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sábado, 31 de agosto de 2013

Inditex: a costa del sudor de las costureras gallegas


 

Inditex: a costa del sudor de las costureras gallegas



Fabrica central de Inditex en Arteixo, A Coruña. TONI MARTÍNEZ
Este artículo ha sido publicado en el nº 8 de La Marea, a la venta en quioscos y aquí

Tánger, Bangladesh, India. 
Lugares donde se ha denunciado que Inditex explota a sus trabajadores, no parecen tan lejanos cuando se accede al pequeño taller subcontratado por el imperio textil donde una docena de mujeres ya mayores se afanan sin descanso ante sus máquinas de coser.
Pese a estar situado en la carretera de A Coruña a Santiago de Compostela, el local es discreto. 
Desde el exterior, se antoja difícil averiguar para quién trabajan estas obreras. 
No hay ningún cartel comercial fuera; está a la vista de todo el mundo, pero nadie repara en él. Algunos coches paran junto a la entrada; otros lo dejan atrás, indiferentes.
Dentro, lo primero que llama la atención es el olor penetrante que, en ocasiones, hace el aire casi irrespirable. 
Apesta a producto químico, a los tintes industriales con los que se visten de colores las prendas producidas por este emporio levantado casi de la nada por Amancio Ortega –el hombre más rico de España y el tercero del mundo según la revista Forbes, que valora su fortuna en 57.000 millones de dólares (unos 42.000 millones de euros)– y su exmujer,Rosalía Mera, fallecida el 15 de agosto. 
Por los rincones del taller, cientos de prendas esperan a ser cosidas o montadas y transportadas a la fábrica principal, en Arteixo, a sólo diez kilómetros de A Coruña.
Las 12 costureras trabajan durante todo el día
paran a comer y luego, diez minutos más a las 10.00 
y a las 17.00 horas para fumar o tomar un café. 
Estas costureras, cuya única fuente de ventilación es la puerta entreabierta que da a la carretera, han contribuido a queOrtega amasara su enorme riqueza. 
Su trabajo depende, única y exclusivamente, 
de lo que les pide Zara –el buque insignia de Inditex– 
pero no están en nómina de la empresa: son autónomas
La pequeña cooperativa que han puesto en pie es una de las decenas de empresas subcontratadas por el emporio textil, que asienta una parte de su producción en ellas.
La apariencia y estructura de estos talleres es casi siempre la misma. 
Muchos están en la carretera que conduce hasta la inhóspita Costa da Morte, la misma vía que lleva a la sede central de Inditex. 
Como el taller de la puerta entreabierta, estos locales son, prácticamente siempre, bajos comerciales con ventilación deficiente.
Entrada de un taller subcontratado por el emporio gallego en A Coruña. T.M.
Las críticas a la indiferencia de los responsables de Inditex ante las condiciones laborales de las trabajadoras en los talleres en los que externaliza (subcontrata) su producción, en España y sobre todo en otros países, han adquirido tintes de horror en los últimos meses. 
El 27 de enero un incendio en una fábrica clandestina 
de Bangladesh provocó la muerte a siete operarios. 
Entre las cenizas aparecieron restos de etiquetas de marcas de Inditex (Bershka y Lefties). 
Aunque poco después la empresa anunció haber roto su contrato con los proveedores bengalíes, la polémica era ya imparable, sobre todo porque, tres meses más tarde, el 24 de abril, otro incendio en la capital de ese país, Dacca, acabó con la vida de 1.050 trabajadores en otra fábrica en la que producían marcas europeas como Primark, Benetton y El Corte Inglés.
Estas muertes, junto a las denuncias de gobiernos como los de Brasil y Argentina contra el imperio de Amancio Ortega, han hecho que se alcen voces que cuestionan el modelo de negocio de una empresa que, ya en los 90apostó por deslocalizar su producción en el Magreb y en países asiáticos.
La forma de trabajar de Inditex ya a se había ensayado en A Coruña
Víctor la conoce bien. Siguiendo la estela familiar, este coruñés de mediana edad, tuvo una empresa de confección que trabajaba para la compañía de Ortega
Él tenía un taller y su madre otro, aunque les prohibían intercambiar trabajo. 
Hace seis años tuvo que dejarlo. No podía más.
“Los talleres”, recuerda Víctor, “no tienen ningún 
tipo de acuerdo ni contrato con la empresa
Ellos te van mandado trabajo sobre pedido y tú se lo haces. 
Pero sin un día deciden que no les sirves, 
te bajan la carga de trabajo y tienes que cerrar.

