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martes, 31 de mayo de 2016

Hillary Clinton, "más peligrosa" para América Latina que Donald Trump


Hillary Clinton, "más peligrosa" 

para América Latina que Donald Trump


Publicado: 1 jun 2016 
Si la candidata demócrata llegara a la presidencia, la "criminal Doctrina Monroe" sería reeditada y las "derechas golpistas" de la región ganarían legitimidad.
Steve MarcusReuters
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Las proclamaciones xenófobas y discriminatorias de Donald Trump centran la mayoría de las críticas de las élites tradicionales de EE.UU. que ven "traicionado" un pacto: el de despreciar al ciudadano común, pero en secreto.
En este sentido, el periodista mexicano Arsinoé Orihuela Ochoa estima en Colectivo la Digna Voz que como el candidato republicano "traiciona al establishment tradicional", no resulta extraño que "las detracciones provengan de ciertos círculos privilegiados o de grupos de poder nacional e internacionales". 
Lo que "no es razonable", agrega, es que "contra Hillary las críticas sigan un tenor más terso u omiso".

La moderna Doctrina Monroe
De hecho, el autor considera que, pese a las vociferaciones xenófobas, intolerantes y racistas de Trump, Hillary Clinton "es más peligrosa para América Latina". Orihuela Ochoa justifica su postura por la "historia de criminalidad" de Clinton en la región y advierte que lo peor sería que, de ganar las elecciones, actuaría con "el respaldo moral de los gobiernos latinoamericanos".
El periodista apunta varios ejemplos para explicar la peligrosidad de la candidata demócrata, el primero de los cuales se remonta a la presidencia de Bill Clinton, cuando -señala- "la pareja diseñó elPlan Colombia", que derivó en un "baño de sangre". 
"Recientemente, Hillary reivindicó esa política" y "admitió que había conseguido los objetivos no declarados", como usar su "influencia para controlar las acciones del Gobierno contra las FARC y las guerrillas" y también "ayudar al Gobierno a detener el avance de las FARC y las guerrillas".
En 2002, mientras ocupaba una banca como senadora, "respaldó el fallido golpe contra Hugo Chávez en Venezuela" y, en 2009, ya como secretaria de Estado, "apoyó el golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya en Honduras" pese a la "ola de violencia que desató la agresión en ese país", explica, recordando que "Hillary reconoció con orgullo su participación en los hechos y justificó el agraviante intervencionismo estadounidense".
Luego llegaría "la secuencia de golpes blandos en el resto de América Latina" basados en "juicios políticos prefabricados o elecciones fraudulentas", a lo que se añade la "intervención en el proceso de paz en Colombia", la "desactivación política de Cuba" y la "reducción a escombros de organismos latinoamericano, comoUnasur o Celac", escribe.
Incluso el propio departamento de Estado de EE.UU. "desclasificó documentos que reportan" que Clinton es "coautora de la reforma energética mexicana", que Orihuela Ochoa define como "lesiva para el interés económico de México" y "ventajosa para las grandes petroleras internacionales".
Sobre la base de estos datos, el autor concluye que Hillary Clinton es más peligrosa para América Latina que Donald Trump porque su victoria le daría una "legitimidad ilimitada" por haber derrotado al "monstruoso Trump", de tal forma que, con una alianza, las "derechas golpistas de Latinoamérica ganarían legitimidad o credibilidad 'democrática'". 
Por lo tanto, con ese "consenso continental oligárquico", se podría "establecer un orden regional unificado profundamente derechizado donde la neoliberalización y la reedición de la criminal doctrina Monroe arrollarían sin obstrucciones", advierte.
"Si ganara Hillary no habría contrapesos gubernamentales o políticos o sociales para frenar esa agenda criminal de los grupos de poder que representa", concluye el periodista.
RT

