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sábado, 17 de septiembre de 2016

A ocho años de lo de Lehman Brothers y a unos días de la del Deutsche Bank

La Mafia Bancaria Sionisita

La SOLUCIÓN a la ESTAFA de la CRISIS ha sido mantener la ESTAFA todo lo que buenamente se pueda

No se ha hecho ABSOLUTAMENTE NADA para resolver la CRISIS y ni mucho menos para que ésta no vuelva a suceder.

TODO lo hecho hasta ahora, no son más que patadas hacia adelante para posponer lo que es inevitable... el derrumbe del sistema financiero capitalista, basado en el cuento del crecimiento infinito, la multiplicación milagrera de los panes y los peces y en una falta absoluta de escrúpulos.

Mantener este muerto vivo el mayor tiempo posible es el único fin de las políticas económicas y monetarias llevadas a cabo por los gobiernos pro-sionistas de Occidente hasta ahora, con el único fin de que le dé tiempo a Sión y sus corporaciones de medio-sanear sus cuentas mientras que a base de imprimir el dinero que haga falta, terminan de expoliar el mundo acaparando el mayor número posible de oro, activos, inmuebles y recursos del mundo.

Al final, solo lo tangible será lo único que tenga algún valor.

Quieren ver a la mayor parte posible de gente arruinada y sin recursos y en condiciones tercermundistas para poder doblegarlas a su antojo mientras ellos y sus corporaciones poseerán casi el 100% de la riqueza del mundo.

Si nadie lo impide, al final de la última gran crisis, solo quedarán mega-corporaciones y mega-ciudades-estados blindadas con ejércitos privados como ghettos para super-ricos y sus criados lacayos. 

Todo lo demás será caos y destrucción a lo Mad Max con estados fallidos como Irak, Siria o Libia.

ARMAK de ODELOT








Ocho años de Lehman y unos días de Deutsche Bank

“Never free, never me, So I dub thee Un-forgiven” James Hetfield.
Esta semana, cuando se cumplían ocho años de la quiebra de Lehman, también conocíamos la noticia de que el Departamento de Justicia de EE.UU. exige que Deutsche Bank pague una multa de 14.000 millones de dólares por el papel que el banco alemán desempeñó en el negocio de las hipotecas basura.
El día en que Lehman quebró, salí de la oficina en Londres hacia Waterloo Station y me di cuenta de que algo monumental había ocurrido. 
Las caras de las decenas de personas que esperaban pacientemente a los trenes desde el centro a sus hogares eran un auténtico mapa. Pánico.
¿Qué había ocurrido con Lehman? Llevaba tiempo diciendo que su situación era impecable, que su solvencia estaba fuera de cuestión y que la acción sufría por los “ataques de los especuladores”. 
A muchos de nuestros lectores les sonaran esas excusas. Se utilizaron mucho unos años después con la crisis europea.
Lehman Brothers no era un banco comercial, con depósitos de ahorradores minoristas, era un banco de inversión. Sus clientes eran “personas competentes” es decir, con conocimientos suficientes del riesgo y la complejidad de los productos financieros ofrecidos. 
No es posible contratar los servicios de un banco de inversión sin tener esa característica.
Por otro lado, la multa estimada a Deutsche Bank se apoya en el mismo activo que causó la caída de Lehman. Las hipotecas ahora llamadas “basura”.
Recuerdo cuando se rescató a Freddie Mac y Fannie Mae -públicas ambas-, porque ocurrió poco antes de antes de dejar caer a Lehman. Eran las mayores originadoras de hipotecas de alto riesgo.
Recuerdo a Janet Yellen o Bernanke hablar de la práctica imposibilidad de un pinchazo de una burbuja inmobiliaria, porque tal burbuja no se contemplaba. 
Yellen hablaba de “sofisticados productos financieros que mitigan el riesgo y facilitan el acceso a financiación de vivienda” y Bernanke hablaba de “una desaceleración, pero no una caída”. 
El propio Michael Lewis nos muestra, en su libro “The Big Short”, como antiguos conocidos míos y ex jefes se las veían y se las deseaban a la hora de poder apostar contra las hipotecas basura porque los propios tenedores de los productos les decían que eran super seguros. 
Recordemos a los héroes, esos gestores y analistas que alertaron de esos riesgos y a los que se acusó de casi terrorismo por demostrar que el Rey iba desnudo.
¿Qué hacía, entre otras cosas, que se considerasen esos productos -y cito- “tirar a balón parado”?  La garantía pública. 
Porque cubre todo, recuerdo al actual vicepresidente de EEUU, Joe Biden, hablar unos años antes de la democratización de la vivienda y de dar casa en propiedad “a todos los ciudadanos” fuera quien fuera y tuviera capacidad de repago o no.