A finales de los 90, en los alrededores de A Coruña 
había más de 30 talleres trabajando para Inditex. 
El negocio era sencillo: alguien compraba unas máquinas, alquilaba un bajo comercial, montaba una sociedad limitada y contrataba a veinte personas, normalmente mujeres de mediana edad. 
Sin rastro de medidas de seguridad ni, en muchas ocasiones, derechos laborales. 
Se trataba de locales sin ventanas ni calefacción. 
En algunos casos eran garajes o la propia casa. 
Cualquier lugar era adecuado para atender a la demanda de producción de esa multinacional que estaba naciendo.

La exigencia de exclusividad
La persona encargada del taller, que a la vez trabajaba en él, se hacía cargo de los gastos de personal y de la maquinaria. Inditex, que les exigía exclusividad, les iba proporcionando trabajo y ellas se encargaban de confeccionar las prendas a cambio de un dinero pactado, generalmente por debajo del precio de mercado.
Una fuente conocedora del sector, que prefiere mantener el anonimato, confirma que “una prenda que se haga para cualquier otra empresa se paga un 50% más cara que las de Inditex, tranquilamente”.
Ahí nacía la explotación. Víctor lo confiesa: “En ocasiones, los horarios eran de 8 de la mañana a 8 de la tarde, con media hora para comer y sin cobrar horas extras, por supuesto. Si venía más carga de trabajo tenías que aprovecharla”. Del mes de vacaciones mejor olvidarse ya que el emporio textil exige producción durante todo el año, así que la mayoría de los pequeños talleres repartían unos quince días de vacaciones en los 12 meses.
Inditex no controlaba, y tampoco lo hace ahora a juzgar por las declaraciones recogidas en este reportaje, esas condiciones laborales. “Sólo les preocupa la calidad del producto y que se haga todo con rapidez. Además, como te quieran putear, te putean e incluso te pueden obligar a cerrar el taller, dejando a los trabajadores en la calle”, asegura.

Eso fue lo que sucedió con la deslocalización de la producción a otros países. Víctor pone como ejemplo Tánger, en Marruecos. “Allí, mi hermana está trabajando en control de calidad de fábricas que trabajan para ellos y las condiciones que ve no se permitirían aquí”. 
Para él, “no deberían dejar que ese trabajo llegase a España” porque es fruto de la explotación.
Las responsables de los talleres subcontratados se quejan de que son ellas las que deben asumir todos los riesgos. 
Para empezar 
la inversión inicial que, para un taller de veinte costureras,
ronda los 70.000 euros.

“Para ellos [Inditex] es muy cómodo. Trabajan sin stock y según pedido, además de con prisas y exigencias. 
En cambio somos nosotras las que asumimos el riesgo de contratar a gente, de hacer horas, de comprometernos que el trabajo llega a tiempo. 
Vivimos en tensión. Si no cumplimos, nos bajan la carga de trabajo y tenemos que cerrar”, asegura una de ellas que no se atreve a dar su nombre. 
Víctor lo corrobora: “Lo tienen muy fácil. Castigan a alguien y le obligan a cerrar. 
Te pueden echar para atrás prendas, pedirte muestras, darte menos trabajo… pero tú sigues con la misma plantilla y además trabajas sólo para ellos, con lo cual se acumulan las pérdidas y como no tienes solvencia económica, debes cerrar a los cuatro o cinco meses”. 
Mientras tanto, ellos “tienen cero riesgos, 
se llevan la producción fuera tranquilamente 
y sin pagar nada a nadie. 
Es un modelo cojonudo para hacer dinero”, sentencia.
Este modelo de negocio, el “modelo Inditex”, trasplantado a países como Marruecos, es el que denuncia el partido SAIN (Solidaridad y Autogestión Internacionalista), ocupado en sensibilizar sobre el uso de niños en la confección de productos textiles.
Uno de sus miembros, Moisés Mato, apunta directamente a Amancio Ortega, el fundador de la multinacional, al acusarle de “haber creado un método de trabajo que, aunque no es exclusivo de Zara, sí ha ido más allá al revolucionar el ritmo de trabajo
La empresa llega a inaugurar una tienda al día, y esto es gracias a ese sistema de externalización tremendamente flexible y preciso que recae sobre las espaldas de los trabajadores y trabajadoras en forma de más esclavitud”.
En mayo del año pasado el canal público francés France 2, emitió un documental sobre el trabajo infantil en el que destapaba como, en la India,niños trabajan en condiciones inhumanas para diferentes empresas, entre ellas Inditex.
Unos meses antes, la ong Setem publicó su informe La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la confección, donde denunciaba que las trabajadoras de talleres que producían para Inditex acumulaban hasta 65 horas a la semana ante una máquina de coser. 
Algunas no cobraban ni siquiera el salario mínimo marroquí: 178,72 euros mensuales. 
El objetivo, una vez más, era el de hacer frente a esa desmesurada demanda de producción que la empresa por sí misma no puede o no quiere cubrir. 
Y eso que la sede central de la compañía, en Arteixo, ocupa 600.000 metros cuadrados. 
En ella trabajan 3.500 personas en fábricas que son como pequeñas ciudades
Los trabajadores llegan en autobuses y pasan allí sus ocho horas. 
Tienen comedor y lugares para pasear. Para llegar hasta allí, ningún cartel. 
Nada que anuncie que en ese polígono está el corazón de la empresa que el año pasado facturó más de 15.000 millones de euros. 
En la puerta del complejo un pequeño cartel reza ”Inditex”.
La compañía niega las acusaciones de indiferencia ante las condiciones de los trabajadores que subcontrata y asegura que desde el año 2001 dispone de “un código ético que prohíbe explícitamente prácticas como el trabajo forzado o de menores”. 
Además, defiende que “sólo en los dos últimos años se han realizado casi 6.000 auditorías en fabricantes y proveedores del Grupo”.
Los responsables de los talleres coruñeses niegan estas auditorias. 
“A ellos sólo les interesa la calidad, lo demás les da igual”. 
Pero desde el gabinete de comunicación de Inditex se insiste en que sus 1.434 proveedores “deben cumplir estándares mínimos de comportamiento ético basados en el respeto a los derechos humanos y laborales”.