El PSOE se equivoca de estrategia y lo pagará caro en las urnas

El PSOE se equivoca
Antonio AntónProfesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de ‘Movimiento popular y cambio político. Nuevos discursos’ (UOC)
La dirección socialista ha diseñado una estrategia errónea para su campaña electoral del 26-J que consiste en bloquear un gobierno de progreso, un acuerdo entre las fuerzas progresistas para impulsar el necesario cambio sustantivo de las políticas socioeconómicas, en favor de las capas populares, y la democratización y regeneración institucional y política. 
Su apuesta sigue siendo el pacto con Ciudadanos, con una política económica y europea subordinada al gran consenso liberal-conservador y otra política territorial e institucional continuista y dependiente de las derechas. 
Todo ello con algunos retoques, particularmente retóricos y solo con el recambio de élites gubernamentales.
Pero esa estrategia, aplicada a tope en estos meses, le ha conducido al fracaso. No obstante, la dirección del Partido Socialista se reafirma en su estrategia equivocada. Para ella su fracaso no derivaría de su orientación política que necesita una reflexión autocrítica y un giro progresista y democrático. 
El problema sería la tozuda realidad de Podemos y sus aliados a la que hay que cambiar… como sea. La cuestión es que esa tesis y ese proyecto socialista, continuista y sectario, parte de unos presupuestos falsos y les lleva a utilizar unos mecanismos cada vez más irreales y prepotentes.
El cerco hacia Unidos Podemos se resquebraja
Ese agresivo ataque contra Unidos Podemos y confluencias se complementa con otros discursos descalificatorios que pretenden quitarles más de un millón de votos del total de seis recibidos. 
Las tergiversaciones del aparato socialista para desacreditar la dinámica del cambio y ensanchar sus posibilidades electorales son: la radicalización (izquierdista, populista y/o independentista, según convenga); la indefinición política (o los ambiguos u obscuros intereses que defiende, en versión venezolana ya que no existe el peligro del comunismo internacional y la asociación con la extrema derecha europea es demasiado burda); la división interna (o su fragilidad, centralismo e inexperiencia); y como colofón de todos ellos, el denostado liderazgo de Pablo Iglesias que reuniría todos los males: radical, demagogo y autoritario. 
Desde el punto de vista democrático, debemos estar preparados ya que parece que hay un gran consenso tripartito (PP, C’s y PSOE) para frenar a Podemos y sus aliados sin juego limpio ni debate sosegado y con argumentos.
La descalificación de radical, izquierdista… pretende alejar a Podemos y sus aliados de las mayorías sociales progresistas. No tiene fundamentos, más allá de algunos pequeños errores de excesos retóricos. 
Lo principal de su estrategia ha sido lo contrario; han ganado en realismo, concreción y madurez (no estrictamente en moderación). La alternativa institucional principal, el gobierno de progreso, cambio y de coalición con el PSOE (a la valenciana) era justa y fácilmente justificable ante la mayoría ciudadana. 
Se adecua a los equilibrios existentes y se modifica el objetivo precedente (irreal) de ganar y gobernar solos y frente a la ‘casta’, admitiendo el carácter ambivalente y de posible socio del Partido Socialista.
Ahora bien, desde el Comité Federal socialista del 28 de diciembre y más desde su pacto con Ciudadanos, la renuncia del PSOE a un gobierno de progreso estaba clara. 
Así, la determinación de Podemos (y aliados) de no apoyar un plan continuista era coherente con el proyecto de cambio y el compromiso con su electorado y no síntoma de radicalización. 
Tampoco fructificó la brecha inducida con Compromís e IU a los que mediáticamente se les tildaba entonces de dialogantes y moderados.
Las propuestas programáticas de Podemos, particularmente las más distantes con el PSOE, las políticas socioeconómicas y sobre la cuestión catalana, derivan del continuismo inmovilista de ellos y su dependencia de C’s. 
