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domingo, 19 de febrero de 2017

15 días de PROTESTAS - LA “ESCORIA” de los Suburbios de París se rebelan contra el Racismo y la Violencia Policial

Los suburbios de París se rebelan contra el racismo y la violencia policial


Las protestas ocurridas en París y en la norteña Rouen estuvieron motivadas por el violento arresto, el 2 de febrero pasado, de Théo, un joven de 22 años que fue violado con una porra extensible por un grupo de policías y por la muerte, en julio pasado, durante su detención, de Adama Traoré, que intentó escapar del control de los agentes. 

Los dos afectados eran negros y vivían en los suburbios de París.


La manifestación en París, convocada espontáneamente y sin permiso de las autoridades en la zona de Barbés (en el norte de la ciudad), reunió a unos 400 activistas, según el gobierno, y desembocó en enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.

Se registraron daños materiales en el área de la protesta, que fue cerrada al tránsito, informó la agencia de noticias EFE. 

No se informó si hubo detenciones o si se registró algún herido.

En Rouen, los medios franceses informaron que se produjeron 21 detenciones y dos heridos leves por los choques entre policía y manifestantes.

Desde que se divulgó el caso de Théo, varios barrios de la periferia de París han registrado incidentes a raíz de manifestaciones de apoyo al joven que han resultado en centenares de detenciones.

Según algunas opiniones, los tumultos, que suceden a menos de diez semanas de las elecciones presidenciales, pueden acabar como la revuelta de 2005, caracterizada por el incendio de coches y violentos enfrentamientos entre cientos de jóvenes y la policía francesa.

