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sábado, 13 de febrero de 2016

¿No entienden la sátira carnavalera y el contexto o se hacen los tontos?

#TITRE

Titiriteros encarcelados: ¿No entienden la sátira carnavalera y el contexto o se hacen los tontos?

Domingo.7 de febrero de 2016 
Hacia una sociedad hipercensurada e hiperreprimida.
Titiriteros e iniciativa política. O cómo se perderá el Ayuntamiento de Madrid
Por Emmanuel Rodríguez
Multitud de niños se arremolinan ante un espectáculo de cahiporras y bolas de trapo. Son títeres y según la tradición medieval hay buenos, malos, golpes y parodias de todo tipo. Es Carnaval ese momento donde hasta hace unos años el orden, y con ello nuestra particular y ramplona versión de lo “polítcamente correcto”, quedaba en suspenso.
Los niños son vigilados atentamente por unas decenas de padres. 
La obra toma un curso que a algunos disgusta. En vez de una bruja o un ogro, quien resulta ahorcado es una autoridad, y en vez de restituir no se sabe bien que armonía medieval se invita a ocupar y a pinchar suministros cuando no se tiene vivienda. 
Un poco más al Sur, se escuchan estos días chirigotas bastante más ofensivas, y por cierto también para “todos los públicos”. Lo que para algunos papis colma el vaso es que al final de la obra aparece una pancarta con el rótulo “Gora Alka-Eta”. 
La pancarta era puesta por una bola de trapo que representaba a un policía, al lado de otra bola de trapo que representaba a un activista. Con ello los actores del teatrillo querían a hacer una denuncia explícita de una práctica policial no tan inhabitual: la incriminación de todo lo que huela a radical poniéndole el sanbenito de terrorista. Véanse los largos años de gobierno-oposición del PP, o las operaciones Piñata y Pandora.
Para algunos papis y mamis, la palabra ETA traspasa la frontera de lo tolerable. Pero en lugar de coger a su nene y marcharse a comprar unos churros o unas castañas para pasar el disgusto, deciden afirmarse como ciudadanos vigilantes. 
Llaman a la policía. Aparecen las fuerza de orden y recogen la denuncia de los padres: “enaltecimiento del terrorismo”, con todas las letras (nivelón). Quizás sea la primera vez, desde los tiempos del Generalísimo, que se llevan a alguien por representar unos títeres de cachiporra. Algún día habrá que preguntarse que significa ser papi-mami en los comienzos del siglo XXI. Seguramente nada bueno para la psicología y la personalidad de sus vástagos.
Lo mejor sucede a partir de ese momento. 
El periódico prototipo de seriedad informativa e imparcialidad, El País recoge la noticia sin contexto alguno. Simplemente escribe que en la obra aparece la pancarta “Gora Alka-Eta”. 
Le sigue ABC que añade que el “alka” no tiene significado en euskera pero que podría ser una referencia a Al-Qaeda. El “círculo del mal” se cierra. 
Después, El Español en su primer titular escribe sobre la detención de dos “títeres”, metáfora no querida de una astracanada: los detenidos (nótese bien) serían dos bolas de trapo. 
Las apuestas se elevan. El lobby neocon, la ahora llamada “caverna”, se pone en marcha. Y consigue que “Gora ETA” sea Trending Topic en twitter. Paradojas del momento presente.
No se pierdan el final. El Ayuntamiento, por su parte, en lugar de defender que se trata de una obra de ficción y denunciar el abuso de las detenciones (algo inaceptable en todo caso), se asusta. Estamos demasiado aburridos de los sustos de este Ayuntamiento. 
Y emite una nota de “retratacción” en la que aparte de pedir perdón, se suma a no se sabe bien que acusación: ¿daño moral a menores por una obra de mayores? 
Afortunadamente retira después la nota, parece que va a primar el sentido común, y todo va a quedar en una rescisión de contrato.
En apenas unas horas, hemos asistido a una típica guerra cultural saldada con notable daño para el Ayuntamiento y poco esfuerzo para los media neocon. 
Hoy por hoy, para aguirristas y losantianos nada resulta más fácil que aprovechar los nimios motivos de las “cultural wars” (unos tweets, unas tetas, una placa, unas bolas de trapo) para poner contra las cuerdas a un consistorio achantado y sin iniciativa. 
Sobra decir, que su contraparte, Carmena al frente, piensa que basta con cuatro pildoritas y ocurrencias progres para contentar a la audiencia.
Mientras, el tiempo pasa. La auditoría de la deuda se realiza a cuentagotas. Los avances en materia de vivienda apenas pasan de lo cosmético. Las remunicipalizaciones se esfuman de la agenda. Se aceptan las operaciones Mahou-Calderón, Canalejas, y a buen seguro tramos del macro proyecto Chamartín. En definitiva, se cede progresivamente en todo lo que haya que ceder frente a los chantajes más evidentes de la oligarquía política y económica.
Conclusión: hegemonía cultural no es gustar a todo el mundo. 
No es tirar, de nuevo, de imaginario progre y esperar a que la atmósfera cambie para realizar las reformas prometidas por el “Ayuntamiento del cambio”. Hegemonía es crear condiciones materiales capaces de sostener y apoyar transformaciones reales. 
Consiste en crear adhesiones a través de la remunicipalización de servicios, la democratización efectiva de la institución y la apertura de la discusión pública de todo aquello que tenga relevancia en la vida del ayuntamiento. 
Y consiste también en poner en la picota por corrupción, prevaricación y nepotismo a la clase política madrileña y sus empresarios aliados que han gobernado el ayuntamiento durante 25 años. Caso de no asumir estas reformas y la confrontación que ello conlleva, ese mismo enfrentamiento tomará los ropajes “culturales” que hoy conocemos. 
Es una batalla perdida. Estamos ante verdaderos especialistas de la guerra cultural: una nueva derecha (neocon) que ha practicado y teorizado activamente las fórmulas y los resultados de este tipo de conflicto. 
Y así tras una larga secuencia de escándalos artificiales y un largo rosario de cadáveres políticos, a la postre lo que se perderá es la oportunidad de cambiar el gobierno (real) de Madrid.