“Reputación y liderazgo”

Inditex recuerda que la empresa ha firmado numerosos acuerdos sobre seguridad laboral, entre ellos uno este mismo año, el Acuerdo sobre Seguridad y Contra Incendios para mejorar “las condiciones de salud y seguridad en la industria textil de Bangladesh”. 
El portavoz de la compañía también resalta que es “la empresa con una mejor reputación, liderazgo y que muestra una mayor responsabilidad social corporativa”.
La multinacional tiene, en la actualidad, 120.314 empleados en todo el mundo (30.000 más que hace cinco años), un tercio de ellos en España. 
Todas las marcas del grupo (Zara, Massimo Dutti, Stradivarius, Bershka, entre otras) se distribuyen en 6.009 tiendas, 482 más que hace un año.
Su fundador, Amancio Ortega, es cada vez más rico y dispone del 60% de las acciones de la compañía. 
Hablar de Amancio Ortega o Rosalía Mera 
en A Coruña es casi un tabú. 
Los tentáculos del conglomerado de sus empresas llegan a casi todos los ámbitos de la sociedad. Quien no trabaja para ellos, conoce a alguien que sí lo hace, directa o indirectamente.
Nadie quiere hablar con la excusa de que Inditex “da trabajo a la gente”
Y eso pese a que cada día cierran más talleres subcontratados, o precisamente por eso. 
Producir para el imperio textil sigue siendo rentable, así se entiende que “cada Navidad, muchos encargados llevan regalos a los jefes de Arteixo, para que les den buen trabajo”, comenta un exresponsable de un taller. 
Por la ciudad circulan varios mitos halagadores sobre Ortega. 
El más extendido es el que asegura que cada día come con sus trabajadores en Arteixo. 
La anécdota se completa con un: “¡Es que es muy campechano, muy sencillo!”.
A su exmujer, Rosalía Mera, le llovían también las alabanzas. A su entierro acudieron representantes de la sociedad civil y política coruñesa, el presidente de la Xunta de Galicia, Núñez Feijóo incluido.
El poder de Amancio Ortega se ve reflejado en los medios de comunicación a los que Inditex deja mucho dinero en publicidad. 
Un ejemplo revelador: en marzo de este año periodistas de France 2 interrogaron en una rueda de prensa al director de la compañía, Pablo Isla, sobre las acusaciones de explotación infantil. 
Las preguntas indignaron al presidente. 
Al día siguiente el titular más repetido por la prensa española fue: “La televisión pública francesa intenta boicotear los resultados de Inditex”.
A ese miedo que llega a todos los ámbitos tampoco son ajenos los trabajadores. 
María (nombre ficticio) que trabaja en uno de los talleres que producen para Inditex sólo contesta a través del teléfono y de forma indirecta. 
Evidentemente, pide que no se publique su nombre real “para evitar problemas”. 
Cuando se le pregunta por la seguridad laboral se hace el silencio. 
En ese momento, se acaba la entrevista.
Su caso es paradigmático del oscurantismo que rodea a Inditex. Los talleres subcontratados están a la vista de todos, pero nadie habla de sus condiciones de trabajo. 
En Galicia se impone el silencio sobre Amancio Ortega y el imperio del hombre más rico de España. 
Es el modelo Inditex.
Luz de Levante, Diario Independiente
La cara que nos venden

Conocer Inditex por dentro




No pude comer en el Bulli antes de que lo cerraran, pero al menos puedo decir que una vezvisité la sede de Inditex en Arteixo
Y digo, de momento, una vez, porque me encantaría volver, y eso que estuve hace pocos días...
Las instalaciones de Arteixo contienen la sede central de Inditex, de Zara y de Zara Home, el resto de empresas del grupo (Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Pull & Bear, Oysho y Uterqüe) se encuentran repartidas por España, principalmente en Barcelona, pues, por política del grupo, cada empresa funciona totalmente independiente de las demás.