Telam

FRANCIA: LA “ESCORIA” LLAMA DE NUEVO

Por Guadi Calvo
El brutal abuso policial -a esta altura de los tiempos podríamos decir que “brutal y rutinario”-  del que fue víctima Theo Luhaka, un ciudadano francés de 22 años, el pasado jueves 2 de febrero, cuando salía de su casa en Aulnay-sous-Bois (Seine-Saint-Denis), en el norte de la periferia parisina, ha generado en los suburbios de Paris, una serie de protestas que se están sucediendo noche tras noche, y hacen temer que terminen estallando tal como sucedió en noviembre de 2005.
Theo, al resistirse al embate policial, fue reducido por cuatro policías, que a manera de castigo medieval, le introdujeron una cachiporra en el canal anal, que alcanzó una sección del músculo del esfínter, produciéndole heridas por las que ha debido ser hospitalizado. 
Los médicos estiman que, por la gravedad de la lesión,  tendrá más de dos meses de recuperación.
El hecho fue registrado por una cámara de vigilancia que muestra cuando cómo un policía golpea a Theo, y cuando sus pantalones caen “milagrosamente solos” según las autoridades.
El abogado de Theo, declaró que el joven fue detenido por policías para hacerle un control de identidad cuando salía de casa. 
“Le ordenaron que pusiera las manos en la espalda y, esposado, le lanzaron gas en la cara, mientras a golpes lo obligaban a sentarse, tras lo que sintió un “terrible dolor en el trasero”.
El abuso policial, es norma en los poblados márgenes de la capital francesa, donde radican las clases populares de origen migrante.
Se estima que en los quartiers populaires   despectivamente llamados banlieues de París, viven entre 10 y 12 millones de personas en su mayoría, inmigrantes o hijos de inmigrantes, mientras que la población parisina no alcanza los 2.5 millones. 
De los casi 65 millones de franceses, 6.6 millones tiene un familiar inmigrante.
Fueron justamente en los sectores populares donde, tras ser conocido el ataque policial contra Theo, se iniciaron y se siguen sucediendo las protestas, que más allá del caso puntual del Theo, se reproducen en cientos de miles de jóvenes pobres, árabes y negros humillados y perseguidos de manera permanente por la policía.
Miles de estos marginados están ocupando las calles desde el sábado siguiente al ataque cuando más de 2 mil manifestantes se congregaron frente a los tribunales exigiendo “justicia para Theo”.
En la localidad de Bobigny, cerca de Aulnay-sous-Bois, la protesta se inició de manera pacífica, donde diferentes oradores denunciaron a la policía por los excesivos controles y las agresiones que practican contra ellos de manera diaria.
 Mientras se desarrollaba el acto, algunos manifestantes, respondieron a la provocación policial produciendo algunos destrozos en las calles, quemando autos y rompiendo vidrieras. 
En aquel primer choque, la policía detuvo a 50 personas, en los días sucesivos esta cifra llegó a los 500.  
Diferentes actos se realizaron ese mismo sábado cuatro en Ruan, Toulouse y Nantes, donde se repitieron los enfrentamientos con la policía.
En Yvelines, Élancourt, al suroeste de París, los manifestantes han resistido los embates policiales con bombas molotov, las que han provocado el incendio de media docena de vehículos. 
Lo mismo ha sucedido en Chanteloup-les-Vignes, donde se intentó tomar una repartición policial.
Otros incidentes similares se registraron en Nanterre, cerca de París Asnières, y en Clichy-sous-Bois, en el departamento de Val d’Oise, incluyendo Deuil-la-Barre y Nanterre (Hauts-de-Seine).
Intentando apaciguar los ánimos, 5 días más tarde, el presidente François Flanby Hollande visitó a Theo en el hospital, acompañado por un nutrido equipo de prensa. 
Flanby Hollande declaró que el joven había tenido “un comportamiento ejemplar” y que tanto él como su familia habían reaccionado “con dignidad y responsabilidad” ya que tanto Theo como su familia habían llamado a la calma, tras conocer los incidentes.
Más allá de las sentidas y apropiadas palabras del presidente las protestas continuaron, por lo que Hollande se vio obligado a visitar esta vez Aubervilliers en Seine-Saint-Denis, en los extramuros parisinos donde sus palabras de “paz y armonía” no se escucharon bien, ya que cada noche la violencia va en incremento.
El gobierno de Hollande, necesita de manera urgente descomprimir la situación, que tanto organizaciones de extrema izquierda, extrema derecha y fundamentalistas islámicos incentivan.
El gobierno francés de ninguna manera puede permitirse llegar a las presidenciales del 23 de abril, con el país en llamas. 
Lo que sin duda daría la victoria a la máxima referente y candidata presidencial del ultra nacionalista Frente Nacional, Marine Le Pen, quien usufructúa ventajosamente tanto los atentados como la crisis de los refugiados. 
Su electorado, fundamentalmente compuesto por el francés “puro” y muchos sectores de la sociedad franceses, han encontrado en el inmigrante el chivo expiatorio de todos los males propios.
Aunque no está permitido en los censos preguntas sobre creencias o razas, si se permite preguntar por el país de origen, de lo que se desprende, según la información del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos, que el 43% de los inmigrantes proviene de África, siendo sus ex colonias Argelia con 13.5 % y Marruecos 12.3%, las que tienen mayor presencia.
Jamás fue amigable la relación entre el Estado francés y los migrantes del tercer mundo, provenientes mayoritariamente de las ex colonias del Magreb, África subsahariana, Medio Oriente y el sudeste asiático, por lo que la actual situación se remonta en el tiempo.
La Francia blanca y los gobiernos que la han representado, han generado una fractura social histórica, que, alentada por los últimos actos terroristas, se ha profundizado dando la posibilidad a los partidos de derecha y ultra derecha de presentarse como una opción de gobierno para las elecciones de abril próximo.
Marine Le Pen, aprovechó la oportunidad para responsabilizar de esta nueva crisis a las políticas migratorias laxas de los gobiernos anteriores, y para colocar a su partido como él único con “ideas” para solucionar estos problemas. 
Le Pen, en sus declaraciones agregó: “Se han adquirido malos hábitos y algunos (inmigrantes) piensan que pueden actuar con toda impunidad”; prometió: 
“Devolver a los policías los medios para actuar” y acusó a los políticos tradicionales de culpar siempre el accionar policial.
Mientras la líder de Frente Nacional, está dispuesta a ocupar el centro de la escena, mostrándose, como el bombero indicado para los encendidos, en los barrios de la periferia, su principal rival,  el socialista Benoît Hamon, aconsejado por el propio presidente Hollande, ha esquivado por estos días a la prensa y prefirió un concienzudo silencio.
2005 allá vamos.
Mientras cada noche más barrios se encienden en los sórdidos bloques de hormigón, que rodean a las grandes ciudades como París, Marsella o Lyon, donde se hacinan millones de franceses, más allá de etnias y creencias, fundamentalmente pobres, desocupados, marginados y excluidos por un sistema que los ha aislado en guetos estigmatizados por prejuicios y la  segregación social,  a los que la apabullante crisis económica ha golpeado con mayor dureza, son observados por los burócratas, los servicios de inteligencia y la policía de manera pasiva esperando que estallen.
Todo lo sucedido es trágicamente parecido a lo ocurrido a partir del 27 de octubre de 2005, en que dos jóvenes de 17 y 15 años aparecieron carbonizadas en un transformador eléctrico, en la comuna francesa de Clichy-sous-Bois, al nordeste de París.
Ziad Benna y Bouna Traoré, tunecino y malí respectivamente, aprovechado el receso escolar de otoño habían estado jugando al fútbol y al volver a sus casas se encontraron con la policía, buscando a los responsables de un robo.
 Los dos adolescentes, junto a otro amigo, Muhittin Altun, turco-kurdo, para evitar el obvio interrogatorio policial, intentaron esquivar a los agentes, que comenzaron a perseguirlos. 
Los tres jóvenes se escondieron en el transformador eléctrico, Ziad y Bouna, murieron de manera instantánea, mientras el tercero sobrevivió tras sufrir graves quemaduras.
Tras el juicio que duró diez años, los policías responsables fueron absueltos.
La muertes de Ziad y Bouna, fueron los detonantes de los disturbios que se extendieron a lo largo de todo el mes de noviembre de ese año abarcando no solo docenas de banlieues parisinos sino unas 274 ciudades del interior del país como Ruan, Dijon, Marsella, Sena y Marne, Val-d’Oise, Lille, las protestas llegaron a replicarse en Bélgica, Suiza, Alemania, Dinamarca, Holanda y Grecia.
En las tres semanas que duraron las manifestaciones se incendiaron cerca de 10 mil vehículos, y se destruyeron centenares de locales comerciales, por lo que el gobierno del presidente Jacques Chirac, con el torpe Nicolás Sarkozy, como ministro del interior, se vio obligados a declarar el estado de emergencia el día 8 de noviembre.
Durante esos días se produjeron más de 3 mil detenciones, mientras que los daños alcanzaron los 200 millones de euros, cabe indicar que fueron estas protestas las que inocularon en muchos de los jóvenes reprimidos por las autoridades el germen del fanatismo religioso, quizás el único lugar que encontraron donde refugiarse.
Más tarde el plan Espoir Banlieues (Esperanza Periferia), que “inyectó” millones de euros en los barrios más postergados, contuvo, en parte, a la población.
El entonces ministro Sarkozy, quien fuera presidente de Francia desde 2007 a 2012, y en gran parte responsable de la actual situación en Medio Oriente y Libia, en una de sus tantas declaraciones por aquellos días de noviembre alardeó frente a los vecinos de uno de los barrios afectados por las protestas: 
Vous avez assez de cette bande de racaille” (Estáis hartos de esa escoria), para finalizar teatralmente “Ben, on va vous on débarasser” (Bien, os la vamos a quitar de encima), Por los sucesos de estas últimas noches parece que,  fiel a su estilo, Sarkozy no supo hacer su trabajo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. 



