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domingo, 27 de marzo de 2016

Los magnates del petróleo y sus Dictadores: Francisco Franco y la historia olvidada de Texaco




Los magnates del petróleo y sus Dictadores: 

Francisco Franco y la historia olvidada de Texaco


Cómo Texaco apoyó el Fascismo
Por Adam Hochsclild, marzo de 2016
Espana_en_corazon(Este artículo es una adaptación de un fragmento del nuevo libro de Adam Hochshild “España en nuestros corazones: estadounidenses en la guerra civil española, 1936-1939”).
Los comerciantes no conocen ninguna patria. El lugar en el que están no constituye un vínculo tan fuerte como el sitio del que obtienen sus ganancias”, escribió Thomas Jefferson en 1814. El ex Presidente se lamentaba de la actitud de los comerciantes y armadores de Nueva York ante el temor de perder el lucrativo comercio transatlántico, no logrando su apoyo en la guerra de 1812.
Hoy en día, los comerciantes obtienen sus ganancias en lugares repartidos por todo el orbe, de modo que es aún menos probable que sientan lealtad por algún país en particular. Muchos de ellos han visto que es más rentable acudir a los paraísos fiscales. 
Las grandes multinacionales, que a veces tienen unos ingresos anuales superiores al producto nacional bruto de los países más pobres del mundo, son más poderosas que los Gobiernos nacionales, mientras que sus Directores generales ejercen tal influencia política que muchos Primeros Ministros y Presidentes sólo la pueden soñar.
Las Empresas petroleras han sido las más agresivas en crear su propia política exterior. 
Con operaciones que se extienden por todo el mundo, sin que los Gobiernos puedan regular tales decisiones, vienen a decidir cómo y con quien establecen relaciones. 
Por ejemplo, en la búsqueda de yacimientos de petróleo en el delta del Níger, de acuerdo con el periodista Steve Coll, ExxonMobil proporcionó varios barcos a la marina de Nigeria, reclutando una parte del ejército del país, y la policía local lucía el logotipo de la Compañía (un caballo alado de color rojo) en sus uniformes. 
El nuevo libro de Jane Mayer, Dinero sucio, habla de cómo los hermanos y magnates del petróleo Charles y David Koch han donado cientos de millones de dólares tanto al Partido Republicano como al Partido Demócrata de Estados Unidos, lo cual ofrece un vívido ejemplo de cómo su padre Fred puso en marcha el negocio de la energía que ellos heredarían. 
Es el clásico ejemplo de no dejar flecos que se interpongan en el camino de las ganancias. 
Fred construyó instalaciones petroleras para el Dictador soviético Joseph Stalin antes de que Estados Unidos reconociese a la Unión Soviética en 1933; y luego ayudó a Hitler a construir una de las mayores refinerías de petróleo de la Alemania nazi, que más tarde suministraría combustible a su fuerza aérea, la Luftwaffe.
Gracias a Mayer conocemos ahora esta parte de la historia. 
Pero hay otro magnate estadounidense del petróleo de la década de 1930 cuyo apoyo a Dictadores ha pasado un tanto desapercibido. En nuestro mundo, donde el petróleo se ha convertido en una fuerza poderosa, la historia de Texaco, antes de que se convirtiese en una filial de Chevron, también resulta aleccionadora: ayudó a determinar el curso de una guerra que daría forma a nuestro mundo en las décadas posteriores.
Una bandera pirata en lo más alto de un Imperio Petrolero
Desde su comienzo en 1936, hasta que terminó a principios de 1939, con cerca de 400.000 muertos, la Guerra Civil Española centró la atención de todo el mundo. 
Para los que ya no lo recuerdan, aquí un breve resumen: un grupo de oficiales del Ejército que se hizo llamar Nacional, a los que se un un joven y despiadado general, Francisco Franco, da un golpe de Estado contra el Gobierno electo de la República Española. Fue tal su brutalidad que pronto se convertiría en un conflicto más amplio, con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista. 
Escuadrones de bombarderos alemanes arrasaron la ciudad de Guernica, que quedó en ruinas, y destruyeron barrios completos de Madrid y Barcelona. Fueron miles los civiles muertos en estos ataques, algo que resultaba nuevo en aquellos tiempos.
Hasta el final de la guerra, el Dictador fascista Benito Mussolini habría enviado unos 80.000 soldados italianos para luchar al lado del bando nacional. Hitler y Mussolini suministraron armas, que iban desde tanques y artillería a submarinos. 
Pero había otro aliado de Franco, que no aparecía en la prensa mundial, ni vivía ni en Berlín ni en Roma. Con un globo terráqueo encima de su escritorio y con mapas desplegados en la pared de su oficina elegantemente forrada de madera, se le podía encontrar en lo alto del edificio Chrysler en el corazón de la ciudad de Nueva York.
Uno de los cientos de corresponsales extranjeros se dio cuenta durante los bombardeos de Madrid; cuando vio las nefasta formaciones en V de los aviones alemanes se preguntó: ¿De dónde procede el combustible de esos aviones? Pues bien, el petróleo era suministrado por el mejor amigo americano que el Dictador fascista podía tener. Proveyó no sólo de combustible al Ejército Nacional, sino que entregó generosas ayudas en metálico, abrió una generosa línea de crédito, y al mismo tiempo abrió una vía de inteligencia estratégica.