Todo impresiona desde la misma entrada, cientos de coches entrando en hora punta sin un solo atascosimplicidad y sobriedad en las oficinas, desde la recepción hasta la sala de reuniones...Mucha luz y poco adorno, se respiraaroma de trabajo, sin extras que distraigan.


Bueno, excepto los trabajadores, llamaron mucho nuestra atención por su juventud, la diversidad de nacionalidades (en el grupo Inditex cuentan con 70 nacionalidades diferentes) y, sobretodo, sus estilismos; 100% Zara, of course, se nota que están totalmente a la última, parece sacados de varios catálogos de moda; desde una chica con vaqueros y abrigo masculino, hasta otra con vestido de encaje y transparencias, los chicos con el pantalón pesquero remangado, mucho taconazo...Vamos, como a todas nos encantaría ir a la oficina!.

 (Esta foto no es de um empleado de Inditex, sino de Andrés Borque, dj, pero que representa el estilo que tenían en la hora del café.)
 
Siento gran curiosidad por conocer cómo son las tardes y los findes en Arteixo, resulta que hay unos 2000 jóvenes, internacionales y muy trendy en un pequeño pueblo que ha crecido en paralelo a la industria textil, 
¿qué hacen en su tiempo libre? ¿ha surgido una cultura paralela? ¿existen actividades artísticas, culturales, de ocio que respondan a sus necesidades?, si alguien lo sabe...Please, contadme!



Es emocionante pasear por la zona que aglutina diseño, producto y recursos, ambas en paralelo y separadas por secciones (mujer, hombre, niño), en todas se replica la misma estructura.


Los corazones de las chicas que participamos en la visita empezaron a palpitarcuando entramos en la zona en la que recrean las tiendas; una de mujer, otra de hombre, de niño y un Zara Home...Con las colecciones que estarán en tienda los próximos meses!!!.
Como no se podían hacer fotos apunté todo lo que me gustó, algunas cosas ya están en tienda...


Por cierto, coincidimos en la visita a las tiendas piloto con un equipo compuesto porstore managers de todo el mundo que acuden a Arteixo regularmente.


Me faltan adjetivos para describir lo que sentí a cada paso en la visita, como cuando vimos la recreación de los escaparates (allí se diseñan los que se replicarán en todo el mundo, y que solo un escaparatista podrá "tocar"), a posteriori es muy fácil decirlo, pero 

Zara fué pionera en aplicar el diseño minimalista, más propio de marcas de lujo, a los escaparates en una tienda de moda low-cost, en los que no se muestra tanto el producro, sino una tendencia, un ambiente.

En la zona de diseño de escaparates no sólo tenían los de la primavera/verano, sino que ya estaban trabajando con los bocetos de invierno y navidad ¡fué emocionante!



Aunque lo que es im-pre-sio-nan-te es estar dentro del centro logístico, tan grande como 100 campos de fútbol!!!, ver cómo desfilan ante tí las prendas a toda velocidad y se van "colocando" en el carril que pertenece a cada tienda.

Un dato muy curioso de este centro es que, aunque se quedaran sin electricidadpuede seguir funcionando, en eso tiene mucho que ver el molino eólico con el que cuentan para abastecer el edificio inteligente, el centro logístico y las trece fábricas que poseen en Arteixo


En la fábrica, fué el único momento en el que nos sentimos "un poco raras" pues, aunque todos sabemos que la moda de Zara no es exclusiva, no eres consciente de las miles y miles de prendas que hay igual a la tuya hasta que les ves colgadas en perchas, cual ejércitos, como en la foto...




