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sábado, 19 de noviembre de 2016

Pánico en Bruselas por la “calurosa y conciliadora” conversación entre Putin y Trump

Pánico en Bruselas por la “calurosa y conciliadora” conversación entre Putin y Trump

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El mandatario ruso, Vladímir Putin y el presidente electo de EEUU, Donald Trump, coincidieron en la necesidad de unir los esfuerzos para combatir al enemigo común que es el terrorismo, informó la web de Kremlin. 

“(Los mandatarios) coincidieron sobre la necesidad de unir los esfuerzos en la lucha contra el enemigo común el número uno: el terrorismo y el extremismo internacional”, dice el comunicado publicado tras una conversación telefónica de los líderes.

En este sentido se abordaron “los temas de arreglo de la crisis en Siria”. También se pronunciaron por intensificar el trabajo para normalizar las relaciones entre Rusia y EEUU. “Durante la conversación Vladímir Putin y Donald Trump no solo coincidieron en la evaluación de la situación insatisfactoria de las relaciones ruso-estadounidenses, sino se expresaron por un trabajo conjunto para normalizarlas”, dijo el comunicado del Kremlin.
Se agrega que Putin señaló a Trump que está dispuesto a dialogar en base de la igualdad, respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos. “(Putin) destacó su disposición a dialogar de forma cooperativa con la nueva administración a base de principios de igualdad, respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos”, agregó.
Los líderes, en particular subrayaron la importancia de crear una base fiable de vínculos bilaterales desarrollando la cooperación en el comercio y la economía.
Una vez electo presidente de EEUU, Trump mantuvo conversaciones telefónicas con varios líderes mundiales, en particular, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente chino, Xi Jinping, la primera ministra británica, Theresa May, la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi.
Algunos de estos interlocutores, antes de las elecciones en EEUU, criticaron a Trump y apoyaron abiertamente a su rival, Hillary Clinton. Además de los contactos telefónicas se espera que Trump se reúna en persona con algunos líderes mundiales, para esta semana ya están previstas consultas con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, no excluyó contactos personales entre Trump y Putin antes de la investidura del nuevo presidente estadounidense.
La conversación telefónica mantenida entre Putin y Trump “conmociona” a Bruselas y presagia “un deshielo significativo” en la relación entre las superpotencias de EE.UU. y Rusia.
La conversación telefónica entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, parece que marca una “nueva era” en las relaciones rusoestadounidenses y ha causado “pánico” entre los líderes de la UE, según un artículo del diario británico ‘The Daily Express’.
Según la publicación, dicha llamada telefónica, en la que el republicano se comprometió a trabajar más estrechamente con el mandatario ruso en los asuntos mundiales, presagia “un deshielo significativo” en la relación entre EE.UU. y Rusia que “conmociona” a Bruselas.
Durante la conversación, ambos líderes se comprometieron a trabajar de manera conjunta para mejorar las relaciones entre las dos superpotencias. Además, coincidieron en la importancia de unir esfuerzos para combatir a los principales enemigos que tienen en común: el terrorismo internacional y el extremismo.
“Un intento desesperado de parecer relevantes”
El autor del artículo, Patrick Christys, constata que los líderes de la Unión Europea han pasado la semana “atacando ciegamente” al presidente electo de EE.UU. “en un intento desesperado de parecer relevantes” para su nueva administración. Así, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, llegó a declarar que la elección del magnate “amenaza a la seguridad global”.
En este sentido, el periodista británico estima que la conversación de esta noche entre los líderes de las dos grandes potencias, “que aparentemente fue cálida y conciliadora”, solo aumentará sus temores de que Bruselas “quede al margen del nuevo Gobierno estadounidense”.
En opinión de Christys, una estrecha relación entre Rusia y EE.UU. “podría significar problemas” para la Unión Europea, y si Trump reconociera oficialmente la reunificación de Crimea a Rusia, las relaciones entre Washington y la UE “se agriarían aún más”.
Además, el analista señala que tanto Putin como Trump parecen “aliados en su odio” contra el Estado Islámico. Su promesa de trabajar juntos para combatir el terrorismo yihadista podría llevar a la creación de una fuerza aliada de Rusia y EE.UU. que luche contra el EI en Siria.

