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sábado, 19 de noviembre de 2016

En USA perdieron las falsas promesas de tolerancia y supuestos derechos y olvidaron los que permiten una vida digna

Trump: La política de inmigración


En esa conocida disputa por la presidencia de los Estados Unidos de América entre el candidato republicano Donald J. Trump y la candidata demócrata Hillary D. R. Clinton, hay un aspecto de la campaña y programas, que según los medios de comunicación, a los que califica acertadamente el pretendiente a presidente como deshonestos y corruptos,1 es claramente desfavorable a Trump. Se trata de su política de inmigración.

Pese a ser calificado el neoyorkino, una y otra vez, como racista, xenófobo, que odia a los latinos de América y otras tantas lindezas más, se enfrentan todas estas descalificaciones a que prueben lo que afirman.

¿Por qué es racista el político y empresario que aspira a dirigir su nación los próximos cuatro años? Y del mismo modo, ¿por qué xenófobo o de ir contra los latinoamericanos? Sería racista si creyese que una raza humana es superior a otra o etnófobo si odiase o rechazase a tal o cual etnia.

No parece el caso. 

Se le vilipendia de esa forma porque quiere poner coto a la inmigración ilegal, que es abusada y utilizada para tirar los jornales por los suelos, y defiende que en su país los primeros son los estadounidenses, con una remuneración y vida dignas; algo imperdonable para el mundo corporativo.


Veamos algunos aspectos de su programa:

- Priorizar los trabajos, sueldos y la seguridad de la gente de Estados Unidos.
- Establecer nuevos controles de inmigración para impulsar los salarios y asegurar que los trabajos disponibles sean ofrecidos en primer lugar a los trabajadores estadounidenses.
- Proteger el bienestar económico de los inmigrantes legales viviendo ya en el país, conteniendo las admisiones de trabajadores ilegales extranjeros. 2

Hay más propuestas, como la tantas veces mencionada sobre la construcción de un muro con México. Aunque tal muro ya existe en varios estados de los Estados Unidos y fue iniciado por un presidente del Partido Demócrata, Bill Clinton, en 1994.

Muro en Otay Mesa (San Diego -California) 3

No es cierta la repetida y falsa acusación que se hace de un discurso fascista, supuestamente recordando al de los partidos que realmente lo fueron de los años 20, 30 y 40 del siglo pasado en Europa. 

En primer lugar porque Trump no culpa a los inmigrantes de los problemas de su país, sino a los dirigentes norteamericanos como causantes de los desaguisados. 

En segundo lugar, porque a diferencia del fascismo, él no cuenta con el impulso masivo y generalizado que tuvieron los fascistas por parte del mundo corporativo, incluido Wall Street, para destruir al movimiento obrero (entonces también a la nación que lo representaba, la URSS). Y en tercero, porque tampoco cuestiona la democracia ni su Constitución.

Que el presidente y gobierno de no importa que nación miren y prioricen la seguridad económica de sus ciudadanos, los miembros de ese estado, es una labor que por fundamental, básica y, repetimos, prioritaria,  no deja de estar prácticamente olvidada hoy en día en el mundo occidental dominado por las poderosas y egoístas  transnacionales económicas. 

Multinacionales que dirigen gobiernos para su interés privado, lo que ha conducido a disparar unas pocas fortunas particulares y ha empeorado muy notoriamente la vida y seguridad económica de la mayoría de una población despojada de recursos que se utiliza como mano de obra barata de recambio a la que se ha quitado y quita sus derechos más elementales.

El discurso demócrata y el "progresista" occidental exige, teóricamente, derechos para la ciudadanía relacionados especialmente con aquellos de las minorías: razas o etnias a las que se utiliza y no se mejora su situación, como es el caso de los afroamericanos con Barack Obama; 
orientaciones sexuales no tan aceptadas socialmente, a las que también se usa de una forma tan poco ética como perversa, así ocurre con la "comunidad" LGTB; 

o los refugiados o inmigrantes, que son otro instrumento más, como decía, para hundir salarios y condiciones laborales, y que hipócritamente han provocado o generado, o ayudado a generar, tal situación aquell@s que supuestamente los defienden. 

Situación muchas veces trágica la de esta gente, consecuencia de la destrucción política, económica o militar de los estados de origen de estos desplazados forzosos. 

Hablaba recientemente en una entrevista sobre este último punto.
¿Por qué se habla de refugiados por un lado y guerra por otro? 
Porque conviene hacerlo. 
Así se desliga la causa de los refugiados, que es la destrucción de estados independientes, con una fuerte protección social y que acogían a multitud de migrantes y refugiados, como ocurría con Libia en África o con Siria, que daba protección en torno a un millón de refugiados de la guerra contra Irak, otros tantos kurdos, a los que se dio la nacionalidad siria, o medio millón de palestinos, se desliga todo esto, como decía, del sufrimiento de todas estas personas. 
Se hace porque, de otro modo, la población de aquí, occidente, vería un claro vínculo entre los intereses económicos y políticos de sus dirigentes y la tragedia de los refugiados, de la cual los primeros son responsables.
Se trata en definitiva, con todas estas estrategias, de distraer la atención para ocultar la enorme injusticia social, la aberrante inseguridad económica, la pobreza galopante que se extiende sin cesar. 