Función de títeres desde abajo: no apta para adultos.
Acratosaurio rex
Ya metieron en prisión a dos titiriteros por apología del terrorismo. Sin fianza. A esperar juicio. Comenté que si el juez tenía dos dedos de luces mandaría el expediente al triturador de documentos. Pero no. Ha resultado estar de guardia un juez que no ha respondido a mi perfil. Un reiteración en la gravedad del hecho y que los destinatarios eran niños, o algo así menciona para mandar a la trena a dos artistas de relieve.
  Vamos a analizar. La acusación es apología del terrorismo. Se insiste por un lado, en que los niños no están capacitados para recibir mensajes políticos complejos. Si no los entienden, ¿qué problema hay? Y si los entienden, es de imbéciles pensar que porque vean una pancarta que pone ¡Viva Alkaeta!, vayan a sentir el irrefrenable deseo de coger una bomba e inmolarse en un autobús lleno de ancianos. 
  Por otro lado, insisten otros que la obra no puede ser dirigida al público infantil. A ver, ¿cuántos de los presentes se han entretenido con sus hijos y nietos en ver, por mencionar series de dibus, Hora de Aventuras, Historias Corrientes, Shin Chan, Los Simpsons, South Park (1)… Los niños se desviven por ver esas series, las entienden tan bien como la alineación del Atletic de Bilbao. Los niños no son tontos, hay que decirlo bien claro. 
  La obra –que dicen que es apología del terrorismo–, es una obra de títeres, con su violencia simbólica, que denuncia el Poder. El Poder del empresario, que viola a la bruja dejándola embarazada. El propietario muere en la lucha. El poder de la Iglesia, pues tras el parto una monja intenta robar al bebé. La monja muere en el intento. El poder de la policía, que golpea a la bruja, y le ponen una pancarta ultracutre que pone Gora Alkaeta para incriminarla. Y el Poder judicial, porque la bruja va a juicio, el juez la condena a muerte, pero la bruja convence al juez para que se ahorque él mismo.
  Le he contado el cuento a mis nietas de entre cinco y nueve años), y a todas les ha parecido bien. Elenita me ha preguntado inocentemente si el policía no muere también, y le he tenido que responder que no lo sé, ya que todo es ficción y solo podemos imaginarlo. Les he contado lo que ha hecho el juez con los titiriteros, y les ha parecido fatal. A todas. 
Después han merendado y no he percibido en ningún modo malas vibraciones, ahora están las niñas con sus amiguitas bailando coreografías al ritmo de Sweet California y Kate Perry. 
Así que mi pregunta es… ¿No debería alguien haberles preguntado a los niños que vieron los títeres, qué les pareció el espectáculo?
  Pero claro, los niños no tienen problema. 
El problema es de los adultos que se horrorizan cuando sin vaselina les meten por delante los horrores del día a día, y que se pondrían histéricos viendo cómo sus hijos e hijas aplaudían la muerte del propietario. 
Así que pienso que sí, que esta obra debería ser preferentemente emitida en horario infantil.
  No apta para mayores. Lo que es de uno es de todos, los que es de todos es de nadie, los que es de nadie es de uno.  