Otras reacciones

El domingo, la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, anunció que Bruselas seguirá sus propias políticas en cuanto a Rusia —sobre todo en las cuestiones relacionadas con Crimea y Ucrania— aunque la nueva administración estadounidense tome un rumbo diferente al de Obama en las relaciones con Moscú.
Además, destacó la necesidad de que los europeos “fortalezcan su agenda de defensa y seguridad y su cooperación, independientemente de los cambios en la administración de EE.UU”.
Un activista ata banderas estadounidenses a un autobús con la leyenda ‘Stop Trump’ antes de viajar por Londres para instar a los estadounidenses residentes en la capital del Reino Unido a registrarse y votar en las presidenciales, el 21 de septiembre de 2016.Stefan WermuthReuters
Los contactos amistosos entre Moscú y Washington preocupan también al Reino Unido. Un telegrama del embajador británico en EE.UU. Kim Darroch, al que tuvo acceso ‘The Sunday Times’, revela que los diplomáticos británicos ya han sentado las bases para intentar guiar la política exterior del presidente electo de EE.UU. de una manera más favorable para Londres, mientras que sugiere que hay que aprovechar la apertura de Trump a la “influencia exterior” para favorecer los intereses del Reino Unido.
Según las fuentes de este periódico, altos cargos militares y de inteligencia británicos están desarrollando planes para influir en la nueva administración de EE.UU. en cuestiones como la OTAN, Irán, Rusia y en temas relacionados con la inmigración.

El orden interestatal que podría perseguir Donald Trump

Foto Collage: Katehon
Foto Collage: Katehon

Resuelta la contienda electoral en Estados Unidos, corresponde ahora explorar sobre el posible orden interestatal que podría perseguir el presidente electo. Es necesario hacerlo puesto que si bien se trata del actor más preeminente de dicho orden, durante la compulsa los discursos de los candidatos estuvieron centrados en las cuestiones internas y vecinales, y fueron pocas e incluso vagas las referencias a la política entre Estados que se pretenderá estructurar.

