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jueves, 26 de enero de 2017

Y Rusia llegó a Libia para poner orden

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Y Rusia llegó a Libia para poner orden

Mientras los medios occidentales (y algunos líderes conspiranoicos) siguen pintando a rusia como el mal, ellos siguen derrotando a los terroristas y ayudando a la Humanidad.

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Desembarco ruso en Libia

Prácticamente al mismo tiempo que Italia reabría su embajada en Trípoli,el portaviones ruso Almirante Kuznetsov , cuya intervención en la guerra de Siria ha sido decisiva, recalaba en las costas de Libia, lanzando una advertencia de cierre de parte del espacio aéreo libio. 
A continuación, el general rebelde libio Jalifa Hafter era llevado en helicóptero al buque y recibido allí con todos los honores.
Ya no es ningún secreto que el general Hafter, que tiene su feudo en el este del país y parte de los yacimientos petroleros, es el hombre del Kremlin en Libia
Hafter habló por videoconferencia con el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú y, según diversas fuentes libias, el mismísimo jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, general Valery Gerasimov, viajó el mismo día, el miércoles, a la base naval de Tobruk y se entrevistó con Hafter.
Nunca hasta ahora se había dado una muestra tan explícita del respaldo de Rusia a una facción libia. 
El general Hafter no representa a ningún gobierno, ya que el único reconocido es el de unidad nacional gestado por Naciones Unidas (aunque su autoridad es poco más que simbólica). 
A bordo del barco, el militar libio y un oficial de la marina rusa firmaron un documento del que no se han dado detalles.
Haftar ha visitado Moscú un par de veces este año. 
El objetivo declarado de todas estas conversaciones es que Rusia presione para que la ONU levante el embargo de armas que pesa sobre Libia. 
Esto permitiría al general de Bengasi –ahora que el Estado Islámico ha sido expulsado de Sirte- derrotar a sus enemigos y rivales, que son todo el resto de fuerzas del caótico país.
Hafter, que antes fue un hombre de la CIA, tiene respaldo de Rusia y Egipto frente a las milicias islamistas.

Este militar, que en su día fue hombre de confianza de Estados Unidos –y en particular de la CIA-, lanzó a sus tropas contra todo tipo de milicias en Bengasi en mayo del 2014 tras el asesinato del embajador de EE.UU., Christopher Stevens. 
Fue la llamada Operación Dignidad, y desde entonces ha contado con el apoyo de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos.
Hafter fue el más fuerte valedor de un gobierno que tuvo que huir a Tobruk, expulsado por los islamistas de la ciudad de Misrata, que montaron su propio Gobierno de Salvación Nacional en Trípoli. 
Cuando la ONU –a través de su enviado especial, el español Bernardino León, y su sucesor, el alemán Martin Kobler- medió para crear un Gobierno de Acuerdo Nacional, el general se resistió, al no obtener la cuota de poder que deseaba.
Mientras Hafter disfrutaba de la hospitalidad rusa en el portaviones y correspondía luego en Tobruk al general Gerasímov, el presidente del GNA, Fayez al Sarraj, visitaba El Cairo para tratar de acercar posiciones a su gobierno, ya que Egipto apoya al general rebelde.
Y, casi como respuesta al espectáculo dado por el general Hafter, una milicia leal al ex primer ministro del gobierno disidente de Trípoli, Jalifa Ghwell, trataba de tomar ayer tres ministerios, entre ellos el de Defensa. Ghwell ha dicho que es hora de acabar con el impotente Gobierno de Acuerdo Nacional y de un nuevo pacto entre libios sin injerencias extranjeras.
Entre las opciones de una gran batalla o un nuevo pacto, Trump podría nombrar como enviado especial para Libia a un miembro de la familia Forbes

El peligro de una partición de Libia es cada vez más evidente, según diversos observadores, aunque unos creen que la batalla definitiva entre las fuerzas del general Hafter y las milicias de Misrata es inminente y otros, que estas últimas se encuentran debilitadas (hay que tener en cuenta que son las que han librado la batalla contra el Estado Islámico en Sirte durante meses).
Una posibilidad es que Haftar, con apoyo ruso y egipcio, se llevara la victoria. 
Y otra, que en efecto haya un nuevo acuerdo que reparta el poder y, sobre todo, los recursos económicos entre las principales ciudades libias, Trípoli, Misrata, Bengasi… Libia sigue siendo un país de tribus y familias más que de facciones políticas.
Así, además de los países vecinos que pueden ejercer su influencia –Egipto, Túnez y Argelia- hay que contar ahora con el nuevo factor de la presidencia de Donald Trump. 
Observadores como el libio Karim Mezran y los norteamericanos Jason Pack y Nate Mason –que fue agregado comercial de la embajada de EE.UU. entre el 2011 y el 2013-, creen que Trump debería nombrar un enviado especial para Libia que hiciera de mediador.
Todos ellos señalan que el equipo de Trump ya se ha puesto manos a la obra y que el candidato para ese puesto sería un miembro de la poderosa familia Forbes, Phillip Escaravage, que tiene experiencia de negocios en Libia.
Pero en este caso, y dado el manifiesto apoyo ruso al general Hafter, todo dependerá de cómo evolucione la postura de Trump hacia Moscú.
Haftar con los rusos