Sin embargo, las primeras alternativas son ‘socialdemócratas’ y las pueden comprender y apoyar más del 60% de la ciudadanía, aunque necesitan de una posición firme y con temple ante la Unión Europea. 
Y las segundas, de carácter básicamente democrático y de reconocimiento de la plurinacionalidad, tienen un altísimo apoyo en las nacionalidades históricas y, según distintas encuestas de opinión, son aceptadas en el resto de España sin pérdida electoral para Podemos.
Las fortalezas de Unidos Podemos
Está claro el perfil de Unidos Podemos y confluencias como defensores de las capas populares, de los sectores desfavorecidos, de los de abajo… frente a las oligarquías. 
Su defensa de los derechos sociales y laborales, así como de las libertades civiles y políticas es innegable. 
En todo ello gana a las tres fuerzas (PP, C’s y PSOE) defensoras del poder establecido y el consenso europeo y comprometidas con las políticas de austeridad y una gestión autoritaria frente a las demandas populares y democráticas.
Igualmente, su planteamiento global cabe dentro de los parámetros (como dice Pablo Iglesias) de una nueva socialdemocracia. Es secundaria la etiqueta, la cuestión es rechazar las que son tergiversadoras o marginadoras. 
Lo principal es construir un proyecto identificador, con un discurso y una práctica de carácter democrático-igualitario, defensor de la mayoría social. Luego llegará el símbolo y la nominación. 
Y ese perfil progresivo lo ha ido adquiriendo Podemos y sus aliados, tiene una bases sólidas en la experiencia popular, y lo ha ido perdiendo el Partido Socialista.
La estrategia de la dirección socialista les puede llevar al fracaso de sus propios objetivos, su papel institucional preponderante. 
También a un debilitamiento representativo más o menos lento y profundo, con un alejamiento respecto del PP y un adelantamiento de Unidos Podemos (y confluencias), junto con una evidente crisis interna y de liderazgo. 
No obstante, la consecuencia negativa principal es que esa operación neutraliza la dinámica del cambio, de un gobierno de progreso en torno a unas políticas fundamentales de justicia social y mayor democracia. Por tanto, afecta a la mayoría de la sociedad que, probablemente, le exigirá responsabilidades. 
El reto inmediato para las fuerzas del cambio es impedir un gobierno continuista de las derechas y garantizar un Gobierno de progreso y de cambio. 
Ése es el desempate principal, abrir un ciclo político-institucional que favorezca los avances progresivos y democráticos en favor de la mayoría ciudadana.
En resumen, el PSOE, de entrada, no está por la labor del cambio real y lleva una estrategia equivocada. Las fuerzas del cambio todavía son insuficientes y dependen de la colaboración socialista. 
La prioridad son los intereses de la gente, dejar atrás esta etapa autoritaria y de austeridad. Hay que insistir en los argumentos para llegar a un acuerdo razonable y compartido y desarrollar una campaña con la mano tendida y sin crispación.
Pero el deseado giro en la actitud socialista va a depender, fundamentalmente, de los hechos: comprobar la amplitud y firmeza de las demandas populares de cambio a través de la ampliación del apoyo electoral a Unidos Podemos y confluencias. 
Desde otra perspectiva: evaluar la demostración cívica de los costes para el Partido Socialista, en el caso de persistir en su estrategia equivocada, con el  continuado debilitamiento de su representatividad. 
Es el elemento que puede condicionar su cambio de actitud para iniciar una nueva etapa de acuerdo gubernamental de progreso.
El PSOE, en su ambivalencia, tiene un aparato dependiente y colaborador con los poderosos y su obcecación puede provocar el bloqueo del cambio. Será necesario enfrentarse a esa situación con un plan B, para evitar la frustración social y seguir haciendo camino al andar. De momento, el plan A es ganar las elecciones generales al PP, dejar en minoría a las derechas y reforzar las fuerzas del cambio.