El caso Inditex hace florecer muchos puntos estratégicos sobre los que reflexionar, como no quiero extenderme más, os dejo con algunos datos curiosos:

  • Ya son 5.400 tiendas en 81 mercados
  • Cuenta con unos 100.000 empleados en todo el mundo (el 97% personal de tienda)
  • En la sede de Arteixo trabajan unas 3.000 personas
  • Más del 50% de su fabricación se realiza en proximidad, lo que les permite reaccionar muy rápidamente frente al consumidor.
  • El 40% de la colección se realiza al comienzo de temporada, el 60% restante se diseña según el feedback de las tiendas.
  • Crean 36.000 nuevos diseños al año
  • Desde el centro de Arteixo pueden salir diariamente más de 2.000.000 de prendas 
  • Dan mucha importancia a no fabricar en China mayoritariamente.
  • Resulta capital el diálogo entre diseño/producción/tienda y equipo comercial (modelo de negocio flexible e integrado).

http://superfluo-imprescindible.blogspot.com.es/2012/02/conocer-inditex-por-dentro.html

¿QUIÉN COMPRA Y QUIÉN MUERE?

El último ha sido el Rana Plaza, un edificio de ocho plantas que se ha desplomado en la ciudad de Savar, al noroeste de la capital de Bangladesh. 110 trabajadores muertos y más de 600 heridos. 

Nada nuevo. Este país vive tragedias similares desde hace tiempo. 

En el año 2000, por ejemplo, murieron 60 trabajadores. Un año más tarde, otros 24. 

En  2006, otros 69. La sangría es brutal y no se produce porque sí. 

Son más de 600 trabajadores muertos en los últimos 6 años.

En el Rana Plaza había 4 fábricas textiles. Miles de mujeres en este país amanecen este chabolas para desplazarse a trabajar jornadas infinitas por sueldos irrisorios, día sí y día también. 

¿Cuánto ganan? Aproximadamente unos 16 Euros al mes. 

Así es fácil comprender por qué las grandes empresas europeas y norteamericanas se deslocalizan para irse a producir a esos paraísos del capitalismo, en los que no existen derechos sindicales y en los que los costes de producción bajan al mínimo para incrementar el beneficio. 

A costa de la vida de otros, por supuesto. 

En enero de 2013, un incendio en otra fábrica textil mató a 7 trabajadoras, algunas menores de edad. 

Fabricaban para Wonnover Bangladesh, proveedor habitual de Inditex. 

Aunque la empresa negó su vinculación, entre los restos aparecieron etiquetas de Bershka y Lefties, franquicias del grupo. En el Rana Plaza, se fabricaban prendas para Primark, la italianaBenneton o la española Mango

Todas estas empresas correrán a desvincularse de la muerte de estos trabajadores. 

Dirán que no sabían que el edificio no cumplía la legislación reglamentaria, como ha afirmado elMinistro del Interior. 

Dirán que ningún responsable advirtió las grietas, cada vez mayores, dentro del edificio. 

Y, tal vez, luego vengan a lavar su imagen con donaciones multimillonarias a Cáritas, como haceAmancio Ortega, un hombre que, por otra parte, si quisiera, por sí mismo terminaría con todo el paro de Galicia contratando a sus paisanos. 

Su patriotismo debe de ser solo futbolero.

Y ¿Sabéis cuál es el problema? 

Que el dueño de Zara, como los otros, son ricos porque producen de este modo, porque someten a la gente a estas condiciones infrahumanas, porque ponen en riesgo la salud y la vida de muchos trabajadores en los países más empobrecidos. 

El dinero que donan está manchado de sangre. 

Y, también, porque nosotros seguimos comprándoles. 

Va siendo hora que cada uno sepa lo que hay: en este modelo, cuando unos saltan, otros sirven de colchoneta. 

Ni funciona ni funcionará nunca de otro modo. 

Así que, o nos decidimos a combatir el modelo, o podemos ir eligiendo sobre el cuerpo de qué cadáver de trabajador del tercer mundo queremos saltar.

Recomiendo este artículo de Josefina Martínez, donde podréis leerlo todo con más detalle.
http://www.clasecontraclase.org/Las-trabajadoras-detras-de-la-Marca-Espana




Empresa mantiene a sus obreros en condiciones laborales despiadadas que hacen posible la riqueza de Apple y, de paso, la suya propia, en una cadena de infortunios que es, sin embargo, total y cruelmente racional y premeditada.
Apple es, por mucho, una de las empresas más interesantes de los últimos años. 