Los planes secretos de Rusia en Libia

Ayer el sitio Middle East Eye publicó un interesante reportaje  sobre los planes secretos de Rusia en Libia que conviene tener presentes, a pesar de que las evidencias sobre los mismos sean más bien endebles, ya que se basan en las declaraciones de medios militares argelinos.

Middle East Eye trata de desentrañar los motivos del acercamiento mutuo entre el general Haftar y Rusia, que ya hemos comentado en otras entradas anteriores

A dicha dupla habría que añadir también a Argelia, que habría roto su neutralidad en la Guerra de Libia para tomar partido a favor de Haftar.

El artículo analiza los tradicionales vínculos que unieron a la URSS y Rusia con Libia en los tiempos de Gadafi. 

A pesar de que el dirigente libio se negara siempre a ceder bases navales en sus costas, adquirió grandes cantidades de armamento soviético y ruso, por valor de miles de millones de dólares.

Haftar también necesita armamento, pero se ha encontrado con el actual embargo de armas a las partes contendiente en Libia, que Rusia se ha comprometido a levantar. 

El general libio podría recurrir al armamento de dos de sus aliados, Egipto o los Emiratos Árabes Unidos, pero se trata de armamento estadounidense, por el que no tiene ningún interés en pagar un céntimo.

Haftar sólo quiere armas rusas, el embargo no se lo permite y Rusia no quiere eludirlo. 

La prohibición se burlaría de la siguiente manera: 

Rusia entrega las armas a Argelia y de ahí acabarían en poder de Haftar por las tradicionales rutas del contrabando. 

Para ello es necesaria la complicidad del gobierno argelino, que también entraría en el doble juego.

La revista encuentra los motivos de ello en las bases militares que desde hace años Rusia trata de tener en el norte de África. 

Nunca lo logró con Gadafi, ni tampoco con Argelia, a pesar de las inmejorables relaciones con ambos países. 

En 2010 pidieron un acceso a la base de Mers El-Kebir, cerca de Orán, pero el gobierno argelino se opuso.

Argelia es el país anfitrión de las negociaciones para poner fin a la atroz guerra civil en Libia y no quiere comprometerse más de lo necesario. 

Pero los ecos de la guerra y, sobre todo, del yihadismo, le vienen sacudiendo desde 2011 y no puede admitir más tiempo la situación de incertidumbre. 

Si Haftar no es la solución, al menos es el remedio.

En Argelia dan por hecho que en el portaviones Almirante Kuznetsov, el general libio firmó con los rusos la apertura de una base naval en la costa y la disponibilidad de pistas de aterrizaje en algún aeropuerto del interior.

El acuerdo de los rusos con Haftar tiene un añadido: 

tras el final de la Guerra de Siria, la marejada yihadista se está tratando de replegar a Libia. 

En previsión de infiltraciones, el 5 de enero Chad ordenó el cierre de la frontera. 

Según Middle East Eye150 milicianos del Califato Islámico, muchos de ellos con pasaportes rusos, ya se han desplazado al sudeste de Fezzan por las rutas que van de norte a Germa, Zawilah y Murzuq. 

Su intención es aprovechar el desastre libio para crear nuevas bases de apoyo en las profundidades del desierto y conectar con los movimientos yihadistas africanos, como Boko Haram o Al-Qaeda del Magreb Islámico.

Haftar
 considera que los rusos son los únicos que pueden desempeñar en Libia el mismo papel que han desempeñado en Siria.

No obstante, en contradicción con esta información de 
Middle East Eye
, la presidenta de la Cámara Alta de Rusia, Valentina Matvienko, acaba de manifestar a la agencia Itar-Tass que Rusia no tiene ningún proyecto para construir bases militares en el extranjero.

