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lunes, 10 de febrero de 2014

#ARGENTINA MONOGRAFÍA DEUDA EXTERNA



MONOGRAFÍA DEUDA EXTERNA



INTEGRANTES:

·         CHRISTIAN DOMINGUEZ
·         NICOLE KATINAS



INTRODUCCIÓN



“[...] En ninguna otra parte el progreso ha sido tan drástico como en la Argen­tina, donde el resultado de las reformas económicas ha excedido las previsio­nes más
optimistas. En efecto, los déficit fiscales se convirtieron
en excedentes, la inflación cayó de cuatro dígitos a uno,
la inversión aumentó y miles de millones de dólares de
capital privado llegaron al país [...]. El panorama económico de este país ha sido transformado y un futuro
próspero ilumina el horizonte”
NICHOLAS BRADY, agosto de 1993

“La deuda pública será insignificante hacia fin de siglo”
DOMINGO CAVALLO, 1993

“La crisis argentina debería hacernos recordar la imperiosa necesidad de re­formar el sistema financiero mundial, y por una profunda reforma del FMI es por donde
deberíamos comenzar”
JOSEPH SITGLITZ, 2001

“Ayudas como las del FMI convierten a la Argentina en
un toxicómano”
MARK WEISBROT, 2001

“¿Por qué el dinero que yo pago de impuestos en Estados Unidos debería ir a la Argentina, si luego Duhalde y
los empresarios se lo llevan a Miami?”
RUDIGER DORNBUSCH, marzo de 2002

“Deben poner en marcha políticas económicas que aseguren que, cuando lle­gue la asistencia, produzca algo
bueno y no simplemente que se marche del país hacia
cuentas en bancos suizos”
PAUL O’NEILL, julio de 2002






Muchas personas adquieren préstamos para comprar bienes de consumo o de equipo, o una vivienda. Los países también lo hacen. Toman dinero prestado en los mercados de capitales o lo piden a instituciones financieras internacio­nales para pagar infraestructuras: carreteras, servicios públicos y centros de salud. Al igual que las personas, los países tienen que devolver el principal y los intereses de los préstamos que reciben. No obstante, hay diferencias im­portantes. Si una persona contrae un préstamo, recibe el dinero directamente y cuando lo devuelve lo hace conforme a las condiciones de ese préstamo. Pero si es un país el que adquiere el préstamo, a los ciudadanos no se les informa acerca del uso del mismo ni de las condiciones de su devolución. En la prác­tica, muchos Gobiernos han utilizado préstamos para proyectos que no cum­plen los requisitos mínimos de viabilidad social, ecológica o económica. Una segunda diferencia es que, cuando una empresa o persona no puede hacer frente a sus obligaciones financieras va a la quiebra. Entonces se nombra un tribunal encargado de evaluar la situación del deudor al que los bancos recono­cen la incapacidad de pagar la totalidad de su deuda. Sin embargo, los países no pueden pedir que se les declare en quiebra: no existen procedimientos ni árbitros a tal efecto. En el ámbito internacional son los acreedores y no un tri­bunal, quienes deciden si pedirán o no al país deudor que pague su deuda. La crisis de la deuda y su impacto en el Sur. La crisis como tal se pone de mani­fiesto en 1982, cuando México anuncia que no puede pagar su deuda externa, suscitando en la comunidad financiera internacional el temor a que otros países siguieran el mismo camino. No obstante, el antecedente más directo de esta crisis data de 1973, cuando los miembros de la Organización de Países Ex­portadores de Petróleo (OPEP) cuadruplicaron el precio del petróleo e invirtie­ron su excedente de dinero en bancos comerciales. Los bancos, en su bús­queda de inversiones para sus nuevos fondos, hicieron préstamos a países en desarrollo, sin valorar debidamente las peticiones a tal efecto o sin vigilar el modo en que se utilizaban los préstamos. De hecho, debido a la irresponsabili­dad, tanto de los acreedores como de los deudores, la mayor parte del dinero prestado se gastó en programas que no beneficiaban a los pobres: compra de armamento, proyectos de desarrollo a gran escala y/o proyectos privados que enriquecían a funcionarios públicos y a un reducido grupo de privilegiados. El impacto de la crisis de la deuda en el Sur no se hace esperar y sus costes son tanto sociales como financieros. Los países pobres altamente endeudados pre­sentan tasas de mortalidad infantil, enfermedad, analfabetismo y malnutrición más altas que otros países en desarrollo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Para seis de cada siete países pobres alta­mente endeudados de África, el pago del servicio de la deuda - se entiende, el principal más los intereses- representa más de la suma total de dinero necesa­rio para aliviar esta situación. Si invirtieran ese dinero en  desarrollo humano, tres millones de niños podrían superar los cinco años de edad y se evitarían un millón de casos de malnutrición (Informe sobre el desarrollo humano, 1997). En 1996, los países del Sur le debían al Norte más de dos billones de dólares, casi el doble que diez años antes. Por orden de importancia, las deudas están con­traídas con Estados, bancos comerciales e instituciones financieras multilate­rales. Cerca del 50% de los pagos anuales que efectúan los países del Sur se corresponden con intereses de la deuda. Desde el punto de vista financiero, el fuerte endeudamiento implica un alto riesgo para la comunidad internacional a la hora de invertir en un país. De esta forma, los países pobres están práctica­mente excluidos de los mercados financieros internacionales. El PNUD estima que en la década de 1980 los tipos de interés para los países pobres fueron cuatro veces más altos que para los países ricos, debido a su menor grado de solvencia y a las previsiones de una depreciación de la moneda nacional. Los países muy endeudados sufren enormes presiones para obtener divisas desti­nadas a pagar el servicio de su deuda y comprar productos esenciales de im­portación. Las Instituciones Financieras Internacionales ofrecen a menudo asistencia financiera a países que se encuentran en esta situación y utilizan su influencia para obligarlos a aceptar políticas de ajuste estructural y de estabili­zación. Aunque su fin es el de estabilizar las economías en crisis e impulsar su crecimiento, haciéndolas más competitivas, la auténtica realidad es que las po­líticas de ajuste provocan en su aplicación efectos muy negativos para la po­blación de los países más endeudados: Recorte de los gastos sociales (salud, educación, bienestar, etc.) ya que se pretende reducir el déficit público. Cierre de numerosas empresas locales que no pueden competir con las multinacio­nales extranjeras. Reducción de las plantillas de las empresas públicas. Mu­chos de los trabajadores son despedidos como consecuencia del recorte pre­supuestario. Las inversiones llegan con cuentagotas de manera que el creci­miento del empleo se produce de manera más lenta de lo anunciado. También se ve perjudicado el medio ambiente ya que estas políticas llevan aparejada la necesidad de aumentar las exportaciones que en muchos países dependen de la explotación indiscriminada de recursos naturales como la madera, los mine­rales o un único producto agrícola. La deuda externa es la manifestación más dramática de la situación de subordinación en la que viven las economías de los países del Sur dentro de la estructura económica internacional. Mientras el crecimiento macroeconómico de los países más ricos y de algunas naciones emergentes alcanza cotas muy elevadas, una buena parte del mundo en vías de desarrollo pasa por una situación humana catastrófica. Las injusticias que genera el sistema económico mundial, que maximiza el beneficio de los que más tienen, abren una gran brecha entre éstos y los que quedan excluidos de los procesos de crecimiento, las mejoras en el nivel de vida y el incremento de los ingresos. El sistema financiero internacional excluye de la inversión privada a decenas de países y millones de personas. La justificación reside en que no reúnen las condiciones idóneas que demandan los inversores. Las desigualda­des también están creciendo al interior de los propios países empobrecidos. Quebrar esta tendencia depende, no sólo de la voluntad política de los máxi­mos organismos de poder, sino también de la determinación de la ciudadanía para convertirse en protagonista del cambio.
¿Para qué sirve? La D.E. es un instrumento que un país utiliza para crecer en base a un plan programado, estudiado, discutido y aprobado por el Congreso. O sea que la finalidad de endeudarse es la de generar riqueza a través de cré­ditos internacionales para el bienestar de los ciudadanos.
Pero desde los albores de nuestra Historia, las deudas que se originaron no honraron precisamente a quienes en nombre del pueblo la contrajeron.
La deuda externa son todas las deudas de un país en materia de finanzas pu­blicas a entidades bancarias mundiales que se realizan durante periodos difíci­les con grandes problemáticas que no pueden ser solventadas debido a la falta de recursos en el sector publico es entonces cuando los países especialmente los del tercer mundo como todos los países latinos recurren a instancias inter­nacionales sumamente capitalistas como el banco mundial a fin de obtener prestamos sin embargo estos acuerdos han sumado a los países en una de las mas miserables pobrezas debido a las pretensiones e injusticias mercantiles que imponen estas instancias con el propósito de afianzar su dominio sobre nuestra Sudamérica tal es el caso de México, Argentina y Perú los mas afecta­dos.
Desde comienzos de los años ochenta, la deuda externa ha sido para la Ar­gentina uno de sus principales problemas econó-
micos. Independientemente
 del peso que pueda atribuírsele, es
evidente que la magnitud que ha asumido el endeudamiento
representa una considerable restricción para el desarrollo de una
política económica que supere las crecientes condiciones de
desindustrialización, desempleo y pobreza por las que atraviesa
la Argentina. Tras el derrumbe del régimen de convertibilidad, la
deuda ha llegado a representar aproximadamente el equivalente
al producto bruto de la Argentina, y si se la quisiera cancelar sería
necesario insumir más de 5 años de exportaciones o el equivalente a 14 años de recaudación tributaria. En otras palabras, la deuda
externa ya no es sólo un obstáculo para el desarrollo sino también
una carga imposible de afrontar en las condiciones actuales.
Sin embargo, esta consideración no debe obviar el papel que
ha tenido el endeudamiento en el funcionamiento integral de la
economía argentina y, particularmente, en la acumulación y en
la reproducción del capital de los sectores más concentrados
caracterizadas por la preeminencia de la valorización financiera. En otras pala­bras, y tal como se intenta mostrar a lo largo del
estudio, el problema de la deuda externa no se limita a una cuestión mera­mente financiera sino que se relaciona estrechamente
con las características que ha asumido el capitalismo argentino
a partir de la última dictadura militar y de las pautas que han
tendido a consolidarse durante la década pasada.
El negocio del endeudamiento externo consistía, esencialmente, en aprovechar el diferencial existente entre las tasas de interés locales e internacionales. De este modo, las divisas ingresaban
al país, se cambiaban al apreciado tipo de cambio vigente y se
colocaban en el mercado