No solo por los dispositivos que ha puesto en el mercado, atractivos en sí, sino por el aura que ha sabido imponer sobre sus productos, una inexplicable pátina de prestigio y lujo que, según parece, viene incluido en el precio que los consumidores pagan cuando adquieren un iPod, un iPhone, un iPad o lo que sea que, entusiasmados, llevan a sus casas u oficinas, en el bolsillo o en el portafolios, cuando deciden cambiar su dinero por un producto Apple.
Y quizá sea este brillo un tanto irreal el que oculta a dichas personas las condiciones atroces en que se fabrican sus queridos aparatos, las brutales condiciones laborales que hacen posible el sueño del gadgety la distinción.
Aquí es donde se produce la mayor parte de estos dispositivos, es, dentro de la podredumbre que rodea este sistema, el mejor ejemplo de dicha realidad. Ahí es donde se asienta Foxconn, la compañía que fabrica los iPhone y el iPad para Apple, así como otros dispositivos para otras empresas. 
Su planta laboral es de casi 430,000 personas, de las cuales al menos un 5% no alcanza el límite de edad legalmente aceptado para trabajar, obreros de 14, 13 e incluso 12 años laboran a la par de otros mucho más viejos, digamos, puliendo el cristal de los iPhone.
De acuerdo con una de estas obreras, a Foxconn no le importa la edad de quienes están a su servicio, pero cuando una inspección oficial se avecina, la empresa esconde por un tiempo a aquellos obreros que se vean demasiado jóvenes y los sustituye por otros con apariencia de adultos. La empresa sabe, por supuesto, la fecha en que estas revisiones se efectúan.



Sobrios y vastos salones colmados de decenas de miles de obreros, trabajando al unísono, monótona, mecánicamente, sin pausas ni distracciones, puestos los ojos, las manos, la atención en la repetición infinita de la tarea asignada. 8 horas al día que se extienden a 12 que se extienden a 16 cuando hay que fabricar un nuevo gadget que las multitudes impacientes están ansiosas de poseer —productos que difícilmente conocen en su forma última y cuyo funcionamiento, si tienen uno a la vista, consideran mágico.
Ni qué decir de compensaciones por accidentes de trabajo: una prensa aplastó la mano de un obrero de Foxconn, empresa que no le dio ningún tipo de subvención médica y que cuando descubrió que su extremidad ya jamás funcionaría, simplemente lo despidió. 
El hombre formaba parte de la producción de carcasas metálicas para iPad, pero lo mismo pasa con aquellos obreros a quienes se les atrofian los miembros por realizar la misma tarea una y otra vez, 12 horas al día, durante años y años, o, por poner un ejemplo concreto, el de quienes utilizan hexano para limpiar la pantalla del iPhone porque esta sustancia se evapora mucho más rápido que otras, con lo cual la producción es más rápida, sin considerar que el hexano es una neurotoxina probada que afecta las manos hasta provocar un temblor incontrolable.
Y, desgraciadamente, la lista de infortunios podría continuar. O no. Porque no se trata de un problema de fortuna. Es uno total, despiadadamente racional, de causas y consecuencias premeditadas y cognoscibles.

Es sumamente ingenuo pensar que los directivos de Apple, Steve Jobs incluido, no están o estuvieron enterados de estas condiciones en que se fabrican sus productos. Tan lo están que dicho entorno forma parte importante de sus ganancias.
Sin embargo, como bien apunta Henry Blodget en Business Insider, los dividendos de Apple son tantos y tan cuantiosos que bien podría permitirse mejorar las condiciones laborales de los obreros que están en la base de su riqueza, sin por ello comprometer su competitividad ni su provecho económico. Blodget habla incluso de fabricar iPhones y iPads bajo en un marco estadounidenses de leyes laborales.

Apple, sin embargo, podría argumentar que este no es problema suyo sino de empresas como Foxconn que tienen a sus obreros en semejante esclavitud. Y es que justamente ese es uno de los núcleos del problema: que la riqueza de Apple no es suya solamente, que aledañas se encuentran otras corporaciones que se pelean encarnizadamente las migas que caen de ese banquete, que como Foxconn hay cientos o miles de empresas dispuestas a realizar las mismas labores en condiciones incluso, si esto es posible, más ínfimas que las relatadas ahora.
Entretanto, ahí están miles de compatriotas de estos obreros, hacinados en tropel frente a las vitrinas de los establecimientos que ofrecen el nuevo iPhone, embriagados por ese extraño, incomprensible encantamiento que vuelve a los productos de Apple aparentemente irresistibles y a sus consumidores autómatas que no descansan hasta tener en sus manos el último de sus gadgets —que nunca es realmente el último.
Fuente: PijamaSurf 



Entre 5 y 8 millones de niños trabajan en condiciones de esclavitud o servidumbre, también en países ricos



Explotación sexual infantil
Foto: GLOBAL HUMANITARIA
MADRID. (EUROPA PRESS) -

   Entre cinco y ocho millones de niños en el mundo estarán trabajando mañana, Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, en condiciones de explotación o servidumbre y no sólo en los países del Sur, sino también en Europa, donde miles de menores de edad son obligados a ejercer la mendicidad, delinquir o prostituirse para el lucro de las redes de trata.

