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viernes, 30 de diciembre de 2016

¿QUÉ SE PUEDE HACER CON ISRAEL? La actitud de Israel supera todos los límites de un comportamiento impune

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Niños asesinados por el ejército de Israel

¿QUÉ SE PUEDE HACER CON ISRAEL? 

La actitud del gobierno sionista israelí supera - afirma el periodista argentino Carlos Aznárez - todos los límites de un comportamiento impune. 
No sólo no ha respetado ni cumplido ninguna de las resoluciones de la ONU a lo largo de los años sino que ahora se atreve a amenazar a los países que votaron en su contra de que se sigan construyendo más viviendas para los colonos en tierra palestina ocupada (...).
Niños asesinados por el ejército de Israel
   Por CARLOS AZNÁREZ.-
   La actitud del gobierno sionista israelí supera todos los límites de un comportamiento impune. 
No sólo no ha respetado ni cumplido ninguna de las resoluciones  de la ONU a lo largo de los años sino que ahora se atreve, con total impudicia, a levantar la apuesta y amenazar y sancionar a cada uno de los países que votaron en su contra de que se sigan construyendo más viviendas para los colonos en tierra palestina ocupada.
   Muchos habrán de preguntarse: 
¿qué se puede hacer con un gobierno como el de la ultraderecha israelí que anuncia suspensión de relaciones con varios países europeos porque le votaron en contra a una propuesta de seguir inundando de agresivos colonos el territorio custodiado por su ejércitos de ocupación? 
¿Qué se puede hacer con quienes buscan la guerra de expansión, planteando el etnocidio, y lo hace con la desfachatez de considerar enemigos a la casi totalidad del Consejo de Seguridad, que frente a su impostura nunca procede de la misma manera que lo haría si el gobierno amonestado (solo verbalmente) no fuera el sionista. 
    Luego, el 22 de noviembre de 1967, llegó otra resolución adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad, seis meses después de la Guerra de los Seis Dias. 
La medida exigía “la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”, que pasaba por “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza”. 
Esta resolución, permanece en todas las negociaciones posteriores, sentando bases para una paz que jamás llegó en el Oriente Medio: la evacuación de Israel de los territorios ocupados y el reconocimiento por los Estados árabes del derecho de Israel a la paz dentro de unas fronteras estables.
  Con su habitual recurso de la victimización Israel no cumplió ninguno de estos puntos, y además, optó por generar lazos de cooptación y complicidad con algunos gobiernos árabes cuyos mandatarios, lejos de apoyar las justas demandas del pueblo palestino (como lo exigían sus propios pueblos) se convirtieron en verdugos y colaboraron con el gobierno sionista comercial y hasta militarmente.
   Desde ya que a cada recomendación de la ONU le sucedía otra y otra, que en sus textos eran contundentes, pero que en la práctica, al no ser ninguna de ellas vinculante, quedaban convertidas en papel mojado.
   Pero en ese camino de por lo menos dejar en claro ante el mundo que Israel se burla de todo y de todos, vale la pena destacar la Resolucion 3379, dictada en 1975, cuando la Asamblea de la ONU adoptó, por impulso de los países árabes, y con el apoyo del bloque soviético y de los No alineados, una contundente declaración que asociaba al sionismo con el racismo y con el apartheid sudafricano en particular (“la paz y la cooperación internacionales exigen el logro de la liberación nacional y la independencia, la eliminación del colonialismo y del neocolonialismo, de la ocupación extranjera, del sionismo, del apartheid y de la discriminación racial en todas sus formas, así como el reconocimiento de la dignidad de los pueblos y su derecho a la libre determinación”), llamándola a su eliminación, entendiéndola como una forma de discriminación racial. (72 votos a favor, 35 en contra y 32 abstenciones). 
   Como Netanyahu en el presente, el entonces embajador israelí yfuturo Presidente de Israel, Jaim Herzog, montó en cólera y con total desparpajo rompió el documento en pedazos delante de la Asamblea. 
En 1991 Israel puso la anulación de la resolución 3379 como condición para su participación en la Conferencia de Madrid, lo que llevó a que fuera derogada al aprobarse la resolución 4686 (111 a favor, 25 en contra y 11 abstenciones)del 16 de diciembre de 1991, una de las más cortas de la historia de la Asamblea General de las Naciones Unidas. 
De rodillas, incluso algunos delegados posando con sus colegas israelíes, fue el final de algo que había comenzado con cierta muestra de dignidad.
   Luego, para mayor escarnio, vinieron otra tantas resoluciones no cumplidas, como la 3236 de noviembre de 1974 que reafirmaba el “derecho inalienable de los palestinos a regresar a sus hogares y recuperar sus bienes desde donde quiera que se encuentren desplazados y desarraigados y pide su retorno” y el derecho de la autodeterminación del pueblo palestino”. 
O la 1322, del 7 de octubre de 2000, aprobada por 14 votos a favor y 1 abstención (Estados Unidos), condenando los actos de violencia, particularmente el recurso al uso excesivo de la fuerza contra los palestinos, que han provocado heridos y la pérdida de vidas humanas”.
   Así están las cosas en el damero internacional. 
Al parecer Israel no entiende razones diplomáticas ni tibios regaños de quienes generalmente son sus aliados. Por eso los amenaza e insulta, pero también por eso mismo desea apurar el tiempo para que asuma el gobierno Donald Trump, quien ya ha confesado su lealtad incondicional al guerrerismo sionista. 
A los palestinos, frente a este panorama, no les quedará otra que seguir apretando los puños y resistir por todas las vías posibles, confiados que lo que no hagan por ellos mismos nadie en ese contorno de gobiernos agresivos, cómplices o eunucos, habrá de hacerlo. 
  Carlos Aznárez. 

Periodista argentino y director de Resumen Latinoamericano.

Durante su larga carrera como periodista fue redactor en los diarios Noticias, La Razón, Página 12 y Sur y las revistas Crisis y Fin de Siglo. 

Antes y después de la dictadura militar formó parte de diversas organizaciones revolucionarias en su país. 

Ya en el exterior, durante ocho años fue corresponsal de la revista argentina Noticias de la Actualidad, y, en Euskal Herria, colaboró en Egin, Gara y Euskaldunon Egunkaria y las revistas Ardi Beltza y Kale Gorria. 

Es autor deTupamaros, El padrino de la mafia sindical, 500 años después: ¿descubrimiento o genocidio? y Los sueños de Bolívar en la Venezuela de hoy (Txalaparta, 2000).

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