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martes, 4 de abril de 2017

Israel interfiere en la guerra civil que se ha desatado en torno a Trump


Hasta hace muy poco tiempo todo lo que rodeaba al espionaje era un misterio, el secreto mejor guardado. Nadie conocía la identidad de los espías, ni el trabajo que realizaban. Ahora los espías son unos bocazas y unos charlatanes. Ya no existe el delito de revelación de secretos.

Por ejemplo, en la guerra civil que vive Washington el protagonista es el espionaje y los espías. El que fuera director de la CIA en tiempos de Clinton, James Woolsey, acaba de ser entrevistado por la CNN y el
 Wall Street Journal, y lo que cuenta es del más puro estilo del espionaje de siempre: mitad verdad y mitad mentira, aunque no es fácil deslindar dónde empieza una y acaba la otra.

Woolsey ataca a su antiguo amigo el general Flynn, el dimitido responsable de seguridad nacional nombrado por Trump, de la manera más sucia que cabe imaginar. Le acusa de corrupción, por ser socio de empresas de enchufes y chanchullos (
“lobby” en inglés). Pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra: Woolsey no habla de las suyas.

Es una redundancia. Los políticos y funcionarios de Washington no pueden diferenciar el servicio público del privado porque forman parte de ambos. 

La desfachatez de Woolsey llega al punto de ocultar que junto con su odiado Flynn fue socio de FIG, una empresa de enchufes y chanchullos.

Además de ser un espía ruso —o casi— Flynn y su empresa de enchufes trabajaban también para Erdogan. En setiembre del año pasado —cuenta Woolsey— ambos participaron en una reunión con dos ministros turcos, uno de ellos el hijo de Erdogan para tratar sobre la manera de secuestrar (o extraditar) al dirigente religioso Fetullah Gülen —un viejo peón de la CIA— para llevarle a una cárcel turca acusado de promover el golpe de Estado del verano del año pasado.

A la empresa de Flynn le pagaba las mordidas un testaferro: otra empresa radicada en Holanda, Inovo BV, que es propiedad del millonario turco Ekim Alptekin, naturalmente cercano a Erdogan y AKP.

Pero esta historia rocambolesca es sólo el chocolate del loro: quien encargó a Inovo BV la reunión de Flynn con los ministros turcos fue una empresa israelí que pretendía exportar gas a través de Turquía. 

Los yacimientos gas que han aparecido en la costa oriental del Mediterráneo hay que conectarlos a la red europea de gas.

En Oriente Medio circulan toda clase de rumores acerca de esos yacimientos 
“israelíes”, de los intermediarios turcos y de los destinatarios finales europeos. La mayor parte de los rumores hablan de mordidas, alianzas y trapicheos de toda clase. 

Durante cuatro meses a Flynn le pagaron generosamente para mejorar la acogida de Erdogan en Estado Unidos. De dicho trapicheo formaba parte el secuestro (o extradición) de Güllen (por las buenas o por las malas).

A partir de entonces, Flynn cambió su anterior posición anti-turca por otra pro-turca y empezó a escribir artículos en la prensa contra Gülen y contra los kurdos. 

Pero la CIA, la NSA y el FBI escuchan los contactos del general con los israelíes y los turcos, que se oponen frontalmente a los planes que la CIA prepara para Oriente Medio. Entonces el culebrón no se detiene: la CIA envía fragmentos de sus conversaciones a la prensa para alimentar la campaña contra Trump.

En medio de la guerra civil que sacude a las distintas camarillas de Washington ha aparecido, pues, quien no podía dejar a aparecer tratándose de un negocio que concierne a Oriente Medio, Israel y, naturalmente, yacimientos de alguna clase (petróleo, gas), el guión perfecto para la próxima película de Hollywood 
“basada en hechos reales”

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