 financiero local, operatoria que arrojaba cuantiosas ganancias (que, en su gran mayoría, posteriormente se remitían al exterior). A diferencia de otros países de la
región, que destinaron parte del endeudamiento externo a profundizar sus pro­cesos de industrialización, en la Argentina se inició una etapa en la que la forma predominante de acumulación fue, y aún es, la valorización financiera ligada a la
desindustrialización, a la centralización del capital y a la concentración de la producción y del ingreso.




DESARROLLO



BARING BROTHERS






Y si no veamos que ya en 1824 se originaba una deuda «fraudulenta», con­traída por el Gobierno de Bernardino Rivadavia con la Banca Baring Brothers y ejecutada por el Banco de descuento de Buenos Aires que estaba controlado por comerciantes ingleses. El Gobierno entonces contrató un empréstito con dicha firma por un millón de esterlinas. Una fortuna para ese entonces. El em­préstito se contrataba con el objetivo de crear pueblos, en la frontera con el indio, fundar un Banco Nacional, construir una red de agua y un puerto. Los gestores de entonces fueron Braulio Costa, Félix Castro, Juan Pablo Sáenz Valiente y otros, que se llevaron nada menos que 120.000 libras de «comi­sión». Pero solo llegó a Buenos Aires la suma de 570.000 libras, la mayoría en letras de cambio, sobre casas comerciales británicas. Pero la deuda se asumía por 1.000.000 de libras. El dinero no se destinó como estaba previsto a obras públicas. Se esfumó en gastos improductivos. Para 1904 cuando se terminó de pagar la totalidad de la deuda, la Argentina había abonado a la casa Baring Brothers la suma de $ 23.734.766.

Gustavo Marangoni, analizó la historia de la deuda externa argentina, en su columna habitual de los lunes, en Rápido y curioso, el programa que conduce Alejandro Fantino por Radio Rivadavia.

Explicó que la primera vez que Argentina tomó un préstamo externo fue en 1822, por 1 millón de libras -que en ese momento representaban a 5 millones de pesos-, que se iban a destinar para la construcción de un puerto, tres ciuda­des nuevas y la red urbana de agua corriente.
Sin embargo, de ese millón de libras se descontaron las utilidades y la suma que verdaderamente llegó desde Inglaterra hasta acá —que fue el famoso préstamo de la Baring Brothers— fue solamente de 22.000 libras, que final­mente se usaron para financiar la guerra con el Brasil.

Agregó que la misma se terminó de pagar recién en 1904, y por un monto 12 veces superior al importe contraído.

El primer empréstito (Préstamo que se hace al estado) tuvo comienzo durante el gobierno de Bernardino Rivadavia. Ésta préstamo fue de parte de la banca Baring (compañía bancaria comercial), que fue de un millón de libras esterlinas. 

Por supuesto que no llegó todo; ya que los ingleses se descontaron por antici­pado los intereses y sólo llegó una parte. Tampoco se usó la plata para lo que estaba previsto aquel empréstito. 

El general José de San Martín criticó dura­mente la decisión de comenzar a endeudar el país.

La otra deuda más grande de la Argentina fue de dos millones y medio de li­bras esterlinas que sólo llegaron un millón ochocientas mil libras esterlinas. Se utilizó para financiar la guerra contra el pueblo paraguayo. 