Torkild Rieber, un hombre fornido, de mandíbula cuadrada, cuya presencia destacaba en cualquier reunión, asistía a las elegantes reuniones, como las del Club 21 de Nueva York, donde una hamburguesa y un huevo en el menú se hizo un hueco después de él, cautivaba a los oyentes con sus proezas de un pasado accidentado. 
Nacido en Noruega, se enroló a los 15 años de edad como marinero en un barco, estando seis meses en un viaje que le llevó al Cabo de Hornos y luego a San Francisco. 
En los dos años posteriores,trabajó en los buques que llevaban trabajadores de Calcuta, India, a las plantaciones de azúcar de las Indias Occidentales Británicas. 
Con una voz profunda y áspera, Rieber contó estas historias durante el resto de su vida, la de los furiosos huracanes del Atlántico, de cuando había que trepar al palo mayor para arriar velas, y de los desesperados trabajadores indios irremediablemente mareados. 
Sin embargo, unos años más tarde, dejó su atuendo de marinero para llevar un esmoquin cuando iba al Club 21 o a otros lugares, ya que, como dijo “esa es la forma en la que los británicos se desenvuelven en las colonias de Calcuta”. 
Torkild Rieber, en la portada de la revista Time en mayo de 1936.
Torkild Rieber, en la portada de la revista Time en mayo de 1936.
A los 22 años, después de sobrevivir a una pelea a navajazos contra un miembro borracho de la tripulación, se nacionalizó estadounidense y se convirtió en capitán de un petrolero. 
Desde entonces sus amigos lo llamarían “Cap”. 
Este petrolero fue adquirido más tarde por la Texas Company, más conocida por su nombre comercial de Texaco. Fue entonces cuando se dio cuenta de que en el negocio del petróleo, la mayor parte del dinero se conseguía en tierra firme. 
A medida que la compañía se expandió y la estrella roja de Texaco con su T en verde aparecía en las estaciones de servicio de todo el mundo, se casó con la secretaria de su jefe y fue subiendo en el escalafón, convirtiéndose en 1935 en su Director General.
No puede estarse quieto en su asiento”, escribió un asombrado periodista de la revista Life que lo visitó en la sede de Texaco de Nueva York. “Rebota arriba y abajo, se agita y salta siguiendo el ritmo de sus palabras, como si fuera una baraja. Está permanentemente en movimiento, a escala terrestre. No puede permanecer mucho tiempo en su oficina o en una misma ciudad o continente”. 
La revista hermana de Life, Time, tampoco se pudo resistir a sus encantos: 
Jefe de una Corporación con una voluntad de acero, con sentido común, que lidera un grupo humano, y posee una fuerza motriz en expansión”.
Texaco, en ese momento, tenía una reputación de ser una empresa impetuosa, una de las compañías petroleras más agresivas; su fundador, el primero que contrató a Rieber, colocó una bandera con un cráneo y unas tibias cruzadas encima del edificio de oficinas. 
Si muriera en una gasolinera de Texaco, debieran arrastrarme por la carretera”, dijo una vez un ejecutivo de Shell.
Con Rieber al frente, se abrió paso en los campos petrolíferos de todo el mundo, haciendo tratos con los Dictadores locales. 
En Colombia surgió una nueva ciudad llamada Petrólea del tamaño de Rhode Island, allí donde Texaco había adquirido los derechos de perforación. 
Para llevar el petróleo hasta un puerto donde los petroleros lo pudieran recoger, se construyó de oleoducto de 263 millas a través de los Andes por el Paso Capitán Rieber.
Bajo sus anchos hombros, su apretón de manos de hierro, sus juramentos de marinero, es un personaje que actúa bajo la cubierta, con un lado algo más oscuro. 
Aunque no puede considerarse antisemita según los estándares de la época, solía decir “Algunos de mis mejores amigos son unos malditos judíos, como Bernie Gimbel y Solomon Guggenheim”, y un admirador de Adolf Hitler.
Pensaba que era mucho mejor hacer negocios con los autócratas que con las democracias. un aristócrata sólo hay que sobornarlo una vez. A las democracias hay que hacerlo una y otra vez”, recordaba un amigo.
Convirtiéndose en el banquero de Franco
En 1935, la República Española firma un contrato con la Texaco de Rieber, convirtiéndose la Compañía en su principal proveedor de petróleo. Sin embargo, un año después, cuando Franco y sus aliados tratan de hacerse con el poder, de repente Rieber cambio y apuesta por ellos. 
Sabiendo que los camiones militares, los aviones, los tanques no solamente necesitan combustible, sino también aceites de motor y otros lubricantes, el Director General de Texaco envía suministros al puerto francés de Burdeos, donde serán recogidos por un camión cisterna de la empresa y enviado a las personas con dificultades. Fue un gesto que Franco nunca olvidaría.
De la autoridades del Frente Nacional llegaron mensajes diciendo que necesitaban con urgencia petróleo para sus unidades militares, pero que andaban cortos de dinero en efectivo. Rieber respondió con un telegrama diciendo: “No se preocupen por los pagos”,lo que se convirtió en una leyenda en los círculos internos del Dictador. 
No es sorprendente por tanto, que poco después fuese invitado a visitar Burgos, sede de la insurgencia del Frente Nacional, poniéndose pronto de acuerdo para cortar la venta de combustible a la República, al tiempo que garantizaba que Franco recibiese todo el combustible que fuese necesario.
Pocos han prestado atención por ver de dónde venía esta generosa oferta a Franco. 

