiente. De esas contiendas, que han destrozado el mundo árabe, han salido centenares de fanáticos dispuestos a inmolarse en la lucha contra las potencias occidentales a las que culpan, con toda razón, de los males de sus países. Esto que cuento es ya sabido de los expertos, pero los ideólogos saben enlazar un relato falso para engañar a los pueblos, que además son las víctimas. 
Y ciertamente, a los trabajadores españoles, franceses, alemanes, belgas, británicos, que han sufrido la muerte de sus parientes y las heridas en sus cuerpos, fácilmente se les puede convencer de la maldad intrínseca de los atacantes.
Los políticos voceros del capital y del complejo industrial militar, y sus propagandistas de las radios, las televisiones, los periódicos y revistas, repiten enfebrecidos el discurso del peligro de los musulmanes yihadistas, ahondando el relato racista con el que asustar a la población. 
Conviene que las formaciones políticas fascistas crezcan y amplíen su radio de influencia para tener atemorizados a los pueblos, que de otro modo podrían hacerse preguntas y rebelarse. Hay que alimentar el fascismo para tener una base de trabajadores fanatizados y xenófobos importante con la que oponerse a las formaciones de izquierda y a los movimientos sociales. Que también está controlada, como hemos visto claramente en Holanda, y volveremos a ver en Francia.
Se trata de que gobierne siempre la derecha –democrática, liberal y europeísta, según se califica a sí misma, para lo cual es bueno que exista la amenaza ultra. Ante el temor del fascismo que se nos viene encima, mejor es Fillon o Macron. Como dice Carlos Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte,“mejor un final terrible que un terror sin fin”.
A los timoratos, ignorantes y prejuiciados ciudadanos de occidente se les suministra el relato –como se dice ahora- de la maldad de los fanáticos musulmanes que están haciendo la guerra por su cuenta. 
Si en Madrid, en Londres, en París, en Bruselas, en Berlín, en Niza,  se cometen atentados con decenas de víctimas civiles, que sufren en sí mismas la violencia, no hay más que demostrar.
Mientras tanto, se estiman en 500.000 las víctimas civiles de la guerra de Irak, cuenta que no ha concluido ya que cada día se producen atentados en sus ciudades, Afganistán suma 30 años de guerra, Libia está destrozada, un millón de refugiados, mujeres y niñas, que huyen de las guerras, se amontonan en los campos de concentración en las fronteras de Europa, cuando no mueren ahogados en el Mediterráneo. Cuatro mil se supone solo en el año 2016.
El día antes del atentado de Londres, la llamada coalición internacional, liderada por EEUU,  bombardeó la provincia siria de Al Raqa (noreste) causando la muerte de 33 personas. Estaban refugiadas en una escuela en Al Mansura. 
El Ministerio sirio de Exteriores envió dos cartas a la Secretaría General y el Consejo de Seguridad de la ONU, en las que calificó de “lamentable” la postura del organismo internacional, al permanecer en silencio en vez de condenar “los crímenes” cometidos por la coalición. 
Criticó que la ONU no haya reaccionado para detener esos crímenes y que sus responsables rindan cuentas. Pero ni han recibido respuesta de la ONU ni los medios de comunicación en nuestro país le han dedicado más que unos segundos.
Porque ya sabemos que el peligro de un yihadista armado de un cuchillo es mucho mayor que los bombardeos de los ejércitos aliados de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia.
por LIDIA FALCÓN O’NEILL 

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