Cuando Teresa May disolvió la Cámara de los Comunes, el partido laborista estaba a más de 20 puntos de ella en los sondeos. Jeremy Corbyn, su dirigente, disponía de un grado de confianza aún menor.
Entonces se elogió la tranquilidad y la experiencia de la Primera Ministra conservadora.
¿No se necesitaba, como aseguraba un slogan del partido conservador, una jefa de gobierno “fuerte y estable” para dirigir las difíciles negociaciones de salida de la Unión Europea?
¡Caso perdido! Theresa May fracasó en las formas en su campaña: al evitar los debates televisados, apareció distante y afectada en público y no movilizó apenas a nadie a su alrededor.
La Primera Ministra reveló en público un perfil inquietante:
endurecimiento de las políticas de austeridad que han llevado a los servicios públicos al borde de la asfixia, múltiples giros (decisión de organizar unas elecciones anticipadas o cambio de rumbo en la parte social de su política, especialmente, el “impuesto sobre la demencia”).
Pero sobre todo, es en la cuestión del Brexit donde May perdió todo su crédito.
Partidaria del mantenimiento del Reino Unido en la Unión Europea durante el campaña del referéndum, después de un año, ha aparecido como una persona celosa de un Brexit recuperado del ala derecha de su partido y del UKIP, el partido de la derecha eurófoba y xenófoba.
Supuestamente, esta campaña electoral era para clarificar la posición de los conservadores relativa al Brexit. Al acabar un intenso mes de campaña, los británicos aún no saben qué pasará con el Brexit y eso empieza a inquietarlos.
Theresa May ha oscilado entre declaraciones sensacionalistas y arrogantes en contra de sus socios europeos y un discurso confuso sobre el modus operandi de la salida de la Unión Europea. Ha inquietado a gente mayoritariamente atada al Brexit pero sin ningún entusiasmo por él.
En el espíritu de los británicos, el Brexit es percibido como un fenómeno de perfiles inciertos. Ya nadie cree que una salida de Europa arreglará la cuestión del flujo migratorio.
Los británicos saben que los emigrantes comunitarios no regresaran a sus países, sus servicios profesionales son vitales para el país. Se preguntan cómo será una economía post-Brexit.
A la inversa, Jeremy Corbyn ha mostrado que sabía hacer campaña. Dinámico, inspirado, ha atraído multitudes importantes. Corbyn es un buen orador que ha progresado mucho en este aspecto desde hace dos años.
Se expresa de forma sencilla, directa, sin grandilocuencia.
Evoca valores e ideas simples pero aglutinantes: la justicia social, la solidaridad, la defensa de los servicios públicos (proponiendo la renacionalización de servicios públicos claves, una medida popular para el electorado desde hace varios años)
El líder laborista consiguió movilizar un electorado joven ampliamente partidario del partido laborista (que preconiza especialmente, la supresión de los gastos de escolarización muy elevados).
El Partido Laborista se ha reconciliado con el electorado popular tradicional del laborismo, en Londres y en las grandes ciudades del norte de Inglaterra.
Ha salvado el bastión galés que decían amenazado y ha vuelto a hacer pie en Escocia. Aún más impresionante, el partido laborista registra mejoras en lugares del sur de Inglaterra, más rural y más próxima a los conservadores.
La mayoría de los sondeos pre-electorales no vieron el avance laborista sencillamente porque se produjo en la última semana de campaña.
Centrando su campaña en temas socialdemócratas tradicionales (servicios públicos, capacidad de compra, empleo) atrajo hacia sí un electorado ajeno al Partido Laborista.
También es interesante destacar que el voto UKIP de 2015, concentrado en las categorías populares en el norte de Inglaterra, se ha repartido entre conservadores y laboristas.
Este electorado pro Brexit y culturalmente conservador hubiera podido girar en masa hacia los torys.
Pero es el discurso social concreto, haciendo una llamada a la honradez descrita por George Orwel, el que ha atraído a ese electorado rico con tendencias más bien derechosas.
En los debates televisados, Corbyn atacó a los y las representantes del partido conservador preguntándoles si habían visitado algún banco de alimentos en su circunscripción.
Quienes hayan visto “Yo, Daniel Blake” de Ken Loach entenderán de qué se trata.
Jeremy Corbyn ha hecho una campaña de hombre de izquierdas. Él es el dirigente del mayor partido socialdemócrata de Europa.
Ha recordado constantemente en sus discursos la centralidad de la oposición laborista versus los torys que corresponde en el Reino Unido a la división izquierda versus derecha.
Ha evocado el socialismo y sus eternos valores de igualdad, de pluralismo y de tolerancia contra la injusticia, la xenofobia y la brutalidad de los conservadores en el poder.
Jeremy Corbyn ha demostrado que era inútil, es decir contraproducente, adoptar un proyecto populista que se apoyara en el electoralismo y la confusión ideológica.
El diputado de Islington ha ganado triunfalmente dos elecciones como líder del Partido Laborista.
Estos éxitos son el equivalente a una victoria en las primarias de izquierda en Francia, pues el Partido Laborista reúne todo el campo progresista británico.
Corbyn respeta las instituciones y las tradiciones del movimiento obrero que son la base del socialismo británico y no busca sobrepasarlas o rebajarlas.
Es un socialista quien ha logrado este progreso, no un político a la búsqueda de efímeras victorias electorales.
9/06/2017
Traducción viento sur
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