Ni una sola investigación sobre el tema apareció en ningún periódico importante de Estados Unidos en un momento en el que la Guerra Civil española ocupaba casi a diario las primeras planas. 
Sin embargo, debiera haber sido una cuestión evidente, ya que más del 60% del petróleo que iba a ambas partes en conflicto estaba siendo consumido por los ejércitos y Alemania e Italia no pudieron ofrecérselo a Franco porque ambos eran países importadores de petróleo.
Las leyes estadounidenses de neutralidad hacían que las empresas estadounidenses tuvieran difícil vender sus bienes, incluso aunque no fuesen de carácter militar, a los países en guerra, lo que planteba dos obstáculos importantes para el Bando Nacional de Franco. 
La ley prohibía que dicha carga fuese transportada por barcos estadounidenses, y el bando nacional no tenía petroleros. 
Además, era ilegal abastecer a un país en guerra mediante crédito, y estos tenían pocos fondos. Las reservas de oro de España estaban en manos de la República.
No pasaría mucho tiempo antes de que los agentes de aduanas estadounidenses descubriesen que los petroleros de Texaco estaban infringiendo la ley. 
Así que partieronlos petroleros de la empresa de la terminal de Port Arthur, Texas, con las declaraciones de carga con destino a puertos como Amberes, Rotterdam o Amsterdam. 
En alta mar, sus capitanes abrían las órdenes selladas marcando un nuevo destino hacia los puertos de la España nacional. Rieber también logró violar las leyes de otro modo: extendiendo el crédito a uno de los contendientes del conflicto. 
En un principio, el crédito era a 90 días (unos términos muy indulgentes para el negocio del petróleo de aquella época). Pero en realidad los términos eran mucho más generosos. 
Un funcionario del Frente Nacional lo explicaba más tarde: “Pagamos lo que pudimos y cuando pudimos”. 
En efecto, el Director General de la empresa petrolera estadounidense se había convertido en el banquero de Franco. 
Algo desconocido por las autoridades estadounidenses, Texaco también actuaba como un agente de compra cuando el Bando Nacional necesitaba productos derivados del petróleo que no se encontraban en el inventario de la empresa.
Los agentes del FBI efectivamente preguntaron a Rieber sobre estos buques cisterna, pero el Presidente Franklin D. Roosevelt se mostraba receloso de inmiscuirse en la Guerra Civil española, incluso aunque fuese persiguiendo el evidente incumplimiento de las leyes estadounidenses. 
En su lugar, Texaco sólo recibió un tirón de orejas, pagando una multa de 22.000 dólares por extender el crédito a uno de los contendientes en la guerra. 
Años después, cuando las empresas petroleras comenzaron a emitir tarjetas de crédito a sus clientes, una broma corría entre los expertos de la industria: 
¿Quién fue el primero en recibir un tarjeta de crédito de Texaco? Francisco Franco.
Cómo acabar con la República
El Presidente Roosevelt siguió manteniendo una estudiada neutralidad hacia la Guerra Civil española, de lo que más tarde se arrepentiría. Texaco, sin embargo, sí participó en la guerra.
Recientemente, el historiador español Guillem Martínez Molinos, estuvo estudiando los archivos del monopolio petrolero, e hizo un descubrimiento: no sólo Texaco llevó de forma ilegal en sus barcos el petróleo a Franco, sino que puso un precio como si lo hubiera transportado él con sus medios, no con los camiones cisterna de la empresa.
No fue el único de los regalos de Rieber. Mussolini había colocado submarinos italianos en el Mediterráneo para atacar a los barcos de suministro a la España republicana. Si bienFranco tenía sus barcos y aviones para realizar esta labor. 
Los comandantes que dirigían estos submarinos, bombarderos y buques de superficie estuvieron siempre muy bien informados sobre los buques cisterna con destino a la República. 
Estos eran, por supuesto, objetivo primordial del bando Nacional, y durante la guerra al menos 29 de ellos sufrieron daños, fueron hundidos o capturados. 
El riesgo se hizo tan grande, que en el verano de 1937 las tasas de los seguros de los buques cisterna que navegaban por el Mediterráneo se cuadruplicaron. 
Una de las razones por las que esas aguas se hicieron tan peligrosas: el Bando Nacional tuvo acceso a la red de inteligencia marítima internacional de Texaco.
La empresa tenía oficina y agentes de venta en todo el mundo. Gracias a Rieber, su oficina de París empezó a recoger información en las ciudades portuarias sobre los petroleros que se dirigían a abastecer a la República española. 
Su asociado en París, William M. Brewster, coordinó este flujo de información y la transmisión de los datos a los nacionales, que se recibían de Londres, Estambul, Marsella y otros lugares. Los mensajes de Brewster enumeraban a menudo la cantidad y el tipo de combustible que transportaba un buque y cuánto había pagado por ello, de modo que estos datos ayudarían al Bando Nacional a evaluar los suministros y las finanzas de la República. Sin embargo, siempre que podía, también enviaba información útil para los pilotos de bombarderos o capitanes de submarinos en busca de objetivos.
El 2 de julio de 1937, por ejemplo, envió un telegrama al jefe de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos Sociedad Anónima (Campsa) sobre el SS Campoamor, un buque cisterna de la República que un agente de Texaco había visto en Le Verdon, un puerto francés cercano a Burdeos. Se había tapado su nombre bajo varias capas de pintura negra y se disponía a zarpar con bandera británica. 
Por dos veces había zarpado y vuelto a puerto, debido a informes que señalaban la presencia de buques y submarinos del Bando Nacional en las cercanías de Santander, cuando debía entregar su carga de 10.000 toneladas de combustible de queroseno para la aviación en un puerto de la República. 
La noticia de que había sido repintado y que llevaba otra bandera, fue información muy útil para los comandantes de los buques de guerra de los nacionales. 
Pero también había otra valiosa información en el mensaje de Brewster: “gran parte de la tripulación abandona el barco casi todas las noches”. 
Cuatro días más tarde, cuando la mayor parte de la tripulación asiste a un baile, el Campoamor es asaltado a medianoche por un grupo armado del Bando Nacional, llevando el barco a un puerto en poder de Franco.
Rieber viajó a la España Nacional dos veces durante la guerra. En una de ellas visitó las líneas del frente cerca de Madrid. 
En abril de 1939, una vez que Franco hubo ganado la guerra, se aseguró a Rieber el pago con creces de la apuesta que había hecho. Texaco recibiría por fin el dinero entregado a cuenta por los suministros de combustibles que había realizado durante casi tres años. 
En total, había vendido al Bando Nacional unos 20 millones de dólares en petróleo durante la guerra, el equivalente a unos 325 millones de dólares en la actualidad. Los barcos petroleros de Texaco habían realizado 225 viajes a España, y Franco alquiló otros 156 buques de la compañía. Más tarde, Rieber fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, uno de los honores más altos que se puede recibir en España.
Cuando terminó la Guerra Civil española, Texaco continuó con su propia política exterior. Incluso después de que Alemania entrase en guerra con Gran Bretaña y Francia en septiembre de 1939, Rieber no ocultó su entusiasmo por Hitler. 
A veces bromeaba con sus amigos diciendo que si bien el antisemitismo de Hitler podía parecer excesivo, sin embargo era el que necesitaba un líder fuerte, un anticomunista con el que se podía hacer negocios. 