   Así lo ha explicado en declaraciones a Europa Press la coordinadora de Derechos de la Infancia en Save The Children, Liliana Orjuela, tras recordar que la esclavitud del siglo XXI es la trata de personas con fines de explotación, una realidad en la que los niños son víctimas preferentes e invisibles, "muy difíciles de detectar y aún más de cuantificar".

   Orjuela recuerda que según los últimos datos de Eurostat, sólo entre 2008 y 2010 fueron identificadas en los 27 países europeos 23.632 víctimas de trata y se trata "sólo de los casos que se detectan, aquellos judicializados en los que se sospecha que hay una víctima", una punta del iceberg porque la práctica de las ONG apunta a la existencia de una cifra mucho mayor.

   "Los niños son muy difíciles de detectar. Todos en algún momento hemos visto niños ejerciendo la mendicidad en Europa, pero no sabemos cuántos son. Hay pequeños estudios y más o menos lo que dejan ver es que generalmente son niños romaníes que son trasladados por toda Europa y justo por la posibilidad de traspasar las fronteras no hay forma de detectar quién es el adulto con el que viajan", ha señalado la responsable de Save The Children.

   Orjuela añade que estos niños a menudo son utilizados para la comisión de delitos menores y cuando son detenidos, acaban de nuevo en brazos de sus explotadores porque las autoridades no suelen investigar ni la identidad o procedencia del menor ni la veracidad de la documentación que esgrime el adulto que lo saca del calabozo presentándose como su responsable.

NIÑOS INVISIBLES

   "Cuando los niños son muy vistos en una zona, los tratantes los cambian de zona, ciudad o país. La policía de Gran Bretaña nos ha dicho en algún momento que en ocasiones, cuando un país se tomaba la molestia de verificar los antecedentes, contrastaba que el niño estaba siendo explotado y lo mandaba de vuelta a Rumanía, al cabo de un tiempo ese niño volvía a aparecer en otro país presa de las redes", ha apuntado.

   Eso en cuanto a la mendicidad, porque, en materia de prostitución, Save The Children, miembro de la Red Europea de Lucha contra la Trata con fines de explotación sexual, es consciente de la existencia de menores de edad obligadas a ceder su cuerpo en España. 

También la mayoría de estas víctimas provienen de países del Este y también en estos casos sus tratantes se benefician de la libertad de circulación dentro del espacio europeo.

   El Día Mundial contra la Esclavitud Infantil conmemora el asesinato de un niño pakistaní de 12 años de edad que en 1995 denunció la situación de explotación a la que había estado sometido desde que tenía 4, cuando su padre le vendió para saldar una deuda de 600 rupias. 

Cada año, el 16 de abril se renueva la exigencia a los gobiernos para que adopten medidas eficaces en la protección de los menores de edad y en el 'empoderamiento' de sus familias, para que puedan responder como cuidadores.  

   Para Save The Children, además de la lucha por la erradicación de la pobreza, es necesario desarrollar legislaciones que tipifiquen los delitos y proporcionen un sistema claro de denuncia y acogedor para los menores de edad. 

En el caso concreto de España, pide una ley específica de lucha contra la violencia sobre la infancia, que incluya desde los malos tratos hasta la esclavitud o la trata; garantice una atención urgente para cualquier víctima menor de edad y la coordinación entre todas las administraciones.

"UNA COSA ES EL TRABAJO, OTRA LA EXPLOTACIÓN"

   "En la mayoría de las sociedades se da el trabajo infantil como una actividad del niño que implica colaborar en casa, lo que ocurre es que en la mayoría de los países pobres el trabajo infantil es mucho mayor y en peores condiciones", señala Orjuela,para incidir en que una cosa es el trabajo de un menor de edad "en condiciones dignas de acceso a la educación, la salud y la vivienda" y otra la explotación en 'empleos' que dañan gravemente la salud física o emocional del niño para siempre.

   Esta es la situación de los niños que trabajan en las minas de carbón en Brasil, los picapedreros de Benin, los que extraen diamantes en Sierra Leona o coltán en las minas de República Democrática del Congo, pero también la de los niños soldado en países en conflicto, la de quienes son explotados sexualmente, o la de quienes han sido 'comprados' para el trabajo doméstico, entre otros.

   Sobre este asunto, Manos Unidas recuerda su trabajo en Haití para recuperar la dignidad de los conocidos como 'restaveks', más de 300.000 niños de origen rural y paupérrimo, cuyas familias confiaron su tutela a otras familias de entornos urbanos con la esperanza de que pudieran tener más oportunidades. 

Sin embargo, acabaron vendidos y esclavizados como trabajadores domésticos.

   En Camboya, la organización señala que "muchos padres del entorno rural venden a sus hijos para pagar sus deudas y los pequeños acaban siendo vendidos de nuevo para ser explotados sexual o laboralmente". 