Estas dos deudas no se terminaron de pagar hasta ya entrado el siglo XX.



FONDO MONETARIO INTERNACIONAL

Aparece el FMI

El Fondo Monetario Internacional aparece para intervenir entre la banca inter­nacional y los gobiernos, para muchos es para estafar a los pueblos y nacio­nes. 

Perón tampoco lo aceptó hasta que en 1957 ingresa al sistema. Es una estrategia para el sometimiento futuro de los países pobres por los desarrolla­dos.

¿Qué es el FMI y el banco mundial?

Son organismos internacionales, que con una apariencia de neutralidad tecno­crática supervisan a los países deudores, una especie de policía económica que en realidad está manejada por la banca internacional. 

También ellos son acreedores por préstamos que han servido para financiar “monumentos a la corrupción” como la obra de Yacyretá (del Banco Mundial) o “salvatajes finan­cieros” (del FMI) que siempre terminan en manos de banqueros y especulado­res, y no del pueblo que los necesita.

¿Para qué fue creado?

El Fondo Monetario Internacional fue creado mediante un tratado internacional en 1945 para contribuir al estímulo del buen funcionamiento de la economía mundial. 

Con sede en Washington, el gobierno del FMI son los 184 países miembros, casi la totalidad del mundo. 

El FMI es la institución central del sis­tema monetario internacional, es decir, el sistema de pagos internacionales y tipos de cambio de las monedas nacionales que permite la actividad económica entre los países.

Sus fines son evitar las crisis en el sistema, alentando a los países a adoptar medidas de política económica bien fundadas; como su nombre lo indica, la institución es también un fondo al que los países miembros que necesiten fi­nanciamiento temporal pueden recurrir para superar los problemas de balanza de pagos.


PRESIDENCIA DE PERÓN- GOBIERNO DE FACTO

Sólo en 1952, durante la presidencia de Perón, terminó transitoriamente la his­toria de endeudamiento, y la Argentina pasó a ser acreedora internacional, gra­cias al “pago de $13 millones de la época.  Sin embargo, después de la Revo­lución Libertadora –es decir, el golpe de Estado que termina con la Presidencia de Perón-, nuestro país se asoció al Fondo Monetario Internacional, retomando su proceso de endeudamiento que va tener un rápido recrudecimiento a partir de 1976”.

Como ven desde el inicio de nuestra Historia la especulación y la usura finan­ciera formaron parte indisoluble de nuestro «ser nacional». Para comprender la génesis de la deuda externa «moderna» es necesario mencionar que entre 1973 y 1978 la acción de los países productores de petróleo llevó a un abrupto aumento de su precio mundial y comenzaron a hacer depósitos masivos en los bancos de origen norteamericanos.

Entonces comenzó un aluvión de créditos entre 1978 y 1980, en la que Amé­rica latina incrementó su deuda de U$ 27.000 millones a 231.000 millones lo que implicaba un pago anual de U$ 19.000 millones. Para esto los banqueros impusieron duros términos a los países tomadores de crédito, como recortes presupuestarios, disminución en gastos en salud, educación y acción social. Todo con el objeto de pagar los intereses usurarios a los nuevos «vampiros financieros del siglo XX».

En nuestro país cuando la patética Isabel Perón es eyectada del poder, nuestro país tenía una deuda externa de apenas U$ 6.543 millones. Pero cuando en 1983 la «dictadura» entregó el poder esta deuda ascendía a U$ 46.000 millo­nes. ¿Qué había pasado? Que había entrado en acción un hombre responsa­ble del «genocidio» económico de nuestro país: José Alfredo Martínez de Hoz. Dice que la Argentina debe endeudarse para tecnificar el país. Él y Guillermo Walter Klein, estipulan mensualmente la cantidad de dinero y destino de los préstamos.

También interviene otro siniestro personaje que todavía anda dando vuelta, Domingo Felipe Cavallo que como presidente del Banco Central estatiza la deuda privada de cientos de empresas que estaban endeudadas en dólares se la pasan al Estado, o sea a los trabajadores. Son cerca de U$ 14.000 millones que sumados al empréstito inicial, se llega al monto de U$ 40.000 millones.
Machinea que luego estará en el gobierno de Alfonsín es el que hace los pa­garé de la deuda privada. Lo más triste de esto es que gran parte de la deuda estatizada era «auto préstamo». Que se hacía la misma empresa con dinero que tenía en bancos exteriores. Una verdadera estafa.
Las empresas, más importantes eran Techint, BGH, Sideco, Fate y otras no menos importantes. Después veremos por qué se detuvo la investigación de esta estafa.
El gobierno de la dictadura dejó un país hipotecado con una deuda de cuarenta y cinco mil millones de dólares. La mitad es deuda privada: son veintitrés mil millones que dicen deber bancos extranjeros radicados en el país; como por ejemplo: Banco de Londres, Banco Español, Banco Francés, Banco Rió, etc.), y multinacionales como Fiat, BMW, Mercedes Benz, Esso, etc.), y grupos em­presariales locales, como por ejemplo: Macri Techint, Celulosa y otras.
Una descomunal deuda privada que un alto funcionario de la dictadura militar, Domingo Cavallo, le pasaba al Estado. Convertido en súper ministro de eco­nomía de los gobiernos de Ménen y de la Rúa, sería responsable del creci­miento de la deuda y de los mayores despojos que sufriera el pueblo argentino.
Brasil ha logrado incorporar tecnología e insertarse en el mercado internacio­nal, otros países como Argentina pidieron dinero con tal irracionalidad que solo logró arruinarse.
Cómo se originó la deuda externa:
-A partir de 1976: Las empresas privadas son alentadas a tomar créditos inter­nacionales.
-1978: Gobierno de Videla: El mundo vive en la era de los petrodólares. Los bancos internacionales ofrecen créditos fáciles a tasas bajas. Comienza el gran endeudamiento del Estado argentino
-En 1980: Se inicia el fenómeno de convertir deuda internacional de empresas privadas en deuda del Estado.
Durante la dictadura militar, mediante una fraudulenta uvo fuga de las divisas que ingresaron al país como préstamos, con el supuesto objeto de constituir reservas en el Banco Central. La fuga de capitales se produjo entre 1980 y 1983, mediante una quiebra masiva de bancos y financieras, y mediante un mecanismo denominado “seguro de cambio”, que garantizaba el precio futuro de las divisas, pese la enorme inflación existente.
A principios de 1976, cada habitante de Argentina debía al exterior 320 dólares; a fines de 1983, cuando los militares se fueron cada habitante pasó a deber 1.500 dólares (en otros términos: la deuda trepó de 8 mil a 45 mil millones).
¿En qué se fue el dinero?
1) Compra de armas (y pagar comisiones por la compra), según estimaciones del Banco Mundial, se emplearon 10.000 millones.
2) Cubrir deudas de empresas privadas, esta conversión es inaugurada por el ministro Sigaut.
Antes de entregar el poder a la democracia, Cavallo, Roberto Áleman, Dianella, Pastore, Sigot y Gonzalez Solar (presidente del banco central), deciden estati­zar la deuda privada de cientos de empresas. Cerca de 14.000 millones de dó­lares, que sumado a la deuda inicial se llega al monto de 40.000 millones.
Se hizo mediante un “seguro de cambio” que consistía en asegurarle a la deuda el valor del dólar al momento del pago de la deuda. Por ejemplo: si de­bía 10.000 dólares a un valor de $10 por dólar, cuando llegue el momento de abonarla, puede ser 3 años o más, el deudor solo abona los 10.000 a 10 pesos el dólar. La diferencia en caso de un aumento del dólar lo absorbe el estado, el pueblo. Es decir se transfirió la deuda privada a la sociedad Argentina.
Lo más triste de esto, es que gran parte de la deuda estatizada eran “auto-prestamos”, es decir prestamos que se hacia la misma empresa con dinero que tenia ahorrado en banco exteriores. El banco emisor del crédito era el testaferro de la empresa y el cómplice se esta estafa. Muchas empresas fueron descu­biertas como: FATE, SADE, algunas del grupo TECHINT, BGH, SIDECO. Pero se detuvo la investigación en el gobierno de Alfonsín, Mars, fue el que firmó esta decisión.