El general Jalifa Haftar

En Libia también ha triunfado la estrategia mediterránea de Rusia y China

Así de claro lo admite el general del ejército francés Jean Bernard Pinatel en un reciente artículo (*). 
La Batalla de Alepo ha tapado los importantes cambios que se han producido en Libia en un año, donde los imperialistas han vuelto a fracasar estrepitosamente. 
Obama ha reconocido abiertamente que Libia ha sido el “mayor error” de sus ocho años de mandato. 
El acuerdo de Túnez firmado hace dos años bajo los auspicios de la ONUes papel mojado. Pero esta vez los imperialistas no tienen a nadie a quien echar las culpas.
En Libia, como en los demás países árabes a los que ha llegado la OTAN, el Califato Islámico intentó establecerse, e incluso estuvo a punto de hacerse con las riendas, aunque fracasó después de cuatro meses de dura batalla en Sirte, su feudo, con la milicia Misrata.
Aprovechando ese enfrentamiento, el general Haftar y sus aliados de la milicia Zintan se han apoderado del gas y el petróleo, lo que acabará poniendo a Misrata bajo la férula del general. 
Como estos milicianos son el apoyo más importante del gobierno de unidad nacional creado en 2014 en Túnez, lo que se ha arruinando es el propio acuerdo. 
El general Haftar está apoyado por Egipto, Rusia y China.
Para orientarse en el laberinto de destrucción que la OTAN ha dejado en Libia, hay que conocer a las fuerzas en presencia.
La primera de ellas es la milicia Misrata que, con 20.000 hombres, es la fuerza militar más importante, de la que tratan de apoderarse los Hermanos Musulmanes con el apoyo de la inteligencia militar turca, aunque al mismo tiempo también mantienen buenas relaciones con Italia, la antigua potencia colonial.
La segunda es la milicia Zintan, que controla el petróleo así como las fronteras y el gran sur desértico. 
Protege al hijo de Gadafi, Seif Al-Islam, al que se niega a entregar a los imperialistas para que organicen con él la correspondiente payasada de “juicio”.
La milicia del general Haftar, el Ejército Nacional Libio, reagrupa a los elementos de las antiguas fuerzas regulares que a lo largo del año ha logrado erradicar a los yihadistas de Bengasi y, de rebote, acabar con el gobierno de unidad nacional de Fayez Sarraj.
En Libia el Califato Islámico es un refrito de veteranos que han combatido en las guerra de Irak y Siria. 
Unos 2.000 ó 3.000 yihadistas se establecieron inicialmente en Derna en 2015 con el nombre de Wilaya Barqa, bajo el mando de Abu Al-Mughirah Al-Qahtani.
Los yihadistas locales, incluido Ansar Al-Sharia, la filial libia de Al-Qaeda, vieron a esta milicia como una fuerza   “extranjera”  y la expulsaron de Derna, desplazándose hacia Sirte. 
En el norte de África su influencia nunca ha sido la misma que en Irak o Siria.
En mayo los imperialistas desencadenaron la Operación Al-Bunyan Al-Marsus (Estructura Sólida) para desalojarles de Sirte, para lo cual contaron con Misrata, con algunas unidades bereberes, con la aviación estadounidense y los comandos especiales de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Además de prolongada, la batalla de Sirte fue muy dura, palmo a palmo y una verdadera sangría para Misrata
Aprovechando su debilidad el general Haftar desata en setiembre una ofensiva en la que se apodera de los puertos de Ras Lanuf, Es Sider y Brega y, sobre todo, del petróleo.
De rebote el avance de Haftar es una derrota para el gobierno de unidad nacional, la apuesta de los imperialistas para Libia, huérfano de cualquier clase de apoyo porque las masas, cualquier que sea su origen tribal, repudian al imperialismo y los países que los representan. 
Consideran que el presidente de dicho gobierno, Fayez el-Sarraj, no es más que una marioneta cuya tarea es entregar el petróleo a las multinacionales del sector, incluidas las españolas, que son quienes le apoyan.
Como es tradicional en los últimos años, la ONU ha quedado en evidencia con sus condenas a Haftar, un viejo agente de la CIA que ahora a donde viaja es a Moscú y que ha cortado el suministro de gas que ENI robaba para Italia.
En Libia quien tiene el fusil y tiene el petróleo, tiene también el poder, al que todos deben pleitesía, incluidas las milicias de Misrata, que han cambiado al gobierno de unidad por Haftar, arrastrando consigo a toda una coalición como Al Fajr Libya.
Como en todas las guerras emprendidas por el imperialismo en los últimos años, Libia es un país absolutamente arrasado. 
Desde 2011 no ha habido ni un minuto de paz, pero quien va ganando la guerra es quien ha roto todas las quinielas de las grandes potencias, el general Haftar, dos veces renegado. 
Primero traicionó a Gadafi por la CIA y ahora traiciona a la CIA por Moscú.


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