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sábado, 25 de junio de 2016

Porqué votaré a Unidos Podemos y porqué Hombre Blanco hablar con Lengua de Serpiente







¿Por qué votaré a Unidos Podemos?

Santiago Alba Rico *

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No me engaño. Sé muy bien qué cosas no va a hacer Unidos Podemos si gana las elecciones: no va a acabar con el capitalismo ni va a abrir las fronteras ni a nacionalizar los bancos ni a sacarnos de la OTAN ni a establecer la República; tampoco va a poder reformar la Constitución, convocar inmediatamente el referéndum para Catalunya, aprobar una renta básica, doblegar a la troika europea; ni siquiera podrá prohibir los toros o limitar demasiado la contaminación atmosférica; y desde luego no va a acabar con la maldad humana ni con los accidentes de tráfico. 
Aunque algunas de estas cosas me parecen imprescindibles, no voy a votar a Unidos Podemos para que tome medidas que sé que no puede tomar en estos momentos y con la actual relación de fuerzas; pero tampoco voy a dejar de votar a Unidos Podemos porque no vaya a tomarlas; o porque no vaya a tomarlas todas ni siquiera en el caso de una relación de fuerzas más favorable.
Voy a votar a Unidos Podemos porque es el único partido moderado. 
Los mandamientos son una buena guía de moderación y durante décadas el régimen del 78 los ha violado casi todos. 
El PP, partido católico que pide el voto a los católicos, no ha dejado ni uno solo sin quebrar en la última legislatura. 
Lo más radical que se puede hacer con el lenguaje -lo recordaba Kant– es mentir. 

Lo más radical que se puede hacer con los recursos comunes es robar. 
Lo más radical que se puede hacer con un ser humano es quitarle su casa y su muleta. Lo más radical que se puede hacer con un país es destruir sus hospitales. 
Lo más radical que se puede hacer con los principios es pronunciar su nombre en vano. 
El PP ha mentido, ha robado, ha desahuciado, ha matado en las fronteras y ha pronunciado en vano no sólo el nombre de su propio dios, que no es el mío, sino también los nombres de la Democracia, la Justicia, los Derechos Humanos, el Bien Común y España, que sí son míos. 

El programa de Unidos Podemos es el menos radical y el más ajustado a la defensa de los nombres comunes. Y el único que puede frenar la radicalidad rampante, política y económica, que se quiere imponer como regla en Europa y en nuestro país.
Voy a votar a Unidos Podemos también porque defiendo la democracia y el Estado de Derecho, la división de poderes, la libertad de expresión y de prensa, la libertad sexual, la igualdad de género, el derecho al voto para todos, el imperio de la ley, el orden frente al mercado, la estabilidad frente a las reformas laborales, la normalidad frente a los recortes, la seguridad frente a los pactos antiterroristas, la belleza frente a la corrupción, el placer frente al poder putero, el realismo frente a la violencia, el pragmatismo frente a la utopía de los ricos, la vida frente al arzobispo, el error y la vacilación frente al tino infame de los mercados financieros.
Voy a votar a Unidos Podemos asimismo por agradecimiento. 
En agradecimiento por haber conseguido la convergencia de las fuerzas de izquierdas; en agradecimiento por no ser “de izquierdas”; en agradecimiento por haber salvado y traicionado el 15M; en agradecimiento por haber interrumpido el eterno retorno de los vencedores y los vencidos; en agradecimiento por haber desmentido a los cenizos y a los viejos y haber sacado a la luz una generación prodigiosa que, sin el cambio cultural ya producido, se habría dispersado y debilitado en los sumideros del mercado; en agradecimiento por haber resucitado a Julio Anguita, a Manolo Monereo, a la abuela de mi amigo Dani y a mí mismo; y por haber renovado, sin cirugía estética, las caras y las sonrisas de nuestros periodistas, nuestros poetas y nuestros políticos; en agradecimiento por los morreos y los bebés, por las rastas, las coletas y las cursiladas sin cuento; en agradecimiento por la “casta”, por la “patria”, por la “remontada” y hasta por el “núcleo irradiador” y la “cal viva”; en agradecimiento también por las meteduras de pata, que iluminan este nuevo marco inédito en el que equivocarse cuenta; en agradecimiento por dos años de vértigo; en agradecimiento, en definitiva, por haber devuelto la Historia al tiempo.
Voy a votar a Unidos Podemos por moderación, por democracia y por gratitud. Voy a votar a Unidos Podemos, además, con ilusión, a sabiendas de que, como no van a poder hacer -si gobiernan- todo lo que yo quisiera, me desilusionarán. 
Me desilusionarán seguro y, cuando lo hagan, lo escribiré. 
Pero ese es el orden: primero ilusionarse, luego desilusionarse. Una persona siempre ilusionada es obscena o doctrinaria; y no querría votar a un partido doctrinario que fabricase chiflados en tripi o fanáticos sin criterio. Habrá que desilusionarse. 
Pero para desilusionarse primero hay que ilusionarse. 
Quiero votar ilusionado; bobalicona, ridículamente ilusionado. Una victoria vencerá muy poco pero derrotará tanto que habrá que echar las campanas al vuelo y los sombreros al aire y el núcleo irradiador al viento. Ilusionémonos. No me gustan los ilusos. 
Pero tampoco me gustan los listillos que se reservan siempre un as negro en la manga, los que se avergüenzan de compartir pasiones y miran la fiesta por la cerradura o los que, conscientes de que acabarán desilusionándose, se ponen ya a cubierto, solemnes y autorizados, del inevitable, oracular y cuñadísimo “ya te lo decía yo”. 
Respetemos la secuencia. Votemos con ilusión y luego negociemos, razonemos, vigilemos y critiquemos con la cabeza fría y los principios enhiestos.
Votemos el domingo a Unidos Podemos. 
Votemos por moderación, democracia y gratitud. Votemos a Unidos Podemos con ilusión porque son, de hecho, los únicos que todavía pueden desilusionarnos.
(*) Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.