“Los pisos nunca bajan, Daniel”. Y otros mensajes.

La locura colectiva que asaltó a unos y otros, que rompió toda lógica analítica y que, como ya sabemos, explotó, se generaba -como todas las crisis financieras- por la percepción de bajo riesgo de un activo que no lo tiene (“nuestra tasa de mora en préstamos hipotecario es irrisoria”) y la acumulación desproporcionada de exposición a ese activo de “bajísimo riesgo”. “Lo último que se deja de pagar es una hipoteca”, me decían en EEUU en 2007.
Muchos, agentes públicos, privados, bancos, grandes economistas, reguladores, estados y gobernadores de bancos centrales, así como agencias de calificación, cayeron en la trampa de ignorar la acumulación de exposición a un activo de supuesto bajo riesgo.
Tanto, que -como explica también Michael Lewis en Boomerange y un servidor en Nosotros los Mercados-, en los días posteriores al pinchazo de la burbuja de las hipotecas basura (y recuerdo que a mí me amonestaron por llamarlas basura un año antes) muchos operadores seguían comprando esos activos tóxicos porque cumplían sus “requisitos de riesgo”. 
Era “un chollo”. Caían por culpa de especuladores, hay que comprar a mínimos, que a largo plazo “todo sube”. Y no ocurrió.
Mucho ha cambiado desde entonces. 
Los bancos son mucho más cautelosos y todos han aprendido la lección de una burbuja que se diferenció de otras -acabábamos de pasar la burbuja tecnológica- en que ésta tocaba a algo en lo que casi todo el mundo participaba. Las casas nunca bajan. Alquilar es tirar el dinero. A largo plazo el ladrillo es lo mejor. “Que fluya el crédito” como mantra de progreso, sea como sea.
Si miramos al sector financiero de hoy, han mejorado muchísimas cosas. Análisis de riesgo mucho más rigurosos -y se les acusa de “que no fluye el crédito” por ello-, un aumento de capital de máxima calidad hasta niveles récord, desinversiones y reducción de desequilibrios…. Muchas mejoras y algunas muy lentas. 
Los activos de la banca siguen pesando más de 300% del PIB de la Eurozona, los préstamos de difícil cobro superan los 900.000 millones de euros, y la rentabilidad de la mayoría sufre ante unos tipos negativos y se sitúa en muchos casos por debajo del coste de capital.
Pero lo importante es que siga mejorando la calidad y el análisis de riesgo. Que hayamos visto una caída de emergentes y materias primas como la de los dos últimos años y dos crisis financieras en Portugal e Italia y no se haya generado un efecto contagio global es algo que debemos valorar.
Pero estamos muy bien preparados para evitar la crisis anterior. 
El riesgo es si estamos preparados para la próxima. 
Porque la próxima crisis no vendrá de los activos que consideramos de alto riesgo sino, como todas, de aquellos activos financieros que hoy consideramos “sin riesgo” y “a balón parado” como en 2007. 
La próxima crisis costará mucho más porque la gran burbuja se está generando en los bonos a tipos negativos, con un 24% del PIB global en tipos cero o negativos. 
La gran lección de Lehman ha sido dejar de creer en las cualidades mágicas de los bancos centrales y los analistas, dejar de creer con los ojos cerrados que los bancos son inexpugnables. Lo que no hemos aprendido de entonces es que disfrazar el riesgo no lo elimina. 
El gas de la risa monetario ha cubierto de un manto de seguridad a todo tipo de bonos y activos disfrazando el riesgo con tipos ultra-bajos. Hemos cerrado una crisis de exceso de riesgo, deuda y desequilibrios aumentando la deuda, los desequilibrios y tomando más riesgo por menos rentabilidad.
Hemos aprendido muchas cosas de Lehman (escuchen aquí)
Pero da la sensación de que queremos replicar la misma burbuja desde las políticas inflacionistas. Luego, le echamos la culpa a los especuladores y pedimos más regulación. Y que fluya el crédito.



