No dejemos que nos envenenen el alma
con su odio y sus falsas banderas
No dejéis que os envenenen el alma con su odio
ni seáis títeres manipulados por sus falsas banderas.
No caigáis en la maquiavélica trampa del discurso fácil,
ése que entra bien y pronto, y que apela
a lo más bajo de nosotros mismos
y que por tan mal camino lleva,
ni en las redes que urden y tejen
sus sibilinas palabras con infinita paciencia.
Porque tan solo el diablo, a ver alcanza
hasta donde llega la oscuridad de sus intenciones
ésas que ocultas yacen
tras el negro ruín de sus corazones.
No caigáis en la confusión de sus argumentos
ni en el caos que conlleva sus falsas premisas
porque lo que no era ni fue cierto antes
no es ni debe ser cierto nunca.
No seáis carne de cañón ni relleno
de vengativas turbas que enloquecen
con el olor a sangre y a linchamiento.
Lo mejor de nosotros mismos se pierde
cuando nos dejamos llevar por lo peor de nosotros mismos.
La mierda es mierda
aunque millones de moscas la coman a diario
por mucho que lo contrario
lo machaque todos los días el telediario.
Ellos no tienen más que los medios y el poder que da el dinero
pero nosotros tenemos la fuerza de la verdad,
la ilusión de quien busca tan solo el bien común y la justicia social
y la esperanza que brota del inocente deseo
de querer vivir en un mundo mejor y más igualitario.
La humanidad es una
como uno solo el destino que en común tiene
por mucho que quieran fragmentarla
las malas lenguas que se agarran como garrapatas
a falsos ídolos en los que nadie cree
ya que nadie realmente los sigue,
o a artificiales fronteras que nadie ve
y que cambian con el transcurrir de los años
o al pedigrí de una etnia, nacionalidad, lengua o raza
que marca con dignidad tu singularidad
pero que nunca debe ser motivo para marcar diferencias.
Que sea la vida como la muerte... que a todos iguala
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