En este aspecto trabaja también en el país asiático el Proyecto Protect, del que es miembro la ONG Global Humanitaria, detectando víctimas y procurando llevar ante la justicia a sus explotadores.  

   "Mis padres me dejaron en el restaurante porque no podían darme de comer", explica uno de los niños rescatado hace unas semanas por el equipo Don Bosco Childline en la provincia de Bangalore, en India

Trabajaba por un plato de comida, como muchos niños esclavos, conforme explican desde Misiones Salesianas, entidad con presencia en 130 países.

europapress.es


Esclavitud textil


Marta González Borraz (CCS)

“Tenemos que hacer horas extras hasta la medianoche para tener unos ingresos decentes. 
Me da miedo tener hijos porque no podré mantenerlos”. Nong, de 26 años, cose ropa interior en Tailandia para la firma estadounidense Victoria’s Secret. 
Es una de las cientos de miles de personas que trabajan en talleres de confección de ropa para grandes marcas. 
Se encuentran repartidos por decenas de países como Honduras, China o Marruecos.

La mayoría son mujeres, casi todas jóvenes, que no conocen sus derechos. 
Pero también hombres, e incluso niños, se emplean durante más de 12 horas diarias a cambio de salarios que, en ocasiones, no sirven ni para cubrir las necesidades básicas. 
Varias organizaciones denuncian las condiciones laborales precarias, la falta de derechos y la situación de explotación e inseguridad que padecen estas personas.

Su trabajo es parte de la deslocalización que llevan a cabo muchas de las compañías textiles en países empobrecidos con el objetivo de maximizar sus beneficios y disminuir costes, con mano de obra barata. 
Varios informes elaborados por la ONG Intermon Oxfam revelan que marcas como El Corte Inglés, Inditex o Cortefiel emplean a mujeres en fábricas de Tánger durante 12 o 13 horas, a veces incluso 16.

Todo depende de los plazos que las empresas impongan a sus proveedores, es decir, del tiempo que tarden en renovar sus prendas en las tiendas. Una joven embarazada trabajaba en uno de estos talleres durante 10 horas sin que el patrón le dejara ir al baño. 
Según cuenta una compañera era “una auténtica tortura, pero no se podía permitir el lujo de perder el trabajo”. 
Nike, Adidas, Levis o Benetton han sido denunciadas en numerosas ocasiones por abusar de sus trabajadores en fábricas insalubres, por prohibir el derecho a sindicarse, asociarse e incluso por explotación infantil.

A los países enriquecidos sólo llegan los precios competitivos, los cambios continuos de escaparates y los diseños cada vez más innovadores que responden a los gustos de los consumidores. 
El derrumbe de un complejo textil en Dacca, capital de Bangladesh, en el que han muerto, por el momento, 570 personas, ha reabierto el debate. 
En estos talleres los trabajadores sufrían condiciones de abuso, con puertas de emergencia bloqueadas, rejas en las ventanas y horas extras obligatorias. Entre los escombros se encontraron etiquetas de compañías como Mango, Primark, Carrefour, El Corte Inglés o Joe Fresh.

La campaña Ropa Limpia denuncia la implicación de grandes empresas occidentales en los cinco talleres textiles del edificio derrumbado, y exige responsabilidades. 
Se trata de una red formada por más de 200 organizaciones repartidas por todo el mundo que engloba ONGs, sindicatos y asociaciones. 
Su labor comenzó en los años 90 y desde entonces no ha dejado de movilizarse con el objetivo de defender los derechos humanos en el ámbito de la industria textil.

Según Eva Kreisler, portavoz de Ropa Limpia en España, las grandes empresas firman códigos de conducta y buenas prácticas y suelen llevar a cabo auditorías que controlan su cumplimiento. 
“En muchos casos se demuestra que este sistema no funciona. Si se dan cuenta de que una fábrica no cumple los requisitos adecuados nunca sale a la luz porque no hay transparencia” afirma. 
Un informe elaborado por un sindicato estadounidense desvela cómo algunos de estos auditores reciben incentivos para no informar con precisión de lo que ven. 
La organización indica en el documento que la responsabilidad última recae sobre los Gobiernos, que deben legislar de acuerdo a las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La globalización ha implantado un modelo de comercialización basado en el negocio por encima de todo. Mientras las compañías amasan grandes ganancias, el coste recae sobre el último eslabón de la cadena. 
Cada vez crece más la indignación y la repulsa a esta forma de esclavitud, que condena a estas personas a trabajar en condiciones poco dignas por miedo a perder sus empleos. 
Urge que seamos el altavoz de estas situaciones silenciadas y que exijamos un cambio real a través de la presión a las marcas y la acción común.

Marta González Borraz es periodista.

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