Banqueros de Wall Street discuten abiertamente el próximo crac: “El sistema se está resquebrajando”
7 de octubre de 2015 —
En el momento en que el movimiento de LaRouche entra en movilización total para clausurar a Wall Street y retornar a la Ley Glass-Steagall antes de que golpee el crac, los banqueros de Wall Street y la City de Londres discuten ahora abiertamente el próximo crac… y entrando en pánico calladamente sobre cómo manejarlo.
El artículo principal de la edición del 3 al 9 de octubre de la revista Economist, la publicación bandera de los intereses financieros de la City de Londres, advierte que “el sistema se está resquebrajando” y hace un llamado a que se realicen todos los esfuerzos para apoyar la burbuja con más oleadas de impresión de dinero para los bancos, la mentada emisión cuantitativa, exactamente lo que advirtió Lyndon LaRouche era su intención.
Sin embargo el artículo se muestra preocupado de que esta política de rescates hiperinflacionario pudiera no funcionar como lo hizo en el 2008, porque el Congreso de EU pudiera mejor optar por imponer más regulaciones a los bancos, a pesar de que el artículo evita cautelosamente mencionar las palabras temidas: “Glass-Steagall”.
Un problema grave hoy, dice el Economist, “es la falta de apoyo para el sistema del dólar extraterritorial si enfrentara un a crisis.
En el 2008 y 2009 la Reserva salió al rescate con renuencia, actuando como prestamista de último recurso al ofrecer un billón de dólares de liquidez a los bancos extranjeros y bancos centrales. Las sumas involucradas en una crisis futura serían considerablemente mayores.
El mundo del dólar extraterritorial tiene casi el doble del tamaño que tenía en el 2007. Para el 2020, podría ser tan grande como el sector bancario de Estados Unidos.
A partir del 2008 y 2009 el Congreso se muestra cada vez más cauteloso con los préstamos de emergencia de la Reserva.
Si se deja venir la próxima crisis, los planes de la Reserva Federal de emitir enormes líneas de permuta pudieran toparse con regulaciones o con resistencia del Congreso”.
El artículo del Economist concluye con que:
” Hay cosas que Estados Unidos puede hacer para asumir más responsabilidad; por ejemplo, mediante la creación de grandes líneas de permutas de emergencia con los bancos centrales.
Lo más probable es una fragmentación del sistema, ya que otros países optan por aislarse de las decisiones de la Reserva al abrazar los controles de capital. El dólar no tiene iguales. Pero el sistema que ancla se está resquebrajando”.
De igual manera, Antoine Gara en la revista Forbes escribió el 2 de octubre sobre el peligro de un nuevo estallido, en donde admite bastante inusualmente que el problema de fondo es la gigantesca acumulación de derivados sentada encima de las diversas burbujas de deudas nominales.
Gara revisa la crisis actual en Glencore, y trata de mantener la compostura argumentando que “la desintegración de Glencore no se va a convertir en la próxima crisis tipo Lehman Brothers”. También dice que se debe a que Glencore no tiene las exposiciones en derivados que tenía Lehman.
Pero, admite, “si Goldman Sachs, Morgan Stanley o cualquier otro gran banco de inversiones cayera en los predicamentos actuales de Glencore, habría buenas razones para estar preocupados sobre un Lehman 2.0.
Hay más de $600 billones en derivados OTC pendientes [derivados en mercados no regulados, pero que en realidad la cantidad es el doble de eso—ndr], un número mayor que antes de la crisis y muchos de esos contratos se siguen comercializando bilateralmente entre los bancos, vinculándose unos con otros”.
Gara concluye:
“Para algunos como JP Morgan, Bank of America, Citigroup,
Goldman Sachs y Morgan Stanley,
estos temas siguen siendo un tópico de vida o muerte.
( He aquí el tema.... Si caen éstos cae TODO el SIONISMO Armak)
En el último trimestre, cada una de las firmas reveló que tenían billones, si no es que decenas de billones en contratos con derivados OTC pendientes.
Ninguna cantidad elevada de capital retenido podría proteger a esas firmas si hubiera una quiebra desorganizada como la de Lehman”.
Origen: LaRouche Political Action Committee
La cumbre del FMI
deja serios avisos sobre una nueva crisis
El endeudamiento de los países emergentes y la desaceleración china concentran las inquietudes
Lagarde define el momento actual como una «nueva mediocridad» y pide soluciones audaces
EFE / ERNESTO ARIAS
Lagarde habla con el primer vicepresidente del FMI David Lipton, junto a otros asistentes a la reunión del Fondo y el Banco Mundial, en Lima.