No solo Texaco negoció y apoyó a los nazis y fascistas
en Europa, la Ford y Coca Cola, entre otros,
también lo hicieron
Rieber vendió sin remilgos combustible a los nazis, utilizando los petroleros construidos en los astilleros de Hamburgo, y viajando a Alemania después de la guerra relámpago de Polonia, de la mano de Hermann Göring para conocer las industrias clave de la zona. 

Durante este viaje pasó un fin de semana en la casa de campo del Comandante de la Luftwaffe Carinhall, que luego sería decorada de modo extravagante con las obras de arte saqueadas por toda Europa.
Con el tiempo, el amor de Rieber por los Dictadores le acabó pasando factura. 
En 1940 se descubrió, entre otras cosas, que varios de los alemanes que había contratado eran espías nazis que utilizan las comunicaciones internas de Texaco para transmitir información de inteligencia a Berlín. 
Rieber fue despedido, pero Franco rápidamente le nombró Jefe de Compras de Campsa, en agradecimiento a su apoyo durante la guerra. 
Más tarde, ocupó sucesivos cargos directivos en la Industria del petróleo y la construcción naval, muriendo rico en 1968 a la edad de 86 años.
Rieber fue olvidado durante mucho tiempo, pero su mano ayudó a forjar el mundo actual. 
El petróleo de Texaco ayudó a que Franco pudiese ganar la Guerra Civil y de este modo estar en condiciones de ayudar a los nazis en la mayor guerra que nunca se haya dado. 
Un número incontable de marinos estadounidenses perdieron la vida al ser atacados por U-boats alemanes situados en la costa atlántica de España. 
Cuarenta y cinco mil españoles acudieron como voluntarios al ejército y la fuerza aérea de Hitler, y España suministró una importante cantidad de minerales estratégicos para la industria de guerra alemana. 
En Estados Unidos, tres cuatros de siglo después, científicos bien financiados por los hermanos Koch, niegan el cambio climático, o han establecido una red de clientelismo político, lo que es testimonio del poder perdurable de la Industria del Petróleo.
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Adam Hochschild enseña en la Escuela de Periodismo de la Universidad de California en Berkeley. Es autor de ocho libros, entre los que se encuentran El fantasma del rey Leopoldo, Poner fin a todas las guerras: una historia de lealtad y Rebelión: 1914-1918. Este artículo es una adaptación de un fragmento del nuevo libro de Adam Hochshild “España en nuestros corazones: estadounidenses en la guerra civil española, 1936-1939”.
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Procedencia del artículo:



¿Quién financió la Guerra Civil?

El empresario y economista José Ángel Sánchez Asiain analiza en la obra 'La financiación de la guerra civil española', ganadora del Premio Nacional de Historia de España, el sistema financiero del gobierno de la república y la de los sublevados con Franco

Antes incluso de comenzar la descripción del sistema financiero de la República española y del ejército de Franco, señalado en la obra como Gobierno de Burgos, José Ángel Sánchez Asiain, autor de la obra La financiación de la guerra civil española (Editorial Crítica), ganadora del Premio Nacional de Historia de España, hace la siguiente reflexión: la Guerra Civil la pagaron los ahorros y el sufrimiento de los ciudadanos del Estado español. 