Evitar la próxima crisis costará un trillón de $ -> Billón en Europa

Más de un trillón –americano- de dólares, o billón europeo (la cifra exacta, $1,2 billones, según el Financial Stability Board). 

Una cifra de la que se hacía eco la prensa internacional tras publicarse el informe que estima las necesidades de colchón de capital requeridas de los grandes bancos internacionales para evitar otro “demasiado grande para caer” (too big to fail) y tener que poner dinero público para cubrir el agujero.
Sin embargo la cifra, que estima un 16 a 19% del total de activos ajustados por riesgo en “capacidad de absorción de pérdidas”, se percibe como muy grande a primera vista pero insignificante ante una crisis de verdadero calibre.
Pensemos.
La deuda total del sistema global ha aumentado en 57 billones desde 2007
Más del 60% del aumento de deuda viene de países emergentes y de sectores ligados a las materias primas
La capacidad de repago (medida por cobertura de intereses) global se ha reducido a niveles de 2008 –según otros estudios no ha mejorado desde 2007-.
El mayor aumento viene de deuda soberana (9,3% anual desde 2007)
Es decir, que a nivel global ese billón mencionado sólo cubre un 1,7% de una montaña de deuda creada al calor de la “recuperación global”, de “las materias primas nunca bajan”, de “China crecerá al 10% eternamente” y de “los estímulos de los bancos centrales aumentarán el crecimiento potencial en un 1% anual” (¿recuerdan esa última?).
Que los bancos tengan un colchón de hasta el 19% de sus activos es muy positivo, no nos engañemos, y no podemos pedir un 100% de cobertura si somos realistas. Sin embargo, el análisis nos indica claramente que, ante un entorno de bajos tipos de interés, baja inflación y bajo crecimiento… 

Si los bancos necesitan mejorar su ratio de capital o colchón de cobertura en un billón de dólares, olvídense de que se lancen a prestar como les exigen los gobiernos.
De nuevo, le estamos pidiendo a la banca internacional que “sople y sorba” a la vez.
Si asumimos, además, que ante una crisis las caídas en el valor de los activos son bastante más pronunciadas que un 20%, no es difícil temer que cubrir un 16 al 19% no soluciona nada.
Es por ello que nos estamos engañando a base de regulación.

No se puede “evitar” una crisis financiera cuando el sistema entero está basado en parámetros de riesgo cuestionables. 

Por ejemplo, que la deuda soberana no tiene riesgo y por lo tanto no se necesita tomar grandes dosis de capital al financiar a los estados. 

Bienvenidos a la maravillosa regulación europea.
Lo importante de estas medidas es que muestran la importancia del análisis de riesgo, pero hay que admitir que eso no es una panacea. 

¿Se acuerdan de nuestras cajas que tenían mejores ratios de solvencia y liquidez que los malvados anglosajones? 

No era mentira, es que prestaban a los dos agentes de “menor riesgo” posible, la Administración Pública y las familias en su vivienda. ¿Qué podía ir mal? Todo.
Y es que en el análisis de riesgo se deben incluir no solo elementos como la morosidad histórica, sino la acumulación y el deterioro de los fundamentales de esos activos supuestamente de bajo riesgo. 

Y desde luego, no penalizar al crecimiento global partiendo de la trampa de la regulación. 

Miles de páginas semanales son irrelevantes si en un solo párrafo se pone “la deuda soberana no tiene riesgo”. 

Millones de normas no van a solventar que en China, por ejemplo, según las agencias de calificación domésticas “no hay préstamos de alto riesgo”.
Las medidas para mitigar el riesgo, bienvenidas. Pero no nos engañemos, ni ellas ni la regulación más detallada van a evitar que se pueda dar un susto financiero –esperemos que pequeño-, ya que el incentivo principal es que se preste sin cuestión al agente más importante, que son los gobiernos.
Saquemos tres conclusiones del informe del FSB. El proceso de fortalecimiento del balance del sector financiero no ha acabado. El crédito no se va a aumentar a niveles de crecimiento pre-crisis mientras ese proceso continúa. 