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Iñaki Gabilondo: 

“El PSOE permitirá que gobierne el PP”  



Uno de los analistas más escuchados por los socialistas españoles, el periodista Iñaki Gabilondo, ha encendido los ánimos dentro del PSOE por la columna de opinión que ha publicado hoy en el videoblog que tiene en El País. Gabilondo titula el apunte ‘Lo que pasará’.
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Y dice: ‘Pasará que el PP será el partido más votado; que Ciudadanos, que quizá perderá votos, apoyará el PP para hacer posible la gobernación; pasará que el PSOE, con sorpasso o sin, no acordará un pacto de gobierno con Podemos; que el PSOE, con Sánchez o sin, permitirá que gobierne el PP vía abstención. ‘

La coalición entre Unidos Podemos y PSOE, la preferida para gobernar

Un nuevo sondeo insiste en el 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE. Ambos partidos obtendrían un 24,8 y 20,7% de los votos, respectivamente.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, durante una reunión el pasado 30 de marzo. EFE
MADRID.- Casi un tercio de los electores prefiere un acuerdo entre Unidos Podemos y PSOE tras las elecciones generales del próximo 26 de junio. 

Según una encuesta realizada por la Cadena SER, el pacto de izquierdas es el favorito frente a un acuerdo de gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. 

Por detrás, en cuanto a preferencia, quedaría el pacto entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos.

Por otra parte, un 47% de los electores encuestados prefiere un pacto entre fuerzas políticas de ideologías diferentes, si dicho pacto supone estabilidad, siendo los votantes de Podemos quienes más se oponen a un acuerdo entre fuerzas distintas.

En cuanto a estimación de voto, el PP conseguiría un 29,2% de los votos y volvería a ganar las elecciones

En segundo lugar quedaría Unidos Podemos que superaría al PSOE, confirmando así el 'sorpasso'. 

Ambos partidos obtendrían un 24,8 y 20,7% de los votos, respectivamente.

Ciudadanos quedaría de nuevo en cuarto lugar con un 14,2% de los votos. El PSOE sería el único partido que caería con respecto a las elecciones del pasado 20 de diciembre, cuando consiguió un 22% de los votos y se situó en segunda posición.

Al igual que las encuestas que se han publicado durante los últimos días, el sondeo vuelve a mostrar el 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE, que se consolidaría de cara al 26-J, como ya recogió una encuesta de Público.

ENCUESTA - La Coalición entre Unidos Podemos y PSOE, la preferida por los españoles para gobernar


La coalición entre Unidos Podemos y PSOE, la preferida para gobernar

Un nuevo sondeo insiste en el 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE. Ambos partidos obtendrían un 24,8 y 20,7% de los votos, respectivamente.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, durante una reunión el pasado 30 de marzo. EFE
MADRID.- Casi un tercio de los electores prefiere un acuerdo entre Unidos Podemos y PSOE tras las elecciones generales del próximo 26 de junio. 

Según una encuesta realizada por la Cadena SER, el pacto de izquierdas es el favorito frente a un acuerdo de gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. 

Por detrás, en cuanto a preferencia, quedaría el pacto entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos.

Por otra parte, un 47% de los electores encuestados prefiere un pacto entre fuerzas políticas de ideologías diferentes, si dicho pacto supone estabilidad, siendo los votantes de Podemos quienes más se oponen a un acuerdo entre fuerzas distintas.

En cuanto a estimación de voto, el PP conseguiría un 29,2% de los votos y volvería a ganar las elecciones

En segundo lugar quedaría Unidos Podemos que superaría al PSOE, confirmando así el 'sorpasso'. 

Ambos partidos obtendrían un 24,8 y 20,7% de los votos, respectivamente.

Ciudadanos quedaría de nuevo en cuarto lugar con un 14,2% de los votos. El PSOE sería el único partido que caería con respecto a las elecciones del pasado 20 de diciembre, cuando consiguió un 22% de los votos y se situó en segunda posición.

