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martes, 27 de diciembre de 2016

Todo merece la pena,incluso una guerra mundial, para que el pueblo elegido vea cumplido el Sueño de su "GRAN ISRAEL"

Todo merece la pena para hacer realidad ese Gran Israel que abarcará todo el escenario bíblico recorrido por el pueblo de Israel


Geoestrategia del Nuevo Orden Mundial Sionista
En 2001 estalló la III Guerra Mundial. 
Mientras sucedía, nadie fuimos conscientes de ello. 
El día 11 de septiembre de 2001, un grupo terrorista del Mossad israelí, con apoyo de los servicios de inteligencia estadounidenses y de la agencia privada de seguridad de los edificios, ejecutó la demolición controlada de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, derribo encubierto tras el señuelo del impacto en las torres de dos aeroplanos Boeing 747 que fueron teledirigidos desde tierra. 
De la noche a la mañana, ese atentado de falsa bandera cambió el mundo. Y lo mismo que el hundimiento del Lusitania en 1915 y el bombardeo de Pearl Harbor en 1941, el 11S permitió la entrada de EEUU en una guerra de alcance mundial.
El atentado fue atribuido a un inaudito nuevo enemigo ultrapoderoso: Al Qaeda, dirigido por un agente de la CIA —Osama Bin Laden—, quien había organizado la resistencia contra la ocupación soviética en Afganistán en los años 80. 
Bin Laden era en 2001 un hombre moribundo, afectado de cáncer de riñón a causa del cual falleció en diciembre de aquel mismo año en un hospital de la CIA en El Cairo. 
Dejó varios vídeos grabados y prestó así su último servicio al Nuevo Orden Mundial. 
Más tarde, cuando fue necesaria una mayor aparición de Bin Laden en los medios, fue suplantado por dudosos dobles —la especial fisonomía de Bin Laden era irrepetible—, por lo cual dejó de ser visto durante años. 
Osama murió oficialmente el 2 de mayo de 2011, en su supuesto refugio de Abbottabad, Pakistán. Nunca se vio su cadáver. 
Fue absurdamente arrojado en alta mar desde un navío norteamericano, para que nadie pudiera comprobar que su segunda muerte fue una representación.
Tres meses antes del 11S, el magnate judío Larry Silverstein se quedó con las Torres Gemelas, las aseguró contra atentados terroristas y se ha forrado con el proyecto de reconstrucción de otro judío, el arquitecto Daniel Libeskind. 

Así son los sionistas: un buen plan geoestratégico para la implantación del Nuevo Orden Mundial Sionista debe empezar por dar buenos beneficios a los implicados. 

Todos recordamos a Silverstein ordenando por via telefónica: “Pull it down!”, refiriéndose al edificio WTC 7, que no fue impactado por ninguno de los aviones, pero cuyo desplome forzado era perfecto para redondear su negocio especulativo.

La evidencia de que se trató de un derribo controlado la certificaron cientos de arquitectos e ingenieros de todo el mundo, los cuales analizaron meticulosamente los cálculos y la estructura del edificio, comprobando que el impacto de los aviones habría sido perfectamente asumido por la magnifica estructura de acero preparada para resistir huracanes de la máxima severidad; y que los incendios del combustible de las aeronaves resultaron absolutamente inocuos para los edificios, pues no se alcanzaron los 750 grados Celsius, como evidenció la temperatura de color de las llamas. 

Pero la verdad para el pueblo norteamericano, ese rebaño de focas enfermas de obesidad mórbida y molicie intelectual, es lo que le cuentan la FOX, la CNN, la NBC, la ABC y el resto de los medios sionistas, que son un 96% del total, controlados todos por sólo seis familias judías.

Después de una auténtica marea propagandística tras el atentado, el Congreso de EEUU aprobó la Patriot Act, que suspendió derechos fundamentales de la ciudadanía norteamericana. 

Y la base militar de Guantánamo se preparó para recibir a miles de prisioneros a los que torturar, como así fue luego y sigue siendo aún hoy, pues en 2013, la III Guerra Mundial aún está en sus prolegómenos.