"La República pagó el coste del la Guerra Civil con cargo al ahorro que los españoles habían acumulado en el pasado, y el Gobierno de Burgos lo financió con el ahorro futuro. Con lo que los españoles se iban a ver obligados a dejar de consumir en los años sucesivos para satisfacer esa deuda de guerra", escribe el autor.
A partir de ahí, la obra realiza un análisis pormenorizado de las ayudas financieras que recibió cada uno de los contendientes, el sistema financiero de los dos territorios, el comportamiento de la banca y las cajas de ahorro, la financiación exterior, y los diferentes sistemas de captación de fondos de ambos bandos en sus respectivas sociedades. 
El presente artículo, dada la extensión del análisis de la obra de Sánchez Asiain, se limita a recoger los nombres, entidades financieros o países que  prestaron dinero al Gobierno republicano o a los sublevados, sin entrar en los métodos de recaudación en el interior mediante suscripciones e incautaciones o responsabilidades políticas por daños de guerra. 
Una de las principales conclusiones que se pueden obtener de la detenida lectura de la obra en los mencionados aspectos es que, por una parte, prácticamente nadie, salvo la URSS y de una manera muy discreta Francia, comerció con la República española ya sea por miedo al comunismo o a sus aliados nazi-fascistas. 
Y, por otro lado, que el golpe de Estado que provocó la Guerra Civil y que tuvo su única justificación en la consigna de "salvar España" estuvo financiado prácticamente en su integridad por capital extranjero que impuso altos intereses. Curiosa manera de salvaguardar los intereses de España.
La financiación y ayuda monetaria y bélica que reciben los primeros conspiradores, después golpistas y, finalmente, ejército de Franco en la Guerra Civil debe ser analizada en tres fases: 
la primera arrancaría el mismo 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la II República; la segunda sería la preparación del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 hasta noviembre de 1936 cuando Franco renuncia a intentar tomar Madrid y, por último, la financiación de los tres años de Guerra Civil. 
La conspiración para poner fin a la República había comenzado, de hecho, el mismo 14 de abril cuando un reducido grupo de "personajes significativos" se reunió en casa del conde de Guadalhorce (Rafael Benjumea, miembro del directorio civil de Primo Rivera y presidente de Renfe durante la dictadura de Franco) para derrocar "por todos los medios" a la nueva República. 
Carlistas y monárquicos comenzaron a perfilar el bloque y los socios exteriores necesarios para la sublevación del 18 de julio. 
Como apunte sirve introducir que en 1932, los monárquicos ya habían conseguido 20 millones de pesetas para la causa visitando a españoles residentes en Francia.
Sin embargo, no sería hasta marzo de 1936 cuando se comenzara a concretar la sublevación. Se formalizó en casa del agente de cambio y bolsa y diputado de la CEDA José Delgado, y su objetivo no era otro que organizar un "movimiento militar destinado a preservar al país de la ruina y del desmembramiento". "La operación se hacía en nombre de España, con exclusión de toda otra etiqueta", escribe el autor. 
En aquella reunión, según apuntó el historiador Jellinek, había asegurado a los generales asistentes que el Vaticano reconocería inmediatamente la sublevación, y apenas podía haber dudas de que así lo harían Alemania, Italia y Portugal.



Las primeras ayudas, por tanto, al golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936 vendrían de tres fuentes fundamentales: 
Navarra, Juan March y Portugal, sin contar con la inestimable ayuda de Italia, Alemania y diferentes bancos, que se analizará más adelante. 
"Cada día parece más claro que sin esas tres fuentes de financiación, la sublevación no hubiera triunfado de ninguna manera y se hubiera desmoronado en pocas semanas", agrega Sánchez. 
Juan March. 
El banquero y contrabandista Juan March, cuya familia sigue disponiendo de una amplia fortuna, era el hombre más rico e influyente de la España de 1936 y no tuvo ningún reparo en financiar todo tipo de acciones para socavar la República. 
Primero alentando la "conspiración" luego facilitando medios para que la rebelión fuera una realidad en 1936, y  posteriormente, siendo generoso con su dinero, especialmente en los primeros momentos, a la hora de financiar la compra de todo tipo de material de guerra. 

Hoy día es todavía imposible cuantificar cuánto dinero puso March a disposición de los militares sublevados. Las cifras de historiadores y periodistas han oscilado entre los mil millones de pesetas a 15 millones de libras esterlinas más la financiación de buena parte de la intervención italiana en Mallorca. 

De cualquier modo, sí está claro que ya March en los primeros días del golpe de Estado puso a disposición del general Mola 600 millones de pesetas de la época a través de una cartera de Valores. 
Así, tampoco dudó en financiación el alquiler del avión inglés que llevó a Franco de Canarias a Marruecos y en avalar cuantos créditos fueran necesarios para la causa franquista, no sin establecer unos intereses beneficiosos para él y sus socios. 

El banquero, asegura la obra, también se ocupó de dar solución a una cuestión de tanta importancia para un conflicto militar como el suministro y financiación del petróleo que utilizó el llamado 'Gobierno de Burgos'. 
March ofreció las garantías suficientes a la empresa norteamericana Texaco para financiar los primeros envíos de petróleo a los sublevados, que dejaron de suministrar petróleo a la República, a pesar de los acuerdos firmados por ésta. El autor, además, añade: "No está documentado pero parece también claro que España recibió petróleo de Portugal siendo también March el financiador de esas compras"

El dinero de Juan March también sirvió para sufragar las escuálidas arcas de Falange. 
El propio José Antonio Primo Rivera había afirmado en 1934 que "uno de los primeros actos del Gobierno de la Falange será colgar al multimillonario contrabandista Juan March". Sin embargo, 1936 el dinero de March ya fluía en las arcas revolucionarias de los falangistas, primero a disgusto de José Antonio y después con su aprobación. 