Las siguientes empresas se beneficiaron con la estatización:

AUTOPISTAS URBANAS

CELULOSA ARGENTINA

ACINDAR

BRIDAS

ALPARGATAS

SIDERCA

SEVEL

IMB

MERCEDES BENZ

ESSO

FIAT

FORD

PIRELLI

LOMA NEGRA

BANCOS DE ITALIA, RIO, FRANCES, LONDRES, GALICIA Y OTROS MAS









3) En cubrir las deudas de varias poderosas empresas privadas se nos fueron 5.000 millones: Esas empresas habían tomado préstamos en el exterior no la podian pagar y por imprevisión se encontraron de pronto en una situación deli­cada. El Estado salió al rescate. Entre las empresas aludidas se contaban: Celulosa Argentina (1.500 millones), Cogasco (1.350), Autopistas Urbanas (950), Pérez Companc (910), Acindar (650), Bridas (600), Banco de Italia (550), Alpargatas (470), Techint (350 millones). Lo más triste de esto, es que gran parte de la deuda estatizada eran “auto-prestamos”, es decir préstamos que se hacía la misma empresa con dinero que tenia ahorrado en bancos exteriores. El banco emisor del crédito era el testaferro de la empresa y el cómplice de esta estafa. Muchas empresas fueron descubiertas como: FATE, SADE, algu­nas del grupo TECHINT, BGH, SIDECO. Pero se detuvo la investigación en el gobierno de Alfonsín, Mars, fue el que firmó esta decisión.
¿Quiénes son los principales responsables de la deuda externa Argentina?
1976- Golpe Militar- Martínez de Hoz, flamante ministro de economía de la dictadura militar, cuyas políticas fueron las que dieron origen a la deuda ex­terna- Su plan era no responder a ningún modelo, no producir riqueza ni distri­buirla. Pero dicho plan no sirvió y llevo a la argentina a la decadencia.
Luego Domingo Cavallo estatizó la deuda, la refinanció, y finalmente privatizó y vendió todos los bienes de Argentina. Es uno de los principales responsables.
En Argentina hubo cuatro gobiernos que fueron democráticos y derrumbados por dictaduras, y ninguno contrajo deuda externa. Fueron Irigoyen, Perón, Ilia e Isabel Martínez.
En Argentina Hoz junto a Kleim y el FMI estipulan mensualmente la cantidad de dinero y destinos de los préstamos. El Fondo solo lleva el control del endeuda­miento y daba seguridad a los acreedores de cobro a futuro. El Banco Central nunca registró contablemente los ingresos de dinero. Había una libreta negra, del tipo “despensa”.
Hoz dice que debe endeudarse para tecnificar el país y para tapar agujeros de una mala administración anterior. Además, aduce que muchos países han te­nido que pasar por esta etapa de apoyo económico. Un país que no se en­deuda no puede progresar, ni crecer. El director de YPF con solo firmar un pe­dido de préstamos de dinero, era suficiente para que llegue el dinero, pero que luego quedaba en el camino en el tesoro nacional para determinar su destino. Había mucha gente vinculada con esta estafa: funcionarios públicos, gerentes, empresarios, directores que trabajaban para la banca externa y para sus pro­pios intereses.
Gobierno de facto del presidente Onganía 1966-1969

-ECONOMIA
Los primeros meses del gobierno estuvieron marcados por indecisiones y con­fusiones con respecto a la política económica.
El ministro del Interior, Enrique Martínez Paz, y el ministro de Economía, Nestor Salimei, fueron el centro de las criticas del sector industrial. Salimei, de acuerdo con las ideas de Onganìa, manipulo la emergencia con una conducción de la CGT que intento que les fuera favorable. Esta acción origino un gran descon­tento entre los sectores de mayor poder económico. No logro la inflación, ni tampoco mejorar el déficit fiscal y la balanza de pagos. En su breve ingenios azucareros en la provincia de Tucumán y, con el objetivo de reducir los costos operativos del puerto de Buenos Aires, impuso un reglamento a la actividad portuaria, decisión que provoco que estibadores y portuarios comenzaran una huelga por tiempo indeterminado.
Antes de definir una nueva política económica, se redujo drásticamente el per­sonal de la administración publica y de empresas del estado (como los ferroca­rriles) y se realizo el cierre de la mayoría de los ingenios tucumanos (que antes habían sido intervenidos) con el fin de racionalizar la producción. Con equipos obsoletos, esos ingenios habían dejado de ser competitivos. Entre los mas afectados estaban los seis que habían pertenecido al grupo Torquist; cuya pro­piedad había pasado de mano en mano en medio de maniobras especulativas, interesadas mas en las tierras que en la producción azucarera. El despido de trabajadores genero protestas y huelga, que fueron encabezadas por la Fede­ración Obrera de los Trabajadores de la Industria Azucarera (fotia).
En todos los casos, la protesta sindical se trato de controlar con violencia. Se sanciono, entonces una ley de Arbitraje Obligatorio, que condiciono la posibili­dad de iniciar huelgas. En Febrero de 1967 creo un plan de acción que oca­siono: Despido masivos e intervenciones a los sindicatos.
Con la prohibición de la actividad política, el gobierno encontró la manera ade­cuada para la reestructuración social y económica.
Para los economistas liberales y neoliberales, le inflación surgía cuando había una mayor cantidad de moneda que el valor de los productosque se podían comprar, por esta razón los precios subían.
Para eliminarla proponían tomar decisiones sobre la política monetaria. Desde su punto de vista, el estado podía reducir o expandir la cantidad de moneda, a través de devaluaciones, fijación del tipo de cambio, retenciones a las exporta­ciones, otorgamiento de créditos, congelamiento de salarios y control de pre­cios y tarifas. Atravez de la política monetaria, el estado podía llevar a una dis­minución de la demanda y llegar a controlar la inflación. La intervención del estado debía limitarse a fijar la política monetaria y a controlar las demandas de los sectores populares.