Y, finalmente, si viene otra crisis, vendrá de activos que hoy consideramos “super-seguros” y un colchón del 19% será positivo, pero no evitará esa crisis.
Enlace: http://blogs.elconfidencial.com/mercados/lleno-de-energia/2015-11-10/evitar-la-proxima-crisis-costara-un-trillon_1090161/



Los bancos centrales no protegerán de la próxima crisis

Esta semana la prensa internacional se hacía eco de un análisis muy interesante de McKinsey Global Institute, analizando la masa de deuda acumulada globalmente.
Según dicho análisis, hemos superado los 200 billones de dólares.
¿Qué implica esto? 
La política de los bancos centrales de expandir la masa monetaria y bajar tipos de interés, la represión financiera, no ha reducido la deuda global, la ha aumentado en más de 60 billones desde 2008. 
La falsa idea transmitida por muchos medios de que los bancos centrales reducen el riesgo creado por los malvados mercados se disipa. 
El papel de bombero pirómano, que alimenta el fuego de la deuda para luego presentarse como el que lo va a apagar, claramente no funciona.
Ese mismo análisis llega a la conclusión de que el impacto sobre el crecimiento global ha sido un rotundo fracaso. 
Aumentar la deuda en 60 billones para un crecimiento de menos de 15 billones de dólares de PIB.
Y es que el camino inexorable hacia los tipos de interés reales negativos no es solamente una política centralizada y coordinada. 
Está forzada con calzador desde unas entidades, los bancos centrales, que han usado todas las herramientas a su disposición y que, ante los resultados más que pobres, lo único que son capaces de hacer es aumentar o extender las mismas políticas. 
No se critica una medida errónea, se multiplica. Más madera. Ya que bajar los tipos a cero no funciona, tipos reales negativos.
Cuando no funciona, se echa la culpa al sistema bancario. ¡No se prestan entre ellos! ¡El sistema está roto!… La culpa, vaya por Dios, no es del que baja los tipos a cero y hace infinanciable a la mayoría de sectores, ni el que esconde el verdadero coste del dinero manipulando su cantidad y precio… 
La culpa es del que no hace lo que la hoja de Excel del comité del politburó del banco central estimaba que iba a pasar.
Y es que el corazón del problema es de señales de precio.
No se corresponde un entorno de 0% de tipos de interés con una caída generalizada de la demanda de crédito y un nivel de inversión productiva real a mínimos de 1960. 
El planificador central echa la culpa a las empresas, malvadas que no se lanzan a invertir. El resto del mundo se fija en la realidad, no en la que nos quieren hacer tragar como una píldora gigante.
No se corresponde un aumento de la masa monetaria global superior al crecimiento del PIB nominal en casi tres puntos anuales con el desplome de la velocidad del dinero -la cantidad de veces que una unidad monetaria circula en el sistema, es decir la medida de la actividad económica-.
En definitiva, los bancos centrales a través de una política concertada de expansión nos quieren pintar un mundo que el resto, familias y empresas, simplemente no ven. 
Porque lo que saben las empresas es que la llamada a lanzarse al precipicio con los ojos cerrados “porque no hay inflación” y que “los bancos centrales apoyan” simplemente no ocurre.
La política de tipos de interés reales negativos es lo que dice la palabra, una política, una decisión consciente de solucionar un problema de excesivo endeudamiento con más liquidez e incentivos para endeudarse. 
Solucionar obesidad global con más donuts.
Y ¿qué ocurre si se genera una crisis? 
Al fin y al cabo no es ser agorero, en los últimos 100 años se han dado más de 145 crisis, coincidiendo precisamente con la época de mayor intervención por parte de los bancos centrales y los estados en aspectos monetarios. 
El que piense que los bancos centrales van a evitar la próxima, o no mira a la historia o simplemente es uno de esos ingenuos que echan la culpa de todo a “las empresas” o “los mercados” y piensa que se evitará un ‘shock’ repitiendo exactamente lo mismo que se lleva haciendo desde hace 70 años.
Imaginen que se presenta otra gran crisis, ¿qué van a hacer los alquimistas de los bancos centrales? 
Permítanme pensar. Oh, esperen. Ya lo tengo. 
Bajar tipos y aumentar la masa monetaria. 
Seguro que funciona. 
Ya veo a las empresas que no se han lanzado a gastar como locas con los tipos al 0% preparándose para invertir e invertir y no parar si bajan a -0,2%. 
Y a las familias, tirándose de cabeza a comprar porque lo diga un comité mientras les suben los impuestos. Seguro.

Daniel Lacalle

Daniel LacalleDaniel Lacalle (Madrid, 1967) es economista y gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres.
Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid, posee el título de analista financiero internacional CIIA (Certified International Investment Analyst) y post-grado por el IESE (Universidad de Navarra). Siga leyendo.
dlacalle.com

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