Portugal.  
"La ayuda del Gobierno de Portugal a la sublevación fue realmente importante y generosa. Aunque dada, la limitación de recursos que Portugal disponía, esa ayuda fue, en su volumen y regularidad, muy inferior a la ayuda prestada por italianos y alemanes", escribe el autor. 
No obstante, la ayuda de Portugal, ya en manos de Salazar, fue "muy oportuna y notablemente eficaz". Especialmente durante las críticas primeras semanas. 

El gobierno portugués puso a disposición de los militares golpistas todo tipo de recursos financieros, créditos por parte de bancos portugueses, pero también una amplia protección política y diplomática. "Así, queda constancia de que en 1937 y desde el Banco Espíritu Santo de Lisboa, se comunicaba a 37 representantes diplomáticos españoles que les remitían unas determinadas cantidades económicas". 

También ayudó Portugal en el suministro de armas al bando rebelde. Portugal se convirtió de hecho en el receptor formal de armas por cuenta de Franco. 
"De tal manera que Portugal salió de la insignificancia como consumidor de armamento, para ocupar en la lista de clientes de la industria bélica alemana el tercer lugar mundial y el primer europeo", explica. Asimismo, la ayuda portuguesa fue también muy importante en cuanto al suministro de infraestructuras y servicios. 
El territorio portugués se convirtió en la retaguardia de apoyo logístico ya que servía de comunicación de la zona en manos de los militares golpistas, que había quedado partida en dos tras el fallido golpe de Estado. 

Navarra. En 1936, Navarra gozaba de un régimen foral que otorgaba a la Diputación Foral el control económico y fiscal de ese territorio. A partir de esa especial situación de su Hacienda Pública, la Diputación Foral de Navarra mantuvo una "importante, generosa y constante ayuda institucional a los sublevados". 
Sirve como ejemplo que solamente tres días después del golpe de Estado la Dipuación Foral ya había hecho un llamamiento a los navarros aplaudiendo "su patriotismo al sumarse a la causa del movimiento salvador en defensa de la religión, la paz material y nuestras libertades forales", tomando medidas inmediatas para "el buen funcionamiento de la sociedad navarra al servicio de la guerra".
El 24 de julio, el general Mola dio orden a la Diputación para que le habilitara un crédito por dos millones de pesetas para hacer frente a los gastos originados por "el movimiento emprendido para salvar España", crédito que posteriormente sería liquidado sin ser abonado. 
Así, la Diputación también llamó a todos aquellos que "disfrutaban de una posición económica desahogada" a realizar una contribución a la causa.
En suma, todos los impuestos de guerra que creó la Diputación de Navarra sirvieron para recaudar 13.942.813 pesetas que fueron puestos a disposición de la "causa nacional". 
Este dinero sirvió para, entre otras cosas, adquirir aviones para la defensa de Pamplona, cancelar el crédito a Mola, poner un coche blindado a disposición de Franco, motocicletas para el general Varela, una pensión de 1.840 pesetas a las hijas de Mola para gastos educativos o el pago de la factura de 4.700 pesetas presentada por el Colegio de Arquitectos vasco-navarro por confección del proyecto del chalet para la viuda del General Mola. 
Los carlistas. Otra importante fuente de financiación de la sublevación fueron los donativos que hizo un grupo muy selecto de carlistas, económicamente bien situados, entre los que pueden citarse Joaquín Baleztena, Miguel María Zozaya y Fernando Contreras. 
Pero lo que constituyó una excepcional fuente de financiación, explica el autor, fue el sistema regular de cuotas que los carlistas tenían establecidos desde 1934, de acuerdo con el cual todos los afiliados debían pagar al "Tesoro de la Tradición" una suma, "por lo menos igual a la pagada en imposición directa al Estado".

Francesc Cambó. El político catalán, cofundador y líder de la Liga Regionalista, descrito por Romanones como "el mejor político del siglo XX", ayudó a recaudar en el extranjero 410 millones de pesetas para financiar la sublevación de los militares golpistas. 
Asimismo, avaló o ayudó a conseguir créditos que pudieron ascender a 35 millones de dólares. 
Aportaciones judías. A pesar de las amenazantes frases lanzadas por Radio Sevilla por Queipo de Llano, las grandes familias judías de Melilla "destinaron cuantiosas sumas de dinero a la causa rebelde". 
Franco, que estaba gestionando créditos con la banca judía de Tetuán y Tánger, se vio obligado a desautorizar las emisiones de Mola y el 15 de agosto de 1936 dirigió una carta al Consejo Comunal Israelita de Tetuán pidiéndoles que no prestarán atención alguna a las emisiones antisemitas. 