GOBIERNO DE ALFONSIN

Cuando en 1983 Raúl Alfonsín asume la presidencia, lo hace sólo después de firmar con los hombres de la dictadura un compromiso que debía ratificar los contratos petroleros que acababan de renegociar con YPF y no cuestionar ni investigar la Deuda Externa; lo que originó un extenso debate en el Congreso.
A su vez el Abogado Alejandro Olmos, gran investigador de la Deuda Externa, le envió una carta documento al Presidente Alfonsín de once hojas detallando puntualmente cómo había sido el «vaciamiento» del Banco Central por parte de Cavallo en la dictadura.
El intermediario entre Alfonsín y los militares fue entonces el secretario de Energía Alieto Guadagni.
Así el «alfonsinismo» perdió la oportunidad histórica de investigar la deuda le­gítima de la ilegítima. Como resultado final de la gestión de Alfonsín, veremos que la deuda trepó a U$ 63.314 millones.
Al finalizar el gobierno de Alfonsín, la deuda externa se aproximaba a los cin­cuenta y cuatro mil millones de dólares. Ménen dejará en mano de la banca acreedora cuánto se le debe pagar. El congreso jamás trataría la deuda igno­rando la constitución nacional.
Diez años después, la deuda llegará a los ciento treinta mil millones de dólares.
Los gobiernos que desde 1983 obedecieron a políticas neoliberales y traiciona­ron el mandato popular. El Congreso Nacional nunca creó una Comisión Inves­tigadora de la deuda, a pesar que existió una causa judicial (impulsada por Alejandro Olmos) que demostró numerosas irregularidades. Un reducido núcleo de empresas de capital concentrado aprovecharon los dólares que entraban por la deuda para fugar divisas.

Se calcula que hay más de 100.000 millones de dólares en el exterior que son propiedad de residentes argentinos.

Cavallo transfirió la deuda al ministerio de economía, pero este a su vez, lo trasfiere al City Bank para que administre la deuda argentina junto a otros 7 bancos mas de su dependencia. Como el Banco Central no tenía registros de los endeudamientos, solo estadísticas aproximadas, estos bancos fueron los encargados de determinar la deuda de los argentinos, y como la deberá pagar.También determinó los intereses hasta esa fecha.

Restaurada la democracia, el gobierno de Raúl Alfonsín, en la
figura de su primer Ministro de Economía, Bernardo Grinspun,
partió de una posición dura y distante con el Fondo Monetario
Internacional (en adelante, F.M.I.) y estableció negociaciones
con otros países de la región tendientes a la conformación de un
“club de deudores”, pero las mismas se fueron diluyendo en
pocos meses. 

La profunda recesión por la que atravesaba el país
inhibía cualquier posibilidad de hacer frente al pago de la deuda
y sus intereses, de modo que la mera acumulación de atrasos la
fue incrementando hasta llevarla a valores próximos a los 60.000
millones de dólares al finalizar su mandato en 1989. 

Un año antes se había resuelto suspender los pagos por todo concepto, lo que provocó que se acumularan atrasos por unos 6.000 millones de dólares.

Cuando llega el 31 de octubre de 1983 y debe concurrir a las urnas, la mayoría de los argentinos sólo ansía cicatrizar sus heridas. Así, la propuesta de Raul Alfonsín dirigida a garantizar la democracia formal resulta ganadora.

En lo referido a la deuda externa, el presidente radical había prometido una investigación para distinguir aquella que era legitima (organizada en autoprés­tamos, maniobras financieras, deudas canceladas cuyo pago no había sido registrado, tazas de interés desmesuradas, etc.).

Pero la investigación se para liza y se continúa pagando los servicios de la deuda cada vez con mayor peso y nada presupuesto del Estado.

Mientras desde 1982, se tramita un juicio impulsado por un patriota contra to­dos los responsables de los manejos atinentes a ese endeudamiento durante el "proceso", pero el gobierno no adopta ,medida alguna, prefiriendo adaptarse a las precisiones del gran poder económico nativo e internacional.

Cuando ya no puede más el presidente Alfonsín cesa en el pago de los intere­ses de la deuda (marzo de 1988). Cuando ya no puede más devalúa (6 de fe­brero de 1989), provocando la furia de quienes no conocían sus intenciones y se quedaron con pesos, con la consiguiente perdida. Esos grupos económicos promueven, entonces un golpe de Estado financiero, reteniendo dólares lo que provoca una estampida de la devisa extranjera y un proceso hiperinflacionario que arrasa con el gobierno radical.

Derrotado por el justicialismo en las selecciones del 14 de mayo de 1989 el radicalismo abandona la Casa Rosada, con anterioridad a los plazos legales, imponente para continuar gobernando. Para entonces, la deuda pública externa se halla casa duplicada respecto de 1983: de 30.107 millones de dólares se eleva ahora a casi 58.000 millones.

Asimismo, en ese período, "el nuevo poder económico" gestado durante "el proceso", completa su consolidación.