La cumbre del FMI deja serios avisos sobre una nueva crisis
RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON
Domingo, 11 de octubre del 2015
Con su habitual desenvoltura, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recurrido estos días a toda clase de emblemas de la cultura peruana, desde su cocina a los poemas de César Vallejo, para transmitir una necesaria dosis de optimismo sobre el rumbo de la economía mundial.
«No diría que la situación es sombría», decía el jueves Christine Lagarde.
«La recuperación continúa, simplemente estamos diciendo que se desacelera en comparación a los años anteriores». Pero no es esa la sensación que han transmitido los informes de sus analistas. El dibujo es inquietante. Las señales sugieren que habrá que hilar muy fino para evitar una nueva crisis cuando los legados de la última todavía no se han ido.
Europa y Estados Unidosya no son el problema.
Las extraordinarias políticas monetarias adoptadas en ambos continentes para salir de la crisis contribuyeron a poner en marcha la recuperación, por más lenta que esté siendo, especialmente en una Europa obsesionada por los equilibrios presupuestarios.
Pero como ha reconocido estos días el FMI, ese mismo dinero barato sirvió para alimentar el boom de los mercados emergentes, que se beneficiaron de los precios astronómicos de las materias primas y el pantagruélico apetito de una China en construcción. Países y empresas se endeudaron, especialmente estas últimas.
Tanto en Brasil como en Malasia, en Turquía como en China.
De cuatro billones de dólares hace una década,
se ha pasado a una deuda corporativa de 18 billones, según los cálculos del Fondo. Buena parte de ella contraída en dólares.
«Los balances de muchas compañías y bancos en los mercados emergentes se han vuelto difícilmente sostenibles», advirtió esta semana el consejero financieron del FMI, José Viñals.
El español añadió que un paso en falso de las autoridades monetarias o alguna adversidad imprevista podría provocar «prolongadas turbulencias en los mercados que acaben estancando la recuperación mundial».
Los inversores extranjeros están nerviosos.
Conscientes de los riesgos que suponen esas burbujas en un contexto de frenazo de la economía mundial, desplome de las materias primas y aumento de los costes de financiación por la revalorización del dólar y la inminente subida de tipos de la Reserva Federal, se han disparado las salidas de capital de los mercados emergentes.
Por primera vez desde 1988,
según el Instituto de Finanzas Internacionales,
saldrá de ellos más dinero del que ha entrado.
«En esta reunión del FMI ha quedado muy claro que los riesgos para la economía mundial están aumentando», opinaba durante la asamblea, celebrada esta vez en Perú, el ministro británico de Economía, George Osborne.
Las previsiones se han rebajado dos décimas para este año y el siguiente.
La proyección para el 2015 es de un crecimiento del 3,1%, el ritmo más bajo desde el estallido de la crisis financiera. «Tanto en Europa como en Japón se puede hacer más desde el punto de vista de la demanda y reformas estructurales», afirmó el secretario del Tesoro de EE UU, Jack Lew. «La cuestión es si hay voluntad».
LA SITUACIÓN EN ESPAÑA
España es de los pocos países que ha salvado la cara estos días, con un crecimiento (3,1%) que doblaría el de la media de la eurozona, aunque perderá fuelle en 2016 y su producto interior bruto todavía no ha recuperado las cifras anteriores a la crisis.
También EEUU, Gran Bretaña y Corea e India tiran del carro, mientras Brasil y Rusia se hunden el la recesión, Japón sigue donde siempre y Francia y Alemania registran crecimientos anémicos que no superan el 1,5%.
Es la «nueva mediocridad» de la que ha hablado estos días Lagarde, para la que ha pedido «recetas innovadoras». O lo que economistas como Larry Summers llaman «estancamiento secular», la incapacidad del mundo industrializado de crecer a niveles satisfactorios incluso con políticas monetarias muy expansivas. Un estancamiento «que está empeorando a raíz de los problemas en los mercados emergentes, empezando por China».
El enfriamiento del gigante asiático y su devaluación del yuan en agosto ha sido, junto al endeudamiento de los emergentes y los riesgos de una precipitada subida de tipos de la Reserva Federal, el otro de los grandes temas de esta reunión del FMI, que ha vuelto a América Latina 48 años después.
«Yo les diría que no se preocupen», decía esta semana el vicegobernador del Banco Pupular de China, Yi Gang, para tranquilizar a sus colegas reunidos en Lima.
Una idea semejante a la que ha querido transmitir Lagarde.
La desaceleración es manejable y acabará siendo beneficiosa porque Beijing está en plena transición hacia un modelo económico más sostenible centrado en la demanda interna.
Pero el mundo entero lo está pagando.
Las exportaciones alemanas sufrieron en agosto la peor caída desde el 2009. Nadie está demasiado tranquilo. Ha vuelto la zozobra.
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