Al igual que las encuestas que se han publicado durante los últimos días, el sondeo vuelve a mostrar el 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE, que se consolidaría de cara al 26-J, como ya recogió una encuesta de Público.

El PSOE se equivoca
Antonio AntónProfesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de ‘Movimiento popular y cambio político. Nuevos discursos’ (UOC)
La dirección socialista ha diseñado una estrategia errónea para su campaña electoral del 26-J que consiste en bloquear un gobierno de progreso, un acuerdo entre las fuerzas progresistas para impulsar el necesario cambio sustantivo de las políticas socioeconómicas, en favor de las capas populares, y la democratización y regeneración institucional y política. 
Su apuesta sigue siendo el pacto con Ciudadanos, con una política económica y europea subordinada al gran consenso liberal-conservador y otra política territorial e institucional continuista y dependiente de las derechas. 
Todo ello con algunos retoques, particularmente retóricos y solo con el recambio de élites gubernamentales.
Pero esa estrategia, aplicada a tope en estos meses, le ha conducido al fracaso. No obstante, la dirección del Partido Socialista se reafirma en su estrategia equivocada. Para ella su fracaso no derivaría de su orientación política que necesita una reflexión autocrítica y un giro progresista y democrático. 
El problema sería la tozuda realidad de Podemos y sus aliados a la que hay que cambiar… como sea. La cuestión es que esa tesis y ese proyecto socialista, continuista y sectario, parte de unos presupuestos falsos y les lleva a utilizar unos mecanismos cada vez más irreales y prepotentes.
El cerco hacia Unidos Podemos se resquebraja
Ese agresivo ataque contra Unidos Podemos y confluencias se complementa con otros discursos descalificatorios que pretenden quitarles más de un millón de votos del total de seis recibidos. 
Las tergiversaciones del aparato socialista para desacreditar la dinámica del cambio y ensanchar sus posibilidades electorales son: la radicalización (izquierdista, populista y/o independentista, según convenga); la indefinición política (o los ambiguos u obscuros intereses que defiende, en versión venezolana ya que no existe el peligro del comunismo internacional y la asociación con la extrema derecha europea es demasiado burda); la división interna (o su fragilidad, centralismo e inexperiencia); y como colofón de todos ellos, el denostado liderazgo de Pablo Iglesias que reuniría todos los males: radical, demagogo y autoritario. 
Desde el punto de vista democrático, debemos estar preparados ya que parece que hay un gran consenso tripartito (PP, C’s y PSOE) para frenar a Podemos y sus aliados sin juego limpio ni debate sosegado y con argumentos.
La descalificación de radical, izquierdista… pretende alejar a Podemos y sus aliados de las mayorías sociales progresistas. No tiene fundamentos, más allá de algunos pequeños errores de excesos retóricos. 
Lo principal de su estrategia ha sido lo contrario; han ganado en realismo, concreción y madurez (no estrictamente en moderación). La alternativa institucional principal, el gobierno de progreso, cambio y de coalición con el PSOE (a la valenciana) era justa y fácilmente justificable ante la mayoría ciudadana. 
Se adecua a los equilibrios existentes y se modifica el objetivo precedente (irreal) de ganar y gobernar solos y frente a la ‘casta’, admitiendo el carácter ambivalente y de posible socio del Partido Socialista.
Ahora bien, desde el Comité Federal socialista del 28 de diciembre y más desde su pacto con Ciudadanos, la renuncia del PSOE a un gobierno de progreso estaba clara. 
Así, la determinación de Podemos (y aliados) de no apoyar un plan continuista era coherente con el proyecto de cambio y el compromiso con su electorado y no síntoma de radicalización. 
Tampoco fructificó la brecha inducida con Compromís e IU a los que mediáticamente se les tildaba entonces de dialogantes y moderados.