GOBIERNO DE MENEM




Y luego, como si no hubiésemos padecido ninguna estafa llegó Carlos Menem. Con su corte «genios» de la entrega nacional: Alsogaray, Aleman, Klein, Brod­herson, Machinea, etc. Y le hacen creer al ignoto riojano que la culpa la tiene el Estado elefantiásico y que entonces había que privatizar todo, como decía el manual del Consenso de Washington. Bunge y Born le diseña un plan y en 1990 le fabrican una pequeña inflación, Menem se asusta y decide privatizar todo.
Pero el valor de todo lo privatizado, que llegó a U$ 14.000 millones, no lo fue en dinero sino en títulos que tenían los acreedores a un valor nominal más bajo de lo que valían. En resumen luego de la aventura «menemista» de la privati­zación, del Plan Brady de Cavallo, la deuda externa se llegó a determinar en U$ 120.000 millones, sin olvidar la cuota de endeudamiento que tuvo el Plan de Convertibilidad cuando nos hacían creer que un peso argentino era igual a un dólar.
Pero el ciudadano común creía que era cierto (y aún algunos lo creen) sin sa­ber que se pagaba con más endeudamiento externo, menos salarios, más po­breza, menos salud, educación, etc.
-1.992: Gobierno de Carlos Saúl Ménem: El ministro Cavallo renegocia la deuda externa y logra ciertas postergaciones de las fechas de pagos y algunas deducciones de montos. Sin embargo, el endeudamiento sigue aumentando en forma galopante, engulléndose de paso lo que se pudo haber obtenido por las privatizaciones de empresas del Estado.
En ese período fracasaron las diversas “soluciones” planteadas para hacer frente al problema de la deuda
7
. Entrados los
años noventa, y a partir del gobierno de Carlos Menem, se produjeron impor­tantes transformaciones estructurales. El canje de
activos públicos por papeles de la deuda fue una de las primeras
medidas adoptadas por tal gobierno. En 1993 se puso en marcha el denomi­nado Plan Brady, el cual sería –en opinión de los
funcionarios entonces gobernantes– la solución definitiva al
problema de la deuda. Lejos de ello, el Plan Brady representó el
inicio de una nueva etapa de endeudamiento, situación que comenzó a eviden­ciar señales de agotamiento en el año 2000,
agudizándose hacia fines del año 2001, cuando la crisis se profundizó aún más, se declaró el default de la deuda pública con
los acreedores privados y se optó por abandonar el régimen de
convertibilidad a partir de una fenomenal devaluación de la moneda doméstica.
La actual crisis de la deuda (la tercera en dos décadas) se
desató en el marco de fuertes pujas en el escenario local e internacional. Por una parte, estuvo signada por la tensión entre
“devaluadores” y “dolarizadores”, en un escenario donde la puja
en torno a la salida de la convertibilidad estuvo planteada desde 1999
8
. Por otra parte, se produjeron algunos cambios a nivel
internacional. En particular, la asunción de George W. Bush en
el gobierno estadounidense y la paulatina conformación de un
contexto de opinión adverso hacia el accionar del F.M.I. generaron importantes modificaciones en la apreciación del caso argentino y en las perspectivas sobre la reestructuración de la
deuda.
A principios de los noventa se planteaba que la solución definitiva al problema de la deuda llegaría de la mano de reformas
estructurales de corte neoliberal (privatizaciones, shock de estabilización, des­regulación, apertura de la economía y liberalización de los flujos financieros) sumadas a una efectiva
renegociación siguiendo las pautas del denominado Plan Brady.
El primer paso en la materia fue el inicio del proceso de
privatizaciones, para lo cual se habilitó el pago de parte del paquete accionario de algunas empresas estatales con títulos de la
deuda externa argentina. Tales fueron los casos, fundamentalmente, de las primeras dos grandes privatizaciones concretadas:
la empresa de aeronavegación Aerolíneas Argentinas y la telefó-
nica Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel)
10
. Esta modalidad permitió a los acreedores valorizar los devaluados
títulos de la deuda argentina, los cuales estaban registrados en
los balances a valores que oscilaban entre un 15% y un 20% del
valor nominal.
Este proceso de canje de activos físicos por títulos de la deuda
externa fue el primer paso hacia la denominada “solución” del
problema del endeudamiento, por cuanto permitió que comenzara a reducirse el monto total de la deuda y, al mismo tiempo,
se generaran “señales claras” hacia los mercados internacionales acerca del rumbo de la política económica adoptada.
Posteriormente, en diciembre de 1992, concluyeron las negociaciones del de­nominado Acuerdo Brady mediante el cual
se realizaría el canje de los viejos préstamos otorgados por bancos comercia­les por nuevos bonos “Brady” a 30 años, para lo
cual se otorgarían quitas en el capital y reducciones en las tasas de interés.
El canje incluyó deudas por un total de 21.000 millones de
dólares, a los cuales se adicionaron poco más de 8.300 millones
de dólares en concepto de intereses impagos. Se instrumentó a
través de la emisión de tres nuevos bonos
11
. Por un lado, el Bono
con Descuento (Discount Bond) tenía una quita del 35% y una
tasa flotante (LIBO+0,8125%). Por otro lado, se podía optar por
un Bono a la Par (Par Bond), que no tenía descuento pero pagaba una tasa de interés fija y más baja, la cual era creciente en el tiempo (entre 4% y 6% anual). Los acreedores optaron fundamentalmente por el Par Bond (12.700 millones de dólares se
canjearon por ese título), mientras que se suscribieron 4.300
millones de dólares en bonos con descuento (con la quita del
35%, equivalente a unos 2.300 millones de dólares). Finalmente, para los in­tereses atrasados se utilizó un tercer título denominado Bono a Tasa Flotante (Floating Rate Bond –FRB–), a 12
años, con 3 de gracia y a una tasa LIBO+0,8125%. La emisión de
FRB alcanzó los 8.652 millones de dólares.
Asimismo, el plan incluyó el financiamiento para la adquisición de un bono de la reserva federal estadounidense denominado de “cupón cero”, el cual maduraría en paralelo a los bonos
Brady. Esta “colateralización” de la deuda implicaba un reaseguro
para el pago, por cuanto el valor del bono de la reserva federal
sería, al momento del vencimiento de los títulos Brady, idéntico
a los de estos últimos. En otras palabras, se estaba generando un
mecanismo de pago en buena medida garantizado, hecho que
incrementaba el valor de los bonos Brady en el mercado secundario.
Este canje de deuda implicaba, asimismo, atomizar y sumergir en el anonimato al universo de acreedores, por cuanto ya no
se trataba de deudas contraidas con grandes bancos comerciales
(como había acontecido durante el decenio de los ochenta) sino
con tenedores de bonos que podían ser negociados en diversos
mercados, tanto por inversores locales como del extranjero.
En resumen, al precio de sacrificar empresas públicas a valores que -como se demostró en diversos trabajos- resultaron
significativamente subvaluados
12
y de efectivizar un canje, la Argentina accedía a la posibilidad de reducir su en­deudamiento
neto en algo menos del 50%.
.