Desde que el pasado 2 de este mes de febrero la policía torturó y violó a Theo Luhaka, un joven negro de 22 años que permanecía detenido, los barrios de París y otras ciudades francesas no han dejado de movilizarse. 

El joven fue ingresado en un hospital con un desgarro anal y tuvo que ser operado de urgencia.

A pesar del estado de emergencia, en París las manifestaciones se vienen sucediendo en la zona de Barbés (norte) de manera espontánea y sin permiso de las autoridades, reuniendo a unas 400 personas. La mayor parte de ellas desembocan en graves enfrentamientos con los antidisturbios.

Los detenidos se cuentan por centenares, según cifras oficiales de la policía, y 200 vehículos y más de 160 contenedores han sido incendiados. En algunas localidades los manifestantes han lanzado cócteles molotov contra autobuses, centros comerciales y edificios oficiales, sobre todo comisarías de policía.

Los policías insultaron al detenido profiriendo comentarios racistas, y también le escupieron. 

Hay cuatro policías acusados de las torturas y otro más de la violación. 

El comisario de policía de Aulnay-sous-Bois, donde se produjeron los hechos, ya fue condenado en el pasado por ocultar una agresión policial que se produjo en 2004. El que entonces era comisario responsable de aquella brigada fue condenado a un año de cárcel, que no cumplió, y a otro año de suspensión policial por “abstención voluntaria de comisión de delito”.

La violación fue grabada por la propia policía, pero las imágenes fueron destruidas cuando la investigación interna trató de recuperarlas.

En el mes de julio del año pasado la policía mató a tiros a otro joven negro, Adama Traoré, cuando, según la versión policial, intentó escapar de un control.

El Presidente Hollande pidió a los jóvenes que 
“no hicieran la guerra” contra la policía, pero las movilizaciones siguen paralizado la campaña electoral. 

Las presidenciales francesas están previstas para dentro de diez semanas, pero han pasado aun segundo plano.

Los tumultos pueden acabar como la revuelta de 2005, con barricadas, incendio de coches y violentos enfrentamientos con los antidisturbios. Aquel levantamiento se produjo tras la muerte de dos adolescentes que huían de la policía. 

En aquellos altercados, que duraron tres semanas, se quemaron 10.000 coches y 6.000 personas fueron detenidas.

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