Italia. 
El autor argumenta que hay dos tipos de razones que justifican la ayuda de Mussolini a España con la intensidad con la que lo hizo. 
Unas son razones de tipo político y económico, y se refieren a la necesidad que el Gobierno italiano tenía que dominar como fuera el Mediterráneo y, en todo caso, impedir su bloqueo mediante un pacto hispano-francés. 
Las otras se refieren a la creencia de Mussolini de que su misión en la Historia era luchar contra el comunismo. "En todo caso, también influyó el hecho de que España ofrecía un buen campo de experimentación para el nuevo armamento", añade el autor. 
Más allá de la cuantiosa ayuda militar que Italia destinó a España en forma de aviones Savoia y cazas Fiat, armas y militares de las que, especialmente el historiador Viñas ha dado buena cuenta, cabe destacar la ayuda financiera como es objeto de este artículo y de la investigación de García. 
En este sentido, y una vez acabada la guerra, representantes italianos y españoles, valoraron que el total del crédito que Italia había puesto a disposición de los golpistas ascendía a 6.926 millones de liras. 
No obstante, el Gobierno italiano, mucho más generoso que el alemán, propuso fijar en 5.000 millones de liras la deuda total del Gobierno español por suministro de material de guerra de todas clases y diferentes gastos hechos hasta el 31 de diciembre de 1939. El resto quedaba condonado. Este acuerdo fue firmado el 8 de mayo de 1940. 
Alemania. 
El proceso oficial de petición de ayuda de los sublevados a Alemania comenzó el 21 de julio de 1936, cuando Franco, tratando de llegar a Hitler de la forma más directa posible y rápida, recibió a Johannes Bernhard, del que se sabía que estaba en condiciones de contactar con facilidad, y sin trámites administrativos, con el propio Hitler. 

Cuando la petición de ayuda llegó a Hitler, los ministros del Aire, Goering, y de Guerra, Blomberg, animaron a Hitler a prestar ayuda e involucrarse en la operación tanto "por simpatía hacia sus planteamientos anticomunistas, como para utilizar el conflicto español como un laboratorio para mejorar las técnicas de los ejércitos alemanes". 
Goering también recordó a Hitler que, a cambio de los aviones, Alemania podría obtener de España los minerales que tanto necesitaba. 

De tal manera que la intervención alemana en la Guerra Civil española, dice el autor, no puede entenderse sin tener en cuenta la política de aprovisionamiento de materias primas, especialmente de minerales aplicados a las necesidades de la guerra. 
Sobre esta base, los rebeldes firmaron con Hitler el 20 de marzo de 1937 un Protocolo de Amistad. Las operaciones entre ambos países durante la guerra fueron múltiples, todas con "olvido sistemático" de las opiniones españolas imponiéndose en todo momento el deseo alemán. 

Una parte considerable de la deuda que España contrajo con Alemania fue pagadas por compensación, es decir, con exportaciones españolas a Alemania, sobre todo de minerales. 
Una vez terminada la guerra Alemania fijó la deuda en 372 millones de marcos, incluyendo el coste de la Legión Cóndor, que los alemanes cifraron en 99 millones de marcos. 
No obstante, la dictadura de Franco y la de Hitler jamás llegaron a un acuerdo para calcular el importe de la deuda aunque sí que encontraron una solución política de entendimiento mutuo para demorar el problema firmado en 1941 que permitía a los alemanes hacer compras en España sin pagar su importe. 
"Y minerales, aceite y naranjas, entre otras cosas, fueron enviados a Alemania sin generar divisas para la economía española".  

Sociedade Geral de Comércio, Industria e Transportes Limitada. Este holding de empresas portugués dispuso de un crédito de hasta un límite de 175.000 libras esterlinas para los golpistas el 8 de agosto de 1936 con un interés del 5,5% anual. 

Compañía General de Tabacos de Filipinas. Dispuso un crédito de un millón de dólares, ampliado en 200.000 dólares más. Fue otorgado el 22 octubre de 1936. Sin intereses.

Kleinwort, Sons & Co. El banco inglés otorgó un crédito de 800.000 libras con una remuneración del 4% anual el 15 de septiembre de 1937. Apenas un mes después, la misma entidad concedió otro crédito de hasta 1.500.000 libras esterlinas con un interés del 3% anual.

Société de Banque Suisse. Concedió otro crédito de hasta un millón de libras esterlinas el 20 de octubre de 1938. 

Caixa Geral de Depósitos. La entidad bancaria portuguesa concedió un crédito hasta el límite de 50 millones de escudos portugueses el 28 de febrero de 1939 con un interés del 4% anual. 