GOBIERNO DE DE LA RÚA EN ADELANTE




Luego vino la Alianza y de la Rúa no tuvo una mejor idea de primero llamar al economista mensajero y servil del F.M.I Ricardo López Murphy, que se despa­chó con un plan monetarista ultraortodoxo, propio de las épocas de la dicta­dura. Su gestión solo duró una semana. Y entonces «Chacho» Alvarez trae ¿a quién? a Domingo Felipe Cavallo que con el megacanje de 55.000 millones de dólares nos termina de entregar a la usura financiera internacional, de tal ma­nera que la Argentina debe destinar gran parte de su superávit fiscal y comer­cial a pagar los intereses y parte de capital de una deuda que jamás sirvió para el crecimiento del país.
-2.000: Gobierno de Fernando De la Rúa: A fines del 2.000 cada habitante debe al exterior U$S 3.800
Veintitrés de Diciembre del año 2.001: Argentina declaró la mayor una morato­ria de la historia contemporánea, por unos 130.000 millones de dólares, en me­dio de una brutal crisis financiera y política tras la precipitada renuncia del pre­sidente Fernando De la Rúa.
01 de Enero del año 2.002: Asume la presidencia Eduardo Duhalde para com­pletar el mandato de De la Rúa. Devalúa el peso (60%) tras 11 años de con­vertibilidad con el dólar.
12 de Diciembre del año 2.002: El gobierno confirma que sólo pagará intereses de la deuda multilateral, sin utilizar reservas (éstas alcanzaban unos 10.000 millones de dólares).
En diciembre de 1999 se produjo el cambio de gobierno y el
Dr. De la Rúa asumió la titularidad del Poder Ejecutivo. El Ministro de Econo­mía, José Luis Machinea, informó al momento
de su asunción que la situación fiscal estaba comprometiendo
las posibilidades de respetar el cronograma de pagos de la deuda. Desde su óptica, el déficit fiscal se encontraba en el orden de
los 10.000 millones de dólares y se debía hacer frente a una
carga de cerca de 12.000 millones de dólares en concepto de
intereses. Esta situación se enmarcaba en un contexto recesivo iniciado en el segundo semestre de 1998, hecho que impactó
negativamente sobre la recaudación impositiva.
Ante este panorama, el ministro decidió encarar un programa de ajuste fiscal avalado por el F.M.I., el cual incluyó reducciones del gasto público y un incre­mento en las alícuotas del
impuesto a las ganancias. Pocos meses después el programa reveló resultados insuficientes, puesto que derivó en un nuevo
ajuste que incluyó la disminución de salarios en el sector público y trajo apare­jada la agudización del cuadro recesivo. En este
contexto, el denominado índice de riesgo-país comenzó a crecer
en forma sostenida, lo que reflejaba la desconfianza de los calificadores de riesgo respecto de las posibilidades del país de seguir
haciendo frente al pago de sus compromisos externos.
Desde entonces el problema de la deuda y el “fantasma del
default” se transformaron en la principal preocupación del gobierno hasta su caída, en diciembre de 2001. Las distintas autoridades económicas entendieron que garantizar el repago de la
deuda era fundamental para el sostenimiento del régimen de
convertibilidad, y, por ende, el ajuste fiscal era el camino prácticamente exclu­yente a seguir.
A fines del 2000, el financiamiento voluntario por parte del
sector privado quedó virtualmente interrumpido. El gobierno
decidió entonces encarar una negociación con el F.M.I. con la
finalidad de obtener flujos adicionales de financiamiento que
permitieran garantizar el pago de las obligaciones del año siguiente y, de ese modo, retomar la confianza. Tal negociación
terminó en el blindaje, concretado en diciembre de 2000 a través de la firma de un memorando con el mencionado organismo
multilateral. Los fondos para concretar dicha ayuda financiera
ascenderían a 39.700 millones de dólares a ser desembolsados
durante el bienio 2001-2002 y serían provistos por el F.M.I.
(13.700 millones de dólares), el Banco Interamericano de Desarrollo (2.500 mi­llones de dólares), el Banco Mundial (2.500
millones de dólares), el gobierno de España (1.000 millones de
dólares) y los bancos “creadores de mercado” (10.000 millones de dólares), inversores institucionales de la Argentina (3.000
millones de dólares), mientras que los restantes 7.000 millones
de dólares surgirían de futuros canjes de deuda
28
.
A pesar de que las negociaciones con el F.M.I. fueron
“exitosas”, la economía no lograba salir de la recesión. En
ese marco, a principios de 2001 la recaudación continuaba
mostrando una pobre performance y en marzo de ese año renunció el ministro Machinea. El nombramiento de Ricardo
López Murphy en su reemplazo despertó profundas resistencias, en tanto anunció un severo programa de ajuste en el
gasto público.
A tan solo dos semanas de su nombramiento fue obligado a
renunciar y se designó en su lugar a Domingo Cavallo. El nuevo
ministro anunció un programa económico diferente al de su efí-
mero antecesor, pero en sólo tres meses se transformó en un
nuevo ajuste fiscal (mucho más drástico que el que había querido aplicar López Murphy): el programa de “déficit cero”, según
el cual la recaudación efectiva de cada mes se aplicaría en primer lugar al pago de los intereses de la deuda y el saldo se utilizaría para el resto de los gastos del sector público. Este programa

llevó al ministro a aplicar una reducción de salarios y jubilaciones del 13% que, como era de esperar, trajo aparejada una nueva
profundización de la recesión y, por esa vía, de la crisis econó-
mico-social.

Asimismo, ante la inminencia de una significativa carga de
vencimientos en un contexto en que el financiamiento privado
se encontraba completamente interrumpido, el ministro se propuso encarar un proceso de canje voluntario de títulos de deuda
con el objeto de obtener un alivio en el cronograma de pagos. El
denominado mega-canje se concretó el día 1 de junio. Las ofertas totalizaron los 32.818 millones de dólares. 

En concepto de amortización de capital y pago de intereses por los bonos acep-tados, se redu­jeron las necesidades de financiamiento hasta el año 2005 en 16.047 millones de dólares (6.747 millones de dólares por pago de intereses y 9.300 millones de dólares por amortización de capital). 

El resultado fue entonces un alivio
en el cronograma de vencimientos, pero acompañado de un
sustancial crecimiento del stock de deuda y del pago de comisiones espurias por más de 100 millones de dólares (se llegó incluso al absurdo de que varios bancos cobraran importantes comisiones por canjear títulos que tenían en su propia cartera).


DESENDEUDADOS

25 de Mayo del año 2.003: Asume la Presidencia Néstor Kirchner y mantiene a Roberto Lavagna como su ministro de Economía.

Septiembre del año 2003: Argentina firma con el Fondo Monetario Internacional un acuerdo stand by a tres años.

22 de Septiembre del año2.003: El ministro Roberto Lavagna propone rees­tructurar la deuda en mora con una quita de 75%. Inmediato rechazo de los acreedores.

Septiembre del año 2.004: Argentina deja en suspenso el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacional) hasta terminar el proceso de canje de bonos.

Abril del año 2005: Argentina sale del default por 81.800 millones de dólares, con una adhesión del 76,15% y recortes de la deuda entre 45% y 75%, según el bono canjeado. Acreedores que rechazaron propuesta insisten con reaper­tura de canje, negada sistemáticamente por el gobierno.

Enero del año 2006: Argentina cancela por anticipado, con reservas del Banco Central, su deuda con el FMI (Fondo Monetario Internacional) por 9.500 millo­nes de dólares y no mantiene ningún programa con la institución.

Diciembre del año 2007: Argentina busca saldar deuda con el Club de Paris, por unos 6.500 millones de dólares, pero no acepta condicionamientos del FMI.

2005/2008: Argentina queda sin financiamiento externo, salvo por parte del go­bierno de Venezuela que adquirió entre 2005 y 2007 unos 5.100 millones de dólares en bonos soberanos de Argentina, a tasas más altas que las del mer­cado.

Agosto del año 2008: Venezuela adquiere bonos por 1.000 millones de dólares, a una tasa de 15%. Analistas de mercados ponen en duda que Argentina pueda pagar vencimientos de deuda en 2009, por 20.000 millones de dólares, según el ministerio de Economía, de los cuales 11.800 millones están cubiertos por el superávit primario.

02 de Septiembre del año 2008: Argentina anuncia que cancelará con reservas del Banco Central la deuda con el Club de París, por 6.706 millones de dólares. Las reservas de BCRA alcanzan a unos 47.000 millones de dólares.

¿Cuánto paga la Argentina actualmente?

Hace un tiempo largo que la Argentina en realidad no está pagando con fondos genuinos ni los intereses de lo que debe y menos aún el capital. 