EEUU se alzó en pie de guerra total “contra el terrorismo” a finales de 2001. 
Las primeras acciones de la guerra se iniciaron enseguida: 
EEUU invadió Afganistán so pretexto de que Osama Bin Laden andaba oculto en alguna cueva perdida en el Hindukush. 
En realidad, con la invasión cerraba el paso al transvase de petróleo desde Irán a China, cuyo oleoducto estaba en proyecto. 
Cuando los demócratas del Congreso expresaron sus protestas ante la escalada de violencia guerrera del gobierno Bush en octubre de 2001, recibieron unas cuantas cartas con ántrax que fueron bálsamo de Fierabrás para sus síntomas antipatrióticos. 
Después se supo que el ántrax provenía de los United States Army Biological Warfare Laboratories de Fort Detrick, en Maryland.
Siguió la invasión de Irak bajo la hipótesis de que su otrora aliado, Saddam Hussein —quien armado por EEUU combatió contra el Irán post-Sha desde 1980 a 1988— poseía armas de destrucción masiva que iba a emplear muy pronto. 
¿Contra quién? 
No contra EEUU, a 10.000 km de distancia, sino contra Israel. 
Se demostró luego que no existían tales armas, que todo era otra escandalosa mentira de la CIA, mal asesorada por el Mossad. 
Pero el país donde se dice que Dios emplazó el Paraíso terrenal fue arrasado, todas sus riquezas culturales, destruidas o saqueadas, y aún hoy, más de una década después, no levanta el país cabeza porque los atentados terroristas se suceden a diario.
Para empujar a los aliados a la guerra por el petróleo, los atentados de falsa bandera se repitieron el 11 de marzo de 2004 en Madrid y el 7 de julio de 2005 en Londres, todos ellos ejecutados por la inteligencia del Mossad con soporte de la OTAN.
Desde entonces, todos los países árabes o musulmanes productores de petroleo, desde Libia hasta Siria, han sido atacados por EEUU o por las fuerzas de la OTAN, excepto Irán y los países aliados de EEUU, como Arabia Saudita. 
Muchas veces, las provocaciones del estado fascista de Israel han servido de pretexto para la invasión subsiguiente del Imperio. 
También han sido atacados mediante atentados terroristas de falsa bandera países como Noruega, por negarse a bombardear Libia.
La III Guerra Mundial está en marcha y es una guerra total. 
El posicionamiento de Rusia y China es crucial. 
En cualquier momento puede desencadenarse una guerra nuclear abierta. Israel ha arrojado una bomba atómica táctica de baja potencia sobre Damasco y ha amenazado con plantar un hongo nuclear sobre Teheran en diversas ocasiones. 
Ya ha lanzado bombas convencionales contra instalaciones nucleares iranas, y ha preparado un operativo para bombardear la central de Natanz, donde se hipotetiza que miles de centrifugadoras producen uranio enriquecido, así como las instalaciones de Eshafan, y el reactor de agua pesada de Arak.
A día de hoy, las fuerzas de la OTAN sostienen la guerra de Al Qaeda contra el régimen sirio de Al Assad mediante armas y pertrechos. 
Es decir, están apoyando y armando a su supuesto enemigo, Al Qaeda, exactamente lo mismo que hicieron en Libia, demostrando con ello el utilitarismo del concepto del terror global y que Al Qaeda es, en realidad, una horda de mercenarios pagados por Occidente para arrasar la parte del mundo musulmán cuyo subsuelo es abundante en bolsas de crudo de fácil extracción. 
Y con más saña cuando se trata de territorios que Sión considera como propios del Gran Israel por derecho divino.
Si las fuerzas de la OTAN no han bombardeado el territorio sirio aún, como sí hicieron en Libia, es porque Rusia ha desplegado allí docenas de sus misiles S-300. 
Siria es el escenario actual de la guerra entre dos bloques: el Imperio Judío-Euroamericano y la resistencia ruso-comunista a la que se añaden fuerzas tan heterogéneas como Hezbolah —2000 de cuyos miembros se unieron al ejército regular sirio para liberar Qusayr— o efectivos del ejército irano. 
Rusia no necesita el petróleo de Oriente Próximo, pero no puede tolerar la ocupación occidental en los aledaños de sus fronteras. 