Las marionetas son de trapo, y lo sabéis

Resulta llamativo que algunos profesionales del periodismo a los que se les llena la boca con la libertad de expresión defiendan mantener entre rejas a dos artistas por un relato de ficción
Algunos párrafos del auto del juez parecen un anexo de 1984 de Orwell. Siguiendo la máxima de algunos acusadores, deberíamos quemar la mitad de la literatura de este siglo
El actor que interpreta a Darth Vader, Javier Bardem o Anthony Hopkins han sido grandes malvados en films. Preparaos, podéis ser los siguientes. Entregaos
Los integrantes de Títeres desde Abajo, ahora encarcelados
Los integrantes de Títeres desde Abajo, ahora encarcelados
Sin duda un historiador del futuro incluiría lo ocurrido estos días en su relato para explicar bien esta época actual que estamos viviendo. 
La vieja guardia se aferra desesperada al inmovilismo y para ello no duda en aplicar severos castigos a participantes de una huelga (ocho años de cárcel por estar en un piquete), en meter en prisión a dos artistas por una obra de ficción o en introducir más leña en el fuego de cierta prensa parcial y propensa a los linchamientos.
La responsabilidad de un sector periodístico en este país es elevada. 
Se ha tergiversado a propósito el relato de una realidad, ocultando ciertos detalles, magnificando otros y criminalizando sin pudor alguno una obra de ficción, como si estuviéramos en una dictadura pura. 
Todo ello con un objetivo político claro y una irresponsabilidad social enorme, pues agitar una guerra cultural como esta, con argumentos tan zafios y antidemocráticos, solo provoca linchamiento, polarización, intransigencia e irraciocinio.
Resulta llamativo que algunos periodistas a los que se les llena la boca hablando de la libertad de expresión, los mismos que claman que la mejor ley de medios es la que no existe, los que consideran que nada de lo que ellos hacen debe estar regulado o sancionado, defiendan mantener entre rejas a dos artistas por  un relato de ficción.
La cobardía que hay en cierta prensa, parte de ella atrapada aún en un mátrixde servilismos y peloteos, ilustra bien este momento histórico, esta época de luz y de tinieblas en la que el invierno de la desesperación que diría Dickens no termina de irse y la primavera de la esperanza no termina de llegar.
Y ¿qué decir del auto del expolicía Moreno, ahora juez? Atención a este párrafo: 
“Se escenifican acciones violentas, tales como el ahorcamiento de un guiñol vestido de juez, el apuñalamiento de un policía [aquí pareciera que fuera un policía de verdad], la violación de una monja [de nuevo, no dice de un guiñol vestido de monja] y el apuñalamiento posterior con un crucifijo”.
La redacción es propia de un anexo de 1984 de Orwell. Si no fuera porque la situación es preocupante y trágica, el auto podría comercializarse como revista de humor en los quioscos. Los acusadores saben que las marionetas no son reales, pero hablan de ellas como si lo fueran.
Siguiendo los argumentos que ahora se airean, los mismos que se escandalizan y nos llaman etarras a quienes criticamos el arresto de los titiriteros, deberían retractarse de su apoyo a la revista Charlie Hebdo, tendrían que censurar cuentos como El lobo y los siete cabritillos o El traje del emperador (donde el pueblo se mofa de la autoridad porque va desnudo) o películas como Star Wars, donde matan a senadores.
También deberíamos quemar la mitad de la literatura y dramaturgia publicada en los últimos siglos, vetar los títeres de Lorca  o los de Jacinto Benavente, el Premio Nobel, quien en 1912 representó él mismo una obra de títeres en la que una marioneta golpeaba con la cachiporra a su hijo, a un negro, al boticario, a un policía cuando intenta detenerle, al juez, al verdugo y al demonio. Qué desvergonzado. Y nunca le metieron en la cárcel. 
Ya puestos, deberíamos volver a prohibir el Carnaval, como ya hizo el franquismo, por ser una fiesta pagana en la que se da rienda suelta a la risa, la transgresión y el disfraz.