Para no entrar en cesación de pagos (default), se vio obligada a tomar nuevos préstamos para pagar los intereses y refinanciar el capital, lo que incrementó la deuda como una bola de nieve. 

Los ingresos genuinos de divisas de nuestra economía, las exportaciones agropecuarias, se ven fuertemente disminuidas por los subsidios y proteccionismo de los propios países acreedores.

Los nuevos gobiernos democráticos reconocieron como propia la deuda de la dictadura, acto que abrió nuevamente el acceso a los mercados de deuda para América Latina. 

Sin sacar ni una moraleja del pasado, la Argentina arrancó otra panzada de endeudamiento externo en la década de los noventa. 

La deuda pública pasó de US$ 64 mil millones en 1993 a US$ 141 mil millones minutos antes de anunciar un nuevo default del 2001. La necesidad de compensar a bancos y ahorristas por la trampa de la convertibilidad, más los intereses que corrían de la deuda en default, llevó la deuda pública a un total de US$191 mil millones en 2004, equivalente a 124% del PIB. 

En 2005 llega el canje de deuda e inicia el periodo de desendeudamiento del Estado. 

El exitoso canje logró una adhesión voluntaria del 92%, y redujo el monto adeudado en US$ 48 mil millo­nes, además de reducir el pago de intereses y alargar plazos para su pago.

La crisis internacional y la sequía local de 2009 pulverizan el superávit fiscal. El Gobierno estatiza las AFJP para hacerse del flujo de los aportes, además de reducir el stock de deuda pública en manos de privados en cerca de US$ 36 mil millones. 

El Gobierno nunca procuró recuperar el superávit fiscal y comenzó a pagar la deuda pública solamente a través del impuesto inflacionario. En efecto, en 2010 y 2011 la cosecha se recuperó y la economía volvió a crecer a tasas chinas. 

No obstante el déficit primario se incrementó a 1,3% del PIB en 2011 y este año volvería a crecer hasta 1,6%.

No querer recuperar el superávit fiscal fue una decisión política, como también lo fue reemplazarlo por el impuesto inflacionario, para no tomar deuda como alternativa de financiamiento. Estas decisiones políticas marcan el nuevo es­quema macroeconómico 2009 – 2012: ahora, la deuda pública se paga con inflación. 

Desde 2009 al 2011 el uso del impuesto inflacionario no implicaba devaluación gracias al colchón cambiario existente. Pero la constante pérdida de competitividad llevó al atraso cambiario hacia finales de 2011. 

Para ese en­tonces la deuda pública en manos privadas y organismos internacionales había descendido en US$ 108 mil millones desde finales de 2004.

La diferencia entre la deuda pública bruta y la deuda pública neta, que implica restar de la bruta, es toda aquella que esté en poder de otras instituciones pú­blicas. 

Tomando el criterio de deuda pública neta, deja en evidencia el bajo ni­vel de endeudamiento del sector público argentino. El Gobierno mexicano adeuda el 40% del PIB, el brasileño el 36%, el colombiano el 27% y el argen­tino, sólo el 19% del producto. 

La deuda neta sumó US$ 83 mil millones a fines de 2011, equivalente a 19% del PIB, los cuales US$ 25 mil millones se adeu­dan a organismos internacionales y US$ 58 mil millones a privados. De ellos, sólo US$ 41.000 M en moneda extranjera. 

En 2004, la deuda pública per capita era de US$ 5.000, actualmente representa US$ 2.000: cayó 60%. 

Los números son elocuentes y el desendeudamiento es un hecho. En 2013 sólo se necesitan US$ 4.600 millones para el pago de la deuda en dólares, y en 2014 sólo US$ 2.400 (0,5% del producto), si no paga el cupón PIB.

Ahora bien, por más baja que sea la deuda, se agotó el margen para finan­ciarse con el impuesto inflacionario, sin que ello no implique devaluación. 

Una vez agotado el colchón cambiario, seguir esta estrategia de cara a 2015 tiene un impacto económico y político no menor. 

La notable baja en los vencimientos de deuda en 2013 y 2014 advierte que la necesidad futura de impuesto infla­cionario dependerá exclusivamente de la magnitud que alcance el déficit fiscal. 

Si se acompaña la baja en los vencimientos de deuda con una baja en el déficit fiscal (con quita de subsidios, principalmente al gas), la necesidad de finan­ciarse vía impuesto inflacionario se reduciría significativamente, alentando, en consecuencia, también una baja en la inflación.



CONCLUSIÓN

Cuando un país como la Argentina acude a un préstamo internacional, la lógica es que lo haga para financiar obras importantes e infraestructura, esto sin dejar de lado nuestros propios recursos. Me refiero a que algunos políticos en la historia han hecho una virtud el hecho de endeudarse. 

Lo negativo es que a lo largo de la misma, este endeudamiento no ha sido destinado a cumplir con ob­jetivos importantes sino  que se dedico a pagar gastos corrientes o en muchos casos financió la corrupción del país.

Pero eso se hizo por la complicidad manifiesta de una clase política que algún día tendrá que responder por ese crimen social y económico.

En suma, la Argentina ya no dispone de la fortaleza macroeconómica de unos años atrás, pero tampoco la debilidad estructural de décadas previas, tal como fue la deuda externa. 

La deuda fue un lastre que impidió el crecimiento econó­mico y sumó frustraciones. 

La realidad de la Argentina hoy es otra: se sacó de encima la deuda externa, cerrando otra herida que dejó el paso de la dictadura y la convertibilidad.

Por último, el mundo está mirando cómo se desarrolla la crisis del euro, que se esconde bajo una montaña de deuda pública. Si Europa finalmente “patea el tablero”, el impacto de la crisis internacional sobre las economías emergentes se magnificará en aquellos países que tengan un elevado nivel de endeuda­miento en moneda extranjera. 

El posible estrangulamiento del crédito externo, el derrumbe de las exportaciones y caída de precios de las mercancías sería el natural escenario de la catástrofe europea.

En ese caso, la Argentina no lograría evitar la crisis, como tampoco ningún país del mundo, pero sí evitará su propio colapso económico, gracias al desendeu­damiento de los últimos años.

¿Por qué la deuda externa es una trampa?

Por que está hecha deliberadamente para que no se pueda pagar y, de esa manera, establecer una tutela sobre los países emergentes; condicionando su desarrollo en beneficio de los países centrales. 

La globalización es el nuevo nombre del neocolonialismo y la deuda externa es su instrumento. 

Por la deuda externa, Argentina esta permanentemente obligada a tomar decisiones contra­rias a sus intereses, y perjudiciales para sus habitantes. 

Sometida a la usura de la banca internacional, Argentina se vio obligada a adoptar el actual modelo económico, privatizar las empresas públicas, vender y desnacionalizar todos sus bienes, y desviar a las AFJP los fondos de las jubilaciones, condenado de esta manera a la miseria a toda una generación de jubilados.



BIBLIOGRAFÍA

http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20080416071238AAfy1eh
www3.planalfa.es/deudaexterna/docbase.htm

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