Las propuestas programáticas de Podemos, particularmente las más distantes con el PSOE, las políticas socioeconómicas y sobre la cuestión catalana, derivan del continuismo inmovilista de ellos y su dependencia de C’s. 
Sin embargo, las primeras alternativas son ‘socialdemócratas’ y las pueden comprender y apoyar más del 60% de la ciudadanía, aunque necesitan de una posición firme y con temple ante la Unión Europea. 
Y las segundas, de carácter básicamente democrático y de reconocimiento de la plurinacionalidad, tienen un altísimo apoyo en las nacionalidades históricas y, según distintas encuestas de opinión, son aceptadas en el resto de España sin pérdida electoral para Podemos.
Las fortalezas de Unidos Podemos
Está claro el perfil de Unidos Podemos y confluencias como defensores de las capas populares, de los sectores desfavorecidos, de los de abajo… frente a las oligarquías. 
Su defensa de los derechos sociales y laborales, así como de las libertades civiles y políticas es innegable. 
En todo ello gana a las tres fuerzas (PP, C’s y PSOE) defensoras del poder establecido y el consenso europeo y comprometidas con las políticas de austeridad y una gestión autoritaria frente a las demandas populares y democráticas.
Igualmente, su planteamiento global cabe dentro de los parámetros (como dice Pablo Iglesias) de una nueva socialdemocracia. Es secundaria la etiqueta, la cuestión es rechazar las que son tergiversadoras o marginadoras. 
Lo principal es construir un proyecto identificador, con un discurso y una práctica de carácter democrático-igualitario, defensor de la mayoría social. Luego llegará el símbolo y la nominación. 
Y ese perfil progresivo lo ha ido adquiriendo Podemos y sus aliados, tiene una bases sólidas en la experiencia popular, y lo ha ido perdiendo el Partido Socialista.
La estrategia de la dirección socialista les puede llevar al fracaso de sus propios objetivos, su papel institucional preponderante. 
También a un debilitamiento representativo más o menos lento y profundo, con un alejamiento respecto del PP y un adelantamiento de Unidos Podemos (y confluencias), junto con una evidente crisis interna y de liderazgo. 
No obstante, la consecuencia negativa principal es que esa operación neutraliza la dinámica del cambio, de un gobierno de progreso en torno a unas políticas fundamentales de justicia social y mayor democracia. Por tanto, afecta a la mayoría de la sociedad que, probablemente, le exigirá responsabilidades. 
El reto inmediato para las fuerzas del cambio es impedir un gobierno continuista de las derechas y garantizar un Gobierno de progreso y de cambio. 
Ése es el desempate principal, abrir un ciclo político-institucional que favorezca los avances progresivos y democráticos en favor de la mayoría ciudadana.
En resumen, el PSOE, de entrada, no está por la labor del cambio real y lleva una estrategia equivocada. Las fuerzas del cambio todavía son insuficientes y dependen de la colaboración socialista. 
La prioridad son los intereses de la gente, dejar atrás esta etapa autoritaria y de austeridad. Hay que insistir en los argumentos para llegar a un acuerdo razonable y compartido y desarrollar una campaña con la mano tendida y sin crispación.
Pero el deseado giro en la actitud socialista va a depender, fundamentalmente, de los hechos: comprobar la amplitud y firmeza de las demandas populares de cambio a través de la ampliación del apoyo electoral a Unidos Podemos y confluencias. 
Desde otra perspectiva: evaluar la demostración cívica de los costes para el Partido Socialista, en el caso de persistir en su estrategia equivocada, con el  continuado debilitamiento de su representatividad. 
Es el elemento que puede condicionar su cambio de actitud para iniciar una nueva etapa de acuerdo gubernamental de progreso.
El PSOE, en su ambivalencia, tiene un aparato dependiente y colaborador con los poderosos y su obcecación puede provocar el bloqueo del cambio. Será necesario enfrentarse a esa situación con un plan B, para evitar la frustración social y seguir haciendo camino al andar. De momento, el plan A es ganar las elecciones generales al PP, dejar en minoría a las derechas y reforzar las fuerzas del cambio.