cuartopoder.es

Senderos de traición

AGUSTÍN MORENO | Publicado: 
“Hombre blanco hablar con lengua de serpiente”. 

Así retrataba Javier Krahe a Felipe González por la estafa de la OTAN. 

Un González que había empezado diciendo “OTAN de entrada, no” para ganar las elecciones y acabó metiéndonos hasta el cuello en su estructura militar. 

Treinta años después ¿practica el PSOE el mismo juego ante la pregunta de “dejarán gobernar al PP”? ¿Traicionará el PSOE a sus votantes? 

Todo apunta a ello si no aclara de forma rotunda antes del 26J que no permitirá un gobierno del PP ni por activa con su apoyo, ni por pasiva con su abstención. 

Cuando estamos en el tramo final de la campaña electoral se destacan dos hechos: la tendencia de las encuestas y el silencio del PSOE sobre qué hará tras el 26J. 

¿Buscarán un acuerdo con Unidos Podemos o dejarán gobernar al PP-Ciudadanos (C´s) absteniéndose? Son las dos únicas posibilidades reales. No existe la tercera de un acuerdo PSOE-C´s, que no tendría  apoyos suficientes.


Pero parece que el PSOE no ha reflexionado sobre un hecho decisivo: el 20D fue el segundo partido y ahora todas las encuestas le sitúan de tercero. 

¿No tendrá que ver con su negativa a pactar un gobierno de cambio y por haberse echado en brazos de la nueva derecha?

Pedro Sánchez puede aparentar tener más moral que el Alcoyano, aquel mítico equipo que iba perdiendo por 13-0 y quería empatar. 

Pero no es de fiar quien esconde sus cartas postelectorales detrás de un irreal e infantil “yo voy a ser el presidente”, cuando todas las encuestas le vaticinan un batacazo. 


La agresividad de la campaña de los dirigentes del PSOE contra Unidos Podemos busca calentar a sus bases para el rechazo a un gobierno del progreso. 

Unidos Podemos está reaccionando con temple, sin entrar al trapo y reiterando la necesidad de acuerdo con el PSOE para hacer política progresista.

Hay muchas pistas de por dónde pueden ir los tiros, a pesar de que el PSOE intente ocultarlo. Veamos. Pedro Sánchez en la reunión con el Círculo de Empresarios del 27 de mayo sugirió implícitamente que dejará gobernar al líder del PP si éste es el único capaz de formar un Ejecutivo

Felipe González descartó la fórmula de la gran coalición que venía defendiendo, vistas las experiencias de Grecia y Austria y auguraba que habría investidura con dificultades para gobernar. En la misma línea iba el tuit de Jordi Sevilla

“Para evitar terceras elecciones, si no hay mayorías, debería dejarse gobernar al candidato que tenga más apoyos parlamentarios”. Y Rodríguez Ibarra ha despachado su sectarismo diciendo que “No vamos a pactar con el coletas en la vida”…

Nunca pactamos con los comunistas”, defendiendo la abstención del PSOE, con la consecuencia de permitir que el PP gobierne.




Pero lo que realmente importa no es si la oligarquía sacrifica al PSOE obligándole a abstenerse para impedir un gobierno de cambio. 

La gran cuestión es el peligro de mediocridad en el que puede entrar este país si sigue gobernando el PP y/o aplicándose las políticas neoliberales. 

En la nefasta legislatura de Rajoy (con sus recortes y la LOMCE) han degradado la enseñanza pública, la única que permite educar desde la igualdad de oportunidades y para la equidad social. 

Han despedido a más de 5.000 investigadores y han reducido la inversión en I+D. 

Apuestan por un modelo productivo basado en el turismo, los servicios, la recuperación del “ladrillo”, la precariedad laboral y las altas tasas de paro. 

En resumen, un futuro marcado por menos cultura, más desigualdad social y un raquítico Estado de Bienestar.



La cadencia más que previsible de los hechos es la siguiente: derrota electoral el 26J del PSOE, dimisión de Pedro Sánchez, elección de Susana Díaz como líder, votación en contra en la primera investidura y abstención en la segunda investidura de otra candidatura del PP sin Rajoy que saldría elegida con el apoyo de C’s. 

A falta de gran coalición, es la jugada preferida por los poderes económicos. Pero no convencerá a los socialistas de verdad ni al electorado progresista de este país que no haya un gobierno de cambio con la excusa de no aceptar la consulta democrática en Cataluña.

Si usted es de ese 54% que legítimamente piensa votar al PSOE, pero que no quiere que su voto permita, de una u otra manera, gobernar de nuevo a la peor derecha, aún está a tiempo de replantearse su voto. No diga luego que no se le avisó.


































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