En este asunto que ahora nos ocupa no estaría de más saber cuál fue el papel de la Brigada de Información policial mencionada en el auto judicial y cómo pudo transmitirse tan rápidamente entre políticos y prensa lo ocurrido en la obra y tras ella. 
Y, ante tal cúmulo de intransigencias, sería adecuado analizar por qué el Ayuntamiento de Madrid se dejó condicionar por discursos ultras que criminalizaban al Consistorio y a los titiriteros por el simple hecho de haber representado una obra de ficción que, en el peor de los casos, era inadecuada para un público infantil. 
Digo en el peor de los casos porque el género de los títeres es de por sí satírico, transgresor, denunciante y cuestionador de la autoridad. Y porque para violencia y mensajes subliminales, la de tantos dibujos animados y películas infantiles.
Con leyes tan represivas como las actuales, fruto de las reformas del Código Penal, hoy son los titiriteros y mañana podemos ser nosotros. Por ello urge una respuesta colectiva.
Dos titiriteros han pasado su quinta noche en la cárcel. En democracia, en el siglo XXI. Hay que ser muy ingenuo para creer que se puede pasar de puntillas ante ello. 
La vieja política se aferra desesperada a una situación que se deshace por insostenible, y por eso pretende ganar a través de una guerra cultural lo que no ha ganado en las urnas. 
Sabe que tiene todas las de perder cuando se habla de pobreza, de desigualdad, de precariedad, de la indefensión de los niños ante los desahucios, de los recortes en sanidad y educación que tanto daño hacen a menores y adultos. 
Y por ello busca conflicto en el único escenario donde puede ganarlo: en el escenario de la confrontación irracional, de la desinformación, de la gresca.
Admitir sus reglas de juego en un tablero tan sumamente absurdo como el del puritanismo, la censura y la desinformación es caer en una trampa mortal. Los conflictos, cuando existen, hay que afrontarlos, porque si no lo que empieza siendo un pequeño fuego puede terminar en un auténtico incendio. 
El mismo sector que legitima el maltrato e incluso la muerte de personas migrantes, el que defiende el desamparo de los niños migrantes, el que insulta a las familias víctimas de la dictadura, el que amenaza y defiende la impunidad, está tan desesperado que agita una burda trama para criminalizar al Ayuntamiento y a dos titiriteros.
Con leyes tan represivas como las actuales, fruto de las reformas del Código Penal, hoy son ellos y mañana podemos ser nosotros. Si la política se olvida de que hay vida fuera de sedes e instituciones, si opta por ponerse de lado en cuestiones como esta, estará cerrándose demasiadas puertas.
Urge pedagogía, valentía y discurso democrático. Expertos de la ONU ya advirtieron de que “tal como está redactada, la ley antiterrorista podría criminalizar conductas que no constituirían terrorismo y podría resultar entre otros en restricciones desproporcionadas al ejercicio de la libertad de expresión”. Aquí tenemos el ejemplo.
La responsabilidad es colectiva, y también depende de nosotros como ciudadanía. 
Cuando en el futuro escriban la historia de nuestro presente, ¿en qué lado querremos ser colocados? ¿En el de aquellos que miraron hacia otro parte? ¿O en el de quienes pidieron libertad porque la ficción no requiere ni cárcel ni fianza?
Si los titiriteros permanecen en prisión, ¿quiénes serán los siguientes? Darth Vader en La guerra de las galaxias, Javier Bardem en No es país para viejos, Anthony Hopkins en El silencio de los corderos o Juan Diego Botto enPlenilunio han sido grandes malvados. Preparaos actores, y los guionistas que crearon vuestros personajes. Entregaos. No opongáis resistencia.
Y ustedes, ciudadanos, permanezcan en alerta. Hay altavoces dispuestos a emplear cualquier arma para hacernos creer lo que no es. Infórmense muy bien antes de decidir callar y de concluir que preocuparse por el encarcelamiento de dos titiriteros no es asunto de todos.
Los problemas, cuando existen, deben ser abordados. Hagámoslo, de forma constructiva, valiente, solidaria. Hagámoslo todos juntos y aprovechemos semejante violación de la libertad de expresión para exigir, unidos -porque es mucho lo que nos une- democracia, sensatez, libertad.
hazte socio/socia