Ya EEUU mostró sus peores intenciones armando al gobierno de Georgia en la crisis de Osetia, e incluso combatiendo sobre el terreno hubo efectivos del ejército regular norteamericano y británico, con muchas bajas y prisioneros. 
Putin no bajará la guardia esta vez.
En la escalada de tensión es crucial el lanzamiento por parte de Israel de una bomba de penetración de alta eficiencia, una cabeza nuclear táctica de dos kilotones, a primeros de mayo de 2013 en las proximidades Damasco(*). 
El presidente Netanyahu aludió al incalificable acto de guerra como a un “ataque preventivo para la eliminación de armas de destrucción masiva”. 
Otra vez el mismo subterfugio, que volvió a repetirse hace pocos días cuando se mostraron terroristas de Al Qaeda bajo los efectos de gas sarín, seguramente procedente de Turquía. 
Nueva ficción como justificación de ataques ulteriores. 
Pero atacar Damasco parece haberse vuelto contra ellos. 
La adhesión de Hezbollah a la causa de Al Assad así lo prueba. 
Netanyahu parece creer que puede atacar territorio árabe sin que los pueblos árabes de la zona, incluso los enemigos del régimen sirio, no reacciones en contra. 
¿O es un gesto calculado para obligar a EEUU a intervenir ante tales alianzas?
No es la primera vez que se utilizan bombas nucleares tácticas de potencia variable en la zona: en la Primera Guerra del Golfo, los norteamericanos arrojaron una bomba nuclear de 5 kilotones entre Basora y la frontera de Irak
Insistimos en que el bombardeo de las instalaciones cerca de Damasco fue un ataque nuclear, por más que los medios no lo mencionen. 
El duro ataque fue una represalia por el hundimiento de un submarino israelí con equipamiento nuclear, de construcción alemana, por las cargas de profundidad arrojadas desde una lancha de la patrulla naval Siria.
La desfachatez de EEUU e Israel no tiene límites. 
Están ambos dispuestos para la guerra, empujados por la ruina económica del imperio del dólar provocada por el Sanedrín Financiero Internacional de Londres. 
Mientras tanto, Moscú y Pekín compran todo el oro posible en los mercados internacionales, haciendo caso omiso de las manipulaciones de su precio por los banksters londinenses. 
Saben de su importancia capital en la posguerra, una vez todas las monedas fiduciarias pierdan su valor simbólico.
El único freno a toda esta locura sería que el propio gobierno de Obama se asustara ante una escalada de tensión que no esperaba:
 Rusia ha asumido que la guerra mundial es inevitable, lleva un decenio construyendo refugios nucleares y está presentando batalla: 
ha desplegado no solo decenas de silos de misiles de crucero S-300 en territorio sirio, sino que ha llevado a sus fronteras decenas de miles de efectivos, varias divisiones acorazadas y ha desplazado submarinos, varios destructores y un portaaviones a la costa siria, así como varios submarinos nucleares al Hemisferio Sur.
 Pero la política de apaciguamiento de Obama a Israel no ha funcionado. 
Hace un año, Obama ofreció garantías al lobby judío más poderoso de Estados Unidos de que Irán no dispondría de armas nucleares. 
Pero eso ya lo sabía Sión. Y no es lo que le importa. Quiere llevar adelante el proyecto del Gran Israel a cualquier precio, y ofrece al necio Goliath yankee el petróleo barato de la zona. 
¿Están locos los sionistas? 
Pero los judíos siempre han creído que, bajo la protección de su dios, Jehová, la victoria es para los osados y que el fin justifica los medios: la mentira permanente, la guerra, la estafa, el genocidio, la manipulación mediática, lo que sea. 
Todo merece la pena para hacer realidad ese Gran Israel que abarcará desde el Tigris a la península Arábiga, toda Siria, media Irak, toda Jordania, una parte de Kuwait que le dará salida al Golfo Pérsico y una parte de Egipto que llega hasta El Cairo. 
Es decir, todo el escenario bíblico recorrido por el pueblo de Israel, desde la morada de Adán y Eva al Éxodo de Egipto cruzando el Mar Rojo con término en Jerusalén. 
¿Es eso producto de una enajenación mental colectiva o algo perfectamente posible?
Fuente: acratas.net

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