“Entre cinco y 10 años estaremos en guerra en el mar de la China Meridional. No habrá dudas de eso. Los chinos están construyendo portaaviones insumergibles, donde están colocando misiles. Ellos están viniendo a Estados Unidos ante nuestros ojos. Y dicen que es un antiguo mar territorial”.
En declaraciones difundidas el miércoles por los medios de comunicación, Bannon también comentó que el cristianismo asusta más a los chinos, que Estados Unidos o cualquier otra cosa.
En tal contexto, un funcionario de la Comisión Militar Central (CMC) de China, citado el viernes por el diario South China Morning, advirtió el 27 de enero, de que una guerra entre Pekín y Washington, bajo el mandato de Trump, podría estallar en cualquier momento.
China no obstante, no constituye el único desafío para Bannon, quien pronosticó la involucración de Washington en otro conflicto en Oriente Medio para hacer frente al “Islam”, que a su juicio es la “religión más extremista del mundo”.
Al considerar “arrogantes” tanto a China como al Islam, el asesor de la Casa Blanca aseguró que Washington volverá a ser parte de la mayor guerra en Oriente Medio.
Bannon, el estratega político de Trump, realizó estas declaraciones hace 9 meses en los programas de radio de su polémico medio de comunicación ultraderechista Breitbart.
Desde entonces, el ex banquero de inversión de Goldman Sachs, se ha convertido en el hombre fuerte de la administración Trump, que lo ha colocado en el corazón del órgano consultivo más poderoso del mundo, el Consejo de Seguridad Nacional (CSN), el organismo donde los jefes militares y de espionaje aconsejan al presidente en situaciones de emergencia.
Es decir, este belicista enloquecido que quiere iniciar una guerra santa global cristiana, ha sido puesto por Trump en la cúpula del CSN, el organismo encargado de la coordinación y el impulso sobre temas de política exterior, de seguridad nacional y sobre el conjunto de las cuestiones estratégicas.
Lo mejor del asunto, es que Bannon se sentará junto al secretario de Estado y al de Defensa, sin embargo, Trump evitó incluir como miembros automáticos de ese ámbito al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y al director de inteligencia nacional de EEUU, dos puestos que, por naturaleza, son de seguridad nacional, por lo que la influencia de Bannon se antoja aún superior a lo que le correspondería.
Sabiendo cuáles son los puntos de vista radicales de Bannon, Trump podría haber optado por situarlo en cualquier otra posición de la administración, relacionada con la comunicación, por ejemplo…pero lo sitúa en un organismo crítico a la hora de elaborar estrategias bélicas.
A temblar…
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