España: ¿Un país de pander-eta?

No ha ocurrido en Cuba, Venezuela ni Corea del Norte. 

Ha ocurrido en España. Un grupo de titiriteros ha sido encarcelado por la representación de una obra satírica al exponer una pancarta en la que estaba escrita “Gora Alka-eta”, en un juego de palabras entre las bandas terroristas de Al-Qaeda y ETA, cuyo objetivo no era ni mucho menos el enaltecimiento al terrorismo como expondremos mas abajo.

Bien esta obra teatral es basicamente una adaptación de una obra de Lorca (pulsa aquí para acceder a su contenido), que no sea quizá muy adecuada para los mas pequeños. 

Sin embargo, esto es culpa de los titiriteros encarcelados? Pues no. 

Lo dejan bien claro en su web, donde no se clasifica la obra como “espectáculo infantil”, sino que como “teatro popular”.


En todo caso la responsabilidad de que hubiese público infantil sería del ayuntamiento y no de la compañía al catalogarla como apta para tódolos públicos.

Ahondando un poco más en el contenido de la obra, esta está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rigen la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. 

La bruja está en su casa e irrumpe en la obra un personaje descrito como “El Propietario” que se cree legitimo poseedor de esa casa y se aprovecha de su situación para violar a la bruja. Esta intenta resistirse y finalmente es quien de matar al propietario. Sin embargo, fruto de esa situación tiene un hijo. 

Tras el nacimiento de ese niño una monja (que encarna la religión y mediante la cual es probable que los autores quisiesen hacer una crítica al robo de niños) quiere quedarse con el niño. 

La monja encuentra resistencia en la bruja quien la asesina.

En ese momento aparece la Policía (mediante la cual los autores pretenden personificar la represión y la fuerza del estado) que golpea a la bruja de forma violenta y la deja en el suelo inconsciente. 

Para cubrirse las espaldas los policías colocan sobre la bruja un cartel que decía “Gora Alka-Eta” para culpabilizarla de enaltecimiento al terrorismo. 

Fruto de esta situación surge el último de los personajes con relevancia (el juez) que intenta ajusticiar a la bruja y ahorcarla. Sin embargo el juez peca de incauto y la bruja en un arranque de ira ahorca al juez.

Al presenciar el cartel que decía “Gora Alka-Eta”  muchos padres que acompañaban a los niños montan en cólera y avisan a la Policía, sin contextualizar la situación en absoluto. Los policías intervienen y detienen a los miembros de la compañía “Títeres Desde Abajo”.

En este momento la noticia corre como la pólvora en twitter y los medios de comunicación. La guinda al pastel la pone la fiscalía de Madrid que estudia tomar acciones legales contra el ayuntamiento, y la Audiencia Nacional que ha enviado a los titiriteros a prisión.

Algo totalmente fuera de lugar. Acusar a los titiriteros de apología al terrorismo es como acusar a Dani Rovira de Abertzale peligroso por su actuación en “8 Apellidos Vascos”.

Por suerte ha habido muestras de apoyo a los miembros de la compañía. Algunos de los más sonados, los de Colau y los de Garzón. 

Aunque los que hay que destacar son los de sus colegas de profesión Willy Toledo (a través de las redes sociales) o Juan Diego Botto en la gala de los Goya, donde fue casi el único que expreso su apoyo a los detenidos.
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