Se pretende que las personas dejen de pensar que el derecho fundamental, sin el que los demás no son sino palabras huecas, es poder vivir una vida digna; es decir, tener medios y recursos para poder llevar todo lo demás a buen lugar.

De ahí la importancia de un discurso nacional que soporte, abogue y, como se decía, priorice el bienestar económico de sus habitantes. 

Una ciudadanía para la que no se pida esta capacidad de tener recursos económicos que permitan la independencia y libertad personal, es una vacía y huera, una trampa engañosa de tantas.

Que Trump cumpla o no lo que indica es otro cantar, pero el debate abierto es uno actual, interesante y necesario. 

Como lo es el cuestionarse de una vez y seriamente esa creída superioridad occidental, y la derivada y destructiva política colonial que engendra y desarrolla.

Referencias-Notas:
1. Trump: Media is 'Dishonest and corrupt'. http://www.usnews.com. 15.8.2016.
2. Immigration. Donald J. Trump'svision. https://www.donaldjtrump.com/policies/immigration/
3. Fotografía tomada en Otay Mesa (CA, EE.UU.) del muro que separa a México y a Estados Unidos. EFE/Archivo.
http://www.que.es/ultimas-noticias/espana/fotos/fotografia-tomada-otay-mesa-eeuu-f544381.html

Un breve mensaje sobre la victoria de Trump




La victoria de Donald Trump en la elección presidencial celebrada el 8 de noviembre de 2016 en los Estados Unidos de América ha servido para constatar, una vez más, cómo los medios de comunicación, que masivamente y prácticamente en su totalidad apoyaban a Hillary Clinton, no son fiables. 1 

Una era la realidad que se vivía en Norteamérica y otra era la interesada opinión de aquellos que no son sino portavoces y órganos de la más pura propaganda de las corporaciones industriales y financieras occidentales, los mencionados medios de comunicación.

Cualquier observador serio que se preciase veía con pruebas más que evidentes y concluyentes lo que se venía cociendo en la marmita de la política popular de la poderosa nación con capital en Washington, pero con decisiones en cada uno de sus estados. 

Así, el cinturón industrial del Rust Belt (Michigan, Wisconsin, Pensilvania o Ohio) castigó a sus castigadores, a los demagogos y falsos dirigentes del Partido Demócrata, que bajo falsas promesas de libertad, tolerancia y supuestos derechos, se olvidaban a propósito de los más elementales, los de la propia subsistencia que permitiese llevar una vida digna. Ayudaron a empobrecer y no tuvieron en cuenta a tanta gente, que esta finalmente les pagó con su propia moneda, la del desprecio. 

Si bien los responsables de la decadencia de la sociedad estadounidense son tanto el Partido Republicano como el Demócrata, el presidente actual, pese a su pertenencia al primero, representa otra forma de ver las cosas y por eso ha sido tan atacado por el mundo corporativo. 

Estamos ante un nacionalista que parece desafiar  las actuales políticas de sumisión y sometimiento extremo a las  transnacionales, que hacen grandes negocios explotando mano de obra en condiciones de ilegalidad, que tiran sueldos a los mismos suelos utilizando a los inmigrantes  o que van a abusar de otras personas en lugares más o menos lejanos a su país de origen.

Que los estadounidenses hayan dado su apoyo a Trump se entiende de este modo como un modo de restaurar su dignidad como ciudadanos y como miembros de una nación tan devaluada por la falta de moral y personalidad de sus dirigentes.

Que esto no solo va a suceder allí en Norteamérica parece ser otra de las lecciones a aprender. Francia y Alemania están en este camino, con lo que implicaría de variación de las relaciones de poder, con una Unión Europea debilitada o anulada y la extensión del dominio de las naciones, que si los dirigentes responden a su gente implicaría el coto a la prepotencia  y opulencia de las grandes fortunas que constituyen la  corporocracia, el imperio tan perjudicial como todopoderoso actual.

Siento decir, como se veía venir, que no será la denominada izquierda o el sector "progresista" quienes traigan estos cambios, porque, como ocurre con este último, está completamente sometido a las decisiones de los magnates, o  carecen del valor e ideas propias para hacer algo realmente significativo que cambie la precaria y penosa situación de tantos trabajadores, quedándose en meras palabras sin aportar hechos que eran los que realmente hacían falta.

No es un auge del fascismo, porque este es una medida extrema propia de la corporocracia contra los disidentes, por ejemplo los trabajadores o los gobiernos no obedientes. Es un auge del nacionalismo como restaurador del poder protector del estado frente a quienes quieren destruirlo para sacar mayor provecho a costa del prójimo.

Referencias-Notas:
1. Trump en la Casa Blanca. Misión Verdad. 13.11.2016.
2. Maximiliam Forte. Why Donald J. Trump Will Be the Next President of the United States. Zero Anthropology. 4.05.2016.
3. Edward McClelland. The Rust Belt was turning red already. Donald Trump just pushed it along. The Washington Post. 9.11.2016.

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