Consideremos a continuación algunos modelos o “imágenes” que acaso puedan resultar útiles en relación con la orientación que podría adoptar el orden interestatal bajo el mandato de Donald Trump.
Para ello, pensemos en seis modelos: aislacionista o tradicional, monopolarista, belicista, institucionalista, equilibrador o contenedor y wilsonista.
En relación con la imagen o modelo aislacionista, si bien parte del discurso de Trump podría llevar a pensar que el republicano aspira a “encerrar” al país en el marco de lo que tradicionalmente fue considerado el “espacio del bien” en el mundo, es decir, Estados Unidos, el estado de “globalismo” que alcanzó el país desde que en 1945 se convirtió en uno de los dos actores mayores del orden interestatal hacen imposible el regreso a ese patrón internacional.
Quiera o no, Estados Unidos necesariamente debe “estar en el mundo” (o “territorio del mal” según los términos de los “Padres Fundadores”), no solo para amparar y promover sus intereses, sino porque en muchas cuestiones (no en todas) es un “actor-apaciguador” clave para la misma seguridad internacional. Es decir, aunque muchas veces sus políticas intervencionistas han tenido (y tienen) secuelas, también, como pocos, Estados Unidos ha aportado lo que Michael Mandelbaum ha denominado “bienes públicos internacionales”, que fueron relevantes para el “orden internacional” en clave de cooperación.
En segundo lugar, un modelo en clave monopolar prácticamente es insostenible; no solo porque el poder en el mundo (en el que Estados Unidos continúa siendo el más vigoroso) está más disperso y nuevos actores (que peyorativamente algunos expertos estadounidenses denominan “el resto”) reclaman reconocimiento y consulta, por caso, China y Rusia, sino porque, como bien advertía Kenneth Waltz, la concentración extrema de poder por parte de un Estado siempre acaba generando respuestas violentas sobre éste (recordemos, por ejemplo, el 11-S).
En tercer término, la adopción, que sería un “accesorio” del anterior, del “modelo soldado-belicoso” (y en algunos casos, según la región, “cruzado”) tampoco sería conveniente. Ello no implica que la próxima administración decida, como en tiempos de Kennedy o Reagan, incrementar la acumulación militar, como todo parece indicar, si bien el gasto militar estadounidense es hoy muy elevado.
El perfil de la guerra en el siglo XXI relativiza el poderío militar superior al negar, una vez más, la victoria de modo concluyente: en la que es la intervención más prolongada de su historia, en Afganistán (o en el mismo Irak) Estados Unidos ha intentado militarmente controlarlo todo y, como advertía Federico el Grande, acabó controlando nada; es decir, hasta el momento no ha logrado la victoria o algo que se asemeje a ella.
En tercer lugar, la búsqueda de un patrón wilsoniano como base de la estructura interestatal es también prácticamente imposible, no solo por la pluralización de las relaciones interestatales, es decir, el número de actores preeminentes y potencias medias, sino porque el modelo político-económico-jurídico atlanto-occidental no es replicado en todo el globo (y en algunos sitios hasta es repudiado), sino porque, como sostiene Robert Kagan, los sistemas políticos autocráticos se vuelven “viables” en materia de suministrar a sus habitantes los bienes públicos que demandan.
En quinto lugar, la defensa y promoción del modelo institucionalista difícilmente vaya a ser perseguido por el próximo mandatario estadounidense. Casi como un precepto del realismo en la “política entre naciones”, nunca ha sido de potencia preeminente el permitir que una organización intergubernamental adopte decisiones por ella.
Es habitual que los mandatarios de potencias mayores hagan referencias auspiciosas sobre el advenimiento de un orden internacional en el que las instituciones y el derecho internacional asuman un papel preponderante en relación con el reparto de justicia internacional. Pero es más habitual que pronto los hechos acaben frustrando las representaciones o anhelos, y lo que Stanley Hoffmann acertadamente ha denominado “política como de costumbre”, es decir, la anarquía internacional, la “seguridad nacional primero”, el poder y la competencia internacional, acabe imponiéndose.
En sexto término, el modelo de balance o equilibrio de poder podría ser evaluado por la próxima administración estadounidense. Históricamente, el mismo ha demostrado ser una técnica que ha proporcionado resultados en relación con la seguridad y estabilidad internacional. Durante el siglo XX Estados Unidos ha recurrido a él durante los años setenta (bajo presidencia de republicanos), aunque el carácter ideológico del orden interestatal acabó erosionándolo.
Considerando que el mundo es total, es decir, no quedan espacios o actores por incorporarse al mismo, existe una manifiesta demanda de actores viejos y nuevos que reclaman (algunos más que otros) reconocimiento y deferencia, por ejemplo, China, Rusia, India, Turquía, Alemania, Japón, Indonesia, Arabia Saudita, Irán, etc., y no estamos frente a un Estado-ideológico como lo fue la Unión Soviética que todo lo reducía a la ecuación “ellos y nosotros” y, por tanto, volvía irreductible cualquier negociación entre Estados, acaso dicho modelo sea reconsiderado.
Por otra parte, el estado actual de las relaciones internacionales requiere de un orden que finalmente lo configure, pues existen múltiples situaciones de crisis y tensión que podrían finalmente desestabilizarlo.
Es verdad que la relevancia de actores no estatales como el terrorismo de nuevo cuño es una nueva y contundente realidad en relación con esa técnica de poder, pero existe un consenso casi global en combatirlo, de modo que se hace viable su estructuración.
Algunas de las expresiones de Trump durante su campaña podrían hacer pensar en un curso interestatal hacia el equilibrio, particularmente en relación con la situación Occidente-Rusia. Es decir, buscar una suerte de diagonal en la actual encrucijada que restituya a Rusia reconocimiento geopolítico, lo que implicará que Ucrania suspenda sus “pretensiones westfalianas”, e impulse a Europa a pensar (y decidir) estratégicamente más por sí misma.
En breve, es posible que la política exterior de la administración Trump reconsidere la conveniencia (nacional e internacional) relativa con que el mundo se configure en base a un modelo de orden basado en un reparto de poder más equilibrado y no en el patrón prevaleciente desde el final de la Guerra Fría, esto es, “una geopolítica de uno” que, en buena medida, acabó provocando desestabilizaciones locales, regionales y globales.
El pasado internacional ofrece interesantes situaciones de orden basadas en el equilibrio y políticas de consuno entre Estados. También el pasado en Estados Unidos (en tiempos de administraciones republicanas) ofrece ganancias relativas de poder en base a ellos.
El modelo de equilibrio de poder interestatal no es lo mejor pero tampoco es lo peor; solo es lo más conveniente en el marco de relaciones de poder, sobre todo para tiempos de devaluación institucional y precariedad y tensión interestatal como hoy.
Prácticamente no hay margen para impulsar otro tipo de modelo que no “resignifique” las demandas de actores que han construido poder y, por tanto, reclaman reconocimiento y consulta. Asimismo, en el siglo XXI, con el entramado de relaciones interdependientes entre los Estados, una política interestatal sustentada en el equilibrio coadyuvaría a reparar relaciones de cooperación en las múltiples dimensiones del orden internacional, particularmente en el ya impactado segmento nuclear.
Ello no implica que cesarán los conflictos ni las políticas de poder o de obtención de ganancias por parte de los actores preeminentes. Básicamente implica, siguiendo una vez más a Stanley Hoffmann, que “la mejor manera de maximizar mi ganancia, incluso si inflijo una pérdida a otros, es ocuparme de que también el otro gane algo (ya sea porque esto le dará un incentivo para ayudarme a incrementar mi propia ganancia, o porque de otra manera el otro estará tentado a destruir mi ganancia). Así, lo que resulta distinto no es tanto la búsqueda de ganancia absoluta, sino el interés de una ganancia conjunta: la pérdida de otros (o mi ganancia) será compensada, al menos en parte, por alguna ganancia para el otro”.
Algunos autorizados expertos, por caso, Mark Leonard, sostienen que los Estados Unidos de Trump será una fuente de desorden global. Concedámonos frente al próximo habitante de la Casa Blanca una duda estratégica. La que no habríamos tenido si ganaba Clinton.
Por: Alberto Hutschenreuter | Katehon