Consorcio bancos italianos. Independientemente de la ayuda prestada por el Estado italiano, un consorcio de bancos italianos que presidía el Banco de Italia, con la colaboración de los bancos Hispano Americano y Español de Crédito puso a disposición de los sublevados un crédito de hasta 125 millones de liras el 20 de noviembre de 1937 alcanzando un total de 300 millones de liras en 1939. 
El endeudamiento exterior como fórmula de financiación de la guerra fue una importante fuente de recursos para el bando de los militares sublevados, pero apenas contribuyó a las finanzas de la República. 
La  primera operación conocida de financiación exterior de la República se hizo en julio de 1938, fecha en que se intentó colocar en el mercado una emisión de obligaciones al 3,5%. "Una operación que no tuvo éxito por la negativa de la banca internacional a facilitar ese apoyo", escribe el autor, que añade que también tuvo mucho que ver con esa negativa, sin duda, el miedo del capitalismo internacional a apoyar a lo que podía desembocar en una "república bolchevique". 
El historiador inglés Hugh Thomas señaló a este respecto: "Los grandes financieros de Europa y América no sólo esperaban una victoria de los nacionalistas, sino que además la deseaban". La República tuvo, por tanto, prácticamente imposible acudir al exterior en busca de créditos o ayudas. De hecho, algunos grandes bancos extranjeros boicotearon y ralentizaron sus operaciones financieras.
La obra aporta varios ejemplos de boicot de la banca a la República. 
Entre ellos figuran los británicos Midlang Bank; Barclays, que llegó a justificarse en la "política de la monarquía" inglesa para boicotear a la República; el Martin's Bank o el British Overseas Bank; entre los estadounidenses: Chase, Guarantee Trust o Amalgamted Bank. "
Así pues, la República no pudo servirse de Wall Street, ni de la City de Londres, porque desde el principio de la guerra ambos mercados le fueron abiertamente hostiles, a pesar de que había cumplido rigurosamente con todas sus obligaciones financieras internacionales", señala el autor José Ángel Sánchez.
La venta del oro del Banco de España. 
Negado el crédito internacional, la principal fuente de financiación de la República partió de las reservas de oro que había en el Banco de España, con sede en Madrid. 
Según los cálculos del historiador Ángel Viñas, el 18 de julio de 1936 el Banco de España poseía 708 toneladas de oro fino, de las cuales 638 se conservaban en Madrid, 53 en en la sucursal de Mont de Marsan del Banco de Francia y el resto en manos de corresponsales. El valor en dólares era de 718 millones, lo que excluida la URSS, colocaba a España en cuarto lugar en el ranking de los países occidentales, en relación con el volumen de sus reservas, detrás de Estados Unidos, Francia y Reino Unido. 
Desde el 18 de julio y hasta enero de 1937, el Banco de España había suscrito con el Tesoro nueve convenio de préstamo por un total de 290 millones de pesetas valor nominal oro. Estos convenios de préstamos se habían traducido en 12 operaciones de venta de oro amonedado o en barras por un total de 580 millones de pesetas valor nominal oro, lo que equivalían a 168,4 toneladas de oro fino. 
Todas con destino al Banco de Francia. La contrapartida en divisas que recibió España por la venta de oro ascendió a 3.922 millones de francos. 
El 6 de octubre de 1936 un acuerdo del Consejo de Ministros autorizó al presidente del Gobierno, Largo Caballero, y al ministro de Hacienda, Negrín, a trasladar el oro "fuera del territorio patrio". El 25 de octubre, 7.800 cajas conteniendo 510 toneladas de oro fueron embarcadas rumbo a Odessa y luego trasladas por tren hasta Moscú, donde se formalizó la entrega. Se depositó el oro español en Rusia fue el Depósito de Metales Precioso del Estado del Comisariado del Pueblo en la Hacienda.

La justificación al traslado fue la incapacidad de la República de obtener armas en el mercado internacional y la negativa de ayuda de las potencias occidentales. 
Al iniciarse la Guerra Civil el Gobierno republicano contaba con el 47% del ejército, el 65% de la aviación y la marina, el 51% de la Guardia Civil, el 65% de los Carabineros, más del 70% de la Guardia de Asalto y el 59% de la población. Pero la importancia de estas cifras comenzaron a perder fuerza cuando empezaron a llegar noticias de Roma y de Berlín sobre la posición que podían adoptar los Gobiernos italiano y alemán.

El mismo 19 julio el presidente Giral remitió un telegrama al presidente francés, Blum, solicitando urgentemente armas. Pero la ayuda de Francia fue parcial y clandestina. 
Gran Bretaña, indirecta o directamente, dice el autor, ayudó a la caída de la República. 
México, por el contrario, la apoyó. No se adhirió al pacto de no intervención y a pesar de sus limitados recursos, el general Lázaro Cárcenas envió a los republicanos 20.000 fusiles máuser, 20 millones de cartuchos y diversas vituallas. 
Pero al final tuvo que ser la URSS el principal proveedor de armas. 
Con el oro ya en Moscú, se pagaron los armamentos y el material bélico que se suministraron, en una operación puramente comercial, a España. 
También con cargo a ese oro se pagaron, entre otras partidas, los suministros de material y armas procedentes de terceros países, la ayuda para crear en España una industria bélica, los salarios del personal que luchaba o trabajaba en España, los subsidios y las pensiones a las familias de los caídos y el adiestramiento en la Unión Soviética de especialistas para el ejército popular. 
Hasta que el oro se agotó, y con él la práctica totalidad de la posibilidad de financiarse de la República. 
"En resumen, de las 638 toneladas de oro fino disponibles en Madrid a 18 de julio de 1936, más de dos terceras partes se enviaron a Rusia y fueron adquiridos por el Gosbank. La mayor parte del tercio restante se vendió en Francia. En conjunto la República ingresó más de 600 millones de dólares", escribe el autor. 
La investigación de Ángel Viñas al respecto confirmó que la República había gastado absolutamente todo el oro disponible, por lo que en la URSS, primero, y después en Rusia, no quedaba ni un lingote español. Su investigación concluía que en Rusia no quedaba oro español, que los rusos no parece que estafaran a España, pero que cobraron por todos los servicios y que el oro se vendió en Moscú, pero sólo una parte se gastó en la URSS, en la medida en la que millones de dólares se transfirieron a París.

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