Obama quiere impedir aproximación de Trump a Rusia


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Días después de asegurar que el presidente electo Donald Trump no haría cambios serios en la política europea de EEUU, Barack Obama ha publicado declaraciones en las que llama a Trump a continuar siendo hostil a Rusia y no “concluir acuerdos” con ese país.

Los comentarios de Obama buscan, pues, impedir la aproximación entre EEUU y Rusia que Trump dijo que buscaría antes de las elecciones. Trump ha hablado ya con el presidente ruso, Vladimir Putin, y los dos han accedido a normalizar los vínculos entre sus naciones. Trump ha elogiado también en varias ocasiones a Putin.
Esto no ha sentado bien a Obama y él insistió en su reciente viaje a Berlín en que EEUU necesita “hacer frente a Rusia” y “defender los valores democráticos” porque “ellos ven el mundo de otra manera”.
En los últimos meses, EEUU y la OTAN han desplegado 300.000 soldados en la frontera con Rusia con diversos pretextos, incluyendo una posible “invasión rusa” de Europa que nunca se ha materializado. El costoso despliegue perdería cualquier sentido si los vínculos entre ambas partes mejoraran.
Por su parte, un alto oficial ruso acusó a la Administración Obama de “hacer todo lo posible” para dañar las relaciones ruso-norteamericanas hasta un punto en que sea muy difícil cualquier reparación.
Yuri Ushakov dijo que la Administración Obama estaba “haciendo todo lo que puede para llevar las relaciones bilaterales a un punto muerto de tal forma que se haga difícil para un nuevo equipo el sacarlas de ese punto si decidiera hacerlo”.
Ushakov dijo que Putin y Obama habían expresado su mutuo deseo de unir esfuerzos para “luchar contra el terrorismo”, lo que crearía “una buena base para el futuro trabajo en la cuestión siria”.
Trump y Putin reconocieron el “estado extremadamente insatisfactorio del estado de las relaciones ruso-estadounidenses” y “declararon la necesidad de realizar un trabajo conjunto activo para normalizarlas”.
“Trump dijo que deseaba mantener una relación más fuerte y duradera con Rusia y el pueblo de Rusia”.
Durante la presidencia de Obama, las relaciones entre EEUU y Rusia cayeron al punto más bajo desde la Guerra Fría debido a los conflictos en Ucrania y Siria.
Ellos han apoyado a partes opuestas en el conflicto sirio, que comenzó en marzo de 2011.
EEUU respaldo a militantes “moderados” que luchan contra el gobierno del presidente sirio, Bashar al Assad. Trump ha insinuado, sin embargo, que puede terminar con tal ayuda militar. “No tenemos idea de quiénes son estas personas”, dijo el presidente electo, refiriéndose a los militantes que reciben apoyo de EEUU.
Tomado de: Almanar
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